domingo, 12 de marzo de 2017

¿QUIÉN ES EL PROFETA ELISEO?



  Francesc Ramis Darder
                                                                                   bibliayoriente.blogspot.com




ELISEO: SÓLO EL SEÑOR ES CAPAZ DE SALVAR


    El rey Salomón gobernaba a la vez sobre dos estados: Judá, al sur; e Israel, al norte. Cuando murió Salomón (ca. 930 aC.) ambos reinos recobraron la respectiva independencia. El reino del norte, Israel, tras algunos titubeos estableció la capital en Samaría (1Re 16,24). El primer rey, Jeroboán I (931-910 aC.), ávido de poder y riqueza precipitó el reino en la idolatría. El monarca erigió un santuario en Dan y otro en Bersebá dedicados al culto idolátrico (1Re 12,26-33). Los sucesores de Jeroboán I ahondaron en las prácticas idolátricas y provocaron que el pueblo casi olvidara la identidad misericordiosa y liberadora de Yahvé, el Dios de Israel.

    Recordemos que la idolatría no se reduce al hecho banal de adorar imágenes engañosas; consiste en dejarse seducir por el afán de poder, en la decisión de acallar la voz de la conciencia, y en el deseo de poseer riquezas sin fin.

    El sexto sucesor de Jeroboán I fue el rey Ajab (874-853 aC). Ajab y su esposa, Jezabel, hundieron el país en la idolatría (1Re 16,30-33). En tiempos de Ajab, el Señor suscitó al profeta Elías para recordar al pueblo la falsedad de la idolatría y para anunciarle que lo único que vale la pena es amar y practicar la misericordia (1Re 17-19.21; 2Re 1-2).

    Eliseo era el discípulo privilegiado de Elías (1Re 19,19-21). Cuando Elías murió, Eliseo continuó la tarea profética de su maestro (2Re 2,1-17). Sin embargo la tarea que aguardaba a Eliseo era ardua, pues Ajab gobernaba Israel y la nación estaba sumida en la injusticia y en la idolatría.

    Eliseo comenzó su ministerio profético con humildad y mucho sentido común. Seguramente, antes de iniciar la misión profética, Eliseo tendría un nombre que desconocemos; pero cuando comenzó su tarea quiso llamarse “Eliseo”. La palabra “Eliseo” pertenece a la lengua hebrea y significa “el Señor es el único capaz de salvar”. De ese modo, Eliseo, con sólo pronunciar su nombre realizaba una catequesis en bien de su pueblo. Anunciaba que sólo el Señor es capaz de salvar y, como contrapartida, denunciaba la falsedad de los ídolos.

    Eliseo inició su ministerio llevando a cabo tareas muy sencillas: condimentó un guiso para que sus compañeros pudieran alimentarse (2Re 4,38-41), y ayudó a un leñador a recuperar el hacha que había perdido (2Re 6,1-7). Eliseo comenzó con lo que podíamos llamar el apostolado de las pequeñas cosas. Recordemos que  los ojos de Dios, las cosas no son importantes por lo grandes que sean, sino por la intensidad del amor con que se hacen.

    La decisión de Eliseo de sembrar amor y bondad en su entorno, le convirtió en el “hombre de Dios” (2Re 4,9) que se preocupaba de los pobres (2Re 4,1-8) y los enfermos (2Re 5,1-19). Eliseo era un hombre de Dios porque era una persona de oración y un creyente que destacaba por la práctica de la caridad en las cosas pequeñas.

    La situación política de Israel empeoraba. Muerto Ajab, subió al trono Ocozías (853-852 aC.) y después Jorán (852-841 aC.). Ambos monarcas, arrojaron a la comunidad israelita en las zarpas de los ídolos (2Re 1,3; 3,1-3). Ante la gravedad de la situación, Eliseo comprendió que no podía limitar su tarea a la realidad cotidiana. El profeta decidió comprometerse políticamente para conseguir la trasformación social y religiosa de Israel.  El compromiso político de Eliseo le llevó a urdir un golpe de estado. El profeta hizo ungir a Jehú como rey de Israel, y combatió el gobierno déspota e impío de Jorán (2Re 9,1-26).

    El nuevo rey, Jehú (841-813 aC.), comenzó gobernando con justicia, pero, lentamente, fue abandonando la senda de los mandamientos y se precipitó en la idolatría (2Re 11,29-31). A pesar de la desidia del rey, Eliseo persistió en la predicación de la buena nueva y en la práctica de la misericordia hasta el final de su vida (2Re 13,14-19). La intimidad de Eliseo con Dios fue tan grande que, incluso después de morir, el contacto con sus huesos propició la resurrección de un muerto (2Re 13,20-21). Eliseo fue un hombre de Dios, valiente y constante en la vivencia del amor.

    La lectura cristiana de la Biblia percibe en el Nuevo Testamento el cumplimiento de las promesas de la Antigua Alianza. Los profetas preludian el advenimiento de Jesús, el profeta definitivo, y anuncian la esperanza del Apocalipsis: “dar testimonio de Jesús y tener espíritu profético es una misma cosa” (Ap 19,10).






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