jueves, 20 de octubre de 2016

¿QUÉ SIGNIFICA YO SOY EL QUE SOY?

                                        Francesc Ramis Darder
                                        bibliayoriente.blogspot.com


Como señala la Biblia, Moisés pastoreaba el rebaño de Jetró, su suegro. Buscando una oveja, vio una zarza ardiendo sin consumirse. Acercándose para observarla, Dios le habló: “He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto [...] voy a bajar para liberarlo […] yo te envío al faraón para que saques de Egipto a mi pueblo”. Moisés aceptó el reto: “Me presentaré a los israelitas y les diré: El Dios de vuestros antepasados me envía a vosotros”. A continuación, preguntó: “si ellos me preguntan cuál es su nombre, ¿qué les  responderé?”. Dios le contestó: “Yo soy el que soy. Explícaselo así a los israelitas: ‘Yo soy’ me envía a vosotros” (Ex 3,1-14). De ese modo, desvela Dios su identidad: “Yo soy” o “Yo soy el que soy”; la locución adquiere dos significados principales.

    En tiempos antiguos, la expresión “Yo soy” mostraba el sentido causativo; es decir, Dios aparecía como “el que hace ser” a su pueblo, dicho de otro modo, el Señor “es la causa” de la existencia de su comunidad. Notemos la semejanza con la metáfora del alfarero: El artesano coge barro y modelándolo lo “hace ser” una vasija; Dios elige unos esclavos en Egipto y los “hace ser” su pueblo, Israel. Otro aspecto de la vocación de Moisés muestra como Dios convierte (hace ser) a los israelitas en el pueblo de su propiedad: “Dios dijo a Moisés: Yo soy el Señor, y os arrancaré de la opresión de los egipcios […] os libraré de su esclavitud […] os tomaré para que seáis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios […] os llevaré a la tierra que juré dar a Abrahán, a Isaac y a Jacob, y os la daré” (Ex 6,2-9). Así, la locución “Yo soy” señala la intimidad del Señor, “el que hace ser a su pueblo” para convertirlo en su propiedad personal.

    Conviene matizar una cuestión. La expresión castellana “el Señor” traduce la palabra hebrea “Yahvé”, uno de los nombres relevantes del Dios de Israel. Con intención de precisar el significado de los términos hebreos, los estudiosos suelen compararlos con el árabe, idioma hermano. El árabe dispone de un verbo semejante al término “Yahvé”, que significa “amar apasionadamente”. Cuando unimos el sentido de la expresión “el que hace ser” con el halo del amor apasionado, intuimos la intimidad de Dios: el Señor es quien modela a su pueblo con amor apasionado para convertirlo en imagen y semejanza suya entre la humanidad entera (Gn 1,26).

    Ahora bien, cuando los israelitas alcanzaron Palestina, se convirtieron en un pueblo sedentario. El cambio de vida supuso la variación del leguaje; por eso la comprensión de la locución “Yo soy”, entendida como “el que hace ser”, fue convirtiéndose en “Yo soy”. ¿Qué significa este cambio? Al establecerse en Palestina, los israelitas establecieron relaciones con los cananeos, pobladores del país. La religión cananea contaba con muchos dioses, adorados en numerosas imágenes. Atraídos por la exhuberancia del culto cananeo, los israelitas olvidaron al Señor y adoraron a los dioses cananeos, los ídolos.

     Dolidos del abandono, los profetas recordaron al pueblo que solo el Señor es Dios, y censuraron la falsedad de los ídolos. La profecía de Isaías dibuja los ídolos como “los que no son”, “nada” o “nulidad” (Is 41,24.29; 45,14), a la vez que alaba al Señor, “el que es”, como el único Dios: “Yo soy el Señor y no hay otro; no hay dios fuera de mí” (Is 45,5). Como enseña Isaías, la salvación brota del Señor y no del falso poder de los ídolos. El Señor, “el que es”, es el autor de la creación, y dirige la historia para propiciar la liberación de Israel (Is 40,26; 41,1-5); en contraposición, los ídolos son incapaces de emprender cualquier tarea, pues “no son” dioses y es absurdo adorarlos (Is 41,23-24).

    A modo de síntesis, la doble acepción de la locución “Yo soy el que soy” dibuja la intimidad del Señor. Desde la perspectiva del “que hace ser”, el Señor aparece como quien modela a su pueblo con amor apasionado para convertirlo en testigo de su bondad en la historia humana; y al contraluz de los ídolos, “los que no son”, el Señor es “el único que es”, el único capaz de actuar en la historia a favor del ser humano.

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