lunes, 15 de octubre de 2018

¿QUIÉN ES DARÍO I?


                                                             Francesc Ramis Darder
                                                            bibliayoriente.blogspot.com




Asentado en el trono y acalladas las revueltas, Darío I (522-486 a.C.), como detalla la Inscripción de Beishtun, aseguró la obediencia de Elam y las posesiones persas en Asia central. Con intención de acrisolar la unidad administrativa del imperio, estableció que los signos cuneiformes, inventados en la antigüedad por los sumerios, fueran utilizados para escribir la lengua persa; además, como hemos dicho, gracias a la instalación de copias de la Inscripción anunció su señorío sobre el imperio entero. Hacia oriente y como señala Herodoto, Darío tomó posesión de la zona noroccidental de la India (Historia, 3,94). En el área septentrional, combatió contra los escitas, tribus periféricas, establecidas en torno al Mar Negro, que rapiñaban las fronteras persas (Historia 4,83-142). Hacia occidente, conquistó Samos y otras islas del Egeo hasta instalarse en Tracia (ca. 513 a.C.).

    Sin embargo, el control de las regiones griegas fue difícil. Estalló la sublevación de las colonias jonias en Asia Menor, azuzadas desde el continente por las ciudades de Eretria y Atenas, que llegaron a poner en peligro la importante urbe de Sardes, en Anatolia. Los persas reaccionaron atacando el territorio de Eretria y Atenas, pero fueron derrotados por los griegos, encabezados por Alcibíades, en Maratón (480 a.C.); aunque la victoria impidiera la conquista de Grecia, no eliminó el tributo que los persas, desde Sardes, requerían de los griegos. Sin duda, los disturbios que asolaron el imperio entre la muerte de Cambises II y la proclamación de Darío salpicaron Egipto (522-521 a.C.).

    Con intención de afianzar el control, Darío destituyó al sátrapa impuesto por Cambises y prosiguió la conquista hasta hacerse con la zona occidental, fundó un santuario en Kharga, encumbró su persona mediante la erección de su estatua en Heliópolis, y culminó las obras del canal, iniciado antaño por Necao II, que unía el Mediterráneo y el Mar Rojo. La estatua erigida por Darío le cincela con el trazo del monarca piadoso, buen estratega, conquistador, soberano de Egipto, y señor de todos los reinos; así enlaza la figura de Darío con el papel de los faraones a la vez que lo encumbra sobre todos ellos (TUAT I, 609-611). Darío aprovechó la antigua relación comercial entre Mesopotamia y la India para organizar la expedición marítima que exploró la costa entre la desembocadura del Indo y el Golfo Pérsico; Escílax de Caranda, erudito de la expedición, ha transmitido la información científica recopilada durante el viaje.

    La magnificencia de Darío quedó plasmada en el palacio de Susa, en el esplendor de la nueva capital, Persépolis, y en la tumba del soberano en Naqsh-i Rustam. El arte dibuja al rey con el pincel del soberano de Persia y señor de muchos pueblos; subraya como la prestancia Darío mantiene unidas a las naciones que, subyugadas por su autoridad, asumen la misión de servir al monarca.

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