lunes, 22 de octubre de 2018

¿QUÉ ES UN PROFETA?


                                                       Francesc Ramis Darder
                                                       bibliayoriente.blogspot.com




    La palabra castellana “profeta” proviene del término griego profetes. La voz profetes se halla constituida por el verbo femi que significa “decir”, y por la preposición pro cuyo significado es “en presencia de” o “delante de”. A partir de la etimología de la palabra profetes podemos afirmar que el profeta es quien anuncia ante los demás alguna cuestión concreta. Ahora bien, los profetas bíblicos han recibido la llamada divina (Is 6,1-13; Jr 1,4,10). De ese modo aunando la etimología de la palabra “profeta” con la el significado de la vocación, podemos afinar la definición del término profeta: El profeta anuncia ante los demás la voluntad de Dios.

    El habla coloquial confunde a menudo la función del profeta. Erróneamente le identifica con un astrólogo, un adivino, un harúspicide, un nigromante, o un mago. El profeta no se alinea con estos personajes. A veces se identifica al profeta con un visionario. Aunque los profetas tienen visiones (Ez 37), su función no es la visión. El profeta no es el hombre de la visión, sino el hombre de la Palabra (Is 2,1). El profeta es el receptor y el pregonero de la Palabra de Dios.

    El término castellano “palabra” corresponde a la traducción de la voz hebrea dabar. El sentido del término “palabra” no se circunscribe a la descripción de cosas o acontecimientos. La voz dabar explica la realidad profunda de cada cosa y de cada persona. Por esa razón la palabra proclamada por los profetas no se limita a describir superficialmente las situaciones de pobreza, gozo, injusticia, o esperanza; sino que entresaca las causas que provocan la pobreza, el gozo, la injusticia, y la esperanza. El profeta desea trasformar el alma del pueblo a imagen y semejanza de Dios, por eso su grito debe ser profundo y llegar al fondo del corazón humano.

    Detengámonos un momento para apreciar el significado del término “palabra” en el lenguaje de los profetas. La zona más sagrada del Templo de Jerusalén se llamaba “Debir”, conocido después como “Santo de los Santos”, era el sector reservado a Yahvé donde reposó el Arca de la Alianza. El término “Palabra” se pronuncia en hebreo “Dabar”. Notemos la semejanza entre las voces “Debir” y “Dabar” al tener idénticas consonantes, pues en hebreo el valor de las vocales es poco relevante. El término “Dabar” recoge, como la palabra “Debir”, la profundidad y santidad del pensamiento de Dios. El “Dabar” es la Palabra que nace de Dios, alcanza el interior de la persona y la renueva.

     La Palabra de Dios no es cualquier palabra, es la expresión de la fuerza y la voluntad divina que llega a lo más profundo del corazón y trastoca la persona de raíz. Por tanto cuando los profetas hablan no se limitan a comunicar información La palabra del profeta es la voz de Dios que transforma el corazón de la persona y el alma del mundo, siempre y cuando la libertad del hombre se lo permita; pues la Palabra de Dios no violenta nunca la libertad humana, ni suple en ningún momento la responsabilidad del hombre.

    El profeta transmite la Palabra de Dios porque el mismo ha sido forjado por la Palabra del Señor. El profeta es quien recibe de Dios una Palabra cualificada, y mediante su pensamiento, su forma de hablar y su manera de actuar, manifiesta la voluntad de Dios entre su pueblo, recordando siempre la fidelidad a la Alianza y el futuro cumplimiento de la promesa liberadora de Dios. La historia de cada profeta, es la historia del encuentro de un hombre con Dios, y la historia de la transmisión de la palabra divina al pueblo expectante.

     Los estudiosos, siguiendo un criterio pedagógico, dividen a los verdaderos profetas en dos categorías:

    * Profetas preclásicos. Aparecen preferentemente en el seno de los libros que denominamos históricos. En los siglos XI-X aC destacan: Ajías, Semayas, y Natán. Durante el siglo IX aC despuntan: Jananí, Elías, Eliseo, y Miqueas hijo de Yimlá.

    * Profetas clásicos. Corresponden a aquellos cuya predicación ha quedado consignada en  los libros bíblicos que llevan su nombre: Isaías, Jeremías, Baruc, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías, y Malaquías.

    El profetismo hebreo constituye un fenómeno de connotaciones peculiares en la historia religiosa de la humanidad, y eso en un doble sentido. Por una parte el movimiento profético especificó la voluntad de Dios para con el pueblo hebreo. Por otra parte desde la perspectiva cristiana, además de representar la comunicación de Dios con su pueblo, preparó la revelación del Verbo de Dios. La lectura cristiana de los libros proféticos conduce nuestra vida hasta el encuentro personal con el profeta definitivo, con Jesús de Nazaret, la presencia encarnada de Dios entre nosotros (cf. Ju 1,14).




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