Tres años después de su conversión, Saulo fue a Jerusalén donde debió encontrarse con el primero de los apóstoles: Pedro. Saulo, llamó siempre a Pedro por su nombre hebreo: “Cefas” que significa “piedra”; de ahí la expresión con que Jesús se dirigió a Pedro: “Yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta “piedra” edificaré mi Iglesia, y el poder del abismo no la podrá derribar” (Mt 18,16).
Cuando Saulo llegó a Jerusalén, intentaba unirse a los discípulos, pero todos le tenían miedo, pues no acababan de creerse que se hubiera convertido de verdad. Entonces Bernabé tomo consigo a Saulo y se lo presentó a los apóstoles. Bernabé les refirió el itinerario de la conversión de Saulo: les explicó que había visto al Señor y que se había convertido al Evangelio (Hch 9,26-28).
No cabe duda de que la comunidad de Jerusalén enseñó a Saulo toda la tradición oral referente a Jesús, pues Saulo, en aquel momento, todavía debía desconocerla en buena medida (1Cor 11,23-35). También se encontró en Jerusalén con el apóstol Santiago, “el pariente del Señor”, el otro dirigente significativo de la comunidad.
Saulo iba y venía libremente por Jerusalén, predicando con valentía en nombre del Señor. Disputaba con los judíos de habla griega; pero éstos, alarmados por el éxito misionero del apóstol quisieron acaban con su vida. Los cristianos de Jerusalén, conscientes del peligro que corría Saulo, lo enviaron a Cesare y desde allí viajó Tarso, su ciudad natal (Hch 9,29-30).
Ejercicio: lee la Carta a Tito.
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