jueves, 30 de enero de 2014

¿QUÉ CARACTERIZA AL UNIVERSO QUE DESCRIBE LA BIBLIA?

                                                                                                                      Francesc Ramis Darder


Continuación de "¿CÓMO ES EL UNIVERSO QUE DESCRIBE LA BIBLIA?:
http://bibliayoriente.blogspot.com.es/2014/01/como-es-el-universo-que-describe-la.html


Si comparamos la visión del Universo de Israel con las representaciones descubiertas en Mesopotamia, apreciamos una gran semejanza; pero, en el fondo palpita una diferencia crucial.

     Para un habitante de Mesopotamia el Universo “vagaba al azar”; en cambio, para un israelita el Mundo “estaba sostenido en las buenas manos de Dios”. En otras palabras, para un israelita bajo el Cosmos “late el proyecto de Dios en favor del hombre”, mientras que para los pobladores de Mesopotamia el Universo estaba sujeto “al capricho de los dioses” o “a la fragilidad del destino”.

    El poema babilónico “Enuma Elish” (1100 aC.) relata el origen del Mundo conforme a la perspectiva mesopotámica. Los dioses habitaban el cielo. La diosa Tiamat entró en conflicto con las divinidades jóvenes. Los dioses adolescentes pidieron al dios Marduk que acabara con Tiamat. Marduk mató a Tiamat y después partió su cuerpo en dos. Mediante el fragmento mayor construyó el firmamento y con el menor formó la tierra. Después los dioses mezclando la sangre de Tiamat con el polvo terrestre modelaron al hombre. Un día los dioses decidieron divertirse con el hombre. Desde el cielo arrojaban rayos contra los humanos, provocaban terremotos y engendraban guerras para disfrutar del pánico y el combate entre los hombres.

    Las primeras páginas del AT (Gen 1, 1 - 2, 3) describen cómo Dios “crea” el cielo y la tierra (1, 1; 2, 4), los monstruos marinos (1, 21), el hombre (1, 27) y todas las cosas (2, 3). El verbo hebreo “crear” es especial, sólo se usa cuando el sujeto de la acción es Dios. Los hombres “hacen” y  “fabrican”, pero sólo Dios “crea”.
   
    Los dioses mesopotámicos fabrican el Mundo que abandonan a su suerte, y modelan al hombre para divertirse con él. El Dios de Israel “crea” el mundo y el hombre; no para divertirse, sino para insertar en su corazón el proyecto divino (Gen 1, 1  - 2, 3).

    El autor de Gen 1, 1 - 2, 3 no pretendió escribir un libro de cosmología. Afirmó que bajo el Mundo y en el corazón humano palpita el proyecto divino que sitúa al Mundo y al Hombre en una posición nueva. El mapa del Cosmos que presenta la Biblia se asemeja al de Mesopotamia pero el fondo es distinto: el Hombre y el Mundo están sostenidos por las buenas manos de Dios y no aplastados por la fuerza de sus puños. ¡Sólo Dios hace las cosas nuevas!



viernes, 24 de enero de 2014

¿CÓMO ES EL UNIVERSO QUE DESCRIBE LA BIBLIA?

                                                                                                              Francesc Ramis Darder  

    El pueblo hebreo percibía un Universo pequeño. La tierra era plana y consistía en un continente sostenido sobre columnas que al temblar ocasionaban terremotos (Sal 75, 4; Job 9, 6). Los pilares de la tierra se sostenían, a su vez, sobre el abismo de un mar ubicado bajo la superficie terrestre (Sal 24, 2). Bajo la tierra y entre las columnas que la sostenían, había un habitáculo llamado “Sheol” (Gen 37, 35). ¿Qué es el Sheol?

    Los israelitas antiguos topaban con un dilema. Por una parte no se atrevían a imaginar que después de la muerte pudieran vivir con Dios. Por otra parte experimentaban la certeza de que Yahvé modela la existencia humana con amor apasionado; y, por tanto, el hombre es alguien privilegiado en la creación (Sal 8, 6).

    La grandeza humana mostraba el absurdo de la desaparición del hombre tras la muerte; pero, a la vez, la pequeñez humana hacía inimaginable que después del ocaso alcanzara la morada de Dios. Para resolver el dilema, los israelitas supusieron que bajo la tierra existía un receptáculo: el “Sheol”. Cuando alguien moría su cuerpo se corrompía, pero “lo mejor” de la persona descendía al “Sheol”. La muerte no aniquilaba al hombre, ya que “lo mejor” de él permanecía en el Sheol; pero tampoco iba a la morada divina, pues “lo mejor” quedaba en el Sheol aguardando la llegada del Mesías. Bajo la tierra había, además, un gran depósito de agua que alimentaba los mares, las fuentes, y los ríos (Prov 8, 28).

     Los extremos de la tierra veían erguirse altas montañas, las columnas del cielo (Job 26, 11), que sostenían una especie de campana transparente: el firmamento (Gen 1, 6-10). Sobre el firmamento había una gran masa de agua, “las aguas de encima del firmamento” (Gen 1, 7); y a lo largo del mismo existían las “compuertas del cielo” (Is 24, 18) que, al abrirse por orden de Dios (Mal 3, 10), ocasionaban la lluvia.

     El firmamento separaba las aguas de la superficie de la tierra (mares, lagos, ríos, fuentes) de las aguas situadas sobre el firmamento que provocaban la lluvia (Gen 1, 6). También sostenía el Sol, la Luna, y las Estrellas (Gen 1, 14-18). El Sol y la Luna estaban en el firmamento, en primer lugar, “para separar el día de la noche, y servir de señales para distinguir las estaciones”; sólo en segundo término, ejercían la función de “alumbrar la tierra” (Gen 1, 15). El Sol durante el día y la Luna por la noche recorrían el firmamento. La mentalidad antigua concebía la luz y la tiniebla como sustancias concretas: dice Isaías respecto de Dios: “Yo formo la luz y creo la tiniebla” (Is 45, 7).

    La percepción de los hebreos entendía que Dios, desde el Cielo, lanzaba durante el día una sustancia llamada luz; el Sol era, principalmente la “señal” (Gen 1, 15): una especie de reloj que anunciaba el tiempo en que Dios derramaría luz sobre la tierra. Cuando el Sol se ponía, Dios vertía desde el Cielo la tiniebla. La Luna, proporcionaba un poco de luz, pero su tarea consistía en ser la “señal” (Gen 1, 15) que informaba del tiempo en que Dios esparcía tiniebla sobre la tierra. Las estrellas eran diminutos adornos, fijos en el firmamento, que proclamaban la gloria de Dios (Sal 8, 2.4).

    Las aguas emplazadas sobre el firmamento (Gen 1, 6) estaban, a su vez, recubiertas por otra superficie sólida que envolvía todo el Universo. Más allá de esta segunda cobertura; es decir, más allá del Universo, radicaba la habitación de Dios, el trono de Yahvé (Ez 1, 22.26; 10, 1), inaccesible para el ser humano.


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miércoles, 15 de enero de 2014

¿CUÁLES SON LOS LIBROS PROFÉTICOS?


                                                   Francesc Ramis Darder

Solemos tener una imagen distorsionada del profeta; pensamos que se dedica a adivinar el futuro, pero un profeta no actúa de ese modo. Profeta es aquel que con lo que piensa dice y hace, muestra a quienes le ven que Dios es santo y exige la santidad. Los profetas especifican de manera práctica cómo hay que ser santo como Dios es santo en momentos concretos de la Historia.

    Amós predicó su mensaje en el siglo VIII aC. en la ciudad de Samaría en una época de miseria nacida de la injusticia. Isaías pregonó su mensaje en Jerusalén aturdida por el miedo y atenazada por la idolatría. Su mensaje podría sistematizarse así: Ser santo como Dios es santo (cf Lv 19, 2) significa en el siglo VIII aC. y en Samaría luchar por la justicia; y, en Jerusalén implica abandonar la futilidad de los ídolos para sentirse acogidos en las buenas manos de Dios.


    Los Libros proféticos, desde la perspectiva catequética, se dividen en dos grupos atendiendo a la extensión de la obra. Profetas Mayores: Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel. Profetas Menores: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías, Malaquías, y Baruc.

domingo, 12 de enero de 2014

¿CUÁLES SON LOS LIBROS HISTÓRICOS EN LA BIBLIA?

                                                         Francesc Ramis Darder


    Los libros históricos son 16 y catequéticamente se subdividen en cuatro secciones: Deuteronomista, Cronista, Historias Ejemplares e Historia Macabea.

a. Historia Deuteronomista.

    Constituye el grupo más importante y lo integran seis libros: Josué, Jueces, 1-2 Samuel y 1-2 Reyes. Comienza narrando el gozo de la conquista de la Tierra Prometida y acaba describiendo el fracaso del exilio en Babilonia (597-538 aC.); pero, los últimos versos alumbran la esperanza: el rey de Babilonia, Evil Merodac, se apiada del rey de Israel, Jeconías, y le concede trato de favor (2Re 27-30).

    Lo más importante es el punto de vista desde el que se relata la historia. Describe cada rey y después emite un juicio. No valora al rey por sus palacios o las batallas que ganó, sino que lo contempla desde la perspectiva religiosa. Si el monarca guardó el precepto, “Sed Santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo” (Lv 19, 2), se le considera buen rey. En cambio, si no lo guardó, por grandes que fueran sus construcciones o aguerridas sus batallas se le juzga mal gobernante. En definitiva la Historia Deuteronomista es una lectura creyente de la realidad: observa la vida de Israel desde la perspectiva de Dios.


b. Historia Cronista.

    La integran 1-2 Crónicas; a los que añadimos, en perspectiva catequética, Esdras y Nehemías.

    La Historia Deuteronomista, como hemos dicho, analiza cada reinado desde la perspectiva religiosa (Lv 19, 2), y describe los hechos buenos y malos de cada soberano. Narra las victorias de David (2 Sam 5, 1 -8, 18), pero también cuenta el pecado del rey al hacer asesinar a su amigo Urías para apoderarse de su esposa Betsabé (2 Sam 11). En cambio la Historia Cronista tiende a omitir los pecados de los reyes, y magnificar sus virtudes. No cuenta el pecado de David descrito en 2 Sam 11, y propende a engrandecer los éxitos del monarca.

    La razón profunda del cambio de perspectiva es compleja. Israel había experimentado el exilio y vivía sometido a potencias extranjeras. El pueblo hebreo necesitaba coraje para reemprender la existencia religiosa, y escribió una historia que le motivara positivamente a vivir la fe en época de oscuridad histórica y desánimo social.


c. Historias Ejemplares.

    Constituyen narraciones que mueven el sentimiento del lector hacia la santidad. Presentan algunos israelitas, que en momentos difíciles de la historia, han buscado ser santos como Dios es santo (Lv 19, 2). Rut deposita la confianza en el Dios de Israel. Ester arriesga su vida para salvar al pueblo. Judit lucha por la liberación de Israel. Tobías, en tiempos de increencia, practica la misericordia.


d. Historia Macabea.


    Dos libros, 1-2 Macabeos, narran una cruel guerra entre los judíos y los monarcas helenistas iniciada en el año 162 aC. En el fondo de la crónica late el deseo de querer ser santo como Dios es santo (Lv 19, 2). La fe no es algo teórico, sino que reposa en la opción decidida por la liberación del oprimido, y en la conciencia de que entregar la vida en favor de quienes sufren es la mejor ofrenda que podemos presentar al Señor. 

martes, 7 de enero de 2014

¿QUÉ ES EL PENTATEUCO? ¿QUÉ SIGNIFICA LA PALABRA PENTATEUCO?


                                                                        Francesc Ramis Darder


     El Pentateuco contiene cinco libros: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio; está escrito en lengua hebrea. Al leerlo apreciamos la belleza de sus historias (los Orígenes, Abrahán, Isaac, Jacob, José, Moisés); pero a menudo abruma la cantidad de leyes que contiene. Además, algunas historias no son sino la aplicación concreta de alguna ley. Por eso en la terminología judía el Pentateuco se llama Torah  “el Libro de la Ley”.

    Las leyes regulan todos los ámbitos de la vida: desde la sacralidad de las ofrendas del Templo (Lv 1-7), hasta el cuidado en la edificación del pretil de la azotea (Dt 22, 8). Las leyes más importantes constan en los “Diez Mandamientos” (Ex 20, 1-17; Dt 6, 21), el “Código de la Alianza” (Ex 21-23), el “Códogo Deuteronómico” (Dt 12-26) y la “Ley de Santidad” (Lv 17-26), que si pudiéramos resumir todas las leyes en una sola disposición sería esta: “Sed santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo” (Lv 19, 2).

    El Pentateuco exige la búsqueda de la santidad. Ser santo como Dios es santo significa esforzarse por intervenir en la Historia y en el corazón del prójimo de la misma manera que Dios actúa: liberando, acompañando, creando, perdonando y anunciando el triunfo final de la vida. ¡Sólo el amor hace las cosas nuevas!