miércoles, 26 de septiembre de 2012

¿TUVO JESÚS ESPOSA? EVANGELIO DE LA ESPOSA DE JESÚS (I)

                                                                              Francesc Ramis Darder


    El estudio de los Evangelios Apócrifos no deja de ser una caja de sorpresas. Entre las comunicaciones presentadas en el Congreso Internacional de Estudios Coptos, celebrado en Roma (2012), sorprendió la aportación de K. King, investigadora en la prestigiosa Divinity School. La profesora presentó el papiro que ha venido a llamarse “Evangelio Apócrifo de la Esposa de Jesús”. ¿Qué podemos decir de este papiro?

    Es muy pequeño; mide cuatro centímetros de alto por ocho de largo. La cara anterior presenta fragmentos discontinuos de ocho frases, mientras que la posterior ofrece nueve palabras, todas fuera de contexto. El papiro fue adquirido por un coleccionista anónimo y ofrecido después a la doctora King, que lo estudió entre los años 2010-2011.

    El origen del papiro es incierto, pero cabe pensar que sea originario de Egipto, lugar donde se hablaba la lengua copta. Según opina la profesora King, fue escrito a finales del siglo IV. Algunos investigadores, sin aducir fundamento literario alguno, han insinuado que podría tratarse de la traducción a la lengua copta de un texto redactado originalmente en griego, a finales del siglo II.

    Entre las ochos frases legibles del papiro, entresaquemos las más comentadas: “Los discípulos dijeron a Jesús […] María está preocupada por eso […] Jesús les dijo: mi esposa […] ella sería capaz de ser discípulo mío”. Debe quedar claro que las frases son inconexas, donde colocamos el signo ortográfico “[…]” señalamos que el texto no puede leerse, pues las palabras o frases han desaparecido con el paso del tiempo.

    A tenor del contenido del papiro, surge una pregunta ¿tuvo Jesús de Nazaret esposa? En el ámbito de la cultura semita, el matrimonio era el estado natural del varón adulto. Así lo recoge el Antiguo Testamento, cuando habla de la esposa de Isaías, y el Nuevo Testamento, cuando alude a la suegra de Pedro. No obstante, aparecen casos excepcionales donde destaca la personalidad de un semita célibe; un ejemplo clásico lo constituye el profeta Jeremías quien no contrajo matrimonio.

    El Nuevo Testamento habla de la familia de Jesús, pero en ningún momento afirma o sugiere que Jesús tuviera esposa. Si la hubiera tenido, no veo por qué el Nuevo Testamento, escrito por semitas, tuviera que ocultar el matrimonio de Jesús, pues la institución familiar y el matrimonio conformaban la identidad social propia del mundo hebreo antiguo.

    Sin embargo y como remarcan algunos autores, aunque el Evangelio no aluda a la esposa de Jesús, tampoco afirma expresamente que no la tuviera. De ahí deducen que Jesús tenía esposa, y sugieren que habría sido la Iglesia antigua quien habría borrado del Nuevo Testamento las referencias al matrimonio de Jesús. Con la intención de aclarar la cuestión, debemos acudir a los llamados Evangelios Apócrifos y a la Tradición más antigua de la Iglesia.

    Disponemos de doscientos cincuenta y cuatro Evangelios Apócrifos, más o menos fragmentarios, descubiertos hasta ahora; pueden leerse en excelentes traducciones en las lenguas modernas. La mayoría de Evangelios Apócrifos fueron escritos por comunidades cristianas para acrisolar la vivencia de la fe entre sus miembros, a modo de libros de piedad o de instrucción. Ahora bien, existen también Evangelios Apócrifos que nacieron entre comunidades que habían roto su comunión con la Iglesia naciente, o entre grupos que, adheridos a creencias gnósticas, combatían las verdades y la organización eclesial. No obstante en ningún Evangelio Apócrifo, ya sea nacido entre las comunidades fieles a la Iglesia o entre las que le eran adversas, aparece mención alguna al matrimonio de Jesús.

    Tampoco los documentos cristianos más antiguos, como pueden ser la Didajé o el Pastor de Hermás; ni los padres más antiguos, como pudiera ser Justino, o el primer historiador de la Iglesia, Eusebio de Cesarea, mencionan un posible matrimonio de Jesús. Aunque la cultura semita propia del siglo I apunte al matrimonio de todo varón, ningún documento antiguo, como acabamos de decir, certifica el matrimonio de Jesús. De ese modo, en la literatura cristiana antigua la personalidad de Jesús se adecua a la personalidad de Jeremías que tampoco contrajo matrimonio.

    Suponiendo que el papiro sea auténtico, cuestión que algunos especialistas discuten,    ¿qué pensar del papiro? Al decir de buenos conocedores del copto, su denominación, ‘Evangelio Apócrifo de la Esposa de Jesús’, no es adecuada; pues un texto del siglo IV es demasiado tardío para ser considerado un Evangelio Apócrifo. Sin duda, carece de fundamento literario que el papiro constituya una traducción al copto de un texto griego más antiguo, supuestamente del siglo II.

    Algún comentarista (McKornic) adscribe el escrito a la corriente religiosa de los gnósticos valentinianos. No obstante y como relata la historia, los valentinianos era adversos al matrimonio. Entonces, ¿cómo podrían reclamar el matrimonio de Jesús?, el Maestro por excelencia.

    A nuestro entender, el papiro encaja bien entre las disputas teológicas que tuvieron lugar en el seno de la Iglesia copta, a finales del siglo IV. La comunidad discutía sobre la conveniencia o no del matrimonio de los clérigos. Tal vez en aquel momento se redactaran obras literarias de carácter ficticio, donde se representaba a Jesús acompañado de una esposa para sugerir al lector que un posible matrimonio de Jesús no hubiera empañado el mensaje de salvación escrito en el Evangelio. Aún así, el papiro es demasiado pequeño y borroso para extraer conclusiones. De modo análogo, el desconocimiento del lugar donde se encuentra la biblioteca o la excavación arqueológica de donde procede, impiden enmarcar el papiro en contexto literario y social preciso. La lagunas literarias y arqueológicas de papiro reducen de forma drástica su valor científico.

    En definitiva y aunque el talante cultural semita apunte al matrimonio de todo varón, debemos señalar que ningún texto antiguo, entre los actualmente descifrados, atestigua el matrimonio de Jesús. Los textos antiguos conocidos sitúan a Jesús en el horizonte religioso del profeta Jeremías, el profeta casado con la lucha por la solidaridad y la justicia en bien de su pueblo y de la Humanidad entera.   

lunes, 24 de septiembre de 2012

SEGUNDO ZACARÍAS: Zac 9-14. EL ALBA DEL NUEVO TESTAMENTO

                                                                                                      Francesc Ramis Darder

    La profecía de Zacarías es un entramado literario y teológico complejo; por eso los comentaristas dividen el texto en dos bloques: Primer Zacarías (Zac 1-8) y Segundo Zacarías (Zac 9-14). El Segundo Zacarías es un texto profético escrito, seguramente, a finales del siglo IV aC o a comienzos del III aC.

    Las conquistas de Alejandro Magno extendieron la influencia de la mentalidad griega en todo el próximo oriente. La amalgama de la cultura griega y la ideosincrasia de los pueblos orientales dio lugar a una nueva cultura: el helenismo. La cultura helenista penetró en Palestina y, lentamente, propició un cambio profundo en la mentalidad religiosa y cultural del pueblo hebreo.

    El cambio de mentalidad provocado por el helenismo indujo a muchos judíos a rechazar la fe de su pueblo y les empujó a adherirse a la nueva ideología. El planteamiento del Segundo Zacarías desea, entre otros aspectos, infundir esperanza en el corazón herido de los israelitas fieles. La profecía recalca cómo, al final, triunfará el proyecto liberador de Dios. El texto, para enfatizar el triunfo definitivo de la voluntad del Señor, recorre dos líneas argumentativas.

     En primer lugar, analiza la situación del pueblo hebreo que percibe como su fe se deslíe ante la invectiva del mundo helenista. El texto confirma que, a pesar de las adversidades, triunfará el proyecto librador de Dios. La profecía adopta el lenguaje difícil de la metáfora apocalíptica. La profecía señala que la resistencia, la solidaridad, el esfuerzo, la honestidad con uno mismo y la confianza en Dios constituyen las claves para superar las adversidades que, tan a menudo, tiñen de luto la existencia humana.

     En segundo lugar, el texto señala el sufrimiento del pueblo; pero no se detiene en el análisis del aspecto luctuoso del dolor. Destaca el aspecto redentor del sufrimiento humano. Desde la perspectiva cristiana, el sentido redentor del sufrimiento es difícil de captar sólo desde el Antiguo Testamento. Por tanto, ampliando la perspectiva del Segundo Zacarías, ahondaremos en el sentido redentor del sufrimiento con la ayuda del Nuevo Testamento.

    El cristiano tiene la obligación de combatir las causas del sufrimiento que nace de la injusticia y debe aceptar el que procede de la limitación de la naturaleza humana. Respecto de este último, tiene la obligación de mitigarlo con la participación activa en el desarrollo ciéntifico-técnico y la práctica de la solidaridad. Externamente las cosas son así, pero, interiormente ¿cuál es el sentido del sufrimiento?

    Los cristianos creemos en la encarnación del Hijo de Dios (Ju 1,14). El evangelio enseña que Jesús ha sido más humano en aquellos momentos en que más ha sufrido. Durante su la pasión, el evangelio presenta a Jesús con su rostro más humano. Pilato, ante Jesús azotado y coronado de espinas, dice: “Aquí tenéis al hombre” (Ju 19, 5). Utilizando una metáfora, podríamos decir que el sufrimiento es aquello que le da al Hijo Dios la “oportunidad” de hacerse profundamente humano. Le da la “ocasión” de convertir su amor divino en humano. 

    S. Pablo dice: “Ahora me alegro de sufrir por vosotros, y por mi parte completo en mi carne lo que le falta a la pasión de Cristo” (Col 1,24). ¿ Qué quiere decir ? El apóstol sufre injustamente pero afirma; este dolor es precisamente aquello que me hace “sentir como” Jesús. El sufrimiento le da a Pablo la “ocasión” de sentirse como Jesús en la pasión; en definitiva de convertir su amor humano en divino.

    El sufrimiento es un misterio, pero no porque sea algo inexplicable; sino porque en él se encuentran, solidariamente, las dos “ocasiones”: La “ocasión” de Dios  para sentirse humano, y la “ocasión” del hombre para sentirse como Jesús. En el sufrimiento, el hombre puede experimentar como padeció Jesús por nosotros; y Jesús, sufriendo, pudo experimentar como padece el hombre que necesita salvación. El sufrimiento es duro, pero es misterio; es el momento privilegiado para el encuentro personal entre Dios y el hombre.


                                                                    

viernes, 21 de septiembre de 2012

PRIMER ZACARÍAS (Zac 1-8). LA RECONSTRUCCIÓN DEL SER HUMANO Y DE LA COMUNIDAD CREYENTE

                                                                                             Francesc Ramis Darder

El libro de Zacarías es, desde la perspectiva literaria y teológica, una obra compleja. Por eso los comentaristas lo han dividido en dos bloques: Primer Zacarías (Zac 1-8) y Segundo Zacarías (9-14). El “Primer Zacarías” recoge la predicación que el profeta Zacarías dirigió a los moradores de Jerusalén entre los años 520-518 aC. El “Segundo Zacarías” constituye una meditación sobre el sentido del sufrimiento humano.

    Cuando Ciro II conquistó Babilonia en el año 538 aC la comunidad judía estaba divida en dos grupos. Una parte vivía en Babilonia, ciudad a la que había sido deportada cuando Nabudodonosor II conquistó Jerusalén (597.587.582 aC). El resto de la comunidad estaba formado por los miembros del pueblo que habían conseguido escapar de la deportación y que vivían en Jerusalén.

     Tras la conquista de Babilonia, Ciro publicó un edicto permitiendo a los judíos deportados en Babilonia regresar a Jerusalén (Esd 1,2-4). A pesar de la expectativa que suscitó el decreto entre los deportados, los exiliados no emprendieron el regreso hasta el inicio del reinado de Darío I (522-486 aC.). Quienes emprendieron el regreso tuvieron dificultades para asentarse en Jerusalén; pues las relaciones entre quienes volvían del exilio y quienes habían permanecido en la Ciudad Santa eran tensas. Además, el ambiente social y la coyuntura política no favorecían la vivencia religiosa. En esa situación tuvo lugar el ministerio de Zacarías.

     El profeta tenía ante sí una tarea ardua. Debía propiciar que dos grupos que mantenían relaciones tensas y que vivían, además, en un ambiente religioso adverso, constituyeran una comunidad compacta. Zacarías debía rehacer la identidad de los judíos que vivían en Jerusalén. El libro de Zacarías narra el proceso por medio del cual un grupo humano dividido y desencantado se convierte, con la gracia de Dios, en la comunidad que vive la fe con gozo y esperanza. De manera análoga, el libro relata la manera en que el ser humano puede rehacer su vida, aunque haya experimentado los desgarrones del pecado.

    El primer paso del proceso de reconstrucción estriba en descubrir las causas que han precipitado a la comunidad y al ser humano al desastre. Por eso el libro de Zacarías comienza con una invitación a la penitencia (Zac 1,1-6). El profeta invita a sus hermanos a descubrir las razones de su caída. La existencia humana sólo puede reconstruirse cuando percibimos las causas que hunden la vida en el desencanto. El pueblo constata su miseria, pero el profeta no permite que la nación se regodee en su desgracia, sino que, con la ayuda de Dios, le invita a salir del oprobio. La penitencia no hunde a nadie, muestra la meta que Dios propone a quien desea convertirse.

    Una vez que el pueblo ha descubierto las razones de su desgracia, Zacarías le propone ocho proyectos de vida para que la nación pueda encauzar su existencia según la Ley de Dios. Cada proyecto aparece descrito con el lenguaje del Antiguo Testamento y esbozado tras la mención de una visión del profeta: los jinetes (Zac 1,7-17), los cuernos y los herreros (Zac 2,1-4), el cordel para medir (Zac 2,5-9), la investidura del sumo sacerdote (Zac 3,1-10), el candelabro y los dos olivos (Zac 4,1-14), el libro (Zac 5,1-4), la cuba (Zac 5,5-11), y los carros (Zac 6,1-8).

     Ni un individuo ni la comunidad entera puede emprender a la vez ocho proyectos de vida. El profeta propone ocho proyectos para que cada persona tenga donde elegir con libertad (Zac 2,10-17). La elección del proyecto debe realizarse con libertad y discernimiento, y contando siempre con el consejo y la ayuda de algunos miembros de la comunidad  (Zac 4,6b-10ª).

    Una vez elegido el proyecto de vida, aparece la tercera fase del proceso de reconstrucción de la persona o la de la comunidad: la responsabilidad en la decisión de llevar a término el proyecto elegido (Zac 1-8). El ser humano debe elegir el proyecto que crea más idóneo a su ideosincrasia personal; pero después debe asumir la responsabilidad que implica llevarlo a término. La profecía de Zacarías exige responsabilidad a quien desea reorientar su vida, a la vez que ofrece las mediciones idóneas para hacerse responsable de la tarea emprendida: la plegaria, la vida comunitaria, el esfuerzo, la confianza en uno mismo, la iniciativa, la práctica de la misericordia, la humildad que implica pedir perdón, y la capacidad de pedir consejo.

    Cuando el profeta comenzó a predicar el pueblo sentía el abandono de Dios. El término “Zacarías” significa “el Señor se acuerda de nosotros”. El profeta, convencido de que Dios no abandona a nadie, y emprendió con el auxilio divino la reconstrucción del pueblo agostado. Exigió al pueblo que reconociera sus errores, le instó a elegir un proyecto de vida, reclamó la responsabilidad en la ejecución de proyecto elegido, y ofreció los medios para llevarlo a término con la ayuda de Dios.



jueves, 13 de septiembre de 2012

PABLO DE TARSO: EL CONCILIO DE JERUSALÉN

                                                                                               Francesc Ramis Darder

    Los cristianos de la Iglesia de Antioquía de Siria procedían de dos ámbitos culturales distintos. Unos habían sido judíos, conocían muy bien el AT; por lo general, aunque fueran cristianos convencidos, continuaban practicando algunos ritos de la tradición judía, especialmente la circuncisión. Los demás eran de origen gentil, es decir antes de adherirse al cristianismo habían formado parte de comunidades ajenas al judaísmo, muchos procedían de la religiones mistéricas, muy arraigadas en Oriente.

    Los primeros cristianos provenían del judaísmo y, por tanto, todos habían sido circuncidados. En cambio los gentiles no habían sido circuncidados, pues no provenían de la fe judía. Conviene recordar que la impronta judía en el cristianismo adquiere un papel de la máxima importancia, pues todas las promesas contenidas en el AT hallan el cumplimiento pleno en la persona de Jesús.

    La importancia de la influencia judía era tan grande que las comunidades cristianas llegaron a formularse una pregunta: ¿es necesario que los paganos que se conviertan al cristianismo tengan que circuncidarse? Dicho de otra manera: ¿es necesario que los paganos que se conviertan tengan que adherirse antes al judaísmo?

     El Concilio de Jerusalén, en el que participaron Pablo y Bernabé, zanjó la cuestión diciendo: “no hay que crear dificultades a los paganos que se conviertan. Es suficiente que se abstengan de la idolatría, de los matrimonios ilegales, de comer animales estrangulados y de la sangre (de animales sacrificados a los ídolos)” (Hch 15,1-35).

Ejercicio: Leer la Carta a los Filipenses.

domingo, 9 de septiembre de 2012

BABILONIA, METÁFORA DEL ÍDOLO CAÍDO

                                                                                                   Francesc Ramis Darder


El libro de Isaías se refiere a Babilonia, ampliamente, en cuatro ocasiones (Is 13,1-14,23; 21,1-10; 39; 47). Esas grandes referencias no describen geográficamente el imperio ni pretender delinear sus avatares históricos, sino que contemplan la ciudad desde la perspectiva teológica, como el prototipo de ídolo por excelencia. La idolatría de Babilonia, expuesta de manera destacada en el oráculo contra la ciudad y su rey (Is 13,1-22; 14,3-23) y en el anuncio de su caída (Is 21,1-10; 47), se contrapone a la soberanía divina de Yahvé sobre la historia.



1. Introducción.

    El libro de Isaías concentra las alusiones a Babilonia en cuatro momentos:[1] en el oráculo contra Babilonia y la sátira contra su rey (Is 13,1-14,22)[2] que principia el conjunto de amonestaciones proféticas contra las naciones (Is 13-23); en la descripción de la caída de Babilonia propiciada por el ataque de los medos (Is 21,1-19) situado, también, en el seno de los oráculos contra las naciones; aparece de nuevo Babilonia en la narración de la visita de los emisarios de Merodac Baladan, a Ezequías, rey de Jerusalén (Is 39,1-8); y, finalmente se describe, otra vez, la caída de Babilonia y la inutilidad de sus sortilegios (Is 47).[3]

    De esas cuatro referencias amplias, dos de ellas, la sátira contra el rey de Babilonia en Is 14,3-20, y el anuncio de la caída de Babilonia en Is 47, muestran, de manera clara, la razón teológica de la destrucción de la Ciudad.

    La sátira contra el rey forma parte del primer oráculo contra Babilonia (Is 13,1-14,22). El monarca babilónico, antaño opresor de los pueblo (Is 14,12b), ha caído ahora en desgracia (Is 14,15). La sátira sitúa entre la descripción del poder destructor del rey (Is 14,12b) y su brusca caída (Is 14,15), el motivo de su fracaso (Is 14,13-14). La desgracia del monarca y su imperio no nace de su debilidad militar, sino de su intención idolátrica, pues dice: “me igualaré a Elyón (!wyl[l hmda)[4] (Is 14,14). La razón teológica de la caída del rey estriba en su pretensión de compararse con Dios.

    El segundo texto que muestra la razón teológica de la destrucción de Babilonia es  Is 47. Afirma que el Señor se valió de Babilonia para castigar a su pueblo (Is 47,6a). Pero el texto muestra como Dios censura la dureza desaforada con que actuó Babilonia (Is 47,6b). Seguidamente, el texto da la razón por la qué Babilonia actuó con tanta dureza contra el pueblo de Dios: actuó por que se creyó investida de tributos divinos; y, precisamente por habarse atribuido la potestad divina será aniquilada por Dios.

     A lo largo de Is 47, Babilonia se atribuye la potestad divina mediante dos afirmaciones: “Por siempre seré soberana (d[ trbg hyha  ~lw[l yrmatw) (Is 47,7), y “Yo y sólo yo (dw[ yspaw yna) (Is 47,8). Además, tras la usurpación babilónica de la condición divina, el Señor presagia su destrucción (Is 47,9-11), pero en el seno de la condena divina aparece, de nuevo, una de las razones teológicas del desastre babilónico: “Piensas en tu interior: Yo y sólo yo (dw[ yspaw yna) (Is 47,10b).

       Tanto en la sátira contra el rey (Is 14,3-20) como en la descripción de la caída de Babilonia (Is 47), la destrucción de la ciudad se atribuye a tres aspectos razones teológicas.

      - Babilonia ha pretendido compararse con Dios (!wyl[l hmda) (Is 14,14).
      - Babilonia se ha reconocido señora del tiempo (d[ trbg hyha  ~lw[l yrmatw)
         (Is 47,7). 
      - Babilonia ha usurpado la unicidad divina propia de Yahvé
         (dw[ yspaw yna) (Is 47,8.10).
       

        Estudiaremos, ahora, cada uno de los títulos divinos que se atribuye Babilonia y que la llevan a la destrucción; observando cómo esos títulos se contraponen a la única autoridad divina de Yahvé.


2. “Me igualaré a Elyón (!wyl[l hmda)” (Is 14,14).

    El texto isaiano constata la debacle del rey babilónico (Is 14,12) para afirmar después la razón teológica de su caída: “Tú, pensabas en tu interior ... seré igual que Elyón” (Is 14,14). La locución contiene el sustantivo !wyl[ y el verbo hmd.

    El sustantivo !wyl[ en el sentido del apelativo divino “Altísimo”[5], y la forma hitphael de la raíz hmd constituyen un hapax en el libro de Isaías. Las formas Qal (Is 46,3) y Piel (Is 40,18.25; 46,3.5) sitúan la raíz hmd en contextos de lucha contra los ídolos; donde el Señor pregunta a los idolatras con qué o con quién van a compararle. La pregunta divina constituye una cuestión retórica, pues el texto supone de antemano la incomparabilidad de Dios con cualquier realidad creada.

      La relación de la raíz hmd con el medio idolátrico aparece confirmada por el sustantivo twmd “imagen” de Is 40,18; donde el Señor exige a los idólatras la presentación de alguna imagen que pueda comparársele.[6]


     Síntesis. La utilización de la raíz hmd, propia de la confrontación con el medio idolátrico, hace que la locución “me igualaré a Elyón” (Is 14,14) revele la pretensión idolátrica del monarca babilónico al querer igualarse al Dios Altísimo; y, dicha pretensión propicia la destrucción del rey y su imperio.


3. Yahvé: Señor del Tiempo, ~lw[, (Is 40,12-31)

     La sección comprendida en Is 40,12-31 presenta el señorío de Yahvé sobre el Cosmos destacando, por ese motivo, la intervención divina en los acontecimientos históricos.[7] En definitiva Is 40,12-31 muestra a Yahvé como señor de la historia y, por eso, lo presenta como señor del tiempo (~lw[). Para apreciar el señorío de Yahvé sobre el tiempo analizaremos el significado del término ~lw[. Comenzaremos precisando la relación entre las voces ~lw[ y arb en Isaías (a); seguidamente nos detendremos un instante para calibrar el valor de las locución ~lw[ la en el Génesis (b); y, finalmente, observaremos el sentido de ~lw[ en Is 40-55 (c).

    a. Relación entre las voces ~lw[ y arb en Isaías.

        A diferencia de arb que sólo aparece en hebreo, el sustantivo ~lw[ figura en todas las ramas del semítico noroccidental, y significa: «el tiempo más remoto» tanto respecto del pasado como del futuro,[8] o de ambos a la vez. No contiene ~lw[ la noción de eternidad, entendida como atemporalidad filosófica, propia de la filosofía griega posterior.[9] La raíz arb es la terminología específica del AT para indicar el señorío de Dios sobre el Cosmos. Por tanto, arb no indica sólo la construcción cosmológica del Universo, sino que describe, sobre todo, la intervención de Dios en los avatares del Mundo, y de forma privilegiada en el destino de Israel. El sustantivo ~lw[ carece de la especificidad de arb, pero también evidencia la intervención divina en los proyectos humanos. El término ~lw[ adjetiva la actuación de Dios manifestada a través de la voz arb, situando, de ese modo, la actuación divina en el seno de las coordenadas humanas, como podremos apreciar al describir el, más adelante, uso de ~lw[ Is 40-55.

    b. ¿Qué significado presenta el término ~lw[ cuando se aplica específicamente a la divinidad?

         Seguramente la locución que expresa mejor el señorío de Yahvé sobre el tiempo aparece en el Génesis: ~lw[ la «Dios para siempre»[10] (Gn 21,33). La expresión no indica una eternidad que excede la dimensión temporal, en el sentido de que Dios fuera alguien ajeno al Cosmos y no pudiera intervenir en los acontecimientos; sino que muestra una extensión temporal inconmensurablemente larga para la percepción humana, tanto si se proyecta hacia el futuro como hacia el pasado. De ese modo refiere ~lw[ el dominio de Yahvé sobre cualquier acontecimiento acaecido en el tiempo.[11]

    c. Sentido de ~lw[ en Is 40-55.

       El Segundo Isaías utiliza el vocablo ~lw[ referido a Yahvé en 16 ocasiones[12] y le confiere un triple matiz de significado.


  «El tiempo más remoto transcurrido desde el presente hacia el pasado lejano».

        La voz ~lw[ describe la salvación que Dios concedió a Israel en el pasado, y la actuación divina en el presente, según afirman tres textos: Yahvé ha estado callado mucho tiempo (~lw[) pero ahora va a hablar (Is 42,14); Yahvé recuerda los sucesos de antaño (Is 46,9) (~lw[m); e Israel pide a Dios que repita las gestas antiguas (~lw[) (Is 51,9).[13]


  «El tiempo transcurrido desde el presente hacia el futuro más lejano».

        Los textos en que aparece ~lw[ reconocen la certeza de la actuación de Yahvé y aseguran que las promesas de Dios se cumplirán. Los textos que aducimos a continuación corroboran esta afirmación: Yahvé ha liberado a Israel con salvación eterna (~ymlw[) que durará hasta el confín del tiempo (d[ ymlw[-d[) (Is 45,17); el mundo pasará, pero la salvación durará para siempre (~lw[l), y la justicia de Dios no tendrá fin (hyht ~lw[l) (Is 51,6.8); alegría eterna (~lw[) coronará, desde ahora, a los liberados (Is 51,11); Yahvé se apiadará de su pueblo con misericordia eterna (~lw[ dsxb) (Is 54,8), y pactará con Israel un pacto para siempre (~lw[ tyrb) (Is 55,3); la nueva vegetación, metáfora de Israel trasformado, será signo permanente (~lw[ twal) de la gesta de Yahvé (Is 55,13).[14]


3º. Aplicación específica de ~lw[ en Is 40,28; 47,7.

    El Segundo Isaías utiliza ~lw[ para definir dos sujetos contrapuestos: Por una parte Yahvé (Is 40,28) y por otra Babilonia (Is 47,7).

    a. La figura de Yahvé aparece en Is 40,28 de la manera siguiente: «Dios-para-siempre es Yahvé (hwhy ~lw[ yhla), creador (arb) de los extremos de la tierra» (Is 40,28).

     Desde el paralelismo entre ~lw[ y arb, expuesto anteriormente, se infiere que la locución  «Dios-para-siempre es Yahvé» (hwhy ~lw[ yhla), única en DtIs, no implica una concepción abstracta de tiempo ni una referencia a la eternidad metafísica. Expresa el señorío de Dios sobre el tiempo; es decir, la capacidad divina de actuar en la Historia. El señorío de Yahvé sobre el tiempo permitirá afirmar la única divinidad de Yahvé, incompatible con el poder idolátrico. La expresión hwhy ~lw[ yhla de Is 40,28 es paralela a ~lw[ la hwhy de Gn 21,33; aunque existan diferencias sintácticas,[15] ambas locuciones confirman que la percepción humana de la divinidad acontece desde la lectura creyente de la Historia.

     b. La personalidad de Babilonia aparece bajo la afirmación: «Para siempre seré Señora (d[ trbg hyha ~lw[l)» (Is 47,7).[16]

     La voz profética, en nombre de Yahvé, condena el proceder de Babilonia.[17] El error de la ciudad consiste en abrogarse la prerrogativa de Yahvé de ser «señor del tiempo» (Is 40,28), y afirmarse ella como «señora para siempre» (Is 47,7). El error de Babilonia consiste en querer intervenir en la historia con la misma autoridad que Yahvé caracterizada, en el caso de Babilonia, por la utilización de la palabra ~lw[. Babilonia, al usurpar un atributo de Yahvé, ~lw[, ha intervenido en la historia infligiendo a Israel un enorme castigo (Is 47,6). Recibirá como réplica la venganza de Yahvé (Is 47,8-9), y no la librará del oprobio el poder de sus encantadores (Is 47,11-15). La destrucción de Babilonia no es una consecuencia directa del castigo que propició a Israel; sino que se debe a que la ciudad usurpó el privilegio de Yahvé como señor del tiempo (~lw[).[18]


    Síntesis. DtIs no confiere a ~lw[ un significado nuevo, pero sí valor teológico original. La voz ~lw[, de forma pareja a arb, indica la capacidad de Dios para intervenir en la Historia, situando la intervención divina en el seno de las coordenadas temporales humanas.[19] La referencia a Yahvé como señor del tiempo (~lw[) (Is 40,28) completa la noción de creación (arb) (Is 40,26.28). Yahvé es señor de todos los acontecimientos que acaecen en la Historia. La destrucción de Babilonia se debe a la pretensión de la ciudad de atribuirse el título caracterizado por la voz ~lw[ que pertenece, únicamente, a Dios.


4. Yahvé es el único Dios (awh yna) (Is 43,8-15).

    La sección Is 42,14-44,23 concreta el señorío divino sobre el Cosmos en la Liberación de Israel, pues Yahvé es el redentor (lag) de Israel. La finalidad de la redención (lag) estriba en que Israel liberado, manifieste la gloria (Is 43,7) y la alabanza de Yahvé (Is 43,21). En la obra de Isaías, Yahvé ejerce su goelato sobre Israel en tres momentos[20]; pero en uno de ellos, concretamente en Is 43,8-15, revela a Israel su divinidad mostrándole su intervención en la Historia[21], y utiliza, además, su poder sobre el Cosmos para aniquilar a Babilonia. Veámoslo.

a. Yahvé revela su exclusiva divinidad actuando en la historia (Is 43,8-13).

    Dios convoca al pueblo ciego y sordo (Is 43,8) ante las naciones (Is 43,9a).[22]    Yahvé, a pesar de la desidia del pueblo, ha elegido (rxb)[23] a Israel para que sea testigo (d[) y siervo (db[) de su actuación en la Historia (Is 43,10a.12b). La eficacia de la actuación divina reposa en las dos veces en que Dios afirma su identidad: “Yo soy Dios la-yna” (Is 43,12), y “Yo soy awh yna” (Is 43,13).[24] La proposición “Yo soy awh yna[25] (Is 43,10b.13a) anuncia que Israel, habiendo conocido la actuación divina en la Historia,[26] está en disposición de afirmar que sólo Yahvé es Dios la-yna [27] (Is 43,12b).

    La perícopa Is 43,8-13 explícita la exclusividad divina de Yahvé mediante dos argumentos. Por una parte sostiene que antes de Yahvé no ha sido formado (rcy) dios (la) alguno, ni lo habrá (hyhy al)[28] después (Is 43,10b). Por otra parte afirma que Yahvé es el único capaz de salvar “Yo, yo soy Yahvé, y a parte de mi no hay otro que salve,  [yvwm yd[lbm !yaw hwhy ykna ykna” (Is 43,11; cf. 10a.12a.12c.13a).[29] Israel percibe la unicidad divina en qué Yahvé es el único capaz de salvar. En contraposición a la actuación de Dios aparecen los ídolos incapaces de actuar porque son vacío (wht), nada (!ya) y nulidad ([pa) (Is 42,21-29; 43,9) .[30] En oposición a los ídolos, conocemos que Yahvé “es” «Yo soy» (awhy yna) (Is 43,10.12) porque es capaz de actuar (Is 43,13).

  
b. Yahvé refuta la falsedad de Babilonia (Is 43,14-15).

    Los versos Is 43,10b.12b.13a especifican la identidad de Yahvé:[31] bajo el aspecto de “Yo soy awhy yna” y “Yo soy dios la-yna”; mientras Is 43,14b detalla la acción de Dios contra Babilonia, destacando cómo la fuerza utilizada por Yahvé para crear a Israel (Is 43,1-7; cf. 43,14a.15), se utiliza contra Babilonia (Is 43,14b). La acción divina en favor de Israel (~kn[ml) y contra Babilonia (hlbb) se percibe en el libro de Isaías desde una doble perspectiva.

    1º. Babilonia es el lugar donde Israel padeció el exilio. La acción de Yahvé contra Babilonia, indica, en el conjunto de la obra de Isaías, que los acontecimientos primeros se han cumplido (Is 41,22-28), y así prueba la divinidad de Yahvé contra la pretensión de los ídolos incapaces de anunciar los acontecimientos futuros (Is 43,9).[32]

    2º. Babilonia deviene el prototipo idolátrico por excelencia cuando se llama a sí misma “yo y nadie más que yo; dw[ yspaw yna” (Is 47,8.10); pues usurpa atributos de Yahvé: “Yo soy Dios y no hay otro, Elohim y no hay otro como yo; ynwmk spaw ~yhla dw[ !yaw la ykna” (Is 46,9).[33]


    Síntesis. Yahvé se revela mostrando su capacidad de intervenir en la historia. Yahvé ha redimido a Israel, es el único redentor (lag) de su pueblo porque es el único Dios (Is 43,10-12).  La misma fuerza redentora que ha utilizado Yahvé en favor de su pueblo, la emplea ahora para aniquilar a Babilonia (Is 43,14b), pues la gran potencia se había atribuido la potestad de actuar como Yahvé, y por haberse atribuido esa potestad, propia de Dios, es destruida..


Conclusión final.

    El libro de Isaías describe la destrucción de Babilonia en tres ocasiones específicas (Is 14,14; 47,7; 47,8.10). El texto puntualiza que la aniquilación de Babilonia se debe a motivos teológicos. Los textos no tienen como primer objetivo describir los avatares históricos que precipitaron la destrucción de Babilonia; ni atribuyen la debacle del imperio a la excesiva dureza con que fustigó a Israel. Babilonia es aniquilada por Yahvé por haber intentado usurpar tres atributos propios del Dios único: Babilonia pretendió equipararse a Yahvé (Is 14,14); quiso adueñarse del señorío sobre la historia propio de Dios (Is 47,7); y quiso atribuirse la unicidad divina que sólo pertenece a Yahvé (Is 47,8.10). Babilonia al pretender atribuirse cualidades que sólo pertenecen a Yahvé se ha convertido en un ídolo que atemoriza a los otros pueblos; y por esa pretensión idolátrica el mismo Dios la destruye.


[1]. Referencias expresas a Babilonia en Isaías: Is 13,1.19; 14,22; 21,9; 39,3.6; 43,14; 47,1; 48,14.20. Rey de Babilonia: Is 14,14; 39,1.7. Bibliografía reciente de referencia: A. Laato, Abaout Zion I will not be silent; the Book of Isaiah as an ideological unity (Stockolm 1998). K. Baltzer, Deutero-Isaiah (Mineapolis 1999).  J. Blenkinsopp, Isaiah 1-39 (New York 2000). 
[2]. El texto puede dividirse en tres perícopas concatenadas. 1ª Destrucción de Babilonia (Is 13,1-22); 2ª Alusión a la vuelta del destierro (texto redactado en prosa) (Is 14,1-2). 3ª Sátira contra el rey de Babilonia (Is 14,3-23). 
[3]. Referencias a la inutilidad de los ídolos y sus hechicerías: Is 41,2.5.25; 43,5; 43,14; 44,28; 45,1-7.13; 46,1-13; 47,1-15; 48,14-16.20; 52,4-5; 52,11-12. 
[4].  hmd: Is 1,9; 10,7; 14,14.24; 40,18; 40,25; 46,5; 46,5. !wyl[: Is 7,3; 14,14; 36,2.
[5]. Con el significado de “arriba” referido al canal de la abarca: Is 7,3; 36,2.
[6]. twmd con el sentido de “imagen de” aparece también en el oráculo contra Babilonia: Is 13,4.
[7]. En contraposición a la acción de Yahvé, la perícopa Is 40,19-20 actúa de contraluz al señorío de Dios descrito por 40,12-31 en triple perspectiva. 1ª Frente a Yahvé creador y señor del tiempo los ídolos son creados y efímeros. 2ª En contraposición al poder de Yahvé, la ídolos carecen de autoridad, y su prestancia depende de la habilidad del orfebre, de la calidad de los materiales y de la riqueza de los devotos. 3ª Ante el dinamismo de Yahvé; los ídolos, sujetos con clavos, son entidades pasivas.
[8]. Suele aparecer con la preposición l en frases verbales y nominales que expresan la perennidad e inmutabilidad de una situación: Gn 3,22; Ex 3,15; 32,13; Jr 33,11; Sal 100,5; 106,1; 107,1; 118,1-4.29; 136,1-26; Esd 3,11; 1Cr 16,34.41; 2Cr 5,13; 7,3.6; 20,21.
[9]. La situación de eternidad como atemporalidad filosófica, considerada propia del pensamiento griego antiguo debe ponerse en discusión; no parece que el pensamiento griego antiguo refiriera la eternidad como atemporalidad, tal como la definió la filosofía posterior. Discusión del concepto de eternidad entre los griegos: W. Jaeger, Paideia (Paris 1988). Descripción del concepto de eternidad en el pensamiento filosófico antiguo: P. Zellini,  Breve Historia  del Infinito (Madrid 1991).
[10]. Entendemos ~lw[ la como «El/Dios para siempre» y no como el «Dios Olam». Análisis filológico y procedencia de ~lwl la: T. N. D. Mettinger,  Buscando a Dios (Madrid 1994) 80.
[11]. Mediante Gn 21,33 algunos autores infieren un culto preisraelita transferido por Israel a Yahvé. Estudio amplio y muy documentado sobre el origen del Yahvismo; J. C. de Moor, The Rise of Yahwism. The roots of israelite monotheism, Leuven 1997.
[12]. También se vale de arb 16 veces.
[13]. La constatación de la actuación de Dios en la historia de Israel, será el argumento con que el DtIs argüirá la divinidad de Yahvé y negará el poder de los ídolos, incapaces de cualquier actuación (Is 41,21-29).
[14]. De ese modo la actuación de Dios comenzada en el pasado que se mantiene en el presente y se proyecta hacia el futuro, devendrá un argumento para probar la divinidad de Yahvé contra los idólatras incapaces de predecir el futuro (Is 41,21-29).
[15]. En Gn 21,33 ~lw[ la hwhy; hwhy es el sujeto de la proposición nominal, y ~lw[ la el predicado. En Is 40,28 hwhy ~lw[ yhla; ~lw[ yhla es sujeto de la proposición nominal, y hwhy el predicado.
[16]. Es interesante observar la siguiente propuesta de estructura y la metodología utilizada para establecerla: M. C. A. Korpel & J. C. de Moor, The Structure of Classical Hebrew Poetry: Isaiah 40-66 (Leiden 1998) 333-361.
[17]. Bibliografía abundante sobre la confrontación entre la divinidad de Yahvé y Babilonia: Ch. A. Franke, “Reversals of fortune in the Ancient Near East: a study of the babylon oracles in the book of Isaiah” en  R. F. Melugin & M. A. Sweeney, New Visions of Isaiah (JSOT 214; Sheffield 1996) 104-123.
[18]. La influencia del uso de ~lw[ a lo largo del Segundo Isaías aparece de nuevo en 56-66 y en 1-39 donde ~lw[ se atribuye a Dios y a los bienes religiosos, designando el carácter definitivo de la salvación o ruina futuras: Is 35,10; 60,15.19.20.21; 61,7.8. Otras relecturas Dt 32,40; 33,27; Jr 10,10; Lam 5,19. Para las relecturas de ~lw[ ver: J. Vermeylen, Du Prophète Isaïe à L’Apocalyptique. Isaïe, I-XXXV, miroir d’un demi-millenaire d’experience religieuse en Israël. Tome I-II (Paris 1977) pp. 439-446.451-517.
[19]. El lenguaje de los Salmos recuerda la concepción de Is 40-55: Sal 90,2; 92,8; 102,12. Ensalzan a Yahvé que gobierna eternamente: Sal 9,6.8; 10,16; 29,10; 66,7; 93,2; 145,13; 146,10. Utilizan ~lw[ refiriéndose al hombre piadoso cuya firmeza es eterna: Sal 15,5; 30,7; 31,2; 37,18.27; 41,13; 55,23; 61,5.8; 71,1; 73,26; 112,6.6; 121,8; 139,24; ver:. B. Grosse, Structuration des grands ensembles bibliques et intertextualité a l’epoque perse  (New York 1997).
[20]. Is 43,1-7; 43,8-15; 43,16-21. 
[21]. El dominio de Yahvé sobre la Historia materializado en la redención de Israel figura en 42,14-44,23, y específicamente cuando Yahvé convoca a las naciones (~ywg) (43,9), recuerda que anunció (dgn) (43,9.12) las cosas primeras (twnvar) (43,9) que se cumplen (43,14-15), manda olvidar las cosas antiguas (twnwvar) y atender a las nuevas (vdx) que brotan (xmc) (43,18-19); se revela primero (!wvar) y último (!wrxa) (44,6) e incomparable (ynwmk-ym) (44,6); conmina a los ídolos a anunciar (dgn) el futuro (hnabt twyta) (44,7), es quien desde siempre se manifestó (dgn)  y reveló ([mv) a su pueblo (44,8). 
[22]. Los sustantivos rw[ «ciego» (Is 42,18.19.19; 43,8) y vrx «sordo» (Is 42,18.19; 43,8) describen la cerrazón de Israel ante la doble actuación divina que propicia la ascensión de Ciro (Is 41,1-5) y la liberación de Israel (Is 43,1-7).
[23]. rxb refleja en DtIs dos situaciones. 1ª Elección de Israel por parte de Yahvé: 41,8.9; 43,10; 44,1.2; 48,10; 49,7. 2ª Elección de los ídolos y la abominación de elegirlos: 40,19; 41,24.
[24]. El sustantivo ~wy significa día, ~wym puede significar antes de la luz del día. Gn 1,1-2,3 aparece entretejido por arb: Gn 1,1.21.27.27.27; 2,3. El Génesis narra como Dios hace la luz (rwa) (Gn 1,3) a la que llama día (~wy) (1,5). El primer día comienza  la creación (arb) que se prolongará hasta el día sexto. Antes del día (~wym) Yahvé ya existía (hwh yna) (43,13): Yahvé está por encima de cualquier realidad. Los ídolos, en contraposición a Yahvé, son realidades materiales formadas por hombres en el seno de la sociedad: 40,19-20; 41,6-7; 44,9-20.
[25]. Misma proposición con reduplicación de yna: 43,25; 51,12.
[26]. Israel debe ser testigo, ante las naciones, de los dos aspectos de la actuación de Yahvé en la Historia. 1º Yahvé ha sido el único capaz de anunciar (dgn) las cosas primeras (twnvar): 43,9b.12a. 2º Yahvé es el salvador ([vy) de Israel en 43,12a; la salvación de Israel es su redención (lag), manifestada en la nueva creación (arb) del pueblo (43,1-7).
[27]. La unicidad divina de Yahvé aparece expresamente en 40,18.25; 43,10.11.13.25; 44,6.7.8; 45,5.6.14.18.21.22; 46,5.9; 51,12.
[28]. Quizá contenga hyhy al una alusión al nombre hwhy (Ex 3,14); eso enriquecería la confrontación con la,  dios supremo cananeo.
[29]. Sólo Yahvé ha anunciado el futuro y ha salvado a Israel (43,9.12a). La capacidad de Yahvé para anunciar el futuro quedó zanjada en 41,1-5; 42,21-29. La salvación de Israel ([vy) se concretará en la creación realizada por Yahvé (43,1-7) y en la vida nueva le conferirá (43,16-21). Israel manifestará la gloria (dwbk) y la alabanza (hlht) de Dios, como expresión de la salvación que Yahvé le ha concedido. La capacidad salvadora de Yahvé radica en que sólo El es Dios y, por eso, fuera de El nadie puede salvar (43,11). [vy en 43,3 muestra a Israel salvado por Yahvé.
[30]. Los dioses son impotentes para cualquier actuación (42,21-29) pues son vacío (wht) (41,29; 44,9), nada (!ya) (41,24; 43,11.12; 44,6.8; 45,5.5.6.14.18.21.22; 46,9; 47,17), nulidad ([pa) (41,24.29; 45,6.14; 46,9).
[31]. La definición de Dios en 43,14a.15 recuerda 6,3.5: «El rey, el Santo, el Señor de los ejércitos», pero en 43,8-21 aparece el título de rey con una novedad: la realeza se manifiesta en que Yahvé crea (arb) y redime (lag) a su pueblo.
[32]. En 40,12-44,23 el personaje que Yahvé envía contra Babilonia es Ciro. Yahvé, señor de la Historia, suscita veladamente a Ciro (41,1-5) que actúa como mediador de la tarea de Dios (41,2c-3); Yahvé le ha suscitado porque dirige todos los acontecimientos (41,4).
[33]. Locuciones semejantes: Is 42,8; 43,10.11; 44,6; 45,14.19.21.22. Además de aparecer una confrontación entre Yahvé y Babilonia se da también una oposición entre Babilonia y Jerusalén, que depasa las pretensiones de este trabajo; consultar a este respecto: M. E. Biddle, “Lady Zion’s Egos: Isaiah 47,1-15 and 57,6-13 as structural counterspart” R. F. Melugin & M. A. Sweeney, New Visions of Isaiah (Sheffield 1996) 124-139.