martes, 26 de julio de 2016

¿QUIÉN ES EL UNGIDO DEL SEÑOR? Is 61,1-9


                                                            Francesc Ramis Darder
                                                            bibliayoriente.blogspot.com



    El poema del Vástago de Jesé mencionaba el “Espíritu de Yahvé” (Is 11,2), el Cántico del Siervo aludía a “mí Espíritu (de Yahvé)” (Is 42,1), mientras los versos del Ungido refieren el “Espíritu del Señor Yahvé (rwh. ‘dny yhwh ´ly)” (Is 61,1). El contenido de Is 61,1-9 aparece en la sección que destaca la figura de Jerusalén como espejo de la intervención salvadora de Dios (60,1-62,12); así, culminado el proceso de conversión (56,9-59,21), la profecía delinea el esplendor de Sión reedificada tras la alianza con Yahvé (60,1-62,12). La temática de 60,1-62,12 ofrece tres apartados que exponen la magnificencia de la Ciudad Santa. El primero muestra cómo la gloria de la urbe atrae las naciones a Sión (60,1-22). El segundo presenta la figura del Ungido del Señor (61,1-9; 10-11: acción de gracias); la entrega y el testimonio del personaje, investido del Espíritu de Señor Yahvé, refleja la presencia Dios en el seno de la Ciudad Santa a la vez que la capacita para atraer las naciones a la cima del Monte Santo. El último apartado vuelve a acentuar la grandeza de Jerusalén transformada por la intervención redentora de Yahvé (62,1-9); concluye con el poema que invita al pueblo y a la humanidad a gozar plenamente de presencia de Yahvé (62,10-12). De ese modo, la figura del Ungido del Señor despunta entre los versos que describen la redención de Jerusalén hasta convertirla en la urbe capaz de atraer a las naciones hacia los atrios del Monte Santo (cf. Is 66,5-23).[1]

 

  A nuestro entender, Is 61,1-9 presenta una estructura sencilla. Comienza certificando como el Ungido de Yahvé posee el Espíritu del Señor Yahvé (Is 61,1ª). A continuación, pone en labios del Ungido la tarea que Yahvé le señala a favor de los oprimidos y contra quienes les afrentan (Is 61,1b-3ª). Seguidamente, subraya el triunfo de los débiles (Is 61,3b). Después especifica las consecuencias del triunfo de los míseros; pues, por una parte, reconstruirán las heredades devastadas (Is 61,4), y por otra, recibirán el reconocimiento de las naciones (Is 61,5-6). Finalmente, el poema subraya de nuevo la victoria de los débiles desde dos perspectivas concomitantes; por un lado, sentencia que el Señor trenzará una alianza eterna con ellos (bryt `wlm), y, por otro, enfatiza como las naciones reconocerán en el rostro de los redimidos el aspecto de la raza bendita de Yahvé (Is 61,7-9).

 

    El poema especifica la identidad de los destinatarios de la misión del Ungido del Señor: los pobres, quienes tienen el corazón roto, los cautivos, los presos, los que lloran, quienes llevan luto, y los abatidos; a modo de contrapunto, el Ungido pregonará el año de venganza contra los causantes del dolor que aflige la asamblea (Is 61,1-3). ¿Quiénes son los oprimidos y quiénes son los opresores? A tenor de la intertextualidad y el planteamiento metafórico del conjunto isaiano (Is 1-66), la mención de los débiles alude, entre otros temas teológicos, a la comunidad hebrea diezmada por la idolatría, trampa de los paganos hacia el pueblo de Dios (Is 61,1b.2b-3ª; cf. 41,17-20; 42,18-25), mientras los opresores ocultan el rostro de las grandes potencias o los pequeños tiranos que, bajo el aspecto de pomposos ídolos o imágenes ridículas, apartan a la comunidad de los caminos del Señor (Is 37; 41,21-29; 42,18-25; 47).[2]

 

    El texto también especifica las peculiaridades de la actuación del Ungido: anunciará la buena nueva, vendará los corazones rotos, pregonará la libertad a los cautivos, proclamará el año de gracia, consolará a los tristes, confortará a quienes están de luto y devolverá al ánimo a los abatidos; a modo de contraluz, pregonará la venganza de Dios contra los opresores. Con la excepción de la derrota de los adversarios,[3] la tarea del Ungido, valiéndose de otro vocabulario y adoptando el lenguaje metafórico, corre pareja a la misión del Siervo; pues, el Siervo no quebrará la caña cascada ni apagará el pabilo humeante, símbolo de quines sufren la opresión o están atrapados por los ídolos (Is 42,1-8).

 

    Entre las tareas a las que el Espíritu empuja al Ungido, perfilaremos las dos, a nuestro entender, más esenciales: “buena nueva” y “año de gracia” (Is 61,1.2). La raíz “buena nueva (bsr)” aparece en labios del mensajero que anuncia la salvación de Sión (Is 40,9), refleja la salvación que Ciro lleva a Jerusalén (Is 41,27), caracteriza al mensajero de Sión (Is 52,7), y confirma la alabanza de las naciones, atónitas ante la grandeza de Yahvé que ha salvado Jerusalén (Is 60,6); en definitiva, la raíz subraya la irrupción de la salvación entre los muros de Sión, metáfora del pueblo redimido. En labios del Ungido, la “buena nueva” significa la llegada de la salvación con que Dios redime a su pueblo de la opresión y de la idolatría que le apartan del regazo divino. Sin embargo, el contenido de Is 61,1-3 no se limita al aspecto descriptivo, también abraza, en nuestra opinión, el sentido performativo; es decir, realiza lo que proclama, pues al mismo tiempo en que el Ungido anuncia la buena nueva, venda los corazones, pregona la libertad […] y consuela a los que lloran.[4] La locución “año de gracia de Yahvé (s.nt-rtswn lyhwh)” alude a la actuación decisiva de Dios, en este caso por medio del Ungido, para salvar a su pueblo y abatir a los malvados. Conviene notar que tanto el aura del Ungido como del Siervo de Yahvé aparecen bajo el aura de la raíz “complacer (rtsh)”: Dios se complace (rtsh) en el Siervo (Is 42,1), mientras el Ungido proclama el “año de gracia (rtswn, raíz: rtsh)”; de ese modo, la poesía isaiana relaciona, desde el vértice teológico, la naturaleza de ambos personajes.        

 

    Anudando la información. Entendemos que el Ungido de Yahvé, poseedor del Espíritu de Adonai Yahvé, constituye la mediación de Dios para regenerar a su pueblo y propiciar que las naciones reconozcan a la comunidad renacida como la raza bendita de Yahvé. La misión mediadora del Ungido de Yahvé corre pareja, en cierta medida, a la del Siervo de Yahvé y, desde los matices que hemos constatado (1.1), también a la del Vástago de Jesé. Así pues, el Ungido, poseedor del Espíritu del Señor Yahvé, constituye el mediador divino que emprende dos tareas imbricadas entre sí; por una parte, el empeño del Ungido media en la salvación que Dios concede a su pueblo, a la vez que propicia la admiración de las naciones ante el triunfo de la raza bendita (duplex ordo).[5]

 

   ¿Cuál es la peculiaridad del Ungido de Yahvé en el libro de Isaías? Como sabemos, la unción expresa propiamente la consagración del rey (1Sam 9,16) o del sacerdote (Lv 4,3). Al decir de la Escritura, la expresión “Ungido de Yahvé” señala la estrecha relación entre Yahvé y el monarca (2Sm 1,14.14; 19,22), a la vez que remarca la familiaridad del soberano con el Espíritu de Yahvé (1Sm 16,13). El libro de Isaías subraya la solvencia de dos personajes distintos mediante el uso específico de la raíz “ungir (ms.h.)”: Ciro (Is 45,1-7; cf. 41,1-5.25; 44,28) y el Ungido de Yahvé (Is 61,1).[6]

 

   Cuando ahondamos en la identidad teológica de Ciro, tal como la presenta el texto isaiano, apreciamos tres cuestiones principales. Primera: Ciro es el personaje ‘suscitado (`wr)’ por Dios para someter las naciones con la intención de que reconozcan el exclusivo señorío de Yahvé sobre la Historia (Is 41,1-5.25; 48,12-15) Segunda: bajo el título de ‘pastor (r`y)’, Ciro, atento al deseo divino, ordenará la reconstrucción de Jerusalén y rehará la dignidad del Templo (Is 44,28).[7] Tercera: Yahvé confiará a Ciro, su ‘Ungido (ms.yh.)’, dos cuestiones concomitantes. Por una parte, será el instrumento divino para someter las naciones para que tanto él como las paganos reconozcan en la identidad de Yahvé, el Dios de Israel, al único Dios; por otra parte y a modo de correlato, Dios toma de la mano a Ciro, su Ungido, para bien de su pueblo, Jacob e Israel (Is 45,1-7).[8] Así pues, la tarea de Ciro (suscitado, pastor y Ungido) corre pareja, en cierta medida, a la del Vástago de Jesé, el Siervo de Yahvé y el Ungido de Yahvé; pues su intervención en el ahistoria, alentada por Dios, también actúa a favor del pueblo y de las naciones. No obstante, cuando comparamos la naturaleza del Vástago, el Siervo y el Ungido con la identidad de Ciro, apreciamos una diferencia capital: mientras los tres personajes están investidos del Espíritu de Yahvé, Ciro no lo posee. Así pues, el “Espíritu de Yahvé” constituye el don que Dios regala solo a su pueblo; en nuestro estudio a los tres personajes eminentes que lo han recibido; es el Espíritu del Señor Yahvé, derramado sobre el Ungido, quien le capacita para mediar en la salvación del pueblo y propiciar la admiración de las naciones.

 

    En definitiva, el Ungido del Señor constituye un personaje relevante, investido del Espíritu de Yahvé, como también lo son el Vástago y el Siervo, destinado por Dios a propiciar el retorno de la comunidad, alejada del Señor por el peso de la idolatría, al regazo divino.

 

    Como expusimos en las primeras líneas del estudio, esbozaremos ahora brevemente la figura del personaje Incógnito, poseedor también del Espíritu de Yahvé. Aunque la presencia de Is 48,16b haya suscitado dificultades textuales, nos atenemos al Texto Masorético.[9] Señala la profecía: “Ahora, Adonai Yahvé me envía con su espíritu (‘dny yhwh shlh.ny wrwh.)” (Is 48,16b). ¿A quién envía Adonai Yahvé? A lo largo de Is 40-66, el binomio “Adonai Yahvé” adquiere dos matices relevantes. Por un lado, la locución “Adonai-Yahvé” despunta en los oráculos que enfatizan la intervención de Dios en bien de su pueblo y que suscita, a modo de correlato, la admiración de las naciones (Is 56,8; 40,10; 49,22; 52,4; 61,11; 65,13.15).[10] Por otro, Is 40-66 utiliza la locución “Adonai-Yahvé” en los textos que aluden a personajes relevantes: el Siervo de Yahvé (Is 50,4.5.7.9) y el Ungido de Yahvé (Is 61,1). Así pues, el personaje incógnito alude a una figura eminente que, de alguna manera, actúa de mediador en la intervención de Dios en la Historia en bien de su pueblo.[11] A nuestro entender, el personaje Incógnito alude a la identidad del Siervo de Yahvé y a la naturaleza del Ungido del Señor.

 

    El primer Cántico especifica la elección y la misión del Siervo: “Mi siervo […] mi elegido […] he puesto en él mi espíritu […] para ser alianza del pueblo y luz de las naciones” (Is 42,1-8). El Cántico alude al espíritu en primera persona, “mi espíritu”; sin duda, el pronombre “mi” oculta la identidad de Yahvé. El contenido de Is 48,16b apela a la tercera persona: “su espíritu”; el pronombre “su” también alude a la identidad de divina. De ese modo, tanto el Siervo como en el personaje Incógnito están investidos por el mismo Espíritu de Yahvé. Un a vez que el primer Cántico ha definido la identidad y la misión del Siervo, los otros tres concretan los diferentes aspectos de la misión del Siervo (Is 49,1-7; 50,4-11; 52,13-53,12). El Segundo Cántico, literariamente distante del primero, comienza a delinear los trazos de la misión del Siervo (Is 49,1-7); quizá por eso, el autor haya colocado en Is 48,16b la locución “su espíritu”, en alusión al Siervo (Is 42,1), seguida de un oráculo profético (Is 48,17-19), para recoger el contenido del primer Cántico y preparar al lector para la comprensión de su misión a partir del segundo.

 

    No obstante, el binomio “Adonai Yahvé”, presente en Is 48,16b, asocia el personaje Incógnito con el Ungido del Señor, poseedor también del espíritu de “Adonai Yahvé” (Is 61,1; cf. 61,11). Como hemos expuesto en párrafos anteriores, la misión del Ungido insinúa también la misión del Siervo. Desde esta perspectiva, podríamos entender que el personaje Incógnito no solo prepara al lector para la comprensión de la misión del Siervo, sino que también le predispone para comprender la tarea del Ungido, poseedor del Espíritu de Adonai Yahvé, asociada, como hemos visto, al empeño del Siervo.[12]

 

 

 



[1] . B. S. Childs, Isaiah, Louisville: KY 2001, 526-547.
[2] . E. Farfán, El Desierto Transformado, Roma 1992, 49-63; F. Ramis Darder, El Triunfo de Yahvé sobre los Ídolos (Is 40,12-44,23), Barcelona 2002, 120-130. R. Rendtorff, The Book of Isaiah: A Complex Unity. Synchronic and Diachronic Reading, en E. F. Melugin & M. A. Sweeney (eds.), New Visions of Isaiah, Sheffield 1996, 32-49.
[3] . F. Ramis Darder, Els vertaders i els falsos profetes, ScriptaB 10 (2010) 83-106.
[4] . O. Schilling, bsr, ThWAT I, 861-865.
[5] . M. Howell, A Light to the Nations, TBT 40 (2002) 205-210.
[6]. D. Scaiola, Creazione e alleanza, PdV 52 (2, 2007) 16-21; H. Spieckermann, God’s Steadfast Love. Towards a New Conception of Old Testament Theology, Bib 81 (2000) 305-327.
[7] . 2Cr 36,22-23; Esd 1,1-6; 6,3-5; mencionan la reconstrucción del Templo sin citar la reconstrucción de Jerusalén
[8] . F. Ramis Darder, Is 41,1-5: el Primer Oracle de Cir. Model de l’actuació divina a traves dels signes dels temps, ScriptaB 4 (2002) 145-173;
[9] . AC: dl cf. GK. Apelando a manuscritos griegos relevantes y al copto, el Aparato Crítico propone prescindir del binomio “Adonai Yahvé”; por nuestra parte no percibimos ninguna razón para eliminarlo. Algunos autores consideran Is 48,16b como una interpolación o una glosa y prescinden del texto, por nuestra parte no vemos motivo para obviar el texto: cf. B. S. Childs, Isaiah, Louisville: KY, 377-278.
[10] . Is 56,1-8: Dios reúne a los dispersos de Israel y suscita la adhesión de los paganos (Is 56,8). Is 40,10: alusión al pueblo redimido, admiración de las naciones (Is 40,8.10). Is 49,22: exige de los paganos la devolución de los israelitas dispersos. Is 52,4: Dios reivindica la liberación de su pueblo, oprimido antaño por Egipto y Asiria.
[11] . F. Ramis darder, Yahvé: el Déu que actua dins la Història, Comun 98 (2000) 19-32.
[12] . R. J. Clifford, Prophetic Leader, TBT 39 (2001) 69-74; G. J. Polan, Portraits of Second Isaiah’s Servant, TBT 39 (2001) 88-93; C. Story, Another Look at the Fourth Servant Song of Second Isaiah, HBT (2009) 100-110

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