El acontecimiento central del AT radica en la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto. Los israelitas compusieron un credo para confesar que la liberación de Egipto era el suceso crucial de su vida: “Éramos esclavos del faraón en Egipto, y Yahvé nos sacó de Egipto con mano fuerte ... para entregarnos la tierra que bajo juramento había prometido a nuestros padres” (Dt 6,20-24).
Yahvé, por medio de Moisés, liberó a Israel. El pueblo cruzó el mar y atravesó el desierto hasta el monte Sinaí, donde el Señor le entregó las tablas de la Ley. Después , Israel, siguió su camino hacia la Tierra Prometida que conquistó bajo el mando de Josué (Ex-Jos). La historia narra la liberación de Israel pero la identidad del Dios que libera debemos buscarla en el relato de la vocación de Moisés (Ex 3,7-12).
Los israelitas gemían por la opresión de los egipcios (Ex 2,23). Su dolor llegó a Yahvé que dijo a Moisés: “He visto la aflicción de mi pueblo y escuchado su clamor, conozco su sufrimiento ... y he bajado para liberarle” (Ex 3,7-8). Notemos el detalle: Israel sufre en Egipto pero antes de implorar la salvación, el Señor se adelanta a liberarlo. ¡Dios nos ha amado primero!
La historia muestra al hombre angustiado por los avatares de la vida. Las religiones describen cómo el hombre oprimido ofrece sacrificios para obtener el favor divino. Israel padeció oprobio en Egipto; pero, y ahí está la diferencia, no es Israel quien se gana el favor de Dios con sacrificios, sino que Yahvé se adelanta a amarlo y liberarlo.
La vocación de Moisés ofrece otro detalle importante. “Moisés vio que la zarza estaba ardiendo, pero no se consumía” (Ex 3,2). ¿Qué representa la zarza que arde sin consumirse? La zarza simboliza a los creyentes que siguen al Dios liberador. Las dificultades que queman nuestra existencia como el fuego de la zarza, son muchas. Sin embargo, el creyente sabe que por duro que sea el resquemor de la vida su existencia nunca llegará a consumirse porque a su lado está la voz del Dios que libera.
Yahvé no sólo salvó a Israel de Egipto, también nos libera hoy. Sentirse liberado significa creer que Dios nos ha ganado para sí, nos ha amado primero. Confiar en que si nos mantenemos fieles al Dios del amor luchando por la liberación humana, no habrá contrariedad capaz de aniquilarnos para siempre.
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