miércoles, 27 de noviembre de 2013

ADVIENTO 2013. DURANTE EL ADVIENTO OREMOS CON LA BIBLIA


                                                                           Francesc Ramis Dardar



1. Comencemos haciendo unos momentos de silencio para serenar nuestro espíritu.
2. Después observemos nuestra vida; aquello que no alegra o angustia.
3. Leamos la Sagrada Escritura; en estas hojas tenemos un conjunto de citas bíblicas. Elijamos una cada día del Adviento; fijémonos en alguna palabra o en alguna frase.
4. Vayamos repitiendo lentamente esta palabra o esta frase en nuestro interior.
5. Apliquemos esta palabra o esta frase a la situación de nuestra vida que antes hemos contemplado. Pidamos después a Dios que nuestra vida vaya en consonancia con las palabras de la Escritura que hemos repetido en nuestro interior.

1. Diciembre. Que el mismo Dios de la paz os santifique totalmente, y que todo vuestro espíritu, alma y cuerpo se mantenga sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo. El que os llama es fiel, y él lo realizará (1Tes 5,23-24).

2.Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. Que todo el mundo os conozca como personas de buen trato. El Señor está cerca (Flp 5,4-5).

3.Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo (Flp 3,20).

4.Esperamos la manifestación de Jesucristo, nuestro Señor. Él os mantendrá firmes hasta el final, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo. Dios es fiel (1Cor 1,7-9).

5.Hermanos, esperad con paciencia hasta la venida del Señor. Mirad: el labrador aguarda el fruto precioso de la tierra, esperando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y tardía. Esperad con paciencia también vosotros, y fortaleced vuestros corazones, porque la venida del Señor está cerca (Sant 5,7-9).

6.El Señor no retrasa su promesa, como piensan algunos, sino que tiene paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie se pierda sino que todos accedan a la conversión (2Pe 3,8-9).

7.Ya es hora de despertarnos del sueño, porque ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada, el día está cerca: dejemos, pues, las obras de las tinieblas y pongámonos las armas de la luz (Rom 13,11-12).

8.Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob. El nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Señor (Is 2,3).

9.Mirad que llegan días –dice el Señor- en que daré a David un descendiente legítimo: reinará como monarca prudente, con justicia y derecho en la tierra (Jr 23,5).

10.No juzguéis antes de tiempo, dejad que venga el Señor. El iluminará lo que esconden las tinieblas y pondrá al descubierto los designios del corazón; entonces cada uno recibirá de Dios lo que merece (1Cor 4,5).

11.Cielos destilad desde lo alto la justicia, las nubes la derramen, se abra la tierra y brote la salvación, y con ella germine la justicia (Is 45,8).

12.Dice el Señor: Sé muy bien lo que pienso hacer con vosotros: designios de paz y no de aflicción, daros un porvenir y una esperanza. Me invocaréis e iréis a suplicarme, y yo os escucharé. Me buscaréis y me encontraréis (Jr 29,11-13).

13.Brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago. Sobre él reposará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y entendimiento, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor del Señor (Is 12,1-3).

14.En cuanto a vosotros, que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos a vosotros; y que afiance así vuestros corazones, de modo que os presentéis ante Dios nuestro Padre santos e irreprochables en la venida de nuestro Señor Jesús (1Tes 312-13).

15.El Señor se apiadará de Jacob, volverá a escoger a Israel y lo restablecerá en su tierra. Los extranjeros se unirán a ellos y se incorporarán a la casa de Jacob (Is 14,1).

16.En sus días se salvará Judá, Israel habitará seguro; y le pondrán este nombre: “El-Señor-nuestra-justicia” (Jr 23,6).

17.Mirad: la Virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrán por nombre Enmanuel. Comerá requesón con miel, para que aprenda a rechazar el mal y escoger el bien (Is 7,14-15).

18.Escucha, Señor; perdona y atiende Señor; actúa sin tardanza, Señor mío, por tu honor, pues tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo (Dan 9,19).

19.Mayor será la gloria de este segundo templo que la del primero, dice el Señor del Universo. Derramaré paz y prosperidad en este lugar, dice el Señor (Ag 2,7.9).

20.Y tú, Belén Efratá, pequeña entre los clanes de Judá, de ti voy a sacar al que ha de gobernar Israel (Miq 5,1).

21.El Señor es mi Dios y Salvador: confiaré y no temeré, porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él es mi salvación (Is 12,2).

22.Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado (Sal 51,1).

23.Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos (Sal 90,17).

24.El Señor es mi pastor, nada me falta (Sal 23,1).

EL PRIMER CREDO CRISTIANO: 1 COR 15, 3-8

                                                                                                       Francesc Ramis Darder


Desde la primavera del año 50 hasta el verano del año 51, Pablo evangelizó la ciudad de Corinto. Un grupo de gente sencilla abrazó el cristianismo y constituyó una comunidad muy viva. Sin embargo, el paganismo erosionaba los cimientos de aquella Iglesia. Pablo, alarmado por la confusión que hería a la comunidad, decidió escribir una carta a los cristianos de Corinto para acrisolarles en la vivencia de la fe; escribió la Primera Carta a los Corintios en Éfeso, entre los años 55-57.

    Con la intención de reforzarles en la vivencia cristiana, el apóstol decidió adjuntar en la carta lo que pudiera ser el “credo cristiano” más antiguo, dice: “[…] que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras, que fue sepultado y que ha resucitado, según las Escrituras […]” (1Cor 15,3-4). Fijémonos en tres aspectos fundamentales.

1º. La expresión “según las Escrituras” ratifica que el ministerio de Jesús no fue el  resultado de la casualidad, pues Jesús durante su vida, muerte y resurrección dio cumplimiento a lo que anunciaba el AT. La vida de Jesús, el Hijo de Dios, constituyó el cumplimiento pleno de los designios del Padre a favor de la Humanidad entera.

2º. El texto recalca que Jesús murió por nuestros pecados. Dedicó su vida a explicar que la vivencia del amor es lo único que puede redimir al ser humano de la angustia, el miedo y el pecado. La intensa vivencia del amor provocó que los partidarios de la maldad lo mataran. Cuando el credo subraya que fue sepultado, certifica que Jesús murió realmente.

3º. Sin embargo, y eso es lo más importante, el credo recalca que Jesús “ha resucitado”.   ¡Cristo vive! Jesús no es sólo un personaje brillante, como tantos hubo en el pasado, que dejara un buen recuerdo y un mensaje religioso interesante. El credo confiesa que Jesús sigue vivo entre nosotros; es el amigo que nos echa una mano en la vida. El que sigue recordándonos que el amor es lo único que llena de sentido la vida del ser humano. El que nos ayuda a levantarnos cuanto el pecado ha conseguido abatirnos, el que nos infunde el ánimo para anunciar la Buena Nueva.

Ejercicio, podrías leer: 1Cor 15,1-58; Fil 2,1-18.

jueves, 14 de noviembre de 2013

ADVIENTO 2013: LA ESPIRITUALIDAD DEL ADVIENTO


                                                                          Francesc Ramis Darder



Durante el Adviento preparamos especialmente nuestra vida  para recibir al Señor que viene a nosotros, no sólo el día de Navidad, sino sobre todo al final de los tiempos cuando nos encontremos con Dios cara a cara. La espiritualidad del Adviento se caracteriza por  cinco aspectos:


1. Tiempo de Plegaria.
   Propongámonos durante el Adviento intensificar nuestra relación con el Señor. Leamos y meditemos la Sagrada Escritura, estemos a la escucha de la Voz de Dios que nos habla; vivamos la Eucaristía con atención, recogimiento, participación y puntualidad.


2. Tiempo de Esperanza.
   En nuestras relaciones personales procuremos ser positivos y constructivos. Aportemos la luz de Cristo en los diversos ámbitos de nuestra vida personal y social, a fin de que quienes nos conocen perciban en nuestro comportamiento la auténtica vivencia cristiana.


3. Tiempo de Reconciliación.
   Preparar la llegada de Jesús implica la conversión de nuestra vida. Convertirse significa cambiar el estilo de vida y pedir perdón a quien hemos ofendido, dejarnos perdonar por nuestro prójimo; y, saber aceptarnos a nosotros mismos. Celebremos el sacramento de la Reconciliación; en él recibimos el perdón de Dios, la gracia y la fuerza del Señor para edificar su Reino en nuestro Mundo.


4. Tiempo de Solidaridad.
   La auténtica conversión implica siempre la solidaridad con el prójimo y la opción por los pobres. Participemos en las campañas de Caritas que organicen los grupos de Acción Social de nuestras parroquias. Estemos disponibles con quien necesita nuestra ayuda. Seamos especialmente generosos en la colecta en favor de los pobres que se realiza en Adviento o en Navidad en todas las Iglesias, es una magnífica ocasión para hacer real y eficaz nuestra solidaridad con quienes sufren.


5. Tiempo de María.

   La Virgen María es el modelo cristiano del Adviento. Ella esperó con inefable amor de madre al Salvador del Mundo. Acerquémonos a María, y percibamos en ella a nuestra madre que supo acompañar a Jesús desde su mismo seno hasta el pie de la cruz, para participar después de la gloria de su resurrección.

domingo, 10 de noviembre de 2013

JERUSALÉN: ORIGEN DE LA CIUDAD


                                                                           Francesc Ramis Darder


Sobre una meseta calcárea de los Montes de Judá y a 800 metros sobre el nivel del Mediterráneo se alza la ciudad de Jerusalén. El topónimo “Jerusalén” deriva del término hebreo “Yerusalaim” que, a su vez, procede de la palabra cananea “Urusalim” que significa “bajo la protección de Salem”, o más literalmente “fundación de Salem”.

     El vocablo “Salem” identifica al dios cananeo que personificaba el crepúsculo vespertino, y cuyo santuario estaba erigido en lo alto de la colina de Sión; es decir, sobre una de las colinas sobre las que se asienta actualmente la Ciudad Santa. Por tanto “Jerusalén” tiene un sentido religioso: recuerda que la ciudad se construyó bajo la advocación del dios Salem.

    La arqueología constata que el desarrollo de la Ciudad despunta hacia el año 4.000 aC gracias al agua de la fuente de Guijón, con la que se hacía posible regar los campos y abrevar los ganados. La referencia más antigua a Jerusalén (Urusalim) aparece en los archivos reales descubiertos en la ciudad de Ebla (en Siria actual) destruida por el 2250 aC. También es mencionada en algunos textos egipcios del siglo XIX aC; y, sobre todo, en la correspondencia entre el príncipe de Jerusalén, Abdí-Jipá, y la corte del faraón Amenofis IV (Akenaton) en el siglo XIV aC. Más tarde y en fecha incierta, figura en los registros asirios bajo el nombre de “Urusilimmu”.  Durante el período de los Jueces (XII aC) se denominó “Jebus” (Jue 19,10-11), pero al conquistarla David (2Sam 5,6-7) devino la capital del Israel y pasó a llamarse “Ciudad de David”.

    El Génesis menciona a Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo que bendijo a Abrán (Gen 15,18); y, esa ciudad, Salem, es identificada con Jerusalén, que en una lectura poética puede entenderse como “ciudad de paz”. Desde la óptica religiosa, Jerusalén recuerda que su fortaleza radica en que ha sido levantada bajo la protección de Dios, esa es la fuerza la Ciudad Santa y también la fuerza de nuestra vida: sabernos siempre sostenidos en las buenas manos del Dios que nos ama.

domingo, 3 de noviembre de 2013

¿POR QUÉ TENEMOS CUATRO EVANGELIOS CANÓNICOS: MATEO, MARCOS, LUCAS Y JUAN? ¿CÓMO SE FORMÓ EL CANON DE LOS CUATRO EVANGELIOS?


                                                                                               Francesc Ramis Darder


La palabra “canon” significa “norma, medida” y, aplicada al Nuevo Testamento, indica el número de libros que contiene y que establecen las normas esenciales de fe de la Iglesia. Pero ¿cómo se estableció la existencia de cuatro evangelios canónicos: Mateo, Marcos, Lucas y Juan?

Al principio, la Iglesia leía el Antiguo Testamento y percibía en la vida de Jesús el cumplimiento de las promesas de la Antigua Alianza. Con el tiempo, aparecieron muchos escritos referidos a la vida del Señor. Para discernir cuáles eran revelados y cuáles se limitaban a ser libros piadosos, la Iglesia adoptó dos criterios.

1º La primera carta de S.Clemente Romano, obispo de Roma, dirigida a los corintios y redactada por los años 96-97, elabora la idea de “Sucesión Apostólica”; según la cual, los obispos, sucesores de los apóstoles, garantizan la veracidad de la tradición recibida por la Iglesia, que comprende el Antiguo Testamento y las palabras y hechos del Señor.

2º El texto llamado “Espistola Apostolorum”, escrito entre los años 140-150, desarrolla las nociones de “Tradición Apostólica” y “Símbolo Apostólico”, afirmando que debe aceptarse la doctrina de Jesús tal y como ha sido transmitida por los apóstoles y garantizada por sus sucesores, los obispos.

Más tarde, S.Justino (+165) sintetiza ambos criterios. Afirma que la experiencia de Cristo que tuvieron los apóstoles les confiere a ellos, y por medio de ellos a sus sucesores los obispos, la autoridad para establecer cuáles son los textos revelados. Siguiendo esa afirmación, S.Ireneo (+202) defiende, con el consenso de la Iglesia, la canonicidad de los cuatro evangelios: Mateo, Marcos, Lucas y Juan; enfrentándose a la opinión de Marción que sólo admitía una parte del evangelio de Lucas, y contra el criterio de Montano que consideraba Sagrada Escritura todo libro piadoso.

S. Ireneo, para afianzar su posición, consideró también la obra compuesta por Taciano hacia el 170 llamada “Diatessaron”, que presenta una armonía de los cuatro evangelios canónicos y que era muy utilizada en la Iglesia.

Finalmente, en un escrito denominado “Fragmento Muratoniano”, escrito a finales del siglo II, probablemente en Roma, consta el reconocimiento oficial de la antigüedad canónica de los textos de Mateo, Marcos, Lucas y Juan.

La Iglesia mediante la asistencia del Espíritu Santo, manifestado en el debate interno, estableció cuáles son los textos sagrados, sometiéndose por eso a las exigencias proclamadas por el mismo Señor. Si la Iglesia hubiera actuado sólo con criterios humanos podría haber elegido textos más “cómodos” y quizá más fáciles de llevar a la práctica, con menos exigencias. Pero la presencia del Espíritu, palpada en el diálogo entre los miembros de la comunidad, la llevó a reconocerse en los textos evangélicos que exigían la mayor fidelidad a Jesús, e implicaban el esfuerzo para implantar Reino de Dios en el seno de la Humanidad y en el corazón de cada persona.