Comenzamos nuestra lectura del evangelio
explicando de una manera general el texto de Lucas. Esta "buena
nueva" nos presenta a Jesús como el Señor, que actúa en nuestra vida
salvándonos mediante la ternura y la misericordia. Jesús ejercía el perdón en
la narración de Zaqueo (19, 1-10) y la curación en el episodio de los leprosos
(17, 11-19).
Nos hallamos ahora en un tercer momento de
nuestro camino. ¿ Dónde podemos encontrar en nuestra vida cotidiana a este
Jesús que salva mediante la misericordia convertida en perdón y curación ?.
Existen dos lugares en los que el Señor se hace especialmente presente: Los
Pobres y la Eucaristía.
En la perícopa del Buen Samaritano, Jesús
es el hombre apaleado y herido yaciendo al borde del camino. Nosotros somos el
buen samaritano que en el camino de su vida se encuentra con Jesús sufriente.
Cuando socorremos a un pobre es al mismo Jesús a quien prestamos ayuda. En el fragmento del viaje de los discípulos
de Emaús, somos nosotros que recorremos el camino de la vida, entonces Jesús
sale a nuestro encuentro y con su misericordia nos vivifica a la vez que nos
confiere nuevos ánimos.
1. Situación de la perícopa en el
conjunto del Evangelio.
La narración de los discípulos de Emaús
(24, 13-35) se halla ubicada al final del texto evangélico, en los capítulos
concernientes a la pasión y resurrección
del Señor; concretamente en el conjunto de las apariciones de Jesús a sus
discípulos (24, 13-49).
Jesús es condenado a muerte y crucificado
(23, 13-49). José de Arimatea, habiendo pedido permiso a Pilato, lo descolgó de
la cruz y lo puso en un sepulcro excavado en la roca , donde no había sido puesto
nadie todavía (cf. 23, 50-56). El primer día de la semana, las mujeres van al
sepulcro con la intención de embalsamar el cuerpo de Jesús. Observan que la
piedra ha sido retirada. Entran en el sepulcro, pero no hallan el cuerpo de
Cristo. En aquel momento les salen al
encuentro dos hombres vestidos de blanco diciéndoles: " ¿ Por qué
buscáis entre los muertos al que está vivo ? No está aquí, ha resucitado "
(24, 6). Las mujeres salen corriendo y
anuncian lo que ha sucedido a los Once reunidos en el cenáculo. Estos opinan
que esta historia es algo absurdo. De todas maneras Pedro se decide a ir al
sepulcro, únicamente encuentra el lienzo en que había sido amortajado el
Maestro. El apóstol se extraña de lo ocurrido y vuelve a su casa perplejo.
Las palabras dichas por los dos hombres de
vestidos refulgentes a las mujeres " (Jesús) no está aquí, ha resucitado
"; son las palabras más importantes de todo el NT. Si, hipotéticamente,
pudiéramos borrar del NT esta revelación, no restaría nada del NT para un
creyente. De alguna manera podríamos decir que el NT, no es otra cosa sino un
comentario a esta experiencia de fe: " (Jesús) no está aquí, ha resucitado
". Notemos, además, dos detalles especialmente importantes:
* Las mujeres van al sepulcro, encuentran
la losa apartada de la puerta, entran en la sepultura y no encuentran el cuerpo
de Jesús. Ninguno de estos datos es suficiente para que crean en la
resurrección del Señor. Tan sólo cuando los dos hombres con vestiduras
resplandecientes les anuncian la resurrección de Cristo, creen en la vida nueva
del Señor y corren a anunciarlo a los discípulos.
* Pedro escucha el testimonio de las
mujeres pero no le convence. Se levanta y corriendo va al sepulcro donde sólo
encuentra las vendas por el suelo, y no
ve el cuerpo de Jesús. El apóstol sólamente cree que Cristo vive cuando se le
ha aparecido el Señor; es decir cuando se le ha revelado el Señor: " Era
verdad: ha resucitado el Señor y se ha apareció a Simón " (24, 34).
Los grandes hitos de nuestra fe; le
seguridad de que Dios es un padre bueno, la confianza en el Reino de Dios, la
certeza de la resurrección de Jesús; no los conocemos a través de datos
puramente objetivos. Los grandes acontecimientos de nuestra fe son hechos de
revelación, son la Palabra que el mismo Dios nos comunica. Las grandes verdades de la fe las recibimos
en el corazón y las comprendemos con la inteligencia. Pedro y las mujeres creen
en la resurrección de Jesús cuando el
mismo Cristo se les ha revelado como el Señor resucitado. Después su
inteligencia, capaz de analizar los datos empíricos, es capaz de comprender el
sentido de que en la sepultura esté ausente el cuerpo de Jesús y las vendas
estén esparcidas por el suelo. Unicamente un corazón humilde y sencillo es capaz
de recibir en su seno la revelación del Dios viviente.
Aquel mismo día en que las mujeres y, más
tarde, los discípulos, han recibido la revelación del Señor resucitado, acaece
la historia de los discípulos de Emaús. Leamos esta narración desde una
perspectiva concreta: El Señor resucitado sale a nuestro encuentro en el camino
de la vida cuando celebramos la Eucaristía.
2. Lectura del texto (Lc 24,
13-35).
Aquel mismo
día hubo dos discípulos que iban camino de una aldea llamada Emaús,
distante sesenta estadios de Jerusalén, y comentaban lo sucedido. Mientras
conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con
ellos. Pero estaban cegados y no podían reconocerlo. Jesús les dijo:
- ¿ Qué conversación es ésa que os traéis
por el camino ?
Se detuvieron cariacontecidos, y uno de
ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó:
- ¿ Eres tú el único de paso en Jerusalén
que no se ha enterado de lo ocurrido estos días en la ciudad ?
El les preguntó:
- ¿ De qué ?
Contestaron:
- De lo de Jesús Nazareno, que resultó ser
un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo; de
cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran
a muerte, y lo crucificaron, cuando nosotros esperábamos que él fuera el
liberador de Israel. Pero, además de todo eso, con hoy son ya tres días que
ocurrió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han dado un susto:
fueron muy de mañana al sepulcro y, no encontrando su cuerpo, volvieron
contando incluso que habían visto una aparición de ángeles, que les habían
dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro, y lo
encontraron tal y como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.
Entonces Jesús les dijo:
- ¡ Qué torpes sois y qué lentos para creer
lo que anunciaron los profetas ! ¿ No tenía el Mesías que padecer todo eso para
entrar en su gloria ?
Y comenzando por Moisés y siguiendo por los
Profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Cerca ya de
la aldea donde iban hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le insistieron
diciendo:
- Quédate con nosotros, que está
atardeciendo y el día va ya de caída.
El entró para quedarse. Recostado a la mesa
con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo ofreció. Se
les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció. Entonces
comentaron:
- ¿ No se enardecía nuestro corazón
mientras nos hablaba por el camino explicándonos las Escrituras ?
Y, levantándose el momento, se volvieron a
Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que decían
- Era verdad: ha resucitado el Señor y se
ha aparecido a Simón.
Ellos contaron lo que les había pasado por
el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
3. Elementos del texto.
a. " Aquel mismo día ...
".
Se refiere al mismo día de la resurrección
del Señor. Recordemos que las mujeres han creído en la resurrección de Jesús.
La objetividad de los hechos no les ha bastado, lo que las ha convertido ha
sido la revelación de Dios mediada por los dos mensajeros.
b. Jerusalén.
Jerusalén, en el conjunto de la Sagrada
Escritura, es importante por muchos motivos. En el contexto que estamos
analizando su importancia estriba en ser la ciudad donde ha ocurrido la
revelación de la resurrección de Jesús. Para el Evangelio de Lucas es la ciudad
en la que acontecen los sucesos más significativos de la vida de Cristo. El
tercer evangelio se inicia en Jerusalén, cuando el ángel anuncia a Zacarías el
nacimiento de un hijo (1, 5-25). El mismo Evangelio acaba en Jerusalén con la
resurrección y ascensión de Jesús (22-24).
La importancia de Jerusalén radica por
tanto en su centralidad. De alguna manera podríamos decir que Jerusalén, más
que un lugar geográfico, tiene para Lucas una significación simbólica. Es el
lugar donde todos -las mujeres que van al sepulcro y Pedro más tarde- reciben
la revelación de Cristo resucitado. En Jerusalén las mujeres y los apóstoles
descubren el verdadero sentido de la vida de Jesús. Jerusalén representa el
"sentido" la "razón de ser" de la vida humana, el
"ámbito" de encuentro con el verdadero Señor. El Antiguo Testamento
nos presenta a menudo a la Ciudad Santa como el lugar de gozo al que acudirán
todos los pueblos para hallar el sentido y el fundamento de su propia
existencia (Is 54-55).
En cambio los dos discípulos que habían
acompañado a Jesús en sus últimos días, abandonan la ciudad. Dejan aquel lugar
en el que se ha revelado la resurrección del Señor y emprenden el triste camino
de regreso hacia una aldea llamada Emaús.
b. Emaús.
Según nos cuenta el texto, la aldea de
Emaús no está muy alejada de Jerusalén. Dista sesenta estadios de la Ciudad
Santa, lo que equivale a unos 11 kilómetros. Un estadio corresponde a 185
metros. Debemos notar que Emaús es una
aldea de localización incierta. La arqueología, no acaba de hallar el lugar
donde disponerlo con toda seguridad sobre el mapa de Palestina. Los arqueólogos
nos presentan diversas posibilidades.
Aparece en el libro de los Macabeos una
ciudad llamada Emaús -que corresponde a la actual Amwas- y dista de Jerusalén
32, 5 Km aproximadamente. Según la opinión del historiador judío Flavio Josefo
existe una ciudad llamada Emaús distante 30 Km de Jerusalén. Finalmente
conocemos con el nombre de Emaus otro
lugar -situado actualmente en las ruinas de Kubebe- que dista 12 Km de
Jerusalén y, en tiempos posteriores, fue conocido con el nombre de
"Castellum Emaus".
La opinión de los arqueólogos no es unánime; pero una mayoría se inclina
por la tercera posición. Emaús sería, pues, una pequeña aldea no muy alejada de
Jerusalén. Cuando los soldados romanos se licenciaban, se les daba
habitualmente una porción de tierra para que pudieran cultivarla y vivir de
ella. Emaús fue una aldea construida para este fin. Allí iban a vivir los
soldados romanos licenciados del ejército. Por tanto aquella pequeña aldea no era
de religión judía, sus habitantes creerían en otros dioses.
Más importante que su localización
geográfica, es la significación simbólica de la aldea de Emaús. Captaremos su
sentido simbólico al contraluz de la significación de Jerusalén. El nombre de
la Ciudad Santa aparece continuamente en la Biblia, el nombre de Emaús se manifiesta tan sólo en una ocasión
en todo el AT. Jerusalén es una ciudad grande y la capital de un país, Emaús es
una aldea de localización incierta. En Jerusalén tienen lugar los sucesos
cruciales de la vida de Jesús y una gran mayoría de los hechos fundamentales
del AT, la aldea de Emaús no es testigo de ningún acontecimiento clave en la
percepción del AT. Jerusalén, con su Templo, es el centro neurálgico de la fe
judía, Emaús está poblada de soldados licenciados que -seguramente- no
pertenecen a la religión de Israel.
Jerusalén es símbolo del
"sentido", lugar de la "revelación" del Señor resucitado,
de la "gloria" de la presencia de Dios. Emaús es símbolo del
"sin sentido", lugar de la experiencia de "vacío" ante la
ausencia de Jesús, de la "tristeza" por el aparente fracaso de la
vida.
c. Los dos discípulos van de
camino.
Los dos discípulos habían compartido con
Jesús sus últimos días en Jerusalén, la ciudad del "sentido" y de la
"plenitud". Y como nos cuenta el texto, esperaban que Jesús fuera el
liberador de Israel. Pero las cosas no se han desenvuelto como ellos esperaban.
Jesús ha sido crucificado y ha muerto en una cruz: Todo ha terminado. Aquellos dos discípulos se desaniman y
abandonan la ciudad del "sentido" y se van hacia Emaús la aldea del
"sin sentido". Del sentimiento de "gloria" por la presencia
del Mesías esperado, los dos discípulos han caído en el "desencanto"
de ver a su maestro muerto en el patíbulo. Y se marchan ... como todos.
Nuestra vida está, como la de los dos
discípulos, cargada de contrariedades y de conflictos. Pero lo importante en la
vida es caminar, continuar en el camino aunque nos de la impresión de estar caminando
hacia atrás.
El profeta Isaías aduce un texto
sorprendente: " Yo soy el Señor ... artífice de la luz, creador de las
tinieblas, autor de la paz, creador de la desgracia ... " (Is 45, 7). ¿
Qué significan estas palabras puestas en boca de Dios ?. No significan en
primer término que Dios elabora contra nosotros todo tipo de males, significan
algo muy distinto. Tanto si vivimos
momentos de luz como si pasamos por un tiempo de tinieblas, tanto si
nuestra vida experimenta la paz como si le toca probar la desgracia; allí está
la mano de Dios que nos sostiene. Cuando, en el curso de la vida, andamos hacia
atrás, también allí está el Señor caminando a nuestro lado.
Los dos discípulos de Emaús caminan hacia
atrás, se dirigen hacia Emaús. Su existencia atraviesa la tiniebla y la
desgracia pero Dios no les abandona. Jesús camina hacia atrás juntamente con
ellos, para permitirles -en su momento- ver de nuevo la luz. Dios recorre
siempre con nosotros el mismo caminar de nuestra vida. Los dos discípulos no
saben quién es el viajero que les acompaña. Pero el lector del evangelio; es
decir, nosotros mismos, si sabemos que el acompañante es Jesús. Ante los ojos
de nuestra lectura devienen ciertas aquellas palabras del Señor: " Donde
estén dos o tres reunidos en mi nombre allí estoy yo " (Mt 18, 20). Dios
nunca abandona a ninguno de aquellos que él mismo ha llamado.
e. La presencia de Jesús junto a
los dos discípulos.
El núcleo de la narración lo constituye la
presencia del Señor resucitado junto a los dos discípulos y, la manera en que
estos, lentamente, reciben la revelación del Señor. Dividiremos el episodio en
cuatro apartados.
+. Jesús sale a su encuentro.
" Jesús en persona se acercó y se puso
a caminar con ellos. Pero estaban cegados y no podían reconocerlo " (24,
17). Jesús no les reprende por su desilusión o por su desánimo; sino que les
pregunta acerca de la situación que
están viviendo. Comienzan a explicar a Jesús los últimos sucesos acaecidos en
Jerusalén, pero lo hacen desde la perspectiva de quién no ha llegado a captar
la profundidad de los hechos. La expresión "estar cegado", indica
precisamente eso, no haber llegado a captar el hondón de la realidad. La
inteligencia es la que busca pero el que encuentra es el corazón. Los discípulos
han visto a Jesús realizando numerosos prodigios, pero no han llegado a
comprender con el corazón el auténtico significado de los acontecimientos. La
descripción que aportan de Jesús es puramente externa:
* " Jesús el Nazareno que resultó ser
un profeta poderoso en obras y palabras ante
Dios y ante todo el pueblo ... ". Hay otros momentos en que la
actividad de Jesús es asimilada a la de los profetas:(7, 16) el episodio del
hijo de la viuda de Naïm; (7, 39) el momento en que Jesús perdona a la pecadora
en casa del fariseo, etc. Reconocer a Jesús con características proféticas es
contemplarlo únicamente en su perspectiva externa. Los discípulos aprecian en
él las manifestaciones exteriores, como
son palabras y obras. Pero se han quedado lejos de percibir la profundidad del
mensaje salvador de Cristo.
* " ... nosotros esperábamos que él
fuera el liberador de Israel ". En tiempo de Jesús existía la firme
convicción de la pronta llegada del Mesías.
Frecuentemente aparecían en Palestina personajes que se atribuían a sí
mismos las características del Mesías y ofrecían al pueblo una salvación
inmediata. Conocemos por la historia a un falso mesías apodado el egipcio.
Subió al Monte de los Olivos y mandó derrumbarse a las murallas de Jerusalén,
pero ... continuaron en pie. Otro afirmó su capacidad de detener el curso de
las aguas del Jordán, imitando de ese modo la gesta de Josué (Jos 3), pero el
cauce del río siguió su curso y las aguas no obedecieron sus órdenes.
A los ojos de aquellos hombres, Jesús
habría sido un mesías como tantos otros. Rico en proyectos y utopías pero parco
en realidades y nulo en cuanto a resultados.
* " Pero, ... con hoy son ya tres días que ocurrió esto ". La
expresión "tres días" indica la totalidad del tiempo; es decir un
plazo agotado y cumplido. Ellos habían confiado en Jesús, se habían
entusiasmado con su mensaje y habían admirado sus prodigios. Pero, como otros
supuestos mesías, también Jesús ha sido detenido y crucificado. Han pasado ya
tres días; es decir, un plazo razonable para olvidarse de las utopías y volver
al "sinsentido" -a Emaús- de la vida cotidiana.
* " Es verdad que algunas mujeres ...
volvieron contando...que les habían dicho que estaba vivo ". Tampoco les
sirve el testimonio de las mujeres que han recibido la revelación del Señor.
Recordemos la dureza de la situación femenina durante el siglo I. La mujer
estaba completamente subordinada al varón, participaba marginalmente en la vida
religiosa del judaísmo, habitualmente carecía de instrucción y -en las
ciudades- se dedicaba a las tareas del hogar, mientras que en el campo
trabajaba duramente en las tareas agrícolas. En consonancia con la situación
cultural de su tiempo, los dos discípulos rechazan de principio el testimonio
de las mujeres.
Sinteticemos la situación de los
discípulos. Han contemplado a Jesús con unos ojos superficiales, no han captado
a la persona de Cristo con los ojos de las fe. Por eso sólo han percibido en él
aspectos puramente externos: Un profeta poderoso en obras y palabras que fue
entregado por los sumos sacerdotes a la crucifixión. La visión únicamente
externa de Jesús les ha llevado a la frustración. Vuelven de regreso hacia
Emaús; su esperanza utópica ha fenecido, hace ya tres días del entierro.
Desconfían, cuando no se burlan, del testimonio de las mujeres. Pero en esa cruda situación de desengaño hay
un hecho extremadamente importante. Jesús se pone a caminar con ellos; hacia
atrás, compartiendo de ese modo su pena y su desencanto.
+. Jesús les explica la Palabra.
Jesús " comenzando por Moisés y
siguiendo por los Profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la
Escritura ". Al decirnos que les explicó a Moisés y a los Profetas, el
texto indica que les comentó el Pentateuco y los libros proféticos e
históricos. Los cinco primeros libros de la Biblia (Gn, Ex, Lv, Nm, Dt)
constituyen el Pentateuco. En la época de Jesús se conocían como los libros de
Moisés o los libros de la Ley. Contienen los pilares básicos de la religiosidad
judía basada en dos puntos fundamentales:
* La liberación de la esclavitud de Egipto
descrita a lo largo del libro del Exodo y, sintetizada en el Credo Histórico de
Israel (Dt 6, 20-24; 26, 5-9): " El Señor nos sacó de Egipto con mano
fuerte ... y nos trajo a este lugar y nos dio esta tierra ... ".
* La Alianza del Sinaí, el pacto sellado
entre Dios y su pueblo (Ex 19-24), que
podemos concretizar en esta sentencia: " Yo seré vuestro Dios y vosotros
seréis mi pueblo " . Esta relación estrecha entre Dios y su pueblo se
exteriorizaba -a lo largo del Antiguo Testamento- en dos instituciones: El
Templo y la pervivencia de dinastía de David.
Los profetas constatan que la vida de
Israel no ha sido otra cosa que un cúmulo de infidelidades contra el Señor.
Recuerdan retiradamente al pueblo dos cosas: La confianza en Yahvé como el
único Dios que libera, y la necesaria fidelidad a la alianza que Dios
estableció con su pueblo. Cada profeta establecerá una mediación concreta para
permitir al pueblo mantenerse en esas dos vertientes: Amos hablará de la
justicia social, Oseas insistirá en la misericordia, etc.
Al comentarles la Ley y los Profetas, Jesús
se fija en un aspecto muy importante: " ¿ No tenía el Mesías que padecer
para entrar en su gloria ? " (24, 26).
Los dos discípulos esperaban la llegada de
un salvador. Pero, al igual que la gente de su tiempo, esperaban un mesías
poderoso, deslumbrante y con una capacidad económica esplendorosa. Jesús es el
Mesías, el liberador de Israel; pero no actúa con las categorías anheladas por
sus contemporáneos. Jesús libera desde la humildad de una vida compartida y
hecha servicio en favor de los débiles. El auténtico Señor libera desde el
dolor de la cruz. ¿ Dónde está prefigurada en el Antiguo Testamento, la llegada
de un liberador, cuya acción salvadora pasaría por el sufrimiento ?.
La obra del profeta Isaías presenta cuatro
largos poemas conocidos con el nombre de "Cantos del Siervo de Yahvé"
(Is 42, 1-7; 49, 1-9a; 50, 4-11; 52, 13 - 53, 12). El más importante de ellos
es el último. Nos habla del siervo enviado por Dios a la humanidad. Este siervo
no es comprendido por los hombres, sino que padece el desprecio y el escarnio.
Es arrancado de la tierra de los vivos, y aunque no había cometido crímenes, es
depositado en una sepultura. Pero, se ha mantenido fiel a la voluntad de Dios;
por eso prolongará sus años y su alma verá la luz.
Notemos el paralelismo que se establece
entre la vida de este siervo y la de Jesús
de Nazaret. Jesús viene en nombre de Dios a anunciar la liberación para todos.
No encuentra acogida entre los hombres, sino que padece persecución y muerte de
cruz. Pero ha sido fiel en llevar a término la voluntad de Dios, por eso Dios
lo ha resucitado. Mediante su larga explicación, Jesús anuncia a los discípulos
que aquella figura del Siervo anunciada en el profeta Isaías se ha cumplido en
su persona. Jesús es el auténtico liberador; quizás no es el liberador poderoso
esperado por la gente de su tiempo, pero sí el
salvador anunciado en las profecías de Viejo Testamento.
+. Jesús parte el pan.
La explicación de la Palabra ha calado en
los discípulos. Jesús se queda con ellos, observemos los detalles de su
estancia con los discípulos:
* " Recostado a la mesa con ellos,
tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo ofreció " (24, 30).
Estas palabras evocan en nuestra mente otros momentos importantes de la
Escritura.
- Jesús había predicado a una gan
multitud. Aquella muchedumbre no tenía que comer, entonces Jesús " ...
tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, los bendijo,
los partió y los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente
" (cf. 9, 10-17).
- Durante la Ultima Cena Jesús pronuncia
estas palabras: " Cogiendo un pan, dio gracias, lo partió y se lo dio,
diciendo: Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros ... " (cf. 22,
14-23).
Apreciemos la similitud entre estos dos
textos y las palabras de la narración de los discípulos de Emaús: Tomando pan,
lo partió, lo bendijo, y lo repartió. Son palabras muy semejantes a las
pronunciadas por el sacerdote en la celebración de la Eucaristía ". El
ofreciéndose libremente a la pasión, tomó el pan y, diciendo la acción de
gracias, lo partió, y lo dio a sus discípulos diciendo ... " (Plegaria
Eucarística).
* " Se les abrieron los ojos (a los
discípulos) y lo reconocieron, pero él desapareció ". El proceso de los
discípulos ha sido largo: Primero han reconocido su pesar y su tristeza,
después han escuchado la explicación de la Palabra, finalmente han partido el
pan con Jesús. Y entonces sucede algo extraño: "se les abrieron los ojos,
lo reconocieron, pero él desapareció".
A lo largo del viaje hacia Emaús los
discípulos tenían los ojos abiertos, pero no fueron capaces de reconocer con
ellos al Señor. Eran incapaces de
contemplar al Señor con los ojos del corazón. Una vez más se hace patente lo
que ya decíamos al principio: " La razón busca, pero quien verdaderamente
encuentra es el corazón ". Fijémonos en la frase pronunciada por los
discípulos: " ¿ No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el
camino explicándonos las Escrituras ? " (24, 32).
Jesús desaparece de su presencia, desaparece
de la visión de los ojos puramente humanos y permanece para siempre en el
corazón de los discípulos. Las cosas más importantes de la vida se atesoran
sólo en el corazón. Jesús deja de ser un simple modelo externo a imitar y se
convierte en el eje, en el sentido de la vida de aquellos discípulos. Para el
hombre antiguo el órgano corporal más importante era el corazón, en él residía
la más genuina esencia humana. Los ojos posibilitaban la percepción externa de
las cosas, pero la profundidad, el sentido, radicaba sólo en el corazón del
hombre. Jesús desaparece de su vista como " el profeta poderoso en obras y
en palabras ", y se convierte -en su corazón- en el verdadero Señor de la
vida.
+. Los discípulos vuelven hacia
Jerusalén.
Jerusalén simboliza el "sentido" y la plenitud, mientras
que Emaús connota el "sin sentido" y el desencanto. Los discípulos
iban de camino desde Jerusalén (la ciudad del sentido) hacía Emaús (la aldea
del sin sentido). Jesús les sale al encuentro en el camino de su desesperanza.
Entonces los dos hombres le reconocen como al verdadero Señor de su existencia.
Ese encuentro implica fuertes consecuencias para sus vidas:
* " Y levantándose al momento, se
volvieron a Jerusalén " (24, 33). El encuentro con Jesús vivo es lo único
capaz de otorgar pleno sentido a la existencia humana. " Nos hiciste Señor
para tí " decía S.Agustín; el corazón humano sólo encuentra reposo en el
regazo de Dios. Habiendo experimentado a Jesús resucitado, aquellos discípulos
abandonan el camino del desencanto y vuelven a recuperar la dirección auténtica
de su vida; se dirigen de nuevo hacia Jerusalén, la ciudad del sentido.
* ... donde encontraron reunidos a los Once
con sus compañeros que decían: ... ha
resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón ". Los dos discípulos han
vuelto a Jerusalén, la ciudad del sentido. Pero no se han dirigido a las
murallas ni al templo. Se han encaminado hacia la Nueva Jerusalén que es la
Iglesia, representada en el texto por
los Once reunidos con sus compañeros. Allí comparten la novedad de su vida: La
certeza de que el Señor ha resucitado. La Iglesia es la comunidad que se reúne
en torno a Jesús resucitado, de esa manera deviene el cuerpo de Cristo entre
los hombres.
* Aquellos dos discípulos comienzan a
anunciar la gran experiencia transformadora de sus vidas: " Ellos contaron
lo que les había pasado por el camino y como lo habían reconocido al partir el
pan " (24, 35). Aquel que en su vida se ha sentido transformado por Cristo no le queda otra
alternativa que anunciarlo a los cuatro vientos. Aquellos dos discípulos
devienen misioneros de la resurrección de Jesús.
4. Síntesis y aplicación a
nuestra vida.
La narración de los discípulos de Emaús es
un fiel reflejo de la celebración de la Eucaristía. Comparemos las partes en
que se divide nuestra Eucaristía con las secciones que integran la narración.
+. Acto penitencial.
Al principio de la Eucaristía reconocemos
con humildad nuestras faltas. Observamos las veces que hemos cambiado de
dirección en el camino, o las ocasiones en las que en lugar de dirigirnos hacia
Jerusalén hemos elegido la ruta de Emaús. Cuanto reconocemos nuestros pecados
no lo hacemos desde la desesperación. Los confesamos desde la certeza de que
aunque nuestra vida haya tomado un derrotero equívoco, el Señor ha continuado caminando a nuestro a
lado. Jesús resucitado nos otorga el perdón, y nos recuerda de nuevo la
dirección precisa del camino de la vida.
+. Lectura de la Palabra de Dios.
La segunda parte de la Eucaristía consiste
en la celebración de la Palabra de Dios. Leemos escritos del Antiguo y del
Nuevo Testamento. Pero al oír la proclamación de la Palabra, no la percibimos
como la narración de acontecimientos pasados. La escuchamos como la voz de Dios
que tiene algo concreto que decirnos en nuestra vida. La voz de la Palabra en
la Eucaristía nos comunica siempre dos cosas: Cristo es el Señor resucitado y
sólo en él encuentra fundamento nuestra existencia. La Palabra de Dios nos pone en el auténtico
camino de la vida cristiana, que no es otro que estar con los pobres y los
débiles de nuestra sociedad.
+. Liturgia eucarística.
Una vez que hemos reconocido nuestras
culpas, y hemos escuchado la Palabra de Dios que nos motiva a volver al Señor,
celebramos la fracción del pan. Recibimos, después, en la comunión, el cuerpo
de Cristo que se hace carne de nuestra carne. Dejamos de percibirlo con los
sentidos externos, pero lo experimentamos en la profundidad de nuestro corazón.
+. Bendición final y despedida.
Propiamente, al final de la Eucaristía, no
se nos despide, sino que se nos bendice.
Se nos invita a anunciar, con la ayuda de Dios, aquello que hemos celebrado: ¡
Cristo ha resucitado !. La celebración de la Eucaristía motiva a todo cristiano
a convertirse en misionero de la presencia viva del Señor. Ese es el sentido de
la bendición final.
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