Francesc Ramis Darder
La palabra “canon”
significa “norma, medida” y, aplicada al Nuevo Testamento, indica
el número de libros que contiene y que establecen las normas
esenciales de fe de la Iglesia. Pero ¿cómo se estableció la
existencia de cuatro evangelios canónicos: Mateo, Marcos, Lucas y
Juan?
Al principio, la
Iglesia leía el Antiguo Testamento y percibía en la vida de Jesús
el cumplimiento de las promesas de la Antigua Alianza. Con el tiempo,
aparecieron muchos escritos referidos a la vida del Señor. Para
discernir cuáles eran revelados y cuáles se limitaban a ser libros
piadosos, la Iglesia adoptó dos criterios.
1º La primera carta de
S.Clemente Romano, obispo de Roma, dirigida a los corintios y
redactada por los años 96-97, elabora la idea de “Sucesión
Apostólica”; según la cual, los obispos, sucesores de los
apóstoles, garantizan la veracidad de la tradición recibida por la
Iglesia, que comprende el Antiguo Testamento y las palabras y hechos
del Señor.
2º El texto llamado
“Espistola Apostolorum”, escrito entre los años 140-150,
desarrolla las nociones de “Tradición Apostólica” y
“Símbolo Apostólico”, afirmando que debe aceptarse la
doctrina de Jesús tal y como ha sido transmitida por los apóstoles
y garantizada por sus sucesores, los obispos.
Más tarde, S.Justino
(+165) sintetiza ambos criterios. Afirma que la experiencia de Cristo
que tuvieron los apóstoles les confiere a ellos, y por medio de
ellos a sus sucesores los obispos, la autoridad para establecer
cuáles son los textos revelados. Siguiendo esa afirmación, S.Ireneo
(+202) defiende, con el consenso de la Iglesia, la canonicidad de los
cuatro evangelios: Mateo, Marcos, Lucas y Juan; enfrentándose a la
opinión de Marción que sólo admitía una parte del evangelio de
Lucas, y contra el criterio de Montano que consideraba Sagrada
Escritura todo libro piadoso.
S. Ireneo, para afianzar
su posición, consideró también la obra compuesta por Taciano hacia
el 170 llamada “Diatessaron”, que presenta una armonía de los
cuatro evangelios canónicos y que era muy utilizada en la Iglesia.
Finalmente, en un escrito
denominado “Fragmento Muratoniano”, escrito a finales del siglo
II, probablemente en Roma, consta el reconocimiento oficial de la
antigüedad canónica de los textos de Mateo, Marcos, Lucas y Juan.
La Iglesia mediante la
asistencia del Espíritu Santo, manifestado en el debate interno,
estableció cuáles son los textos sagrados, sometiéndose por eso a
las exigencias proclamadas por el mismo Señor. Si la Iglesia hubiera
actuado sólo con criterios humanos podría haber elegido textos más
“cómodos” y quizá más fáciles de llevar a la práctica, con
menos exigencias. Pero la presencia del Espíritu, palpada en el
diálogo entre los miembros de la comunidad, la llevó a reconocerse
en los textos evangélicos que exigían la mayor fidelidad a Jesús,
e implicaban el esfuerzo para implantar Reino de Dios en el seno de
la Humanidad y en el corazón de cada persona.
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