Francesc Ramis Darder
bibliayoriente.blogspot.com
La fiesta más importante
del ciclo litúrgico es la Pascua, la celebración de la resurrección del Señor.
La Pascua es tan importante que dedicamos cuarenta días a prepararnos para
poder celebrarla con la mayor intensidad; y estos cuarenta días de preparación
constituyen la Cuaresma. Dura cuarenta días en recuerdo de los cuarenta años
que pasaron los israelitas en el desierto antes de llegar a la Tierra
Prometida, y en memoria de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto
antes de empezar a predicar el evangelio.
A fin de que la Cuaresma
sea una verdadera preparación para vivir la Pascua, la Iglesia nos aconseja
tres cosas:
Primera: la Plegaria.
Dediquemos cada día un rato a la oración y a la lectura del evangelio,
participemos en el Vía Crucis y en el oficio de Vísperas que organiza la
parroquia, vivamos con intensidad la celebración de la Eucaristía y la
Reconciliación.
Segunda: Práctica de la
Caridad cristiana. Estemos especialmente atentos a los hermanos que reclaman
nuestra ayuda, en la colecta del Jueves Santo ayudemos especialmente a Cáritas,
en la del Viernes Santo colaboremos con los cristianos de Tierra Santa.
Tercera: Ayuno. El ayuno
y la abstinencia son signos que nos recuerdan que estamos en el camino de la
Cuaresma; pero también nos enseñan que podemos desprendernos de algunas cosas
para poder ayudar a los demás e incluso sentirnos mejor nosotros mismos.
La oración, la práctica de la caridad
cristiana, y la capacidad de desprendernos de lo que a menudo es superfluo
fortalecen nuestra capacidad de amar a Dios y al prójimo. Que la Cuaresma de
este año sea para todos el camino hacia el encuentro del Señor el domingo de
Pascua.
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