Francesc Ramis Darder
El Pentateuco contiene cinco libros:
Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio; está escrito en lengua hebrea. Al leerlo apreciamos la
belleza de sus historias (los Orígenes, Abrahán, Isaac, Jacob, José, Moisés);
pero a menudo abruma la cantidad de leyes que contiene. Además, algunas
historias no son sino la aplicación concreta de alguna ley. Por eso en la
terminología judía el Pentateuco se llama Torah “el Libro de la Ley”.
Las leyes regulan todos los ámbitos de la
vida: desde la sacralidad de las ofrendas del Templo (Lv 1-7), hasta el cuidado
en la edificación del pretil de la azotea (Dt 22, 8). Las leyes más importantes
constan en los “Diez Mandamientos” (Ex 20, 1-17; Dt 6, 21), el “Código de la Alianza” (Ex 21-23), el
“Códogo Deuteronómico” (Dt 12-26) y la “Ley de Santidad” (Lv 17-26), que si
pudiéramos resumir todas las leyes en una sola disposición sería esta: “Sed santos,
porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo” (Lv 19, 2).
El Pentateuco exige la búsqueda de la
santidad. Ser santo como Dios es santo significa esforzarse por
intervenir en la Historia
y en el corazón del prójimo de la misma manera que Dios actúa: liberando,
acompañando, creando, perdonando y anunciando el triunfo final de la vida. ¡Sólo
el amor hace las cosas nuevas!
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