lunes, 30 de diciembre de 2013

¿CUÁL ES LA REVELACIÓN FUNDAMENTAL DE LA BIBLIA?.



                                                                                   Francesc Ramis Darder


La Sagrada Escritura narra la intervención de Dios en la Historia, de la que Israel y posteriormente la Iglesia, son testigos privilegiados. La lectura completa de la Biblia muestra que Dios es de naturaleza divina no sólo porque sea eterno o todopoderoso, sino básicamente porque, respetando la libertad humana, interviene admirablemente en la Historia. Ese punto es esencial: en la Biblia Dios es Dios, porque actúa amorosamente en la Historia, y en el corazón de la persona comunicándole la fuerza que fundamenta la vida.

    Conviene que nos detengamos un momento para aclarar dos conceptos: revelación e inspiración. La Biblia es un libro revelado porque, leído en perspectiva creyente, manifiesta la intervención salvadora de Dios es la Historia, y es también un libro inspirado.

   ¿Qué significa que la Biblia es un texto inspirado? La Biblia revela la intervención de Dios en la Historia, pero para escribirla no ha sido Dios quien personalmente ha tomado papel y pluma para redactarla, sino que ha elegido a los autores de los libros bíblicos para que la escribieran. Éstos autores tenían cualidades personales pero también estaban limitados por los condicionantes de su época, pero Dios les inspiró; es decir, les iluminó mediante el Espíritu para que con sus cualidades y limitaciones supieran captar y redactar la intervención amorosa de Dios en los avatares humanos.

    El arquetipo de la intervención de Dios en el AT radica en la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto: “Éramos esclavos del faraón en Egipto, y Yahvé nos hizo salir con mano fuerte ... para conducirnos y darnos el país que prometió a nuestros padres” (Dt 6, 21-22). La situación culminante de la intervención divina en el NT consiste en la resurrección de Jesús: “Cristo Jesús ... que se humilló haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo ha exaltado extraordinariamente y le ha concedido aquel nombre que está sobre todo nombre ... a fin de que toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, a gloria de Dios Padre” (Flp 2, 5-11).

    La intervención divina a lo largo del AT acontece principalmente a través de mediadores (ángeles, jueces, reyes, sacerdotes, profetas, y el pueblo fiel), sin embargo, aunque con menor frecuencia, Dios también actúa personalmente: libera, acompaña a su pueblo, crea, perdona, y promete la vida.

    El NT une las dos corrientes de la Antigua Alianza. En la persona de Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios encarnado, entronca el mediador divino con la misma presencia de Dios: “Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que tiene del Padre como hijo único, lleno de gracia y de verdad” (Ju 1, 14).

    La liberación de Israel de la esclavitud de Egipto es la vivencia crucial del AT, y la resurrección de Jesús el acontecimiento fundante del NT. Si borráramos del AT la frase “el Señor nos liberó de Egipto” (Dt 6, 21), y del NT “Jesús de Nazaret, el crucificado. Ha resucitado, no está aquí” (Mc 16, 6); la Biblia dejaría de ser un libro revelado y devendría una obra interesante de literatura antigua. La Biblia comunica, mediante el lenguaje humano, la certeza de que Dios interviene en la Historia y en el hondón de nuestra existencia, a la vez que reseña la respuesta humana al designio divino.


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