Francesc Ramis Darder
El escrito más antiguo del cristianismo primitivo que
ha llegado hasta nosotros es la Primera Carta de S.Pablo a los Tesalonicenses.
La ciudad de Tesalónica fue fundada por Casandro, general de Alejando Magno, en
315 aC. Situada en la vía Ignacia, que unía Roma con Bizancio, era la capital
de la provincia de Macedonia. Pablo llegó a Tesalónica en el segundo viaje
misional en el año 49, desde la ciudad de Filipos (1, Tes 2, 2). Tesalónica
fue, después de Filipos, la segunda fundación paulina de una comunidad en suelo
europeo. Cuando Pablo abandonó Tesalónica, dejó una comunidad considerable y
activa (Tes 1, 2; 2, 13), a la que amaba y donde esperaba volver (Tes 2, 17). Al no poder cumplir este deseo,
envió primero a Timoteo y después la carta (Tes 3, 1-10).
La
intención de la carta estiba en la renovación del contacto de Pablo con la
comunidad. Las noticias afectan a la actitud ejemplar de la comunidad (Tes 1, 2-10;
2, 13-16; 3, 6-10), y aclaran el destino de los cristianos difuntos.
La
comunidad se hallaba inquieta por la muerte de algunos cristianos; pues
esperaban la pronta llegada de Cristo y no contaban con que la muerte podría
acontecer antes de que Cristo volviera. Creían que por el fallecimiento los
difuntos quedaban excluidos de la salvación. Pablo desarrolla ante la comunidad
la idea de la resurrección de los cristianos, tema que no había tratado en su
predicación misionera: los creyentes difuntos no están excluidos de la salvación;
serán resucitados en el día final, para después, juntamente con los fieles aún
vivos, encontrarse con el Señor (Tes 4,
14.17; 5, 10).
Durante la
redacción de la carta se encuentran con Pablo, Silvano y Timoteo (Tes 1, 1). El
apóstol arroja una mirada retrospectiva a los considerables éxitos misionales
en Acaya (Tes 1, 7). Dado que la predicación de Pablo no tuvo éxito en Atenas; la
redacción de la carta debería fijarse en la época de actuación de Pablo en
Corinto hacia el año 50/51.
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