viernes, 16 de julio de 2021

¿QUÉ ES EL ABISMO?

 

                                             Francesc Ramis Darder

                                             bibliayoriente.blogspot.com


El abismo, metáfora de Babilonia (Is 5,14).       

La Segunda imprecación ha sentenciado que los notables y la gente sufrirán la deportación; pero en lugar de mencionar Babilonia, ámbito del exilio, alude al abismo: “por eso ensancha sus fauces el abismo (sheol), dilata su boca sin medida” (Is 5,14ª). Como sabemos, desde el horizonte cosmológico, el abismo (sheol) conforma el espacio situado bajo la faz de la tierra donde reposan las sombras de los difuntos (cf. Dt 32,22); sin embargo, en Is 5,14 aparece como la metáfora de Babilonia, el país de la deportación. El abismo figura personificado como una fiera que abre sus fauces para devorar a la presa (Is 5,14ª; cf. Hab 2,5), y abre la boca sin medida, como haría una bestia. La personificación del abismo insinúa, a nuestro entender dos matices metafóricos significativos. Por una parte, el término fauces (npshh) recoge la raíz que señala la identidad de la persona (npsh), es decir es la misma persona del abismo quien abre sus fauces (Is 5,14); mientras el vocablo límite (h.q) alude, entre otros temas, al concepto de norma o ley (cf. Gn 47,26). Aunando ambos matices, la mención del abismo sugiere que Babilonia despliega su toda personalidad (npsh) más fiera para devorar, sin atenerse a ley ninguna (h.q), a los notables y a la gente que cae en sus garras.

     La personificación del abismo (sheol), que ensancha sus fauces y dilata su boca (Is 5,14), eco de Babilonia, también aparece, con otro vocabulario, en la “Sátira contra el rey de Babilonia” (Is 14,1-23); como señala la profecía: “el abismo (sheol) se estremece en lo profundo, cuando sale a tu encuentro (del rey), despierta a las sombras (de los difuntos)” (Is 14,9). La posición cosmológica del abismo bajo la superficie terrestre y su personificación pertenecen al acervo de la tradición oriental en la que se inscriben los redactores de la Escritura, y en concreto el redactor de Is 5,11-17.

    Como sabemos, la tablilla XII de la Epopeya de Gilgamesh sitúa el reino de los muertos bajo la superficie de la tierra. Como señala el poema, Gilgamesh, rey de Uruk, lamenta, ante su amigo Enkidu, que dos talismanes, la vara y el aro, hayan caído en el abismo (el abismo aparece designado como ersetu; traducción del sumerio kur, o quizá ganzir)[11]; entonces, Enkidu, fiel a la amistad se ofrece para descender; el descenso atestigua la situación del abismo bajo la superficie terrestre (XII, 1-9). Gilgamesh le ofrece, como describiremos más adelante, una serie de consejos para que, tras bajar al abismo, Enkidu pueda regresar a la superficie. Los consejos certifican la personalización del abismo, pues, en caso de desoírlos, Gilgamesh advierte al amigo: “(pues si no los observas) las protestas/quejas del abismo se apoderarían de ti” (XII, 25). Sin embargo, como expondremos, Enkidu desoyó los consejos, por eso, cuando quiso salir, “el abismo se apoderó de él” (XII, 45). Con intención de resaltar la personificación del abismo, la epopeya recalca que “es el abismo quien lo retiene” (XII, 50-65); para ratificar la personificación subraya, por si fuera poco, que no es ningún siervo, sino el mismo abismo quien detiene a Enkidu: “no es el implacable Espía de Nergal, sino el abismo quien retiene” (XII, 67). En definitiva, cuando la epopeya señala la capacidad del abismo para protestar y retener a Enkidu está personificando su figura; la personificación aflora también en la Segunda imprecación, cuando sentencia: “ensancha sus fauces el abismo, dilata su boca sin medida” (Is 5,14ª).    

    Oigamos de nuevo la Segunda imprecación para ahondar en la identidad de los notables y la gente. Como hemos señalado, el libro de Isaías adscribe a sacerdotes, profetas, y jueces inicuos la identidad de quienes dejan dominar por el licor y el vino, es decir, las autoridades corruptas (cf. Is 5,22; 28,7; 29,9). Aun así, aparece un matiz que precisa más el significado. El contenido de Is 5,13 se refiere a los notables (kbd); sin embargo, cuando Is 5,14b vuelve a señalar a quienes bajan al abismo, sustituye la mención de los notables (kbd) por la mención de los nobles (hdrh). Sin duda, la diferencia entre notables y nobles puede nacer de la óptica poética, atenta al uso de sinónimos; aun así, ensayemos otra perspectiva complementaria. Desde el aspecto sociológico, la raíz que define a los nobles (hdr) constituye, en paralelo con la raíz que apunta a los notables (kbd), la mención alegórica de la alcurnia aristocrática de Jerusalén, definida poéticamente como “la gloria (kbd) del Líbano, el esplendor (hdr) del Carmelo y del Sarón” (Is 35,2), eco del rey y la corte.[12] Observemos, además, que el término gente (hmwnh) (Is 5,13.14) aparece también en la descripción que el autor deuteronomista realiza del segundo contingente deportado a Babilonia: “En cuanto al resto del pueblo que quedaba en la ciudad, los desertores que se habían pasado al rey de Babilonia y al resto de la gente (hhmwn) los deportó Nabuzardán” (2Re 25,11). Apurando el sentido de la metáfora, la mención de los nobles (hdr), los notables (kbd), y la gente (hhmwn), podría aludir al triple contingente sociológico que marchó al exilio, a saber: la realeza y la nobleza de alcurnia; los dirigentes y los pudientes; y también los herreros, cerrajeros, y quienes eran aptos para la guerra (cf. 2Re 24,13-17; 25,8-12; Jr 52,1-30).

     Como señala la imprecación, quienes descienden al abismo (sheol) palparán como termina “su bullicio y sus festejos” (Is 5,14b). La voz isaiana no adscribe el término “bullicio (shwn)” al gozo celebrativo de la fiesta, sino a la diversión pervertida, la actuación violenta, o al jolgorio que acaba de modo luctuoso.[13] Sin duda, el jolgorio de los dirigentes (Is 5,11-12ª) era perverso, pues el vino, el licor, y el son de los instrumentos les obnubilaba, como hemos dicho, para ver la obra y tener en cuenta la acción del Señor, eco de su actitud idolátrica. El vocablo “festejos (`lz)” aparece en Isaías para denunciar la mendaz alegría de Sidón, ciudad fenicia, que Dios condena por su proceder idólatra (Is 23,12); desde este horizonte, la imprecación insinúa la falsedad del gozo de los nobles, los notables, y la gente de Jerusalén que, atrapados por la idolatría, como lo estaba Sidón, son devorados por el abismo, eco de Babilonia.[14] Así el pretendido bullicio y los falsos festejos de nobles, notables y la gente de Jerusalén quedan mudos entre las fauces del abismo, alegoría del exilio; no en vano, el poema envuelve, como hemos dicho, el halo bullicioso con el aura del llanto por los difuntos, propio de las plañideras (“¡Ay!” Is 5,11).

 


No hay comentarios: