martes, 22 de diciembre de 2015

¿QUÉ SIGNIFICA LA NAVIDAD?


                                                           Francesc Ramis Darder
                                                          bibliayoriente.blogspot.com

Cuando hojeamos la historia del mundo oriental antiguo, observamos que el hombre percibía a Dios como un ser lejano y ajeno a los problemas de la existencia humana. Cuando el hombre necesitaba el auxilio divino, ofrecía sacrificios complicados, a veces muy cruentos, para implorare la atención divina. El ser humano creía que debía ganarse con la espectacularidad de los sacrificios, a veces el sacrifico de un hijo propio, el beneplácito del Dios distante. En el mundo antiguo, el hombre parecía huérfano del auxilio divino; parecía andar a tiendas entre la adversidad de la vida, sin encontrar la luz de un Dios bueno que guiara su camino.

    Sin embargo, entre las páginas del Antiguo Testamento apreciamos como la relación entre Dios y el hombre comenzó a cambiar. Como sabemos, el pueblo hebreo sufría la esclavitud en Egipto; pero, y eso es decisivo, antes de que el pueblo ofreciera sacrificios para implorar la ayuda divina, el Señor se adelantó a liberarles de la esclavitud. Antes de que la comunidad implorara ayuda, el Señor envió a Moisés que, atento al mandato divino, liberó al pueblo y lo condujo a la Tierra Prometida. Ya no era el hombre quien con el esfuerzo de los sacrificios obtenía la ayuda de Dios; sino que era Dios quien, atento al penar del pueblo, liberaba a la comunidad esclavizada.

    Cuando el pueblo hubo salido de Egipto, quiso saber el motivo por el que Dios les había salvado; en su interior, preguntaron al Señor: “¿por qué razón nos sacaste de Egipto con brazo fuerte y mano extendida?”. Tras escuchar la pregunta, Dios entonó la respuesta: “Si el Señor se enamoró de vosotros y os eligió, no fue por ser vosotros más numerosos que los demás pueblos, pues sois el pueblo más pequeño, sino que, por puro amor a vosotros os eligió” (Dt 7,7-8). Dios no eligió a su pueblo porque fuera una asamblea poderosa, o porque quedara prendado de los sacrificios que le ofrecía; Dios eligió a su pueblo por amor, porque el amor es la forma de ser de Dios; dice san Juan: “Dios es amor” (1Jn 4,8).

    Ahora bien, el amor de Dios no se reduce a un buen sentimiento, toma la forma de la misericordia. Como hemos reiterado durante el Adviento, es misericordioso quien entrega alguna de sus cosas, o aún mejor, se entrega a sí mismo para calmar la pobreza del corazón de su hermano. Dolido de la pobreza de Israel, el Señor envió un libertador, Moisés, que sacó al pueblo del País del Nilo. A lo largo del Antiguo Testamento, Dios, por amor, auxilió a su pueblo enviándole reyes, profetas y consejeros.

    Aún así, Dios no se conformó con enviar mensajeros que actuaran en su nombre; sino que, por amor, quiso llevar a plenitud su misericordia hacia Israel y la humanidad entera; por eso se entregó a sí mismo: “se hizo carne y habitó entre nosotros”. Durante la Navidad, contemplamos en el rostro de Jesús de Nazaret, nacido en el pesebre de Belén, la presencia de Dios hecho hombre, contemplamos el rostro del amor divino hecho persona en medio de sociedad humana.

    Como decíamos al comenzar la reflexión, el hombre de la antigüedad ofrecía a Dios enormes sacrificios para obtener el beneplácito divino. A modo de contraluz, en Navidad celebramos que Dios se hace hombre, con todo lo que conlleva de debilidad y limitación, para que podamos contemplar en la mirada de Jesús la manifestación de la gloria de Dios. El hombre antiguo ofrecía sacrificios para implorar la ayuda divina, pero en Navidad Dios se hace hombre por amor, o como podríamos decir “se hace sacrificio” por amor, para que el ser humano reciba la salvación de Dios antes de tener que implorarla con rituales complejos.

    La hondura de las palabras de san Juan resplandecen durante la Navidad: “En esto consiste el amor de Dios: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero y nos envió a su Hijo” (1Jn 4,10). La presencia de Jesús de Nazaret, presencia encarnada de Dios entre nosotros, es la luz que colma de sentido nuestra vida y el faro que orienta nuestra existencia hacia el Reino de Dios.

    Navidad es el tiempo más genuino para la acción de gracias. Un tiempo precioso para dar gracias al Dios de la misericordia que, conocedor de nuestra debilidad, se ha hecho hombre para salvarnos. El tiempo idóneo para agradecer a tantas personas que a lo largo de nuestra vida han plantado en nuestra alma la semilla del amor de Dios; recordamos con gratitud el testimonio de nuestros padres, amigos, maestros […] que nos hablaron de Jesús. La Navidad es tiempo del testimonio cristiano; ocasión privilegiada para ofrecer al prójimo la misericordia de Dios mediante la práctica de la justicia y la vivencia de la solidaridad con todos. Demos gracias a Dios por el amor con que nos bendice, y pidámosle que nos convierta en testigos de la misericordia divina en medio de la sociedad humana.


jueves, 17 de diciembre de 2015

¿CUÁL ES LA MISIÓN DE LA VIRGEN MARÍA?

                                                                       Francesc Ramis Darder
                                                                       bibliayoriente.blogspot.com


El Adviento es el tiempo en que preparamos nuestra vida para encontrarnos con el Señor, por eso es el tiempo de la esperanza; pues Jesús que nacerá entre nosotros en Navidad volverá al final de la historia para instaurar plenamente el Reino de Dios.

    Entre las páginas del Antiguo Testamento, que leemos durante el Adviento, aparecen personajes que anuncian la llegada de Jesús, el Mesías salvador. Decía el profeta Miqueas, en nombre de Dios, a la gente de su tiempo: “Belén Efratá […] de ti saldrá el que ha de gobernar Israel, Él será la paz”; con sus palabras, el profeta anunciaba el advenimiento de Jesús, el salvador que trae la paz, la justicia, el perdón y la misericordia. Juan el Bautista también anunció la presencia de Jesús, el Mesías salvador, entre los judíos de su tiempo. Les decía: “El que viene detrás de mi […] os bautizará con Espíritu Santo y fuego” (Lc 3,16); expresado en lenguaje más coloquial, Juan anunciaba a los judíos que Jesús les abriría las puertas del encuentro personal con Dios, encuentro anhelado por la comunidad hebrea y por todo ser humano.

    Los profetas y Juan el Bautista esperaron con entusiasmo el advenimiento de Jesús. Ahora bien, quien más lo esperó, incluso materialmente hablando, fue la virgen María; pues ella, con inefable amor de madre, llevó a Jesús en sus entrañas hasta el día gozoso en que lo entregó al mundo en el pesebre de Belén, como había anunciado el profeta Miqueas. María es el modelo cristiano de la esperanza del Adviento. Observando como María vivió durante el tiempo en que esperó a Jesús, podemos entrever las actitudes que debemos adoptar para esperar la llegada salvadora de Jesús a nuestra vida.

    Después de recibir el anuncio del ángel Gabriel en Nazaret, María quedó encinta de Jesús. Ahora bien y como relata el evangelio, “en aquellos mismos días” María se puso en camino hacia una aldea de Judá donde vivía su prima Isabel. El objetivo de la visita estribaba en ayudar a Isabel que, entrada en años, había concebido un hijo, el futuro Juan Bautista. La entrega de María desvela su actitud misericordiosa. Estando embarazada, María emprendió un viaje de varios días, por caminos inciertos y peligrosos, desde Nazaret de Galilea hasta la aldea de Ain Karem, en Judea, para auxiliar a Isabel. Como dice el Evangelio, María estuvo con Isabel “unos tres meses”. El tiempo de servicio que pasó en casa de Isabel no debió ser fácil, pues Zacarías, esposo de Isabel, había quedado mudo, lo que dificultaba la administración de la hacienda.

    La decisión de María para auxiliar a su prima Isabel atestigua la vivencia de la misericordia que la caracterizó durante toda su vida. Recodemos que la misericordia no se reduce a un sentimiento de buena voluntad, implica la decisión de entregarnos a nosotros mismos para ayudar a nuestro prójimo en aquello que necesite. María, sin dudarlo un instante, viajó a Judea para auxiliar a su prima Isabel; ahí late el primer aspecto de la actitud misericordiosa de María, la decisión de servir a su prima.

    No obstante, el evangelio destaca un segundo aspecto de la vivencia misericordiosa de la Virgen. Cuando María saludó a Isabel, la criatura que su prima portaba en el seno, Juan Bautista, saltó de alegría en las entrañas de su madre. Entonces Isabel, llena de Espíritu Santo, dijo a María: “¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre”!, y añadió: “¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”. Bajo la palabra “Señor” aflora la identidad de Jesús, escondido en las entrañas de María; y tras la figura de Isabel y el hijo que lleva en su seno, Juan Bautista, despunta la identidad del pueblo judío que tanto esperaba la llegada del Mesías. Cuando María acude a casa de Isabel para servirla, introduce en aquel hogar la presencia de Jesús, el Señor.

     La misericordia consiste en la decisión de entregarnos al servicio de nuestro prójimo, pero también supone el empeño por entregar a nuestros hermanos lo mejor que tenemos. Lo mejor que María tiene es la persona de Jesús, escondido en sus entrañas, por eso lo entrega a Isabel y Juan Bautista para que sientan el gozo del advenimiento del Mesías esperado. Como hizo María, la mejor vivencia de la misericordia que los cristianos podemos ofrecer a nuestro mundo es presentarle a Jesús, tanto con la valentía de nuestra palabra como con el testimonio fehaciente de nuestras obras.

    A quien más beneficia la vivencia de la misericordia es a quien la práctica con fidelidad; por eso dice Isabel a María: “Feliz tu que has creído”. A menudo buscamos la felicidad en momentos efímeros y en cosas caducas, cuando la felicidad brota de la vivencia de la misericordia; no en vano decía Jesús: “Hay más dicha en dar que en recibir” (Hch 20,35). La práctica de la misericordia es el cincel que esculpe nuestra vida a imagen de Jesús hasta convertirnos en testigos de la misericordia divina en la sociedad humana. En la Eucaristía que celebramos pidamos al Señor que nos transforme, como a María, en testigos felices de su ternura y de su misericordia.



miércoles, 9 de diciembre de 2015

¿QUÉ ES LA ALEGRÍA?


                                                                            Francesc Ramis Darder
                                                                            bibliayoriente.blogspot.com

La espiritualidad del Adviento se caracteriza por la alegría; por eso, la antífona que abre la celebración eucarística, entresacada de la Carta a los Filipenses, constituye una invitación a la alegría: “Alegraos siempre en el Señor, os lo repito, alegraos”. Ahora bien, la alegría cristiana no consiste en la superficialidad del simple “estar contento”, ni del optimismo ciego ante la adversidad de la vida. Como sabemos y la Escritura reitera, la vida nunca es fácil; así lo sentencia el libro de Job: “El hombre […] corto de días y harto de inquietudes, como flor se abre y se marchita, huye como la sombra sin parar” (Job 14,1).

     La alegría cristiana no reposa en un estado psicológico, más o menos placentero. La alegría cristiana brota de la convicción que confiere la fe; nace de la seguridad que supone creer, como dice san Pablo, que “el Señor está cerca” (Flp 4,5). Como certifica el lenguaje bíblico, la locución “el Señor está cerca” significa que Dios nos ama, sea cual sea la situación de nuestra vida. Significa que el Señor confía en nosotros, sean cuales sean nuestras limitaciones, para plantar la semilla del Reino de Dios. Significa que Dios no permitirá que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas; es decir, no permitirá que la adversidad, por dura que sea, quiebre del todo nuestra vida. La alegría cristiana nace de la convicción de que nuestra vida reposa en las buenas manos de Dios, y en la certeza de que ninguna contrariedad podrá abatir nuestra existencia; por eso decía san Pablo: “Todo lo puedo en aquel que me conforta” (Flp 4,13).

    Cuando Juan Bautista, el precursor de Jesús, predicaba en Judea, anunciaba al pueblo la alegría que nace de la fe. Como dice la lectura de hoy: “anunciaba al pueblo el Evangelio”; pues la vivencia del Evangelio engendra la alegría cristiana. ¿Qué significa la palabra “Evangelio”? La palabra “Evangelio” procede de la lengua griega y significa  “Buena Noticia”. No se refiere a una buena noticia cualquiera; es la Buena Noticia que tiene la fuerza para mejorar radicalmente la existencia de quien la escucha. Quizá con un ejemplo podamos entenderlo mejor. Los habitantes de la ciudad de Pirenne, situada en Asia Menor, decidieron erigir un monumento al emperador romano Augusto, que tanto les había ayudado. Al pie del monumento, colocaron la siguiente inscripción: “El día de la coronación del emperador Augusto ha sido una Buena Noticia para nuestra ciudad”. La coronación de Augusto no fue tan solo buena noticia porque fuera un acontecimiento solemne; sino porque la coronación del emperador supuso un gran progreso para la ciudad, pues Augusto emprendió obras públicas que mejoraron la ciudad y la vida de sus habitantes.

    Así pues, cuando Juan predicaba el Evangelio a los judíos, les anunciaba la Buena Noticia que tiene fuerza suficiente para trasformar la vida de quien la escucha. Y ¿cuál es la Buena Noticia que Juan anunciaba? Juan proclamaba la llegada de Jesús y preludiaba el contenido de su mensaje salvador. Juan dibujaba a Jesús como el Mesías esperado por el pueblo judío. Como sabemos, los judíos, agobiados por tantos problemas, imploraban la llegada del Mesías; suplicaban la llegada del salvador que devolviera la paz al país y la calma al corazón humano. Juan decía a los judíos: “(Jesús) es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29), y reiteraba: “Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego” (Lc 3,16); explicado con lenguaje más sencillo, Juan decía a la gente: ‘el Mesías que esperáis, el Salvador que deseáis que llegue, es Jesús de Nazaret’.

    Juan proclamaba el advenimiento de Jesús, a la vez que anunciaba el mensaje salvador. Como hacía Jesús, Juan predicaba la misericordia. Como sabemos, la misericordia difiere de la lástima. ¿Qué significa sentir lástima? Pongamos un ejemplo; veo alguien que sufre, mi corazón se agita ante el penar, incluso me cae una lágrima, pero paso de largo sin ayudar a quien padece. ¿Qué implica la misericordia? Reiteremos el ejemplo; veo a quien sufre, el corazón se conmueve, tal me salte una lágrima, pero, además de eso, me acerco para auxiliar a quien padece. La misericordia no es solo un sentimiento, es la actitud que dispone mi vida para ayudar a los demás, con los medios y las posibilidades que tengo.

    La misericordia no solo debe practicarse para paliar las grandes catástrofes, como puedan ser terremotos o inundaciones, debe vivirse en los acontecimientos de la vida cotidiana. Juan Bautista daba consejos sencillos: quien tenga dos túnicas, que comparta una; quien tenga comida suficiente que la comparta; los funcionarios que hagan bien su trabajo; quienes sean soldados que se conformen con su sueldo, sin extorsionar a nadie. La práctica de la misericordia en los acontecimientos de la vida cotidiana nos convertirá en testigos de la misericordia de Dios entre nuestros hermanos.

    En la Eucaristía que celebramos, presencia de Dios entre nosotros, pidamos al Señor que nos convierta en cristianos alegres; personas que con su forma de vida y la convicción de su palabra, transmiten en el mundo el gozo el Evangelio.


miércoles, 2 de diciembre de 2015

¿QUÉ ES LA CONVERSIÓN?


                                                                    Francesc Ramis Darder
                                                                    bibliayoriente.blogspot.com

El Adviento es el tiempo litúrgico en que preparamos nuestra vida para recibir al Señor, primero en Navidad, y después al final de los tiempos, cuando el Reino de Dios irrumpa en la historia humana. La Escritura denomina “conversión” al tesón que ponemos en cambiar nuestra vida para poder recibir al Señor, pues solo la presencia de Dios en nuestro corazón abre las puertas de la felicidad. La palabra “conversión” es muy profunda. Literalmente, significa el empeño por cambiar la dirección de nuestra mirada; dicho de otro modo, “convertirse” significa “girar la mirada”, o sea, “dejar de mirar en dirección al pecado” para “volver la mirada en la voluntad de Dios”.

    Como señala la Escritura, las fuerzas humanas no bastan para recorrer la senda de la conversión; pues la conversión no es solo un ejercicio de disciplina, es, sobre todo, la decisión personal de permitir que la voluntad de Dios, expresada en los mandamientos, guíe el curso de nuestra vida. Por eso decía el profeta Jeremías en su plegaria: “Hazme volver y volveré, pues tú eres mi Dios, Señor” (Jer 31,18); cambiando un poco la frase, podríamos traducir: “Señor, conviérteme y quedaré convertido, pues tú eres mi Dios”. Convertirse implica la decisión de permitir al Señor que entre en nuestra vida para que la fuerza de su Palabra vaya transformándonos hasta hacernos testigos de la bondad divina en la sociedad humana.

    Cuando pedimos al Señor que aliente nuestra conversión, descubrimos que se manifiesta en nuestra vida con el rostro de la misericordia. Como dijimos el domingo pasado, el término castellano “misericordia” procede de la adición de dos palabras latinas: “miser” que significa “pobre”, y “corda” que significa “corazón”. Aunando ambos términos, apreciamos el significado del término “misericordia”; es misericordioso quien entrega alguna de sus cosas, o aún mejor, se entrega a sí mismo, para calmar la pobreza del corazón de su hermano. Jesús es la manifestación de la misericordia divina, pues entregó su vida para descubrirnos la intimidad de Dios, “Dios es amor” (1Jn 4,8), y para enseñarnos que la plenitud de la vida radica en “caminar según los mandamientos” (2Jn 6).

    En los albores del siglo I, la comunidad hebrea, como toda nación, estaba necesitada de conversión; pues la idolatría, disfraz de la injusticia, carcomía el corazón del pueblo. No obstante, Dios, rico en bondad, no abandonó a su comunidad, sino que le manifestó su misericordia a través del ministerio de Juan el Bautista. Hijo de Zacarías, Juan se estableció en el desierto; desde allí, recorría la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados.

    Imaginemos la escena. Juan se colocaba de pie en el cauce del Jordán, río de escasa profundidad y de cauce tranquilo en sus últimos tramos; desde allí arengaba a los hebreos exigiéndoles el abandono de la idolatría y el apego a los mandamientos. Como señala el Evangelio, el discurso de Juan reproducía las palabras del profeta Isaías. Juan decía: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”; es decir, requería de los hebreos que empaparan su vida con la exigencia de los mandamientos de Dios.

    Luego añadía; cuando dejéis que la ley de Dios os guíe “los valles serán rellenados, los montes y colinas rebajados, lo torcido enderezado, y lo escabroso se convertirá en llano”. La frase de Juan constituye una metáfora. La palabra “valle” simboliza la violencia; los “montes y las colinas” representan la idolatría; lo “torcido” constituye un eco de la mentira; y lo “escabroso” una referencia a la injusticia. Cuando la Palabra de Dios es la brújula de nuestra vida, comenzamos a recorrer la senda de la conversión, pues la maldad deja paso a la existencia que testimonia la misericordia de Dios. Desués de escuchar a Juan, quien deseaba convertirse penetraba en el río. Juan lo sumergía en el agua; después, cuando lo sacaba, le ofrecía una reflexión. Escuchando la tradición, le diría: “el agua ha lavado tu pecado, ahora pon la mirada en la voluntad de Dios para cumplir los mandamientos y convertirte en ejemplo de persona justa y honesta”.

    La época de Juan Bautista era un tiempo difícil para “comenzar a convertirse”; quizá, podrían pensar los hebreos que sería mejor esperar una situación más tranquila para iniciar la senda de la conversión. ¡Cuidado! Esta es la tentación que bloquea la conversión; solemos pensar que un “tiempo más tranquilo” podríamos pensar en convertirnos. No, la situación siempre será difícil; solo “ahora es el tiempo de la conversión, el tiempo de la misericordia”.

    En esta Eucaristía, pidamos la gracia de la conversión para que podamos vivir una Navidad auténticamente cristiana, y podamos encontrarnos con el Señor de la misericordia al final de los tiempos, en el Reino de Dios.


sábado, 28 de noviembre de 2015

¿QUÉ ES EL ADVIENTO?


                                                                                       Francesc Ramis Darder

El Adviento es el tiempo litúrgico de la esperanza. El tiempo en que esperamos la llegada del Señor, primero en Navidad, y después al final de los tiempos, cuando irrumpa plenamente el Reino de Dios. Como atestigua la Escritura, Dios actúa en bien de su pueblo de muchas maneras; a modo de ejemplo, el Señor liberó a Israel de la esclavitud de Egipto y le entregó la Tierra Prometida.

Cuando el Señor quiere transformar el alma de su pueblo, lo hace con la caricia de la misericordia. ¿Qué significa la palabra misericordia? El término castellano “misericordia” procede de la lengua latina, y proviene de la adición de dos palabras: “miser” que significa “pobre”, y “corda” que significa “corazón”. Aunando ambas palabras y adoptando un tono poético, apreciamos el significado de la voz “misericordia”; es misericordioso quien entrega alguna de sus cosas, o aún mejor, se entrega a sí mismo, para calmar la pobreza del corazón de su hermano. Jesús es misericordioso porque se entregó a sí mismo para liberarnos de la fiereza del pecado e insertarnos en la senda de la libertad cristiana. Jesús es misericordioso porque entregó todo lo que tenía para calmar la pobreza de los afligidos; entregó su tiempo para escuchar a quien sufría y entregó su gracia para curar a los enfermos.

El evangelio que hemos proclamado constituye un buen ejemplo de la actuación misericordiosa de Jesús. Cuando el Señor predicaba en Palestina, la situación social era muy adversa. La opresión de los romanos y las arbitrariedades de los dirigentes judíos hundían Israel en la miseria y sembraban la desesperanza en el corazón del pueblo. Acercándose el penar de la gente, Jesús les decía: “Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje”. ¿Qué significa la afirmación de Jesús?

Al decir de los antiguos, el sol no solo era un astro; era también el signo del poder, representaba a los poderosos que mantenían al pueblo en la opresión y la miseria. Dice Jesús a sus discípulos, tened esperanza porque llegará el día en que los malvados, representados por el sol, desaparecerán. La luna era para los antiguos un astro sorprendente, pues cada día cambia de cara, en lenguaje astronómico, cambia de fase; la luna era el símbolo de los mentirosos, aquellos que cambian de cara para engañar a la gente. Anuncia Jesús a los apóstoles, tened esperanza porque llegará el día en que los mentirosos, representados por la luna, caerán. Las estrellas del cielo son innumerables; para los antiguos constituían el símbolo de quienes solo piensan en acaparar bienes sin fin hundiendo a los demás en la miseria. Advierte Jesús a quien le escucha, tened esperanza porque llegará el día en que aquellos que viven en la ostentación vana, representados por las estrellas, desaparecerán.

Los discípulos podrían preguntar a Jesús: ¿cómo desparecerán los opresores, los mentirosos y los ostentosos?: es decir: Señor ¿cuál es tu propuesta para construir un mundo nuevo? Jesús ofrece una respuesta contundente: el mundo cambiará cuando la sociedad perciba la llegada del Hijo del hombre. ¿A qué se refiere Jesús cuando habla de la llegada del Hijo del hombre?

El Antiguo Testamento anuncia la llegada del Hijo del hombre; un personaje enviado por Dios que enseñará al ser humano a construir una sociedad justa. ¿Cómo lo hará?; pues, plantando en el corazón del hombre las tres actitudes que trasforman la sociedad corrupta en espejo del Reino de Dios: la opción por servir al prójimo, la decisión por compartir los bienes, y el empeño por una vida humilde y profunda. A lo largo del evangelio, Jesús se identificó con el Hijo del hombre. Jesús, la presencia encarnada de Dios entre nosotros (Jn 1,1.14), se caracterizó por la humildad y la profundidad de su vida, sirvió a su prójimo y compartió su existencia con los discípulos. Jesús cambió el mundo con las manos de la misericordia que tomó la forma del servicio, la hondura, la humildad y la capacidad de compartir la vida con sus discípulos.

Adviento es el tiempo de la esperanza. Atentos al mensaje de Jesús, edifiquemos el Reino de Dios con las pautas de la misericordia. Ahora bien, como sabemos, las fuerzas humanas no bastan para construir el Reino de Dios. Solo podemos construir el Reino de Dios si contamos con la fuerza que Dios nos da; por eso dice Jesús a sus discípulos: “Estad, pues, despiertos en todo tiempo”; afinando la traducción, podríamos entender: “Estad, pues, orando en todo momento”. Durante la plegaria, el Señor nos da su gracia para que podamos vivir la misericordia que edifica un mundo solidario.



    En esta Eucaristía, pidamos el Señor que derrame su gracia sobre nosotros para que seamos testigos de la misericordia divina en las entrañas de la humanidad, tan necesidad de justicia y de ternura.

lunes, 23 de noviembre de 2015

ORACIÓN BÍBLICA PARA EL ADVIENTO



                                        
                                                         Francesc Ramis Darder
                                                         bibliayoriente.blogspot.com



1. Comencemos haciendo unos momentos de silencio para serenar nuestro espíritu.
2. Después observemos nuestra vida; aquello que no alegra o angustia.
3. Leamos la Sagrada Escritura; en estas hojas tenemos un conjunto de citas bíblicas. Elijamos una cada día del Adviento; fijémonos en alguna palabra o en alguna frase.
4. Vayamos repitiendo lentamente esta palabra o esta frase en nuestro interior.
5. Apliquemos esta palabra o esta frase a la situación de nuestra vida que antes hemos contemplado. Pidamos después a Dios que nuestra conducta esté en consonancia con las palabras de la Escritura que hemos repetido en nuestro interior.



29. Noviembre. “Que el mismo Dios de la paz os santifique totalmente, y que todo vuestro espíritu, alma y cuerpo se mantenga sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo. El que os llama es fiel, y él lo realizará” (1Tes 5,23-24).

30. “Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. Que todo el mundo os conozca como personas de buen trato. El Señor está cerca” (Flp 5,4-5).

1.Diciembre. “Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo” (Flp 3,20).

2. “Esperamos la manifestación de Jesucristo, nuestro Señor. Él os mantendrá firmes hasta el final, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo. Dios es fiel” (1Cor 1,7-9).

3. “Hermanos, esperad con paciencia hasta la venida del Señor. Mirad: el labrador aguarda el fruto precioso de la tierra, esperando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y tardía. Esperad con paciencia también vosotros, y fortaleced vuestros corazones, porque la venida del Señor está cerca” (Sant 5,7-9).

4. “El Señor no retrasa su promesa, como piensan algunos, sino que tiene paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie se pierda sino que todos accedan a la conversión” (2Pe 3,8-9).

5. “Ya es hora de despertarnos del sueño, porque ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada, el día está cerca: dejemos, pues, las obras de las tinieblas y pongámonos las armas de la luz” (Rom 13,11-12).

6. “Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob. El nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Señor” (Is 2,3).

7. “Mirad que llegan días –dice el Señor- en que daré a David un descendiente legítimo: reinará como monarca prudente, con justicia y derecho en la tierra” (Jr 23,5).

8. “No juzguéis antes de tiempo, dejad que venga el Señor. El iluminará lo que esconden las tinieblas y pondrá al descubierto los designios del corazón; entonces cada uno recibirá de Dios lo que merece” (1Cor 4,5).

9. “Cielos destilad desde lo alto la justicia, las nubes la derramen, se abra la tierra y brote la salvación, y con ella germine la justicia” (Is 45,8).

10. “Dice el Señor: Sé muy bien lo que pienso hacer con vosotros: designios de paz y no de aflicción, daros un porvenir y una esperanza. Me invocaréis e iréis a suplicarme, y yo os escucharé. Me buscaréis y me encontraréis” (Jr 29,11-13).

11. “Brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago. Sobre él reposará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y entendimiento, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor del Señor” (Is 12,1-3).

12. “En cuanto a vosotros, que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos a vosotros; y que afiance así vuestros corazones, de modo que os presentéis ante Dios nuestro Padre santos e irreprochables en la venida de nuestro Señor Jesús” (1Tes 312-13).

13. “El Señor se apiadará de Jacob, volverá a escoger a Israel y lo restablecerá en su tierra. Los extranjeros se unirán a ellos y se incorporarán a la casa de Jacob” (Is 14,1).

14. “En sus días se salvará Judá, Israel habitará seguro; y le pondrán este nombre: “El-Señor-nuestra-justicia” (Jr 23,6).

15. “Mirad: la Virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrán por nombre Enmanuel. Comerá requesón con miel, para que aprenda a rechazar el mal y escoger el bien” (Is 7,14-15).

16. “Escucha, Señor; perdona y atiende Señor; actúa sin tardanza, Señor mío, por tu honor, pues tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo” (Dan 9,19).

17. “Mayor será la gloria de este segundo templo que la del primero, dice el Señor del Universo. Derramaré paz y prosperidad en este lugar, dice el Señor” (Ag 2,7.9).

18. “Y tú, Belén Efratá, pequeña entre los clanes de Judá, de ti voy a sacar al que ha de gobernar Israel” (Miq 5,1).

19. “El Señor es mi Dios y Salvador: confiaré y no temeré, porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él es mi salvación” (Is 12,2).

20. “Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado” (Sal 51,1).

21. “Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos” (Sal 90,17).

22. “El Señor es mi pastor, nada me falta” (Sal 23,1).

23. “Bendito el Señor Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo” (Lc 1,68).


24. “Alaba mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador” (Lc 1,46-47).

viernes, 20 de noviembre de 2015

ESPIRITUALIDAD DEL ADVIENTO. ADVIENTO 2015



                                                                          Francesc Ramis Darder
                                                                         bibliayoriente.blogspot.com                                                                       


Durante el Adviento preparamos especialmente nuestra vida  para recibir al Señor que viene a nosotros, no sólo el día de Navidad, sino sobre todo al final de los tiempos cuando nos encontremos con Dios cara a cara. La espiritualidad del Adviento se caracteriza por  cinco aspectos:


1. Tiempo de Plegaria.
   Propongámonos durante el Adviento intensificar nuestra relación con el Señor. Leamos y meditemos la Sagrada Escritura, estemos a la escucha de la Voz de Dios que nos habla; vivamos la Eucaristía con atención, recogimiento, participación y puntualidad.


2. Tiempo de Esperanza.
   En nuestras relaciones personales procuremos ser positivos y constructivos. Aportemos la luz de Cristo en los diversos ámbitos de nuestra vida personal y social, a fin de que quienes nos conocen perciban en nuestro comportamiento la auténtica vivencia cristiana.


3. Tiempo de Reconciliación.
   Preparar la llegada de Jesús implica la conversión de nuestra vida. Convertirse significa cambiar el estilo de vida y pedir perdón a quien hemos ofendido, dejarnos perdonar por nuestro prójimo, y también saber perdonarnos a nosotros mismos. Celebremos el sacramento de la Reconciliación; en él recibimos el perdón de Dios, la gracia y la fuerza del Señor para edificar su Reino en nuestro Mundo.


4. Tiempo de Solidaridad.
   La auténtica conversión implica siempre la solidaridad con el prójimo y la opción por los pobres. Participemos en las campañas de Caritas que organicen los grupos de Acción Social de nuestras parroquias. Estemos disponibles con quien necesita nuestra ayuda. Seamos especialmente generosos en la colecta en favor de los pobres que se realiza en Adviento o en Navidad en todas las Iglesias, es una magnífica ocasión para hacer real y eficaz nuestra solidaridad con quienes sufren.


5. Tiempo de María.
   La Virgen María es el modelo cristiano del Adviento. Ella esperó con inefable amor de madre al Salvador del Mundo. Acerquémonos a María, y percibamos en ella a nuestra madre que supo acompañar a Jesús desde su mismo seno hasta el pie de la cruz, para participar después de la gloria de su resurrección.



miércoles, 18 de noviembre de 2015

¿CUÁL ES LA ESPIRITUALIDAD DEL EVANGELIO DE LUCAS?


                                             Francesc Ramis Darder


La razón nos mueve a buscar la verdad pero quien realmente la encuentra es el corazón. El evangelio necesita ser comprendido y vivido desde la fe. La actitud de Fe es  la que nos permite experimentar a Jesús como el Señor que actúa en nuestra vida desde la misericordia, y nos permite conocerle a través de la plegaria constante.


    Los evangelios están poblados de personajes que son ejemplos para la comprensión de la salvación que Jesús nos otorga. En el Evangelio de Lucas podríamos hablar de muchos de esos  personajes, pero nos fijaremos solamente en dos, especialmente significativos: Teófilo y María.


a. Teófilo.


    La palabra "Teófilo" es un nombre griego que significa "amigo de Dios". Nuestro autor nos lo situa al inicio de su evangelio (1, 1-4) y, en el comienzo del libro de los Hechos (1, 1-5). De ese modo y bajo el aspecto literario, la obra de Lucas aparece como una larga carta que el autor remite a su compañero Teófilo.


    Además de su implicación literaria, el nombre "Teófilo", adquiere también una fuerte connotación religiosa. Para comprender el evangelio es necesaria la actitud interior de desear ser "amigo de Dios". Recordemos que "ser amigo de Dios" no es otra cosa sino seguir a Jesús cargando la cruz de cada día. El Evangelio no se estudia  sólo para conocer mejor a Jesús, se profundiza en el Evangelio para seguirlo mejor. Sólo desde el seguimiento radical de Jesús puede conocerse el verdadero rostro de Cristo. La "amistad" es la forma más privilegiada del amor, porque es aquella relación que brota de la libertad.


    Tengamos eso muy presente: El evangelio de Jesús no es nada si no significa el todo en la vida. El estudio del evangelio que no implica una vida de oración y una constante práctica de la misericordia llevando la cruz cotidiana; se convierte en un aprendizaje de "datos" sobre Jesús que, a la larga, vacían nuestra vida de la auténtica existencia a la que está llamada.


b. María.


    Los relatos de la infancia de Jesús (1, 5 - 2, 52) colocan ante nuestra mirada el rostro de numerosas personas: María, Zacarías, Isabel, José, Simeón, Ana. En ellos se encana ejemplarmente la fe y la esperanza de Israel y la redención de Jerusalén  (2, 25.38). Ellos esperaban con pasión la llegada del verdadero Mesías libertador de su pueblo. De todos estos personajes el más importante es, sin duda, María.  Así como "Teófilo" es el símbolo de la necesaria amistad con Dios; María es el ejemplo de la humildad y de la pobreza necesaria para captar el sentido profundo del Evangelio.


    Una de las oraciones más bellas del NT es el "Magnificat" (1, 46-55). Son muchos los elementos que podríamos destacar de este cántico, pero nos fijaremos en dos frases de María:

  
    - (1, 48): " ... porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava ".

    - (1, 52): " ... a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos ".


    La primera frase destaca la actitud de la humildad y la segunda insiste en la pobreza. Sin una clara opción por los pobres y sin una existencia humilde, no es posible el seguimiento de Jesús.


    Cuando hablamos de "humildad" tenemos, a veces, una idea distorsionada de lo que significa. Pensamos, a menudo, que ser humilde consiste en recorrer la vida teniéndonos en poca cosa, o considerándonos continuamente como inferiores a los demás. Eso es una actitud paralizante que nos impide crecer en humanidad, porque perdemos la vida comparándonos con los demás. No es verdad que seamos "nada", la verdad es que somos "hijos de Dios".


    ¿ Qué es verdaderamente ser humilde ?. El término "humildad" es  una voz que se origina en la lengua latina "Humus, humilis" y significa tierra. Humilde es aquella persona que esta sobre la tierra, que "está con los pies en el suelo". Es decir; es humilde aquel que sabe mirarse  a sí mismo, a los demás y a las cosas, como realmente son; y no como le gustaría a él que fueran. Humilde es aquel que mirándose a si mismo no tiene miedo de su persona y, sabe discernir que es aquello de lo cual ha de convertirse y que es aquello en lo que debe aceptarse.


    Sólo la verdadera humildad permite el desapego de las riquezas y la determinante opción por los pobres. Aquel que no es humilde, para poder vivir tiene necesidad de apegarse a muchas cosas, y esas cosas hacen difícil la opción por el Reino de los Cielos.



    Esos dos personajes, María y Teófilo nos han sintetizado las virtudes imprescindibles para vivir el evangelio: la amistad con Dios, la humildad y la opción por los pobres. Sin esas tres actitudes el evangelio deja de ser "Buena Nueva" y se convierte en una obra más de las que se editaron en el siglo I referida a un destacado personaje histórico. Vamos a acercarnos a la lectura del evangelio de Lucas con los ojos de la fe y con la confianza de ser miembros de la Iglesia. Sólamente eso podrá suscitar en nosotros la humildad y el espíritu de plegaria, imprescindibles, para comprender nuestro relato como "Buena Nueva".




miércoles, 11 de noviembre de 2015

ESTRUCTURA DEL EVANGELIO DE LUCAS

          
                                                  Francesc Ramis Darder


La obra de Lucas comprende dos libros: El Evangelio y los Hechos de  los Apóstoles. El evangelio corresponde al "tiempo de Jesús". En él se verifican las promesas del AT, a la vez que se prepara el "tiempo de la Iglesia", descrito en el libro de los Hechos. Este apartado tiene por objeto presentar, brevemente, la estructura del Evangelio. Realizaremos una presentación sencilla,  que nos permita ubicar en el conjunto del Evangelio los pequeños fragmentos que vamos a estudiar después. Atendiendo a la opinión de algunos comentaristas, el Evangelio de Lucas se divide en tres grandes apartados:


a. Anuncio del Reino a todo Israel empezando por Galilea (4, 14 -9, 50).


    Jesús inicia su ministerio exponiendo su proyecto en la sinagoga de Cafarnaum. En aquella ciudad comienza a predicar, realiza las primeras curaciones y llama a sus primeros discípulos. La acción y la palabra no pasan desapercibidas. Jesús comienza a experimentar las primeras confrontaciones con los fariseos y con los garantes del sistema vigente. Elige a los Doce y con ellos comienza predicar a las multitudes. Las palabras de Jesús se convierten siempre en misericordia para con todos: La misericordia de Jesús deviene curación y perdón.


    Los Doce reciben el encargo de salir a los caminos para predicar la Palabra y expulsar demonios. Jesús se transfigura ante sus discípulos, y ellos se entusiasman habiendo contemplado la auténtica identidad de Jesús. El Señor les advierte que seguirle a él es un camino duro, su senda conduce a Jerusalén lugar de persecución y muerte.



b. El gran viaje de Jesús a Jerusalén ( 9, 51 - 19, 28 ).


    Jesús emprende, juntamente con sus discípulos, el largo viaje hasta Jerusalén. Todo el tiempo de este camino constituye una gran catequesis de Jesús a sus discípulos. De alguna manera podríamos decir que Jesús, en esta sección del evangelio, se transforma en "Palabra". Una palabra que va instruyendo profundamente a sus seguidores y los prepara para el "tiempo de la Iglesia".  Subiendo a Jerusalén, el Señor recuerda a sus amigos las exigencias de la vocación apostólica; y les indica el premio de la tarea evangelizadora: "Alegraos de que vuestros nombres estén escritos en el cielo" (10, 20).


    La enseñanza de Jesús recorre todos los campos de la existencia cristiana: Oración, sinceridad, pobreza, servicio, conversión, misericordia, renuncia, humildad, corrección fraterna, responsabilidad; y sobre todo, el gran mandamiento del amor (10, 27). Esta enseñanza la expone con numerosos discursos y parábolas; y la pone por obra con algunos milagros.


    La palabra de Jesús no es neutra, engendra conflicto. Con rapidez crece la oposición a Jesús en todos los círculos que detentan el poder: Fariseos, legistas, y en definitiva todos aquellos que viven apegados a las riquezas.

  
c. La narración de la Pasión y Resurrección  de Jesús     ( 19, 29 - 24, 53 ).


    Jesús entra triunfalmente en Jerusalén, pero ese gozo se trastoca rápidamente en sufrimiento. Enseguida comienza la confrontación con el Templo y sus instituciones. Durante el día enseñaba en el Templo y salía a pasar la noche  en el monte de los Olivos; y todo el pueblo madrugaba para ir donde él y escucharle (cf. 21, 38).


    Los dirigentes  no pueden soportar la liberación que las palabras de Jesús suscitan en las masas. Después de celebrar la Pascua con sus discípulos, Jesús se dirige al monte de los Olivos. Allí es detenido y conducido ante el sanedrín y después ante Pilato y Herodes. El procurador romano lo condena a muerte, y Jesús emprende el camino del Calvario. Jesús muere en la cruz y es enterrado en un sepulcro próximo.


    La muerte de Jesús no significa la última palabra en su existencia. El primer día de la semana las mujeres van al sepulcro con los aromas que habían preparado. Pero encontraron que la piedra que cubría la entrada de la tumba había sido retirada. Entraron en el sepulcro pero no hallaron el cuerpo de Jesús. Se presentaron ante ellas dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: " ¿ Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo ?; no está aquí ha resucitado " (cf. 24 1-5). Jesús resucitado se aparece a los discípulos y, después de darles las últimas instrucciones, asciende a los Cielos. 



    Esos tres grandes bloques van precedidos de dos fragmentos a modo de preludios:


* Los relatos de la infancia de Jesús  ( 1, 5 - 2, 52 ).


    Los dos primeros capítulos de la obra de Lucas constituyen una especie de prólogo a todo el evangelio. El autor concentra en esta sección un buen resumen de las características personales de Jesús: El es el Señor que actúa desde la misericordia. Pero su vida no va a ser fácil ni triunfal ante los ojos humanos; las profecías de Simeón y Ana prefiguran el sufrimiento que  le aguarda en la proclamación del Reino.


    El personaje más significativo de esos capítulos es María, la madre de Jesús. Desde cuya mirada se contempla el auténtico origen y el futuro ministerio del Señor.    Al narrarnos los acontecimientos de la infancia, el texto los va contraponiendo a los sucesos que acaecen en la vida de Juan el Bautista. Destacando que Juan es el precursor del Señor, y mostrándonos a Jesús como el que lleva a término la plena voluntad de Dios.



* La predicación de Juan Bautista y las tentaciones de Jesús en el desierto ( 3,1 - 4, 13 ).


    Podríamos afirmar que esta breve sección tiene un triple significado:


a. Nos presenta la figura de Juan Bautista (3, 1-22). El profeta que llama a la conversión y prepara el ministerio de Jesús.

b. Mediante una genealogía (3, 23-38) nos resume el "tiempo de Israel", los avatares del pueblo judío a lo largo del AT y su espera anhelante del Mesías.

c. Las tentaciones de Jesús en el desierto (4 1-13) adquieren significación programática. Durante el siglo I los habitantes de Palestina esperaban la pronta llegada del Mesías. El enviado de Dios que pondría remedio a los males que aquejaban al pueblo.

   Las gentes esperaban que el Mesías prometido actuaría bajo un triple aspecto: Sería alguien deslumbrante que ejercería su función mediante el poder y la riqueza. En definitiva es el Mesías que deseamos todos y que, sin darnos cuenta, ruge en nuestro interior: El  afán de poder, el ansia de tener y el deseo de aparentar.

   La narración de las tentaciones nos indica que Jesús es el Mesías; pero no va a actuar con las características mesiánicas que la sociedad de su tiempo esperaba. Jesús ejercerá su mesianismo desde la humildad, la actitud de servicio y la experiencia de una vida compartida con todos.


jueves, 5 de noviembre de 2015

¿CUÁL ES LA TEOLOGÍA DEL EVANGELIO DE LUCAS?


                                                                         Francesc Ramis Darder


El texto literario  de Lucas muestra tras sí a una persona de gran cultura y erudición. El griego de su evangelio es el más elegante de todo el NT. Al observarlo con detención, apreciamos que 373 de las palabras que utiliza son propias de su escrito.  La erudición literaria de nuestro autor se manifiesta en muchos otros rasgos. Situa los acontecimientos dentro la historia universal de su tiempo: Enmarca el nacimiento de Jesús en la época de Cesar Augusto (Lc 2, 1-3); y la predicación de Juan el Bautista en tiempos del emperador Tiberio (Lc 3, 1-2). Se aprecia, igualmente, que escribe desde un ambiente urbano: donde Marcos nos presenta la típica casa Palestina cubierta con arcilla (Mc 2, 4), Lucas nos ofrece la casa de la ciudad cubierta mediante tejas (Lc 5, 19).


    Lucas dispone de numerosos elementos: La experiencia de su fe, la integración en una comunidad cristiana concreta, numerosos datos sobre la persona de Jesús que ha recogido en diversos ambientes, y -finalmente- una inmensa cultura. Con todos estos elementos, nuestro autor, se propone escribir una gran obra teológica. En ella explicará la salvación que Dios, a lo largo de la historia, ha ido revelando a todos los hombres. Esta gran obra de Lucas podemos dividirla en tres grandes bloques:



a. El tiempo de Israel.


   Dios nos ha hablado desde siempre. El Antiguo Testamento nos relata la historia de la relación de Dios con los hombres antes de la llegada de Jesús. Dios crea a la Humanidad (Gn 1), y luego la acompaña a través de un largo proceso iniciado con Abraham (Gn 12, 1-3). La relación de Dios con los hombres pasa por la liberación y el perdón. El Señor libera a Israel de la esclavitud de Egipto y le otorga la Ley del Sinaí, tal como nos cuenta el libro del Exodo. Mediante la presencia de los profetas, el Señor motiva constantemente a su pueblo a la conversión y a la Alianza  fiel con Dios.


    La época de Israel corresponde al tiempo de las promesas proclamadas por Dios en el AT. Pero: " El tiempo de la Ley y los Profetas ha durado hasta Juan " (Lc 16, 16).  El período de la revelación de Dios en el AT lo resume nuestro evangelista en las genealogías de Jesús (Lc 3, 23-28). La genealogía es un texto curioso que nos describe la ascendencia de Jesús remontándola a Adán. En esta lista de nombres, no debemos ver un intento de facilitarnos la identidad de todos los antepasados de Jesús. Esta genealogía es una forma peculiar de resumir toda la revelación de Dios a lo largo del AT.



b. El tiempo de Jesús.


    El tiempo de Jesús es, para el pensamiento cristiano,  el centro del tiempo y de la Historia. El tiempo de Jesús nos lo describe Lucas a lo largo de los veinticuatro capítulos de su Evangelio. Durante la vida de Jesús halla cumplimiento la profecía del AT;  y todas las esperanzas de la Humanidad. El estudio del Evangelio de Lucas; es decir, el estudio del tiempo de Jesús es, el objetivo de este trabajo. Por tanto, no nos detendremos aquí a explicar la estructura global de este evangelio, sino que lo haremos en un apartado especial.



c. El tiempo de la Iglesia.


    La cultura y la pretensión teológica de Lucas es muy amplia. No se ha limitado a escribir un solo libro al que denominamos "Evangelio según Lucas". Nuestro autor ha escrito además otra obra: "Los Hechos de los Apóstoles", que es continuación del mismo Evangelio.


    ¿ Por qué se decide Lucas a redactar una segunda obra continuación de la primera ?.


    Notemos que el Evangelio nos ha presentado, en un breve fragmento, el tiempo de Israel (Lc 3, 23-28). En aquella breve genealogía aparecía resumida la historia del pueblo judío hasta el nacimiento de Cristo. El resto de los capítulos de su Evangelio constituyen el tiempo de Jesús. Aquel período en el que llegan a su plenitud, en la persona de Cristo, las promesas del AT.


    Hay un grupo de personas, que por expresa revelación de Dios tienen la experiencia de la resurrección de Jesús (Lc 24). El Señor no es un recuerdo utópico del pasado, es alguien vivo y presente entre nosotros. Ese grupo de creyentes en la  resurrección de Jesús constituyen la Iglesia. El Libro de los Hechos de los Apóstoles nos narra el tiempo de la Iglesia. El período en que la Palabra de Dios, gracias a la predicación de los apóstoles ,se extiende por todo el mundo: Desde Jerusalén hasta Roma, y desde la Ciudad Eterna a los confines de la Tierra.


    El plan que, nuestro autor, otorga a esta segunda obra; es el que subyace tras unas palabras de Jesús: " Seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra " (Ac 1, 8). De ese modo podemos dividir el Libro de los Hechos en tres grandes secciones:


1ª. La Iglesia de Jerusalén (1, 3 - 8, 1).

    El texto se mueve alrededor de los acontecimientos de Pentecostés y nos describe los cuatro grandes ejes en que se estructura la Iglesia: Celebración, Misión, Catequesis y Diaconía. Pedro es el protagonista de la mayor parte de acontecimientos narrados.


2ª. La Iglesia se expande hacia Palestina y Siria (8,1 - 12, 23).

    El martirio de Esteban desata la persecución contra la Iglesia, lo que obliga a muchos a huir de Jerusalén. Pero esta persecución, permite expandir el Evangelio en toda Judea y también a las regiones limítrofes.


3ª. La Iglesia llega a los confines de la Tierra (13, 1 - 28, 31).

    El texto comienza presentándonos a la comunidad de Antioquía de Siria. De allí partirán los misioneros que llevarán el evangelio por tierras de Asia y Grecia. La Palabra de Dios llega a Roma, centro del mundo antiguo, y desde allí se expandirá a los confines del orbe. Pablo, mediante sus viajes apostólicos, se convierte en el protagonista de esta última sección.



    Cuando Lucas redactó su evangelio se documentó bien y utilizó diversas fuentes: El evangelio de Marcos, la fuente  "Q" y los relatos propios de su comunidad. Al escribir el Libro de los Hechos, el evangelista, ha utilizado fuentes de información distintas. ¿ Qué fuentes ha utilizado ?. Es difícil dar una respuesta clara a esta pregunta. Pero en la lectura del texto, al observar los textos narrativos y los textos que presentan diálogos; observamos diferencias notables entre ellos. Esas diferencias se deben a los diversos documentos de los  que se ha valido nuestro autor.


    Nuestra curiosidad puede formularse una pregunta: Si el Libro de los Hechos es una continuación del Evangelio ¿ por qué estas dos obras se hallan separadas en el Nuevo Testamento ?. Se separaron las dos obras cuando los cristianos desearon disponer de los cuatro evangelios en un mismo códice. Esto debió ocurrir muy pronto; tal vez, antes del (150). Es posible que el título " Hechos de los Apóstoles ", se confiriera a este libro siguiendo la moda de la época que conocía ya los " Hechos de Aníbal ", los  " Hechos de Alejandro ", etc.



    Toda la obra de Lucas gira alrededor de Jesús. El AT prepara su venida. En el Evangelio se cumple la promesa. En el tiempo de la Iglesia se expande la Palabra de Jesús hasta los confines de la Tierra.

domingo, 1 de noviembre de 2015

¿QUÉ HICIERON LOS JUDÍOS DEPORTADOS EN BABILONIA?


                                                                                     Francesc Ramis Darder


Los deportados que sorbieron el exilio vivían de la teología del Antiguo Judá, propia la cultura semítica; la comunidad exiliada, apegada como los demás semitas a la religiosidad antigua, iba disolviéndose lentamente en la cultura babilónica. Sin embargo, entre los deportados, amanece la figura del Profeta del Consuelo, oculto entre las líneas de Is 40-55, que interpreta la realidad desde la perspectiva teológica. Quienes moraban en Babilonia percibían en la inminente caída del imperio, precipitada por el hastío de Nabonides, y la irrupción Persa, guiada por las victorias de Ciro II, las consecuencias del azar de historia. En cambio, el Profeta del Consuelo percibe bajo la debacle babilónica y la ascensión persa la intervención de Yahvé en la historia encaminada a la liberación del pueblo deportado; la irrupción de Ciro y el declive de Nabónides no proceden solo de la coyuntura histórica, nacen de la iniciativa de Dios que actúa en la historia a favor de su pueblo (Sal 12).

    Junto al Profeta del Consuelo se reúne una pequeña comunidad que, capaz de interpretar desde la perspectiva teológica los acontecimientos históricos, recoge el contenido de la teología del Antiguo Judá para dotarla de “novedad” y “credibilidad”. La novedad radica en la certeza de que la tarea del Dios de Israel no se constriñe, como hacían las antiguas teogonías y cosmogonías semitas, en exponer las tareas de Dios en la esfera celeste, sino en especificar que la tarea de Dios estriba en intervenir en la historia en bien de su pueblo. Esa recuperación de la “novedad” implica una profunda renovación de la comunidad para dotarse de “credibilidad” ante la mirada de sus compatriotas.

    Con la intención de revestirse de “credibilidad”, la comunidad, reunida en torno al Profeta del Consuelo, no inventa formas nuevas, sino que trasforma en profundidad algunas características propias de la teología del Antiguo Judá:

a.Sábado. El sábado era una realidad muy antigua; era el día de asueto o de mercado de las antiguas sociedades semitas. Los hebreos exiliados en Babilonia carecían de fiestas propias, entonces el sábado se convirtió en el día festivo de la comunidad renovada. Durante la solemnidad del sábado celebraban, entre otros aspectos, la identidad liberadora del Dios de Israel. Quienes recordaban que antaño el Señor liberó al pueblo esclavizado en Egipto, comprenden que bajo el triunfo persa y el declive babilónico palpita la intervención de Dios en la historia para liberar al pueblo deportado y devolverlo a los atrios de Sión.

b.Circuncisión. Constituía un rito de iniciación a la pubertad, propio de muchas culturas antiguas. Sin embargo, en el exilio se convirtió en el signo externo que caracteriza a los varones de la asamblea que, reunida en torno al Profeta del Consuelo, entendía que bajo el ascenso de Ciro y el ocaso de Babilonia, palpitaba la intervención del Dios de Israel para liberar a su pueblo.

c.Embrión de la sinagoga. Asentados en Babilonia, los deportados carecían de Templo para celebrar su culto. Entonces organizaron las reuniones en las casas, embrión de la futura sinagoga, para comentar la Palabra, orar juntos, y ayudarse mutuamente en la adversidad.

d.Alimentos puros e impuros. En toda cultura antigua había alimentos puros e impuros; en la práctica eran puros los que favorecían la salud e impuros los que la dañaban. Pero durante el exilio, la comunidad hebrea aceptará una serie de alimentos y rechazará otros para manifestar, como hacían las culturas antiguas, su identidad más genuina. En el seno de una sociedad que ignoraba la identidad hebrea, el hecho de comer ciertos alimentos y desdeñar otros dibujaba, ante los babilonios y los demás deportados, las peculiaridades de la estirpe hebrea.

e.Guía de los sacerdotes. En el Antiguo Judá, el sacerdote por excelencia era el monarca quien oficiaba el culto en Jerusalén; el clero era una especie de delegado del rey para oficiar la liturgia en las aldeas o en la capital, pero siempre en nombre del soberano. Entre los deportados, el clero no podía oficiar porque la comunidad carecía de templo propio; entonces la tarea del clero, abandonó la cuestión sacrificial para dedicarse a la guía espiritual de la comunidad; enseñaban a orar a los fieles, estudiaban y comentaban los textos religiosos, propiciaban las relaciones entre los israelitas deportados y favorecían la mutua ayuda.

    En definitiva, la comunidad no inventa elementos distintos de los que podría tener una religión antigua. Sino que, tomando los elementos religiosos propios del Antiguo Judá, conforma una comunidad nueva, dotada de “novedad” y “credibilidad”. La comunidad del exilio que percibe en el ascenso de Ciro y bajo la caída de Babilonia, la intervención de Dios en la historia, se forja como Resto de Israel. La asamblea que mediante la observancia del sábado, la práctica de la circuncisión, las reuniones en las casas, la pureza de los alimentos y la guía del sacerdocio, testimonia con “credibilidad” y “novedad” que el Dios de Israel es el Señor de la historia que actúa a favor de la comunidad exiliada para liberarla del destierro.


viernes, 23 de octubre de 2015

¿CUÁNDO ESCRIBIÓ LUCAS EL EVANGELIO?

                     
              
                                                                         Francesc Ramis Darder


Si nos atenemos a la opinión de numerosos especialistas deberemos datar la redacción definitiva del tercer evangelio entre los años 80-90. Los estudiosos del texto de Lucas sitúan su redacción en la provincia romana de Acaya. Dicha provincia, geográficamente, se ubica en el sur de Grecia. Dos son los argumentos que han llevado a los exégetas a situar la redacción de la obra lucana en la provincia de Acaya y, datarla entre los años 80-90.


    Por una parte cuando se analizan las características del texto griego de este evangelio, puede constatarse que el estilo literario y el vocabulario son semejantes  a los utilizados en el sur de Grecia en aquellas fechas.


    Por otra parte disponemos del testimonio de algunos autores antiguos que hablan de la situación en la que se escribió este evangelio. Tanto la obra de  Ireneo de Lyon, como el llamado "Prólogo antimarcionita", y un minúsculo manuscrito antiguo conocido con el nombre de "Fragmento Muratoriano"; nos dicen que la obra de Lucas vio la luz en la provincia de Acaya.


    ¿ Dónde está y cuáles son las características de la provincia romana de Acaya ?.


    Como decíamos antes se encuentra en la zona sur de la península Helénica. Su geografía nos descubre ciudades importantes como son Corinto y Atenas. En tiempos antiguos había sido el centro del mundo y el foco de la cultura clásica. Los grandes filósofos, Platón y Aristóteles, habían expuesto allí su pensamiento. También allí, Jenofonte escribió su historia. La provincia de Acaya, en sus mejores tiempos, había contemplado la obra de los más eximios arquitectos: La Acrópolis, El Partenon. Había admirado las obras escultóricas de Fidias y Praxíteles y, venerado el genio militar de Pericles. Sin ninguna duda, aquella zona, había constituido el centro cultural del mundo clásico.


    Pero, ¿ qué quedaba en el siglo I de todo aquel esplendor cultural ?.


    Prácticamente no quedaba nada. Los romanos habían conquistado aquellas tierras y las habían incorporado a su naciente Imperio. En la mente y el sentir de las gentes únicamente restaba el recuerdo borroso del pasado. Recordaban la obra de sus antiguos filósofos y escritores, y admiraban la obra de sus artistas. Pero ahora, ya no eran el centro del mundo. Se limitaban a ser una provincia remota en un lugar empobrecido del Imperio Romano. La gente vivía sin esperanza. " Antes éramos el centro del mundo y ahora nos hemos convertido en nada "; tal vez fueran estas palabras, las que anidadas en el corazón de los hombres les hundieran cada día más en la desesperación.


    La desesperanza engendra siempre la angustia y el miedo. Y con el miedo no se puede vivir. Los habitantes de Acaya necesitaban sobrevivir, pero observaban que ya no les quedaban fuerzas para sacar su vida adelante. En su abatimiento pensaban que tan solo alguien venido de fuera podía salvarles. Para sobrevivir no les quedaba otra alternativa que servir a los pequeños señores (los tiranos); que, de una manera semejante al régimen feudal, administraban aquella zona empobrecida y remota.


   Interiormente pensaban que nada ni nadie podía cambiar.  Lentamente iban depositando su confianza y su vida en las manos de aquellos pequeños reyezuelos, implorándoles que, dejando caer unas migajas de pan, les permitieran seguir viviendo.


    En este ambiente social y cultural nació la primitiva comunidad cristiana de Acaya. Pablo, el apóstol de los gentiles, habría anunciado en aquellas tierras el evangelio de Jesús. Los cristianos de aquella primitiva Iglesia procedían del paganismo y estaban imbuidos en la cultura popular griega.



    La predicación cristiana anunció a aquellas gentes un acontecimiento fundamental en su existencia: Cristo es el único Señor de la vida. Ya no era necesario mendigar migajas de pan a los pequeños "señores" -los tiranos-, para conseguir sobrevivir. Cristo era el único "Señor", solamente de El brotaba la misericordia que hacía de la existencia humana una realidad digna de ser vivida. 

jueves, 15 de octubre de 2015

¿CÓMO ESCRIBIÓ LUCAS EL EVANGELIO?

                                                   Francesc Ramis Darder


Ateniéndose a los datos literarios, los grandes comentaristas afirman que el texto de Lucas vio la luz entre los años 80-90. Hacía ya bastante tiempo que había transcurrido la vida pública de Jesús en Palestina. Lucas pretendía transmitir a sus lectores una experiencia de fe: La salvación que Jesús ha otorgado gratuitamente a todos los hombres y mujeres. Pero no podía inventarse los datos de la historia de Jesús. Por eso necesitó informarse bien antes de proceder a la redacción de su escrito.


    En el prólogo de su obra (1, 1-4), nos dice que para confeccionar su evangelio ha tenido en cuenta los escritos elaborados por otros autores: " Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros ... he decidido yo también, después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo por su orden, ilustre Teófilo ... ".


  ¿ En que escritos podría haberse basado Lucas para redactar su evangelio ?. La investigación literaria sostiene que el autor del evangelio de la misericordia, habría recogido tres grupos de escritos diversos: El Evangelio de Marcos, la llamada fuente "Q", y algunas narraciones que se transmitían en el seno de la propia comunidad de Lucas. Describamos sucintamente cada uno de estos tres bloques de escritos:


a. El Evangelio de Marcos.

    Según el parecer de los estudiosos, el evangelio de Marcos vio la luz por el año 70, y tal vez fuera compuesto en la ciudad de Roma. Con toda seguridad es el primer evangelio escrito.


    De todas las cosas que podríamos comentar acerca de dicho evangelio nos fijaremos tan sólo en una. Al leer el texto marcano notamos que tiende a contarnos, preferentemente, lo que Jesús "hacía". Las "Bienaventuranzas" que nos transmiten los  textos de Mateo y Lucas (Mt 5, 1-11; Lc 6, 20-23), y el "Padrenuestro" (Mt 6, 9-13; Lc 11, 2-4); tan importantes para la vida cristiana, no aparecen en el texto de Marcos. Ocurre algo semejante con otros dichos y palabras de Jesús.


    Con ello no pretendemos afirmar aquel el texto de Marcos no nos diga en absoluto las cosas que Jesús "decía". Tan solo deseamos indicar que, de manera preferencial, nos relata la actividad de Jesús.



b. La fuente "Q".

    Durante el siglo pasado, fueron los investigadores alemanes quienes más se dedicaron al estudio del NT. Cuando compararon los tres evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas), apreciaron dos detalles significativos:


    - Prácticamente todas las cosas que nos narra el evangelio de Marcos, nos las cuentan también los textos de Mateo y Lucas.

    -  Existe un bloque importante de elementos de la predicación de Jesús que únicamente nos lo presentan Mateo y Lucas, pero que el evangelista Marcos no nos refiere.


    Este conjunto de textos de la predicación de Jesús que nos han transmitido conjuntamente Mateo y Lucas, pero que no nos describe el texto de Marcos se denomina: " Fuente Q".


    ¿ A qué se debe un nombre tan extraño: "Fuente Q" ?. En lengua alemana la palabra "fuente" se escribe "Quelle", la primera letra de la palabra "Quelle" es una "Q". Y como fueron los estudiosos alemanes quienes notaron la existencia de textos comunes a Mateo y Lucas, pero que no aparecían en Marcos; dieron a este grupo de escritos un nombre en su propia lengua alemana "Quelle"; que habitualmente se abrevia con la letra "Q". Tiende a contarnos -preferencialmente- lo que Jesús "decía"; es decir, los discursos y las sentencias del Señor.


    Es difícil dilucidar dónde y cuándo tuvo su origen el texto denominado fuente "Q". Muchos investigadores modernos afirman que nació en Palestina alrededor del año 80. Tanto el estilo literario como el vocabulario que presenta dicha fuente tienden a confirmar esta hipótesis.



c. Narraciones de la comunidad lucana.

    La comunidad de Lucas conocía algunos episodios de la vida de Jesús que no aparecen ni en el evangelio de Marcos ni en la fuente "Q". Nuestro evangelista, desde el seno cálido de su comunidad, ha aprendido  esas narraciones y decide transmitirlas en su evangelio.


    Estos escritos no son muy numerosos pero son especialmente significativos. Quizás sean los que mejor reflejan la misericordia y la ternura de Dios en favor de los hombres: Los episodios referentes a María (Lc 1-2); parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 25-37); parábola del Hijo Pródigo (Lc 15, 11-31); purificación de Diez Leprosos (Lc 17, 11-19); Jesús y Zaqueo (Lc 19, 1-9); los Discípulos de Emaús (Lc 24, 13-35); parábola del fariseo y el Publicano (Lc 18, 9-14); el Buen Ladrón (Lc 23, 39-44); etc.



    Lucas, en su evangelio, se propone transmitirnos un mensaje de fe: Jesús es el Señor; el único que libera y el único al que merece la pena servir. Para redactar su obra se ha informado puntillosamente. Ha recogido tres bloques de escritos: El evangelio de Marcos, la fuente "Q" y las narraciones que celosamente conservaba su comunidad. Ahora viene el momento de otorgar una forma coherente y clara a todo este material. ¿ Cómo llevará a cabo Lucas esta delicada tarea ?.