Desde la primavera del año 50
hasta el verano del año 51, Pablo evangelizó la ciudad de Corinto. Un grupo de
gente sencilla abrazó el cristianismo y constituyó una comunidad muy viva. Sin
embargo, el paganismo erosionaba los cimientos de aquella Iglesia. Pablo,
alarmado por la confusión que hería a la comunidad, decidió escribir una carta
a los cristianos de Corinto para acrisolarles en la vivencia de la fe; escribió
la Primera Carta a los Corintios en Éfeso, entre los años 55-57.
Con la intención de reforzarles en la vivencia cristiana, el
apóstol decidió adjuntar en la carta lo que pudiera ser el “credo cristiano”
más antiguo, dice: “[…] que Cristo murió por nuestros pecados, según las
Escrituras, que fue sepultado y que ha resucitado, según las Escrituras
[…]” (1Cor 15,3-4). Fijémonos en tres aspectos fundamentales.
1º. La expresión “según las
Escrituras” ratifica que el ministerio de Jesús no fue el resultado de la casualidad, pues Jesús
durante su vida, muerte y resurrección dio cumplimiento a lo que anunciaba el
AT. La vida de Jesús, el Hijo de Dios, constituyó el cumplimiento pleno de los
designios del Padre a favor de la Humanidad entera.
2º. El texto recalca que Jesús
murió por nuestros pecados. Dedicó su vida a explicar que la vivencia del amor
es lo único que puede redimir al ser humano de la angustia, el miedo y el
pecado. La intensa vivencia del amor provocó que los partidarios de la maldad
lo mataran. Cuando el credo subraya que fue sepultado, certifica que Jesús
murió realmente.
3º. Sin embargo, y eso es lo más
importante, el credo recalca que Jesús “ha resucitado”. ¡Cristo vive! Jesús no es sólo un personaje
brillante, como tantos hubo en el pasado, que dejara un buen recuerdo y un
mensaje religioso interesante. El credo confiesa que Jesús sigue vivo entre
nosotros; es el amigo que nos echa una mano en la vida. El que sigue
recordándonos que el amor es lo único que llena de sentido la vida del ser
humano. El que nos ayuda a levantarnos cuanto el pecado ha conseguido
abatirnos, el que nos infunde el ánimo para anunciar la Buena Nueva.
Ejercicio, podrías leer: 1Cor
15,1-58; Fil 2,1-18.
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