Francesc Ramis Darder
Durante el mes de Octubre de 2008 tuvo lugar en Roma la XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos; la temática fue muy sugerente: La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia. El Papa Benedicto XVI recogió las aportaciones de los padres sinodales y publicó, en el año 2010, la Exhortación Apostólica : Verbum Domini; la Palabra del Señor. El documento insiste en la obligación de familiarizarse con la Sagrada Escritura que compete a todos los católicos. El interés por conocer la Biblia , la constancia en meditarla y el empeño por poner en práctica sus enseñanzas determinarán que la Iglesia adquiera un rostro más evangélico. El objetivo de estas líneas estriba en recoger los aspectos esenciales de la Exhortación.
La familiaridad con la Sagrada Escritura constituye el quicio de la espiritualidad cristiana. Como sentencia S. Jerónimo, quien desconoce la Biblia desconoce a Jesucristo. La decisión de ahondar en el contenido de la Palabra de Dios implica varias cuestiones complementarias.
Requiere la decisión de adquirir una Biblia, una traducción actual, con introducciones generales a cada libro y con notas a pie de página que permitan la comprensión de los textos. Ahora bien, el hecho de contar con una Biblia no basta, es necesario leerla; sobre todo el Nuevo Testamento, quizá un capítulo cada día. La lectura provocará que comencemos a meditar el Evangelio, a leerlo despacio para entrever como actuaban Jesús y los Apóstoles. La meditación de la Escritura enraizará nuestra plegaria en la vida de los profetas o de los sabios de Israel, entre otros personajes.
Los cristianos no sólo leemos y meditamos la Palabra de Dios, la celebramos en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía. De ahí la importancia de proclamar las lecturas despacio para que los oyentes puedan entender con facilidad los textos. Siempre que sea posible, convine conocer las lecturas antes de que se proclamen en la Eucaristía. Un buen sistema consiste en leer las lecturas antes del inicio de la celebración; por ejemplo, podemos abrir la Biblia en nuestra y leer los textos antes del comienzo de la Misa para que cuando se proclamen podamos entenderlos con mayor facilidad.
Más que cualquier otra cosa, el conocimiento y la celebración de la Palabra en el seno de la Eucaristía alientan el compromiso cristiano en el Mundo y en la misma Iglesia. Tal vez más que nunca, la sociedad actual necesita que los cristianos hablemos de Jesús y del Evangelio; ahora bien, hablemos de la figura de Jesús que aparece en el Evangelio, la única que transforma la vida y renueva el mundo ¿cómo hablaremos de Jesús, si desconocemos la Escritura y la vivimos a medias?
El miedo ante las adversidades o la cerrazón ante las posibilidades del Mundo convertirían el cristianismo en una religión extraña, ajena a la realidad del Hombre; pero, como sabemos, nada que sea verdaderamente humano es ajeno al sentir de la Iglesia. El Papa recuerda la centralidad de la Sagrada Escritura. Invita a los católicos a familiarizarse más con la Biblia para que la Iglesia sea ‘sal de la tierra y luz del mundo’ en el momento histórico, difícil y apasionante, que atraviesa la sociedad y agita el alma del ser humano.
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