viernes, 16 de julio de 2021

¿QUÉ ES EL ABISMO?

 

                                             Francesc Ramis Darder

                                             bibliayoriente.blogspot.com


El abismo, metáfora de Babilonia (Is 5,14).       

La Segunda imprecación ha sentenciado que los notables y la gente sufrirán la deportación; pero en lugar de mencionar Babilonia, ámbito del exilio, alude al abismo: “por eso ensancha sus fauces el abismo (sheol), dilata su boca sin medida” (Is 5,14ª). Como sabemos, desde el horizonte cosmológico, el abismo (sheol) conforma el espacio situado bajo la faz de la tierra donde reposan las sombras de los difuntos (cf. Dt 32,22); sin embargo, en Is 5,14 aparece como la metáfora de Babilonia, el país de la deportación. El abismo figura personificado como una fiera que abre sus fauces para devorar a la presa (Is 5,14ª; cf. Hab 2,5), y abre la boca sin medida, como haría una bestia. La personificación del abismo insinúa, a nuestro entender dos matices metafóricos significativos. Por una parte, el término fauces (npshh) recoge la raíz que señala la identidad de la persona (npsh), es decir es la misma persona del abismo quien abre sus fauces (Is 5,14); mientras el vocablo límite (h.q) alude, entre otros temas, al concepto de norma o ley (cf. Gn 47,26). Aunando ambos matices, la mención del abismo sugiere que Babilonia despliega su toda personalidad (npsh) más fiera para devorar, sin atenerse a ley ninguna (h.q), a los notables y a la gente que cae en sus garras.

     La personificación del abismo (sheol), que ensancha sus fauces y dilata su boca (Is 5,14), eco de Babilonia, también aparece, con otro vocabulario, en la “Sátira contra el rey de Babilonia” (Is 14,1-23); como señala la profecía: “el abismo (sheol) se estremece en lo profundo, cuando sale a tu encuentro (del rey), despierta a las sombras (de los difuntos)” (Is 14,9). La posición cosmológica del abismo bajo la superficie terrestre y su personificación pertenecen al acervo de la tradición oriental en la que se inscriben los redactores de la Escritura, y en concreto el redactor de Is 5,11-17.

    Como sabemos, la tablilla XII de la Epopeya de Gilgamesh sitúa el reino de los muertos bajo la superficie de la tierra. Como señala el poema, Gilgamesh, rey de Uruk, lamenta, ante su amigo Enkidu, que dos talismanes, la vara y el aro, hayan caído en el abismo (el abismo aparece designado como ersetu; traducción del sumerio kur, o quizá ganzir)[11]; entonces, Enkidu, fiel a la amistad se ofrece para descender; el descenso atestigua la situación del abismo bajo la superficie terrestre (XII, 1-9). Gilgamesh le ofrece, como describiremos más adelante, una serie de consejos para que, tras bajar al abismo, Enkidu pueda regresar a la superficie. Los consejos certifican la personalización del abismo, pues, en caso de desoírlos, Gilgamesh advierte al amigo: “(pues si no los observas) las protestas/quejas del abismo se apoderarían de ti” (XII, 25). Sin embargo, como expondremos, Enkidu desoyó los consejos, por eso, cuando quiso salir, “el abismo se apoderó de él” (XII, 45). Con intención de resaltar la personificación del abismo, la epopeya recalca que “es el abismo quien lo retiene” (XII, 50-65); para ratificar la personificación subraya, por si fuera poco, que no es ningún siervo, sino el mismo abismo quien detiene a Enkidu: “no es el implacable Espía de Nergal, sino el abismo quien retiene” (XII, 67). En definitiva, cuando la epopeya señala la capacidad del abismo para protestar y retener a Enkidu está personificando su figura; la personificación aflora también en la Segunda imprecación, cuando sentencia: “ensancha sus fauces el abismo, dilata su boca sin medida” (Is 5,14ª).    

    Oigamos de nuevo la Segunda imprecación para ahondar en la identidad de los notables y la gente. Como hemos señalado, el libro de Isaías adscribe a sacerdotes, profetas, y jueces inicuos la identidad de quienes dejan dominar por el licor y el vino, es decir, las autoridades corruptas (cf. Is 5,22; 28,7; 29,9). Aun así, aparece un matiz que precisa más el significado. El contenido de Is 5,13 se refiere a los notables (kbd); sin embargo, cuando Is 5,14b vuelve a señalar a quienes bajan al abismo, sustituye la mención de los notables (kbd) por la mención de los nobles (hdrh). Sin duda, la diferencia entre notables y nobles puede nacer de la óptica poética, atenta al uso de sinónimos; aun así, ensayemos otra perspectiva complementaria. Desde el aspecto sociológico, la raíz que define a los nobles (hdr) constituye, en paralelo con la raíz que apunta a los notables (kbd), la mención alegórica de la alcurnia aristocrática de Jerusalén, definida poéticamente como “la gloria (kbd) del Líbano, el esplendor (hdr) del Carmelo y del Sarón” (Is 35,2), eco del rey y la corte.[12] Observemos, además, que el término gente (hmwnh) (Is 5,13.14) aparece también en la descripción que el autor deuteronomista realiza del segundo contingente deportado a Babilonia: “En cuanto al resto del pueblo que quedaba en la ciudad, los desertores que se habían pasado al rey de Babilonia y al resto de la gente (hhmwn) los deportó Nabuzardán” (2Re 25,11). Apurando el sentido de la metáfora, la mención de los nobles (hdr), los notables (kbd), y la gente (hhmwn), podría aludir al triple contingente sociológico que marchó al exilio, a saber: la realeza y la nobleza de alcurnia; los dirigentes y los pudientes; y también los herreros, cerrajeros, y quienes eran aptos para la guerra (cf. 2Re 24,13-17; 25,8-12; Jr 52,1-30).

     Como señala la imprecación, quienes descienden al abismo (sheol) palparán como termina “su bullicio y sus festejos” (Is 5,14b). La voz isaiana no adscribe el término “bullicio (shwn)” al gozo celebrativo de la fiesta, sino a la diversión pervertida, la actuación violenta, o al jolgorio que acaba de modo luctuoso.[13] Sin duda, el jolgorio de los dirigentes (Is 5,11-12ª) era perverso, pues el vino, el licor, y el son de los instrumentos les obnubilaba, como hemos dicho, para ver la obra y tener en cuenta la acción del Señor, eco de su actitud idolátrica. El vocablo “festejos (`lz)” aparece en Isaías para denunciar la mendaz alegría de Sidón, ciudad fenicia, que Dios condena por su proceder idólatra (Is 23,12); desde este horizonte, la imprecación insinúa la falsedad del gozo de los nobles, los notables, y la gente de Jerusalén que, atrapados por la idolatría, como lo estaba Sidón, son devorados por el abismo, eco de Babilonia.[14] Así el pretendido bullicio y los falsos festejos de nobles, notables y la gente de Jerusalén quedan mudos entre las fauces del abismo, alegoría del exilio; no en vano, el poema envuelve, como hemos dicho, el halo bullicioso con el aura del llanto por los difuntos, propio de las plañideras (“¡Ay!” Is 5,11).

 


miércoles, 7 de julio de 2021

FRASES BÍBLICAS JULIO

 


                                                                             Francesc Ramis Darder

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JULIO

Domingo 4 Julio

“Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados; dice el Señor” (Mt 11,25-30)

¿Es el Señor mi refugio y mi confianza?

 

Domingo 11 Julio

“Yo escucho lo que dice el Señor; Dios anuncia la paz a su pueblo” (Sal 85,9).

¿Me comporto como una persona que transmite paz y confianza?

 

Domingo 18 Julio

“El Señor es mi pastor, nada me falta” (Sal 23,1).

¿Tengo mi confianza puesta en el Señor?

 

Domingo 25 Julio

“Vivid como requiere la vocación que habéis recibido, con humildad, paciencia y actitud de servicio” (Ef 1,1-6).

¿Dónde y doy testimonio de vida cristiana?

 

 

 

 


viernes, 2 de julio de 2021

SACERDOTE

 



                                                            Francesc Ramis Darder

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El SERVICIO DEL MINISTERIO ORDENADO EN UNA IGLESIA EN MINORÍA

 

 

 

                                                                 Francesc Ramis Darder

 

 

 

                                    “Todas las épocas son inmediatas a Dios”

                                                                                                                                                                 

L. von Ranke.

 

 

 

La exposición que me han invitado a compartir llevar por título “El servicio del ministerio ordenado en una Iglesia en minoría”. Antes de empezar, me permitirán que haga un pequeño matiz en el título. Cambiaré el término “minoría”, que hace referencia sobre todo al aspecto numérico de los cristianos en la sociedad, por la locución “Resto de Israel”, de cariz bíblico. La noción “Resto de Israel” alude a la levadura que, aunque sea poca, cuando se mezcla con la masa hace fermentar la harina hasta convertirla en pan para alimentar al ser humano. Recordemos que la misión de la Iglesia, ya sea en mayoría o en minoría, no consiste en organizar espectáculos para entretener a la gente; y concretamente la tarea del ministerio ordenado, no estriba en entretener a los feligreses. La tara de los cristianos y especial del ministerio ordenado radica en ser fermento de las comunidades cristianas para que siembren en el corazón de la sociedad la semilla del evangelio que abrirá las puertas del sociedad al advenimiento del Reino de Dios. Así podríamos adoptar el título siguiente: “el servicio del ministerio ordenado en una Iglesia llamada a ser resto de Israel en la sociedad humana”.

 

    Adoptado el título, establecemos el objetivo de la exposición. Vamos a compartir como nuestro ministerio ordenado, sacerdotes y diáconos, debe tomar el aspecto del Resto de Israel para que nos convirtamos, seamos muchos o pocos, en fermento de comunidades cristianas que hacen fermentar la sociedad hacia la eclosión del Reino de Dios. Comenzaremos la exposición realizando un sencillo esbozo de los desafíos que la sociedad actual plantea a la difusión del evangelio; después, expondremos el contenido bíblico de la expresión “Resto de Israel”; acto seguido, veremos algunas ocasiones en que la comunidad israelita, especialmente cuando era reducida, se transformó en Resto de Israel; seguidamente, esbozaremos como nuestro ministerio ordenado debe adoptar el aspecto del Resto de Israel para que podamos convertirnos en fermento de nuestras comunidades, unas breves conclusiones pondrán fin a la redacción.

 

 

1.Esbozo de la realidad actual y su desafío para el Evangelio.

 

 Como sabemos, la cuestión de Dios ha sido durante siglos el elemento que confería el más pleno sentido a la vida del hombre occidental; el mundo parecía encantado y la religiosidad lo impregnaba todo. En general, la vida humana deambulaba por la senda de la providencia y el fin último de la vida de la mayoría social radicaba en el encuentro personal con Dios en el cielo. En ese ámbito, el papel del ministerio ordenado, en nuestras tierras, ceñido sobre todo al orden presbiteral, parecía claramente orientado al pastoreo de las almas y a la labor sacramental, ampliamente aceptada por la comunidad cristiana y dotada de reconocimiento social. Ahora bien, con el paso del tiempo y la penetración del nihilismo, el cristianismo deja de ser el horizonte que colma la vida de sentido; para convertirse en muchos casos tan solo en una cuestión tradicional, la fe de los abuelos, o cultural, un conjunto de monasterios y catedrales con un rico patrimonio histórico, o relacional, cuantas primeras comuniones o bautizos no son más que un trámite. La comunidad cristiana fiel va convirtiéndose cada vez más en una minoría social; como decíamos antes y adoptando la terminología bíblica, en el resto de Israel que intenta hacer germinar la semilla del evangelio en la sociedad actual.

 

    La filosofía nietzscheana, embrión del pensamiento nihilista moderno, anuncie ya el crepúsculo de Occidente, o sea, el ocaso definitivo de la forma cristiana de vivir que ha dado forma a la sociedad occidental. La constante alusión nihilista a la muerte de Dios certifica la desaparición del sentido y la consecuente disolución de la forma de vivir que fue capaz de conferir identidad y vivencia cristiana a nuestra cultura. Como comenta reiteradamente el filósofo Gianni Vattimo, uno de los aspectos más significativos, entre otros, de la filosofía del siglo XX e inicios del XXI es que constituye un comentario al pensamiento nihilista que, lentamente, va enseñoreándose de la sociedad occidental contemporánea. En el mismo sentido, deambula parte de la filosofía española; ejemplo actual, es el último premio anagrama de ensayo, José Luís Pardo en su obra “Estudios del malestar”. 

 

    Sin embargo y como también constatamos, aunque el nihilismo parezca imponerse, todo ser humano precisa horizontes que puedan llenar su vida de sentido, que llenen de sentido su percepción del mundo y el curso de la historia; por eso, la carencia de una forma concreta que configure la existencia humana encamina la inquietud del hombre hacia la búsqueda de alguna forma de vivir, abre la puerta al deseo de hallar un estilo de vida capaz de ordenar el entramado de la existencia. ¿Qué quiero decir con todo eso? Pues lo siguiente, que cuando buscamos el sentido de nuestro ministerio ordenado, como sacerdotes o diáconos seculares, hemos de buscarlo dentro de la sociedad en la que vivimos y no en la que desearíamos tener; nos corresponde evangelizar en el ámbito general de una sociedad nihilista y es precisamente a esta sociedad la que debemos suscitar el interés por la vida cristiana.

 

    Precisamente ahí despunta el papel del cristianismo en el horizonte de una sociedad perneada de nihilismo; pues la verdad cristiana configura una forma de vida que llena de sentido la existencia humana. En una sociedad que ha perdido el horizonte de la existencia; el cristianismo presenta una oferta de sentido, pues el cristianismo es una buena nueva, una oferta de felicidad. En este sentido, el mismo Nietzsche, padre del nihilismo, reconoció la identidad del cristianismo como una “nueva forma de vida”; el filósofo no definió a Jesús y a sus seguidores desde la categoría de “una nueva fe”, sino desde la perspectiva de la “nueva forma de vida”. Así resuena la voz del filósofo: “No es una ‘fe’, entendida como conjunto de datos, lo que distingue al cristiano; el cristiano actúa, se distingue por un modo de obrar diferente”; el cristianismo es “una nueva forma de vida, no “una nueva fe” en cuando conjunto de datos, sentenció el maestro de la sospecha (Anticristo, 63-64).

 

    El cristianismo es una forma de vida, por eso la opción cristiana estriba, como es obvio, en adoptar un estilo de vida acorde con las exigencias evangélicas; la vivencia de la Buena Nueva constituye de por sí la mejor manera de trasmitir el mensaje cristiano en el seno de la sociedad actual. La genuina vivencia cristiana puede sembrar el evangelio en las entrañas de la sociedad, pues una de las características de la vida cristiana, como señala el Nuevo Testamento, es su capacidad de transmisión, su fuerza comunicativa y transformadora. Desde esta perspectiva, podríamos decir que el cristianismo puede convertirse en un “valor necesario” para conformar un estilo de vida que sustente la existencia del ser humano, tantas veces preso entre las redes del nihilismo. Ciertamente, el Dios que palpita en la entraña del cristianismo “no es un Dios de muertos, sino de vivos” (Mt 22,32), es el “que resucitó a Jesús, liberándolo del poder de la muerte” (Ac 2,24). También es el Dios capaz de llenar de sentido la existencia humana: pues sólo él “es” (‘Yo soy en Señor y no hay otro’: Is 45,6), mientras los ídolos “no son nada” (‘Vosotros sois nada y vuestras obras nulidad’: Is 42,24). Sólo Dios, “el que es” (Ex 3,14) es capaz de dotar de sentido la existencia humana, mientras “los ídolos inútiles” (Is 44,9) son incapaces de salvar al hombre del vacío que puede envolverle (Is 44,20).

 

    Ahora bien, surge una cuestión decisiva: ¿el cristianismo occidental está en condiciones de afrontar los retos del nihilismo? La pregunta no es, en modo alguno, una simple cuestión retórica, pues, como sabemos, desde hace muchos años la mención de la “evangelización” y la referencia constante a la “nueva evangelización” está en el ápice de la reflexión teológica y de la propuesta pastoral; y, sin embargo, el mundo occidental, contemplado desde el horizonte sociológico, está cada vez más alejado de la propuesta cristiana. Aunque palpite la experiencia de personas y comunidades dotadas de una enorme fuerza vivificante, la sociedad occidental percibe, en su mayoría, la presencia del cristianismo como algo obsoleto, erosionado y carente de novedad.

 

    Sin embargo, cuando contemplamos al alba del cristianismo percibimos que el aspecto inherente a la “novedad” constituyó una clave esencial para la difusión de la verdad cristiana. La predicación de Jesús, caracterizada, entre otros aspectos, por la novedad de la propuesta, suscitó la admiración de sus contemporáneos; decían sus oyentes: “¿Qué es esto? ¡Una ‘doctrina nueva (kaine)’ dotada de credibilidad (exousia)!” (Mc 1,27; cf. 1,22). La enseñanza y la actuación de de Jesús son nuevas, en el sentido de que no se conocía nada igual en Israel hasta entonces, son unas enseñanzas que se imparten con credibilidad y que causan asombro.

 

   La palabra “credibilidad (exousia)” subraya el contraste entre la enseñanza de Jesús y la docencia de los legistas: “la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con credibilidad (exousia), y no como los maestros de la ley” (Mc 1,22). Mediante el término “credibilidad (exousia)”, el planteamiento teológico de los evangelios recalca que la actuación de Jesús brotó de la certeza de saberse sostenido en las manos del Padre; en definitiva, al decir de los evangelios, la enseñanza de Jesús está imbuida en la certeza de contener la verdad. 

 

    Los escritos paulinos remiten, sin cesar, a la “novedad cristiana”: la invitación a imbuirse en la “vida nueva (kaine)” (Rm 6,4), la “novedad del espíritu (kaine)” (Rm 7,6), la mención  de la “nueva alianza (kaine)” (2Cor 3,6), la existencia cristiana como “nueva creación (kaine)” (Gal 6,15). En analogía con el Maestro, la comunidad cristiana primigenia se entendió a sí misma desde el horizonte de la novedad. No en vano, el adjetivo “nuevo” califica la identidad de la Iglesia naciente: la “nueva Jerusalén (kaine)” (Ap 3,12; 21,2) o la comunidad de la “nueva alianza (kaine)” (Hb 8,8), los cristianos se identificaron desde el prisma del “hombre nuevo (kaine)” (Ef 4,24). Así, la “doctrina nueva llena de credibilidad (kaine)” (Mc 1,27) convirtió a los seguidores de Jesús en “hombres nuevos (kaine)” (Ef 4,24).

 

    La enseñanza de Jesús, como acabamos de exponer, rezumaba la “novedad cualitativa (kaine)” que procede de la “credibilidad (exousia)”; es decir, la “verdad que brotaba del  ser íntimo de Jesús” trasformaba al ser humano en una “criatura nueva”. Esta es la fuerza trasformadora del evangelio: la “profunda verdad (exousia)” capaz de conformar de “nuevo (kaine)” la identidad del ser humano que injerta su vida en el misterio liberador de Jesús (cf. Ju 15,5).

 

    La entraña del cristianismo, posee la “novedad (kaine)” y la “credibilidad (exousia)” capaz de ofrecer una “forma de vida” que devuelve el “sentido de la existencia” al hombre que deambula entre la niebla del nihilismo. No obstante, la sociedad en general no percibe en el cristianismo occidental, como decíamos antes, ni la novedad (kaine) ni la credibilidad (exousia) capaz de colmar el sentido de la vida. Las causas que han erosionado el cristianismo son numerosas: unas atañen a las disensiones internas entre los cristianos, otras proceden de de la indiferencia social. El NT anuncia las adversidades con que topará el mensaje cristiano: tanto los conflictos internos (Ac 5,1-11: Ananías y Safira), como las contrariedades (Lc 21,12: el tiempo final) enturbiarán la historia cristiana (Mt 13,24-30: trigo y cizaña), hasta el momento en que amanezca “el cielo nuevo y la tierra nueva”, anunciados en el Apocalipsis (Ap 21,1). Aún así, la promesa del Señor no exime a los cristianos de ofrecer al hombre, en cualquier momento y en todo lugar, la “forma de vida”, el mensaje cristiano, que colma de sentido la existencia humana.

 

    Sin embargo, para que la oferta cale en el corazón del hombre debe expresar la “novedad (kaine)” y “credibilidad (exousia)” del evangelio (cf. Mc 1,22.27). El cristianismo puede convertirse en la oferta válida capaz de entretejer la “forma de vida” que colme la existencia humana; ahora bien, el desafío exige a la Iglesia la recuperación de la “novedad (kaine)” y la “credibilidad (exousia)” propia del mensaje cristiano. Esto que estamos diciendo del cristianismo en general se aplica perfectamente al ministerio ordenado que vivimos todos en una Iglesia en minoría; el ministerio ordenado debe vivirse desde la “novedad” y “credibilidad” del evangelio, si no es así parece que hay escaso futuro tanto para las comunidades cristianas como para el ministerio ordenado.

 

 

2.La teología del Resto de Israel: identidad y misión.

 

    Precisamente ahí radica la necesidad de recuperar la figura teológica del Resto de Israel, la comunidad fiel que, a lo largo del Antiguo Testamento, renovó constantemente la “novedad” y la “credibilidad” del mensaje nacido de los labios del Dios liberador: “El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo poderoso en medio de gran temor, señales y prodigios; nos condujo a este lugar y nos dio esta tierra, que mana leche y miel” (Dt 26,8; cf. Dt 6,20-24; Jos 24,2-13). El Resto de Israel renueva y custodia la “novedad” y la “credibilidad” (cf. Neh 8,1-12) del mensaje salvador, por eso ofrece al pueblo judío y a las naciones paganas una “forma de vida” capaz de colmar el ansia del corazón hebreo y el intelecto gentil (cf. Is 66,18-23).

 

    A nuestro entender, el estudio de la identidad y la misión teológica del Resto de Israel, a lo largo del Antiguo Testamento, ilumina el desafío del cristianismo ante el envite nihilista, la necesidad de actualizar la “novedad (kaine)” y la “credibilidad (exousia)” del mensaje cristiano para ofrecer al hombre de nuestro tiempo una “forma de vida” que dote de “sentido” su existencia. Evidentemente, ni las naciones paganas ni los israelitas infieles, tan presentes en el Antiguo Testamento, estaban atrapados en las zarpas del nihilismo; pero, como señala la Escritura, deambulaban errantes por los vericuetos arteros de la idolatría (Num 25,1-19; Dt 4,1-40), vivían entre las tinieblas de la ausencia de sentido que ofuscan la existencia. Desde esa perspectiva, la voz de Isaías describe con el más amargo de los acíbares la identidad de los idólatras: “vosotros sois nada, y vuestras obras, una nulidad” (Is 41,24).

 

    Antes de adentrarnos en la exposición inherente a la identidad y misión teológica del Resto de Israel, conviene que precisemos la distinción entre dos conceptos parejos: “resto” y “residuo”. Aunque parezca pueril, nos atendremos a un ejemplo sencillo y pedagógico, el ejemplo de la semilla.

 

   Imaginemos que nos encontramos en el campo junto a unas gramíneas al borde del camino. Observamos que las semillas de las plantas han caído y yacen en tierra. Simplificando las cosas, podríamos decir que a las semillas les aguardan dos posibilidades contrapuestas. Algunas, cubiertas de tierra y empapadas de agua, fructificarán y engendrarán una nueva planta; otras, serán recogidas por las hormigas, almacenadas en el hormiguero, y devoradas durante el invierno.   

 

   Como sabemos, cuando plantamos una semilla en tierra húmeda, germina  rápidamente. El proceso biológico es muy preciso. Abreviando la descripción, podríamos decir que la semilla se compone de “germen” y “gluten”. Conforman el “germen” un conjunto de células que, en contacto con la tierra mojada y a la temperatura idónea, desencadenan el nacimiento del nuevo vegetal. El “gluten”, junto con el agua, proporciona los nutrientes necesarios para que el “germen” inicie y mantenga el proceso embrionario del desarrollo vegetal. Mientras el “gluten” se consume, el “germen” se transforma en el embrión de la nueva planta. Como hemos observado, las hormigas, durante el verano, llenan el hormiguero con las semillas que les servirán de alimento a lo largo del invierno. Las semillas están enterradas en el hormiguero y, debido a las lluvias, están en contacto con el agua; pero, por mucha tierra que las sepulte y agua que las empape, las semillas nunca llegan a germinar. ¿Por qué? Cuando las hormigas introducen las semillas en el hormiguero, destruyen el “germen”; de ese modo, a la semilla, incapaz de germinar, sólo le aguarda la extinción, pues si no se la comen las hormigas, acabará descomponiéndose en la tierra, incapaz de engendrar una nueva planta.

 

    A simple vista, no podemos distinguir una semilla capaz de engendrar una planta de otra que, mordida por las hormigas, ha perdido el germen y es incapaz de alumbrar un nuevo vegetal; ambas parecen iguales, pero en realidad son muy distintas. Mientras una engendrará la vida, a la otra le aguarda la extinción. Las semillas que conservan el germen y que, empapadas en tierra, engendrarán un nuevo vegetal constituyen, metafóricamente, el “resto” de las semillas; las que se amontonan en el hormiguero, conforman un “residuo”, han perdido el germen, la posibilidad de convertirse en una nueva planta.

 

   Agucemos el sentido de la alegoría, apelando desde la sugerencia de la metáfora a los conceptos de “novedad” y “credibilidad” que antes hemos reseñado. Desde la perspectiva simbólica, las semillas que componen el “resto” están dotadas de “credibilidad” y “novedad”, pues en sí mismas contienen el “germen (credibilidad/fuerza)” que engendrará una “nueva” planta, productora a su vez de nuevas semillas. Las semillas que constituyen el “residuo” carecen de “credibilidad” y “novedad”, pues, huérfanas de germen, no pueden engendrar un nuevo vegetal. A través del “resto” siempre puede amanecer la vida, mientras el “residuo” está condenado al ocaso definitivo.

 

    En analogía con el ejemplo de las semillas, la comunidad hebrea que conforma el Resto de Israel no constituye un “residuo”; no se constriñe a un grupo israelita que, acosado por la idolatría o la persecución, aguarda la extinción definitiva. La mención del Resto de Israel define la identidad de la comunidad hebrea dotada de “novedad (kaine)” y “credibilidad (exousia)”: el Resto de Israel conforma la comunidad que, a pesar del acoso de la idolatría o la barbarie de la persecución, conserva la “novedad” y la “credibilidad” capaz de ofrecer a la asamblea judía y a las naciones paganas una “forma de vida” que llene de “sentido” su singladura por el mar de la historia, sean los tiempos favorables o adversos. Desde la perspectiva sociológica, quizá fuera difícil distinguir el Resto de Israel de lo que podemos denominar el Residuo de Israel, pero, desde el prisma teológico la diferencia es esencial. El Resto de Israel goza de la “credibilidad” capaz de engendrar la “novedad” que ofrece una “forma de vida” que colma de “sentido” la existencia de la comunidad judía e ilumina el devenir de las naciones. A modo de contrapartida, el supuesto Residuo de Israel, sería incapaz de auspiciar cualquier “forma de vida” capaz de conferir “sentido” a la historia judía y al periplo de los gentiles; el Residuo de Israel iría disolviéndose en las aguas cenagosas de la idolatría, metáfora de la “carencia de sentido” que ahoga la existencia humana.

 

    Volvamos por un instante al ejemplo de las semillas. Desde el ángulo simbólico, una semilla perteneciente al “resto” goza de “credibilidad” para engendrar una “nueva” planta. Ahora bien, la semilla por si misma no engendra el germen que la dota de “credibilidad” y “novedad”, el gluten no puede producir ningún tipo de germen, sólo la planta madre conforma el germen y el gluten de la semilla. Diríamos, valiéndonos una vez más de la alegoría, que el germen le “han sido dado” a la semilla por la planta madre que la engendró. Regresemos ahora al cauce de la reflexión sobre el Resto de Israel. Como sucedía analógicamente con la semilla, el Resto de Israel no gesta por sí mismo la “credibilidad” y la “novedad” que definen su naturaleza. Desde la perspectiva teológica, la “credibilidad” y la “novedad” que palpitan en el alma del Resto de Israel le “han sido dadas” gratuitamente por Dios y acogidas generosamente por la comunidad.

 

 Veamos algunos ejemplos.

 

    Asentado el pueblo peregrino en los llanos de Moab, Moisés, en nombre de Dios, amonesta a la asamblea, dispuesta a penetrar en la tierra prometida. Dice Dios por boca de Moisés: “No porque seáis el más numeroso de todos los pueblos se ha prendado Yahvé de vosotros y os ha elegido […] sino por el amor que os tiene y por guardar el juramento que hizo a vuestros padres, por eso […] Yahvé […] os ha librado […] del poder del faraón” (Dt 7,5-6; cf. Jn 15,16; 1Cor 1,26-29). No es el pueblo liberado de Egipto, metáfora del Resto de Israel, quien se ha ganado con esfuerzo el beneplácito divino, es el Señor quien se lo ha regalado por amor, gratuitamente; el pueblo ha acogido la dádiva divina.

 

    Cuando las huestes de Senaquerib zapan los muros de Sión, el Señor, por medio de Isaías, devuelve el aliento a la ciudad abatida, parábola del Resto de Israel, acosado por los asirios. Proclama el Señor entre los labios del profeta: “Yo protegeré esta ciudad para salvarla, por quien soy yo y por mi siervo David” (Is 37,35; cf. 2Re 19,32-34). De nuevo apreciamos que no es el esfuerzo ni la religiosidad de Jerusalén quienes arrancan la misericordia divina a favor del pueblo angustiado, es el Señor quien, apelando a su dignidad y a sus antiguas promesas, mantiene erguidos los muros de la Ciudad Santa.

 

    A pesar de la elocuencia de los ejemplos anteriores, quizá la expresión más emblemática de la gratuidad divina figure en Is 43,1-7. El poema describe el proceso teológico que culmina con la liberación de Israel de las zarpas de los ídolos. Entre las palabras del último verso, el poema pone en labios de Dios la identidad del pueblo redimido: “los que llevan mi nombre, a los que creé (br’) para mi gloria, a los que yo he hecho y formado” (Is 43,7). Notémoslo bien, es el Señor quien crea a su pueblo, símbolo del Resto de Israel, para gloria suya; es el Señor quien por pura gratuidad establece una relación nueva con su comunidad. El Resto de Israel constituye la comunidad hebrea que vive de la certeza que confiere creer que Dios ha trenzado una relación especial con ella; sólo desde la certeza de saberse la comunidad privilegiada de Dios, la comunidad se convierte en el Resto de Israel.

 

    Apliquemos las tres características del Resto de Israel a la comunidad cristiana y especialmente al ministerio ordenado. El servicio del ministerio ordenado en una Iglesia en minoría que quiera ser Resto de Israel ha de tener en cuenta estas tres cosas. Primera: nuestro ministerio “nos ha sido dado”, como dice el evangelio es un “bien que viene de lo alto”, o como dice s. Juan, “no sois vosotros quienes me habéis elegido, sino yo quien os ha elegido para que vayas y deis fruto y vuestro fruto sea abundante”. Segunda: tener “credibilidad” mostrar convencimiento en aquello que hacemos. Tercero: manifestar “novedad” en el planteamiento pastoral.

 

 

3.El Exilio en Babilonia: Conformación del Resto de Israel.

 

    Los deportados que sorbieron el exilio vivían de la teología del Antiguo Judá, propia la cultura semítica; la comunidad exiliada, apegada como los demás semitas a la religiosidad antigua, iba disolviéndose lentamente en la cultura babilónica. Sin embargo, entre los deportados, amanece la figura del Profeta del Consuelo, oculto entre las líneas de Is 40-55, que interpreta la realidad desde la perspectiva teológica. Quienes moraban en Babilonia percibían en la inminente caída del imperio, precipitada por el hastío de Nabonides, y la irrupción Persa, guiada por las victorias de Ciro II, las consecuencias del azar de historia. En cambio, el Profeta del Consuelo percibe bajo la debacle babilónica y la ascensión persa la intervención de Yahvé en la historia encaminada a la liberación del pueblo deportado; la irrupción de Ciro y el declive de Nabónides no proceden solo de la coyuntura histórica, nacen de la iniciativa de Dios que actúa en la historia a favor de su pueblo (Sal 12).

 

    Junto al Profeta del Consuelo se reúne una pequeña comunidad que, capaz de interpretar desde la perspectiva teológica los acontecimientos históricos, recoge el contenido de la teología del Antiguo Judá para dotarla de “novedad” y “credibilidad”. La novedad radica en la certeza de que la tarea del Dios de Israel no se constriñe, como hacían las antiguas teogonías y cosmogonías semitas, en exponer las tareas de Dios en la esfera celeste, sino en especificar que la tarea de Dios estriba en intervenir en la historia en bien de su pueblo. Esa recuperación de la “novedad” implica una profunda renovación de la comunidad para dotarse de “credibilidad” ante la mirada de sus compatriotas.

 

    Con la intención de revestirse de “credibilidad”, la comunidad reunida en torno al Profeta del Consuelo, no inventa formas nuevas, sino que trasforma en profundidad algunas características propias de la teología del Antiguo Judá:

 

a.Sábado. El sábado es una realidad muy antigua; el día de asueto o de mercado de las antiguas sociedades. En Babilonia carecen de fiestas propias, entonces el sábado se convierte en el día festivo de la comunidad hebrea renovada; el sábado celebran que bajo el triunfo persa y el declive babilónico palpita la intervención del Dios de Israel en la historia a favor de su pueblo.

 

b.Circuncisión. Constituía un rito de iniciación a la pubertad, propio de muchas culturas antiguas; pero en el exilio se convierte en el signo que caracteriza a los varones de la asamblea que, reunida en torno al Profeta del Consuelo, entiende que bajo el ascenso de Ciro y el ocaso de Nabónides palpita la intervención del Dios de Israel en la historia para liberar a su pueblo.

 

c.Embrión de la sinagoga. Asentados en Babilonia, los deportados carecían de Templo para celebrar su culto. Entonces brotan las reuniones en las casas, embrión de la futura sinagoga, para comentar la Palabra y orar juntos.

 

d.Alimentos puros e impuros. En toda cultura antigua había alimentos puros e impuros; en la práctica eran puros los que beneficiaban la salud e impuros los que la dañaban. Pero en el exilio, la comunidad hebrea recogerá una serie de alimentos y rechazará otros para manifestar, como hacían las culturas antiguas, su identidad.

 

e.Guía de los sacerdotes. En el Antiguo Judá, el sacerdote por excelencia era el monarca quien oficiaba el culto; el clero era una especie de delegado suyo para oficiar la liturgia. En el exilio, el clero toma la iniciativa en cuanto a guía espiritual de la comunidad.

 

    En definitiva, la comunidad no inventa elementos distintos de los que podría tener una religión antigua. Sino que, tomando los elementos religiosos propios del Antiguo Judá, conforma una comunidad nueva, dotada de “novedad” y “credibilidad”. La comunidad del exilio que percibe en el ascenso de Ciro y la caída de Nabónides la intervención de Dios en la historia, se convierte en Resto de Israel. La asamblea que mediante la observancia del sábado, la práctica de la circuncisión, las reuniones en las casas, la pureza alimentaria y la guía del sacerdocio, testimonia ante todos los judaítas exiliados con al mayor “credibilidad” la “novedad” de que el Dios de Israel es el Señor de la historia que actúa a favor de la comunidad exiliada para liberarla.

 

 

4.Época de Esdras y Nehemías: la segunda conformación del Resto de Israel.

 

El primer retorno de los deportados, encabezado por Sesbassar (538 a.C.), se limita a poner los cimientos del nuevo templo. El segundo retorno, llevado a cabo en el interregno que media entre la muerte de Cambises y la ascensión de Darío I (522-520 a.C.) consagra el templo y celebra la pascua en el altar de Sión. Sin embargo, al decir de la Escritura, la identidad social y teológica del Resto de Israel se degrada con enorme rapidez.

 

    Cuando Jananí, pariente de Nehemías, visita Jerusalén queda espantado de la degradación del Resto de Israel. Cuando vuelve a Babilonia, informa a su pariente Nehemías del estado caótico que ha constatado: “Los restos del cautiverio que han quedado allí en la provincia (de Judá) se enguantan con gran estrechez y confusión; la muralla está llena de brechas y sus puertas incendiadas” (Neh 1,3-4).

 

        La “estrechez” apela a la presión social de los demás pueblos que también habitan la región, llamados por la Escritura “extranjeros o idólatras”; mientras la “confusión” representa el apego a la idolatría, es decir el pecado del Resto de Israel radica en haber perdido su identidad porque se ha contaminado con la idolatría del los extranjeros o de los judaítas idólatras que pululan en el territorio de Jehud.

 

      Tanto Nehemías como Esdras marcharon a Jerusalén para poner remedio al desastre social y religioso que deshacía al Resto de Israel. Los jefes de la comunidad de Jerusalén dijeron a Esdras: “El pueblo de Israel, los sacerdotes y los levitas no se han separado de las abominaciones de la gente del país […] pues han tomado para sí y para sus hijos mujeres de entre las hijas de ellos: la raza santa se ha mezclado con la gente del país” (Esd 9,1-2).

 

La noción de “estrechez” denota la opresión que el pueblo sufre por parte de los idólatras; pero este no es el problema importante, la comunidad creyente ha estado oprimida siempre. El problema decisivo es el de la “confusión”, el dejarse contaminar por la idolatría; ¿a que idolatría se refiere?

 

    Como sabemos, la Escritura define los tres grandes ídolos clásicos: poder, tener y aparentar (Mt 4,1-11); sin embargo, la obra de Esdras y Nehemías, no percibe que la idolatría de la comunidad se deba principalmente a estas tres tentaciones; sino que sitúa en cuatro cuestiones internas la pérdida de la “novedad” y la “credibilidad” propias del Resto de Israel:

 

a.La comunidad que era espiritual se ha vuelto espiritualista; en lugar de contemplar la historia como el ámbito donde Dios actúa para liberar a su pueblo, se ha convertido en la asamblea encerrada en el santuario que celebra un culto complejo, alejado de la realidad. Ha cercenado su espiritualidad para empeñarse en el espiritualismo.

 

b.En lugar de ser una comunidad eclesial se ha convertido en una asamblea eclesiástica. En lugar de ser la asamblea que da testimonio del Señor mediante la circuncisión, la pureza alimentaria, la futura sinagoga, el liderazgo del clero y la celebración del sábado, ha amanecido la comunidad preocupada por el peso de las ofrendas y la identidad de quien debe recogerlas en el templo. En lugar de ser una comunidad eclesial, se ha convertido en una asamblea eclesiástica.

 

c.En lugar de ser una asamblea que vive entre los paganos para dar testimonio de Dios, es una asamblea que ha sido devorada por los paganos; es decir, en lugar de ser una comunidad “secular” ha devenido una comunidad “mundana”.

 

d.En último lugar y quizá como consecuencia de ello se ha convertido en una comunidad “superficial”; superficial significa la capacidad de emprender un buen análisis de la realidad, pero solo rozando el cariz de “juicio”, sin llegar jamás a concretar el “actuar”.

 

    Esdras y Nehemías en lugar de lamentarse de lo adversas que son las circunstancias sociales y teológicas en las que debe desenvolverse el Resto de Israel; afrontan la reforma interna de la comunidad para devolverle el Rostro del Resto de Israel. ¿Cómo? Pues sin inventar cosas ajenas a la tradición hebrea,  sino reintroduciendo a la comunidad en la observancia de los parámetros de la Ley; manifestada en la observancia del sábado, la pureza alimentaria, la guía del sacerdocio, la circuncisión y el embrión de la sinagoga. La comunidad es pequeña, la Escritura ofrece incluso los nombres de quienes la conforman; pero tiene futuro es el Resto de Israel que, dotado de novedad y credibilidad, devuelva  la comunidad hebrea una forma de vida, capaz de llenar de sentido la existencia humana. Antes de la reforma de Esdras y Nehemías seguramente podían contarse muchos más hebreos inscritos en el registro religioso, sin embargo no conformaban un Resto, eran tan solo un residuo sin futuro.

 

 

5.La confrontación con la Apocalíptica y con el Helenismo.

 

    Las conquistas de Alejandro Magno impregnaron oriente de cultura helenística. Llamamos helenismo al planteamiento de las culturas orientales que expresaron su idiosincrasia personal con parámetros propios del pensamiento griego; así, el cariz del helenismo varió de unas culturas a otras. Además de la influencia helenística brotó en Israel la ideología apocalíptica. Cuando murió Alejandro Magno, sus generales, los diadocos, se diputaron la herencia del imperio. Los Ptolomoeos poseyeron Egipto, mientras los Seléucidas se enseñorearon de Mesopotamia; entre ambos imperios estalló el conflicto bélico para la posesión de la región Siro-palestina: las guerras sirias. La crueldad de las guerras, especialmente las últimas, llenaron de pánico el alma judaíta; entonces nace la apocalíptica: como que el ser humano ha sido incapaz de poner orden en el mundo, que venga Dios y arregle la situación. La espiritualidad apocalíptica contempla el esfuerzo humano para impetrar de Dios la inmediata intervención en la historia para poner fin al mal imperante.

 

    La confusión provocada por el Helenismo y el pánico engendrado por la Apocalíptica alteraron la identidad de la comunidad hebrea. Un número significativo de hebreos fueron atrapados en las redes del helenismo, renunciando a su cultura y a su fe; otros atemorizados por el fragor de la batalla, se aferraron a la apocalíptica conformando grupos sectarios que acabaron ahogándose a sí mismos en la cerrazón de sus ideas.

 

    Como alternativa veraz, el Resto de Israel tomó una iniciativa importante. Retomó los textos escritos hasta entonces; desechó algunos; redactó otros; matizó y corrigió algunos. Con este material conformó la Escritura hebrea, desde la perspectiva canónica. Compiló la Sagrada Escritura como el proyecto de conversión que el Resto de Israel ofrecía a los hebreos, atrapados por el paganismo, para que volvieran al redil de la alianza; y, a la vez, en la medida la comunidad hebrea diera testimonio del exclusivo  dominio del Señor sobre la historia, atraería a las naciones a Sión para adoran al Señor como único Dios. De cara al Heleinismo, los autores hebreos compusieron el libro de Ben Sira; el texto enseña a vivir la fe hebrea en un ambiente cultural dominado por el helenismo. Debe quedar claro que la ideología helenista no es la expresión de la maldad, sino una situación histórica precisa en la que los hebreos deben vivir su fe; por eso Ben Sira, consciente de la oportunidad histórica que ofrece el helenismo, redacta el libro para enseñar a los judíos a vivir con hondura su fe hebrea en una época presidida por la cultura helenística.

 

    El Resto de Israel en lugar de amilanarse ante la presión externa del helenismo y la apocalíptica; y en vez de deshacerse en disputas internas emprendió dos tareas concomitantes. Por una parte, acrisoló la identidad religiosa de la comunidad hebrea mediante la vivencia del sábado, la futura sinagoga, la pureza alimentaria, la guía del estamento sacerdotal y la circuncisión; por otra elaboró un proyecto global de conversión, la Escritura canónica, para que los hebreos alejados de la comunidad pudieran insertarse en el tronco de la alianza, y a medida que la comunidad acreciera la fidelidad a la alianza, todas las naciones paganas, atraídas por el testimonio de la comunidad fiel, peregrinaran a Sión para adoran al Dios de Israel, exclusivo guía de la historia.

 

 

 

6.La irrupción del cristianismo.

 

    Como testifica el Nuevo el Nuevo Testamento, al Iglesia se conforma como el Nuevo Israel; perfilando la cuestión, se perfila como el Nuevo Resto de Israel, no en vano la predicación de Jesús, como hemos observado antes, rezumaba la “novedad” y la “credibilidad” capaz de crear asombro en los oyentes y conformar una forma de vida capaz de llenar de sentido la vida de quien se dejaba abrazar por la palabra.

 

    La comunidad eclesial no se conforma entrono a la circuncisión, la escrupulosidad del sábado, la pureza alimentaria, la sinagoga o el sacerdocio del Antiguo Testamento; se reúne a la luz de Jesús Resucitado. De ese modo, se conforma como la comunidad que celebra a la presencia de Jesús, sobre todo mediante la celebración de la Eucaristía; practica la caridad cristiana, como forma genuina de vivencia del Evangelio; ahonda mediante la catequesis en el conocimiento de la persona de Jesús, no solo para conocerlo mejor, sino, sobre todo, para seguirlo mejor; predica a Jesucristo, evangeliza, como forma peculiar de ofrecer a toda persona, y no solo al pueblo judío, una forma de vida, el evangelio de Jesús, capaz de llenar de sentido la vida de todo ser humano.

 

   La vida comunitaria, centrada en la persona del resucitado, se ahorma en la figura de Jesús mediante la celebración eucarística, la catequesis, la practica de la caridad cristiana y la predicación del evangelio; de ese modo, la comunidad da testimonio de la “novedad” y la “credibilidad” del evangelio de Jesús.

 

    Como hiciera antaño la comunidad hebrea, la Iglesia, el Nuevo Israel, compila la Escritura, concretamente el Nuevo Testamento; no como un recuerdo del pasado, sino como un proyecto de conversión dirigido a todo ser humano para que pueda insertarse en el cauce de la alianza, es decir, para que pueda insertarse en el tronco de la Iglesia a fin de que, viviendo en la comunidad cristiana, pueda forjar el sentido de su vida a tenor de la “novedad” y la “credibilidad” del mensaje de Jesús, para asumir un tipo de vida que colme el sentido de la vida humana.

 

 

7.Aplicación al ministerio ordenado en una Iglesia en minoría.

 

Como decíamos antes, si queremos que el ministerio ordenado forme parte de la Iglesia entendida como Resto de Israel, ha de acrisolar las tres características mencionadas. Conciencia de que el ministerio “nos ha sido dado”, acrisolar la “credibilidad”, la hondura del testimonio; y transmitir la “novedad” del evangelio. Veámoslo.

 

 Primera: recuperar la certeza de que nuestro ministerio ordenado constituye la respuesta personal que hemos dado a la llamada de Dios; de la misma manera que una nueva planta nace con la semilla que le da otra planta, también nuestro ministerio nace de la semilla que Dios planta en nuestra alma. Recordémoslo: Jesús dijo a Mateo: “Sígueme”; más tarde dijo a sus discípulos: “no sois vosotros quienes me habéis elegido, sino quien os ha elegido para que vayáis y deis fruto y fruto se abundante”. Sin duda, el don de Dios estará siempre con nosotros, ahora bien en gran medida mantener vivo el don depende de cada uno de nosotros. Y cómo mantenemos vivo el don que Dios nos ha dado.

 

 

La virtud que mantiene vivo el don que Dios nos ha dado, la vocación al ministerio ordenado, puede expresarse con multitud de palabras; pero elijo la figura en la figura en la carta a Timoteo: la piedad.

 

a.Explicar por qué la adopto: muy a menudo se usa en sentido negativo; pero es la palabra que aparece en Timoteo: “Tú ejercítate en la piedad” (1Tim 4,8); lo dice tanto a Timoteo como a los cristianos.

 

b.¿Qué es la piedad”. Exponer la cuestión de Virgilio en la Envida; exponer la Virgen de la piedad; definir la elación de piedad. Lo dice Timoteo: “Qué agradecido estoy al que me dio fuerzas, al Mesías Jesús … al designarme a su servicio … dándome fe y amor cristiano … para la edificación de la comunidad” (1Tim 1,12).

 

c.¿Cómo se aviva la piedad? Exponer los cuatro ejes de la comunidad: Celebración, catequesis, acción por los pobres, misión a los de fuera: Salen en los Hechos de los Apóstoles: Ac 2,42-47.

 

-Celebración de la fe. Plegaria enraizada en la Escritura, recordemos la sentencia de s. Jerónimo: “Desconocer las Escrituras es desconocer a Jesús”; la opinión de los patrística: cuando leo la Escritura, dejo que Dios me hable, y cuando oro respondo al Señor que me ha hablado en la Escritura. Hoy teneos métodos muy idóneos, buenas traducciones, la lectio divina, excelentes comentarios. Recordemos la visión de los monjes, recuperada por Lucero, la capacidad, de poder apelar constantemente a la Biblia. Cuidado de la celebración sacramental; evidentemente la homilía, pero también toda la celebración; hay materiales, pero poner a la celebración corazón.

 

-Cuidar la catequesis: comentar el bajón en el número; pero cuidar especialmente a los catequistas.

 

-Atención humana a los pobres: no solo técnicamente bien, sino humanamente; explicar el ejemplo de s. Fernando.

 

-Misión a los de fuera: Hoy persona a persona, quizá haya pasado el tiempo de salvar grupos, hoy se trata de salvar personas; fomentar el encuentro personal.

 

d.¿Qué nos aporta la vivencia de la piedad? Nos lleva a la sabiduría bíblica: es decir como dice el Eclesiástico y los Sapienciales, y recalca constantemente Martín, halar gusto en las cosas de Dios. Eso es precisamente lo que una feligresía parroquial detecta en un cura; más que ser un buen organizador, ver a alguien que halle gusto en las cosas de Dios. Recordemos un documento importante, Evangelii Nuntiandii, más que maestros el mundo necesita testigos, y si los maestros son valorados, lo será porque son testigos. En definitiva, la vivencia de la piedad, nos dota de sabiduría, en lenguaje más griego de credibilidad, exousia.

 

 

 

Segunda: La vivencia de la verdadera piedad confiere credibilidad (exousia) al ministerio ordenado, presbíteros y diáconos. Recordemos la definición del Evangelio: Jesús, receptor del don de lo alto, actúa con credibilidad y novedad: La predicación de Jesús, caracterizada, entre otros aspectos, por la novedad de la propuesta, suscitó la admiración de sus contemporáneos; decían sus oyentes: “¿Qué es esto? ¡Una ‘doctrina nueva (kaine)’ dotada de credibilidad (exousia)!” (Mc 1,27; cf. 1,22). Cuando le pregunta, dice vamos a otras aldeas a predicar, porque para esto he sido enviado (Mc 1,35). Aquel que tiene sabiduría bíblica, gusto por las cosas de Dios, la capacidad de ser testigo en vez de luchar por ser maestro.

 

a.Dificultades para que tengamos credibilidad. Idolatría: es el pecado que sale constantemente en la Escritura. Clásicamente hay tres ídolos: Poder, tener, aparentar, salen en las tentaciones de Jesús en el desierto (Mc 1,5-9). En mi opinión, no son los que más nos afectan, comentar la cuestión del dinero, la apariencia, o la pretensión de poderío.

 

.El ídolo que lentamente nos atenaza es la superficialidad. Las cartas a Timoteo lo remarcan con dureza: “algunos han fallado por que se han dado a vanas palabrerías (1Tim 1,6), “algunos se ocupan de fábulas e interminables genealogías y en cosas que llevan más a discusiones que ha formar la fe” (1Tim 1,5).

 

.Otro ídolo es el miedo; exponer con brevedad lo que es el miedo según Isaías (Is 7-8). Me refiero al miedo a la persecución; explicar la situación personal (Universidad, pederastia, abortistas). En la Biblia, la expresión “Cuando os lleven a los tribunales nos os preocupéis por lo que diréis, será el Espíritu Santo quien vendrá en vuestra ayuda” (Ac 7,26-27). También está el miedo al futuro, ¿qué será de la Iglesia? La respuesta está también en la Escritura.

 

.Otro ídolos es la dispersión; estar en muchas cosas y carecer de tiempo para lo importante: para que estuvieran con él, predicar la palabra, expulsar demonios (Ms 3,1-4).

 

.¿Cuáles son las consecuencias de la superficialidad, el miedo y la dispersión? Mundano en vez de secular; me vuelvo eclesiástico en vez de eclesial; me vuelvo espiritualita en vez de espiritual: recordemos que ser espiritual implica capacidad de pensar, amar y rezar, tal como expone la Escritura en profetas y sapienciales.

 

b.La superficialidad y el miedo, tentaciones permanentes de nuestro ministerio ordenado, se vencen con buscando la hondura en la vida cristiana y en el ministerio ordenado. Pero, la hondura como se busca. En nuestro caso, el ministerio ordenado, ahondando en nuestra espiritualidad de curas y diáconos seculares. Esto significa dos cosas.