miércoles, 10 de julio de 2013

LA RIQUEZA LITERARIA Y ESPIRITUAL DE LOS SALMOS

Francesc Ramis Darder



    Analicemos un ejemplo: Sal 121,1.

    El Salmo 121,1-2 dice: “Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde vendrá mi auxilio? Mi auxilio viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra”. Ahondemos en la espiritualidad del salmista analizando dos de los diversos sentidos de la palabra “montes”.

1ª El AT habla a menudo de los “lugares altos” (2Re 17,9). Los cananeos habitaban Palestina antes de que los israelitas la conquistaran. Edificaban santuarios a sus dioses sobre las colinas, a esos santuarios se les llamaba “lugares altos”. Israel, asentado ya en la Tierra Prometida, demasiadas veces olvidó a Yahvé y adoró a los dioses cananeos en los lugares altos. Incluso el rey Manasés reconstruyó los altozanos para fomentar entre los israelitas el culto a los falsos dioses (2Re 21,3).

    Situémonos ahora en la intimidad del salmista que inquiere la ayuda divina. Como el resto del pueblo levanta sus ojos a los montes; es decir, dirige su mirada hacia los “lugares altos” buscando el consuelo de los ídolos, pero rápidamente percibe que no recibirá ayuda de los “lugares altos”, símbolo de los falsos dioses. Entonces, con renovado tesón, despliega el horizonte de su mirada desde la tierra hasta el cielo, y al discernir que son obra de Dios descubre que sólo el Señor que los creó puede ayudarle; por eso, confiadamente, devuelve su mirada al regazo del Dios verdadero, el que hizo el cielo y la tierra.

2ª La palabra hebrea que traducimos con el término “montes” constituye quizá un plural especial que podría entenderse como “Monte”. Pongamos un ejemplo. Antiguamente, cuando el Papa hablaba, lo hacía en plural, decía: “Nos decimos …”, apócope de “Nosotros decimos ….” que realmente significaba “Yo digo …”. En el ámbito del lenguaje clásico, la palabra “Nos” es un plural especial, el Papa podría escribir “Yo digo …”, pero escribía “Nos” para dar relevancia a a figura del Obispo de Roma. Algo semejante puede suceder con la palabra hebrea “montes”. La voz “montes” no sólo indica que pueda haber varios montes, sino que aparece en plural para otorgar importancia a un Monte especial: el Monte Sión, que representaba el Templo y por extensión denotaba la ciudad de Jerusalén (Am 6,1).

    Penetremos nuevamente en la oración del salmista. El orante se siente temeroso, pero no se deja vencer por el miedo, sino que vuelve sus ojos al Monte, al Monte Sión, donde se levanta el Templo, lugar privilegiado de la presencia de Dios,  donde se yergue la Ciudad Santa, morada especial del pueblo elegido. Sin duda, la riqueza del Salterio es inagotable.
   

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