viernes, 19 de mayo de 2017

DISCÍPULOS DE EMAÚS Lc 24,13-35


                                                                                 Francesc Ramis Darder
                                                                                 bibliayoriente.blogspot.com 


    Comenzamos nuestra lectura del evangelio explicando de una manera general el texto de Lucas. Esta "buena nueva" nos presenta a Jesús como el Señor, que actúa en nuestra vida salvándonos mediante la ternura y la misericordia. Jesús ejercía el perdón en la narración de Zaqueo (19, 1-10) y la curación en el episodio de los leprosos (17, 11-19).


    Nos hallamos ahora en un tercer momento de nuestro camino. ¿ Dónde podemos encontrar en nuestra vida cotidiana a este Jesús que salva mediante la misericordia convertida en perdón y curación ?. Existen dos lugares en los que el Señor se hace especialmente presente: Los Pobres y la Eucaristía.


    En la perícopa del Buen Samaritano, Jesús es el hombre apaleado y herido yaciendo al borde del camino. Nosotros somos el buen samaritano que en el camino de su vida se encuentra con Jesús sufriente. Cuando socorremos a un pobre es al mismo Jesús a quien prestamos ayuda.  En el fragmento del viaje de los discípulos de Emaús, somos nosotros que recorremos el camino de la vida, entonces Jesús sale a nuestro encuentro y con su misericordia nos vivifica a la vez que nos confiere nuevos ánimos.


1. Situación de la perícopa en el conjunto del Evangelio.


    La narración de los discípulos de Emaús (24, 13-35) se halla ubicada al final del texto evangélico, en los capítulos concernientes a  la pasión y resurrección del Señor; concretamente en el conjunto de las apariciones de Jesús a sus discípulos (24, 13-49).


    Jesús es condenado a muerte y crucificado (23, 13-49). José de Arimatea, habiendo pedido permiso a Pilato, lo descolgó de la cruz y lo puso en un sepulcro excavado en la roca , donde no había sido puesto nadie todavía (cf. 23, 50-56). El primer día de la semana, las mujeres van al sepulcro con la intención de embalsamar el cuerpo de Jesús. Observan que la piedra ha sido retirada. Entran en el sepulcro, pero no hallan el cuerpo de Cristo. En aquel momento les salen al  encuentro dos hombres vestidos de blanco diciéndoles: " ¿ Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo ? No está aquí, ha resucitado " (24, 6).    Las mujeres salen corriendo y anuncian lo que ha sucedido a los Once reunidos en el cenáculo. Estos opinan que esta historia es algo absurdo. De todas maneras Pedro se decide a ir al sepulcro, únicamente encuentra el lienzo en que había sido amortajado el Maestro. El apóstol se extraña de lo ocurrido y vuelve a su casa perplejo.


    Las palabras dichas por los dos hombres de vestidos refulgentes a las mujeres " (Jesús) no está aquí, ha resucitado "; son las palabras más importantes de todo el NT. Si, hipotéticamente, pudiéramos borrar del NT esta revelación, no restaría nada del NT para un creyente. De alguna manera podríamos decir que el NT, no es otra cosa sino un comentario a esta experiencia de fe: " (Jesús) no está aquí, ha resucitado ". Notemos, además, dos detalles especialmente importantes:


    * Las mujeres van al sepulcro, encuentran la losa apartada de la puerta, entran en la sepultura y no encuentran el cuerpo de Jesús. Ninguno de estos datos es suficiente para que crean en la resurrección del Señor. Tan sólo cuando los dos hombres con vestiduras resplandecientes les anuncian la resurrección de Cristo, creen en la vida nueva del Señor y corren a anunciarlo a los discípulos.


    * Pedro escucha el testimonio de las mujeres pero no le convence. Se levanta y corriendo va al sepulcro donde sólo encuentra las vendas por el suelo,  y no ve el cuerpo de Jesús. El apóstol sólamente cree que Cristo vive cuando se le ha aparecido el Señor; es decir cuando se le ha revelado el Señor: " Era verdad: ha resucitado el Señor y se ha apareció a Simón " (24, 34).


   
    Los grandes hitos de nuestra fe; le seguridad de que Dios es un padre bueno, la confianza en el Reino de Dios, la certeza de la resurrección de Jesús; no los conocemos a través de datos puramente objetivos. Los grandes acontecimientos de nuestra fe son hechos de revelación, son la Palabra que el mismo Dios nos comunica.  Las grandes verdades de la fe las recibimos en el corazón y las comprendemos con la inteligencia. Pedro y las mujeres creen en la resurrección de Jesús cuando  el mismo Cristo se les ha revelado como el Señor resucitado. Después su inteligencia, capaz de analizar los datos empíricos, es capaz de comprender el sentido de que en la sepultura esté ausente el cuerpo de Jesús y las vendas estén esparcidas por el suelo. Unicamente un corazón humilde y sencillo es capaz de recibir en su seno la revelación del Dios viviente.


    Aquel mismo día en que las mujeres y, más tarde, los discípulos, han recibido la revelación del Señor resucitado, acaece la historia de los discípulos de Emaús. Leamos esta narración desde una perspectiva concreta: El Señor resucitado sale a nuestro encuentro en el camino de la vida cuando celebramos la Eucaristía.



2. Lectura del texto (Lc 24, 13-35).


    Aquel mismo  día hubo dos discípulos que iban camino de una aldea llamada Emaús, distante sesenta estadios de Jerusalén, y comentaban lo sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero estaban cegados y no podían reconocerlo. Jesús les dijo:

    - ¿ Qué conversación es ésa que os traéis por el camino ?

    Se detuvieron cariacontecidos, y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó:

    - ¿ Eres tú el único de paso en Jerusalén que no se ha enterado de lo ocurrido estos días en la ciudad ?

    El les preguntó:

    - ¿ De qué ?

    Contestaron:

    - De lo de Jesús Nazareno, que resultó ser un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo; de cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron, cuando nosotros esperábamos que él fuera el liberador de Israel. Pero, además de todo eso, con hoy son ya tres días que ocurrió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han dado un susto: fueron muy de mañana al sepulcro y, no encontrando su cuerpo, volvieron contando incluso que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro, y lo encontraron tal y como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.

    Entonces Jesús les dijo:

    - ¡ Qué torpes sois y qué lentos para creer lo que anunciaron los profetas ! ¿ No tenía el Mesías que padecer todo eso para entrar en su gloria ?

    Y comenzando por Moisés y siguiendo por los Profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Cerca ya de la aldea donde iban hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le insistieron diciendo:

    - Quédate con nosotros, que está atardeciendo y el día va ya de caída.

    El entró para quedarse. Recostado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo ofreció. Se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció. Entonces comentaron:

    - ¿ No se enardecía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino explicándonos las Escrituras ?

    Y, levantándose el momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que decían

    - Era verdad: ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.

    Ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.



3. Elementos del texto.


a. " Aquel mismo día ... ".


    Se refiere al mismo día de la resurrección del Señor. Recordemos que las mujeres han creído en la resurrección de Jesús. La objetividad de los hechos no les ha bastado, lo que las ha convertido ha sido la revelación de Dios mediada por los dos mensajeros.


b. Jerusalén.


    Jerusalén, en el conjunto de la Sagrada Escritura, es importante por muchos motivos. En el contexto que estamos analizando su importancia estriba en ser la ciudad donde ha ocurrido la revelación de la resurrección de Jesús. Para el Evangelio de Lucas es la ciudad en la que acontecen los sucesos más significativos de la vida de Cristo. El tercer evangelio se inicia en Jerusalén, cuando el ángel anuncia a Zacarías el nacimiento de un hijo (1, 5-25). El mismo Evangelio acaba en Jerusalén con la resurrección y ascensión de Jesús (22-24).


    La importancia de Jerusalén radica por tanto en su centralidad. De alguna manera podríamos decir que Jerusalén, más que un lugar geográfico, tiene para Lucas una significación simbólica. Es el lugar donde todos -las mujeres que van al sepulcro y Pedro más tarde- reciben la revelación de Cristo resucitado. En Jerusalén las mujeres y los apóstoles descubren el verdadero sentido de la vida de Jesús. Jerusalén representa el "sentido" la "razón de ser" de la vida humana, el "ámbito" de encuentro con el verdadero Señor. El Antiguo Testamento nos presenta a menudo a la Ciudad Santa como el lugar de gozo al que acudirán todos los pueblos para hallar el sentido y el fundamento de su propia existencia (Is 54-55).


    En cambio los dos discípulos que habían acompañado a Jesús en sus últimos días, abandonan la ciudad. Dejan aquel lugar en el que se ha revelado la resurrección del Señor y emprenden el triste camino de regreso hacia una aldea llamada Emaús.


b. Emaús.


    Según nos cuenta el texto, la aldea de Emaús no está muy alejada de Jerusalén. Dista sesenta estadios de la Ciudad Santa, lo que equivale a unos 11 kilómetros. Un estadio corresponde a 185 metros.  Debemos notar que Emaús es una aldea de localización incierta. La arqueología, no acaba de hallar el lugar donde disponerlo con toda seguridad sobre el mapa de Palestina. Los arqueólogos nos presentan diversas posibilidades.


     Aparece en el libro de los Macabeos una ciudad llamada Emaús -que corresponde a la actual Amwas- y dista de Jerusalén 32, 5 Km aproximadamente. Según la opinión del historiador judío Flavio Josefo existe una ciudad llamada Emaús distante 30 Km de Jerusalén. Finalmente conocemos con el nombre de Emaus  otro lugar -situado actualmente en las ruinas de Kubebe- que dista 12 Km de Jerusalén y, en tiempos posteriores, fue conocido con el nombre de "Castellum Emaus".


    La opinión de los arqueólogos  no es unánime; pero una mayoría se inclina por la tercera posición. Emaús sería, pues, una pequeña aldea no muy alejada de Jerusalén. Cuando los soldados romanos se licenciaban, se les daba habitualmente una porción de tierra para que pudieran cultivarla y vivir de ella. Emaús fue una aldea construida para este fin. Allí iban a vivir los soldados romanos licenciados del ejército. Por tanto aquella pequeña aldea no era de religión judía, sus habitantes creerían en otros dioses.


    Más importante que su localización geográfica, es la significación simbólica de la aldea de Emaús. Captaremos su sentido simbólico al contraluz de la significación de Jerusalén. El nombre de la Ciudad Santa aparece continuamente en la Biblia, el nombre de  Emaús se manifiesta tan sólo en una ocasión en todo el AT. Jerusalén es una ciudad grande y la capital de un país, Emaús es una aldea de localización incierta. En Jerusalén tienen lugar los sucesos cruciales de la vida de Jesús y una gran mayoría de los hechos fundamentales del AT, la aldea de Emaús no es testigo de ningún acontecimiento clave en la percepción del AT. Jerusalén, con su Templo, es el centro neurálgico de la fe judía, Emaús está poblada de soldados licenciados que -seguramente- no pertenecen a la religión de Israel.


    Jerusalén es símbolo del "sentido", lugar de la "revelación" del Señor resucitado, de la "gloria" de la presencia de Dios. Emaús es símbolo del "sin sentido", lugar de la experiencia de "vacío" ante la ausencia de Jesús, de la "tristeza" por el aparente fracaso de la vida.



c. Los dos discípulos van de camino.


    Los dos discípulos habían compartido con Jesús sus últimos días en Jerusalén, la ciudad del "sentido" y de la "plenitud". Y como nos cuenta el texto, esperaban que Jesús fuera el liberador de Israel. Pero las cosas no se han desenvuelto como ellos esperaban. Jesús ha sido crucificado y ha muerto en una cruz: Todo ha terminado.    Aquellos dos discípulos se desaniman y abandonan la ciudad del "sentido" y se van hacia Emaús la aldea del "sin sentido". Del sentimiento de "gloria" por la presencia del Mesías esperado, los dos discípulos han caído en el "desencanto" de ver a su maestro muerto en el patíbulo. Y se marchan ... como todos.


    Nuestra vida está, como la de los dos discípulos, cargada de contrariedades y de conflictos. Pero lo importante en la vida es caminar, continuar en el camino aunque nos de la impresión de estar caminando hacia atrás.


    El profeta Isaías aduce un texto sorprendente: " Yo soy el Señor ... artífice de la luz, creador de las tinieblas, autor de la paz, creador de la desgracia ... " (Is 45, 7). ¿ Qué significan estas palabras puestas en boca de Dios ?. No significan en primer término que Dios elabora contra nosotros todo tipo de males, significan algo muy distinto. Tanto si vivimos  momentos de luz como si pasamos por un tiempo de tinieblas, tanto si nuestra vida experimenta la paz como si le toca probar la desgracia; allí está la mano de Dios que nos sostiene. Cuando, en el curso de la vida, andamos hacia atrás, también allí está el Señor caminando a nuestro lado.


    Los dos discípulos de Emaús caminan hacia atrás, se dirigen hacia Emaús. Su existencia atraviesa la tiniebla y la desgracia pero Dios no les abandona. Jesús camina hacia atrás juntamente con ellos, para permitirles -en su momento- ver de nuevo la luz. Dios recorre siempre con nosotros el mismo caminar de nuestra vida. Los dos discípulos no saben quién es el viajero que les acompaña. Pero el lector del evangelio; es decir, nosotros mismos, si sabemos que el acompañante es Jesús. Ante los ojos de nuestra lectura devienen ciertas aquellas palabras del Señor: " Donde estén dos o tres reunidos en mi nombre allí estoy yo " (Mt 18, 20). Dios nunca abandona a ninguno de aquellos que él mismo ha llamado. 



e. La presencia de Jesús junto a los dos discípulos.


    El núcleo de la narración lo constituye la presencia del Señor resucitado junto a los dos discípulos y, la manera en que estos, lentamente, reciben la revelación del Señor. Dividiremos el episodio en cuatro apartados.


+. Jesús sale a su encuentro.


    " Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero estaban cegados y no podían reconocerlo " (24, 17). Jesús no les reprende por su desilusión o por su desánimo; sino que les pregunta acerca de la situación  que están viviendo. Comienzan a explicar a Jesús los últimos sucesos acaecidos en Jerusalén, pero lo hacen desde la perspectiva de quién no ha llegado a captar la profundidad de los hechos. La expresión "estar cegado", indica precisamente eso, no haber llegado a captar el hondón de la realidad. La inteligencia es la que busca pero el que encuentra es el corazón. Los discípulos han visto a Jesús realizando numerosos prodigios, pero no han llegado a comprender con el corazón el auténtico significado de los acontecimientos. La descripción que aportan de Jesús es puramente externa:


    * " Jesús el Nazareno que resultó ser un profeta poderoso en obras y palabras ante  Dios y ante todo el pueblo ... ". Hay otros momentos en que la actividad de Jesús es asimilada a la de los profetas:(7, 16) el episodio del hijo de la viuda de Naïm; (7, 39) el momento en que Jesús perdona a la pecadora en casa del fariseo, etc. Reconocer a Jesús con características proféticas es contemplarlo únicamente en su perspectiva externa. Los discípulos aprecian en él las manifestaciones exteriores,  como son palabras y obras. Pero se han quedado lejos de percibir la profundidad del mensaje salvador de Cristo.


    * " ... nosotros esperábamos que él fuera el liberador de Israel ". En tiempo de Jesús existía la firme convicción de la pronta llegada del Mesías.   Frecuentemente aparecían en Palestina personajes que se atribuían a sí mismos las características del Mesías y ofrecían al pueblo una salvación inmediata. Conocemos por la historia a un falso mesías apodado el egipcio. Subió al Monte de los Olivos y mandó derrumbarse a las murallas de Jerusalén, pero ... continuaron en pie. Otro afirmó su capacidad de detener el curso de las aguas del Jordán, imitando de ese modo la gesta de Josué (Jos 3), pero el cauce del río siguió su curso y las aguas no obedecieron sus órdenes.


    A los ojos de aquellos hombres, Jesús habría sido un mesías como tantos otros. Rico en proyectos y utopías pero parco en realidades y nulo en cuanto a resultados.


   * " Pero, ... con hoy son ya tres días que ocurrió esto ". La expresión "tres días" indica la totalidad del tiempo; es decir un plazo agotado y cumplido. Ellos habían confiado en Jesús, se habían entusiasmado con su mensaje y habían admirado sus prodigios. Pero, como otros supuestos mesías, también Jesús ha sido detenido y crucificado. Han pasado ya tres días; es decir, un plazo razonable para olvidarse de las utopías y volver al "sinsentido" -a Emaús- de la vida cotidiana. 


    * " Es verdad que algunas mujeres ... volvieron contando...que les habían dicho que estaba vivo ". Tampoco les sirve el testimonio de las mujeres que han recibido la revelación del Señor. Recordemos la dureza de la situación femenina durante el siglo I. La mujer estaba completamente subordinada al varón, participaba marginalmente en la vida religiosa del judaísmo, habitualmente carecía de instrucción y -en las ciudades- se dedicaba a las tareas del hogar, mientras que en el campo trabajaba duramente en las tareas agrícolas. En consonancia con la situación cultural de su tiempo, los dos discípulos rechazan de principio el testimonio de las mujeres.



    Sinteticemos la situación de los discípulos. Han contemplado a Jesús con unos ojos superficiales, no han captado a la persona de Cristo con los ojos de las fe. Por eso sólo han percibido en él aspectos puramente externos: Un profeta poderoso en obras y palabras que fue entregado por los sumos sacerdotes a la crucifixión. La visión únicamente externa de Jesús les ha llevado a la frustración. Vuelven de regreso hacia Emaús; su esperanza utópica ha fenecido, hace ya tres días del entierro. Desconfían, cuando no se burlan, del testimonio de las mujeres.  Pero en esa cruda situación de desengaño hay un hecho extremadamente importante. Jesús se pone a caminar con ellos; hacia atrás, compartiendo de ese modo su pena y su desencanto.   



+. Jesús les explica la Palabra.


    Jesús " comenzando por Moisés y siguiendo por los Profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura ". Al decirnos que les explicó a Moisés y a los Profetas, el texto indica que les comentó el Pentateuco y los libros proféticos e históricos. Los cinco primeros libros de la Biblia (Gn, Ex, Lv, Nm, Dt) constituyen el Pentateuco. En la época de Jesús se conocían como los libros de Moisés o los libros de la Ley. Contienen los pilares básicos de la religiosidad judía basada en dos puntos fundamentales:


    * La liberación de la esclavitud de Egipto descrita a lo largo del libro del Exodo y, sintetizada en el Credo Histórico de Israel (Dt 6, 20-24; 26, 5-9): " El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte ... y nos trajo a este lugar y nos dio esta tierra ... ".


    * La Alianza del Sinaí, el pacto sellado entre Dios y  su pueblo (Ex 19-24), que podemos concretizar en esta sentencia: " Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo " . Esta relación estrecha entre Dios y su pueblo se exteriorizaba -a lo largo del Antiguo Testamento- en dos instituciones: El Templo y la pervivencia de dinastía de David.


    Los profetas constatan que la vida de Israel no ha sido otra cosa que un cúmulo de infidelidades contra el Señor. Recuerdan retiradamente al pueblo dos cosas: La confianza en Yahvé como el único Dios que libera, y la necesaria fidelidad a la alianza que Dios estableció con su pueblo. Cada profeta establecerá una mediación concreta para permitir al pueblo mantenerse en esas dos vertientes: Amos hablará de la justicia social, Oseas insistirá en la misericordia, etc.


    Al comentarles la Ley y los Profetas, Jesús se fija en un aspecto muy importante: " ¿ No tenía el Mesías que padecer para entrar en su gloria ? " (24, 26).


    Los dos discípulos esperaban la llegada de un salvador. Pero, al igual que la gente de su tiempo, esperaban un mesías poderoso, deslumbrante y con una capacidad económica esplendorosa. Jesús es el Mesías, el liberador de Israel; pero no actúa con las categorías anheladas por sus contemporáneos. Jesús libera desde la humildad de una vida compartida y hecha servicio en favor de los débiles. El auténtico Señor libera desde el dolor de la cruz. ¿ Dónde está prefigurada en el Antiguo Testamento, la llegada de un liberador, cuya acción salvadora pasaría por el   sufrimiento ?.


    La obra del profeta Isaías presenta cuatro largos poemas conocidos con el nombre de "Cantos del Siervo de Yahvé" (Is 42, 1-7; 49, 1-9a; 50, 4-11; 52, 13 - 53, 12). El más importante de ellos es el último. Nos habla del siervo enviado por Dios a la humanidad. Este siervo no es comprendido por los hombres, sino que padece el desprecio y el escarnio. Es arrancado de la tierra de los vivos, y aunque no había cometido crímenes, es depositado en una sepultura. Pero, se ha mantenido fiel a la voluntad de Dios; por eso prolongará sus años y su alma verá la luz.


    Notemos el paralelismo que se establece entre la vida de este siervo  y la de Jesús de Nazaret. Jesús viene en nombre de Dios a anunciar la liberación para todos. No encuentra acogida entre los hombres, sino que padece persecución y muerte de cruz. Pero ha sido fiel en llevar a término la voluntad de Dios, por eso Dios lo ha resucitado. Mediante su larga explicación, Jesús anuncia a los discípulos que aquella figura del Siervo anunciada en el profeta Isaías se ha cumplido en su persona. Jesús es el auténtico liberador; quizás no es el liberador poderoso esperado por la gente de su tiempo, pero sí el  salvador anunciado en las profecías de Viejo  Testamento.

     

+. Jesús parte el pan.


    La explicación de la Palabra ha calado en los discípulos. Jesús se queda con ellos, observemos los detalles de su estancia con los discípulos:


    * " Recostado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo ofreció " (24, 30). Estas palabras evocan en nuestra mente otros momentos importantes de la Escritura.


     - Jesús había predicado a una gan multitud. Aquella muchedumbre no tenía que comer, entonces Jesús " ... tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, los bendijo, los partió y los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente " (cf. 9, 10-17).


     - Durante la Ultima Cena Jesús pronuncia estas palabras: " Cogiendo un pan, dio gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros ... " (cf. 22, 14-23).


    Apreciemos la similitud entre estos dos textos y las palabras de la narración de los discípulos de Emaús: Tomando pan, lo partió, lo bendijo, y lo repartió. Son palabras muy semejantes a las pronunciadas por el sacerdote en la celebración de la Eucaristía ". El ofreciéndose libremente a la pasión, tomó el pan y, diciendo la acción de gracias, lo partió, y lo dio a sus discípulos diciendo ... " (Plegaria Eucarística).



    * " Se les abrieron los ojos (a los discípulos) y lo reconocieron, pero él desapareció ". El proceso de los discípulos ha sido largo: Primero han reconocido su pesar y su tristeza, después han escuchado la explicación de la Palabra, finalmente han partido el pan con Jesús. Y entonces sucede algo extraño: "se les abrieron los ojos, lo reconocieron, pero él desapareció".


    A lo largo del viaje hacia Emaús los discípulos tenían los ojos abiertos, pero no fueron capaces de reconocer con ellos al Señor.  Eran incapaces de contemplar al Señor con los ojos del corazón. Una vez más se hace patente lo que ya decíamos al principio: " La razón busca, pero quien verdaderamente encuentra es el corazón ". Fijémonos en la frase pronunciada por los discípulos: " ¿ No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino explicándonos las Escrituras ? " (24, 32).


    Jesús desaparece de su presencia, desaparece de la visión de los ojos puramente humanos y permanece para siempre en el corazón de los discípulos. Las cosas más importantes de la vida se atesoran sólo en el corazón. Jesús deja de ser un simple modelo externo a imitar y se convierte en el eje, en el sentido de la vida de aquellos discípulos. Para el hombre antiguo el órgano corporal más importante era el corazón, en él residía la más genuina esencia humana. Los ojos posibilitaban la percepción externa de las cosas, pero la profundidad, el sentido, radicaba sólo en el corazón del hombre. Jesús desaparece de su vista como " el profeta poderoso en obras y en palabras ", y se convierte -en su corazón- en el verdadero Señor de la vida.


+. Los discípulos vuelven hacia Jerusalén.


    Jerusalén simboliza el  "sentido" y la plenitud, mientras que Emaús connota el "sin sentido" y el desencanto. Los discípulos iban de camino desde Jerusalén (la ciudad del sentido) hacía Emaús (la aldea del sin sentido). Jesús les sale al encuentro en el camino de su desesperanza. Entonces los dos hombres le reconocen como al verdadero Señor de su existencia. Ese encuentro implica fuertes consecuencias para sus vidas:


    * " Y levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén " (24, 33). El encuentro con Jesús vivo es lo único capaz de otorgar pleno sentido a la existencia humana. " Nos hiciste Señor para tí " decía S.Agustín; el corazón humano sólo encuentra reposo en el regazo de Dios. Habiendo experimentado a Jesús resucitado, aquellos discípulos abandonan el camino del desencanto y vuelven a recuperar la dirección auténtica de su vida; se dirigen de nuevo hacia Jerusalén, la ciudad del sentido.


    * ... donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros que decían:  ... ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón ". Los dos discípulos han vuelto a Jerusalén, la ciudad del sentido. Pero no se han dirigido a las murallas ni al templo. Se han encaminado hacia la Nueva Jerusalén que es la Iglesia,  representada en el texto por los Once reunidos con sus compañeros. Allí comparten la novedad de su vida: La certeza de que el Señor ha resucitado. La Iglesia es la comunidad que se reúne en torno a Jesús resucitado, de esa manera deviene el cuerpo de Cristo entre los hombres.


    * Aquellos dos discípulos comienzan a anunciar la gran experiencia transformadora de sus vidas: " Ellos contaron lo que les había pasado por el camino y como lo habían reconocido al partir el pan " (24, 35). Aquel que en su vida se ha sentido  transformado por Cristo no le queda otra alternativa que anunciarlo a los cuatro vientos. Aquellos dos discípulos devienen misioneros de la resurrección de Jesús.



4. Síntesis y aplicación a nuestra vida.


    La narración de los discípulos de Emaús es un fiel reflejo de la celebración de la Eucaristía. Comparemos las partes en que se divide nuestra Eucaristía con las secciones que integran la narración.


+. Acto penitencial.


    Al principio de la Eucaristía reconocemos con humildad nuestras faltas. Observamos las veces que hemos cambiado de dirección en el camino, o las ocasiones en las que en lugar de dirigirnos hacia Jerusalén hemos elegido la ruta de Emaús. Cuanto reconocemos nuestros pecados no lo hacemos desde la desesperación. Los confesamos desde la certeza de que aunque nuestra vida haya tomado un derrotero equívoco, el  Señor ha continuado caminando a nuestro a lado. Jesús resucitado nos otorga el perdón, y nos recuerda de nuevo la dirección precisa del camino de la vida.


+. Lectura de la Palabra de Dios.

    La segunda parte de la Eucaristía consiste en la celebración de la Palabra de Dios. Leemos escritos del Antiguo y del Nuevo Testamento. Pero al oír la proclamación de la Palabra, no la percibimos como la narración de acontecimientos pasados. La escuchamos como la voz de Dios que tiene algo concreto que decirnos en nuestra vida. La voz de la Palabra en la Eucaristía nos comunica siempre dos cosas: Cristo es el Señor resucitado y sólo en él encuentra fundamento nuestra existencia. La  Palabra de Dios nos pone en el auténtico camino de la vida cristiana, que no es otro que estar con los pobres y los débiles de nuestra sociedad.


+. Liturgia eucarística.

    Una vez que hemos reconocido nuestras culpas, y hemos escuchado la Palabra de Dios que nos motiva a volver al Señor, celebramos la fracción del pan. Recibimos, después, en la comunión, el cuerpo de Cristo que se hace carne de nuestra carne. Dejamos de percibirlo con los sentidos externos, pero lo experimentamos en la profundidad de nuestro corazón.


+. Bendición final y despedida.

    Propiamente, al final de la Eucaristía, no se  nos despide, sino que se nos bendice. Se nos invita a anunciar, con la ayuda de Dios, aquello que hemos celebrado: ¡ Cristo ha resucitado !. La celebración de la Eucaristía motiva a todo cristiano a convertirse en misionero de la presencia viva del Señor. Ese es el sentido de la bendición final.      

No hay comentarios: