Francesc Ramis Darder
Las narraciones de la resurrección de Jesús presentan una frase fundamental “Buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado. Ha resucitado, no está aquí...” (Mc 16, 6).
Esta expresión es el centro del Nuevo Testamento y de toda la Biblia. No es una simple frase sino que constituye el corazón nuestra fe.
¡Cristo ha resucitado! es el núcleo del gozo cristiano y del evangelio. Si elimináramos del NT la proclamación de la resurrección de Jesús nuestra fe se desvanecería, y el NT perdería su profundo valor. Dice S. Pablo “Si Cristo no ha resucitado, entonces nuestra predicación no tiene contenido ni vuestra fe tampoco” (1 Cor 15, 14).
La certeza de que Cristo Vive es el centro de nuestra fe. Sucede que el lenguaje humano es insuficiente para expresar el significado preciso de la resurrección de Jesús. Por eso el NT utiliza dos tipos principales de vocabulario para describir la vida nueva del Señor: el lenguaje de resurrección y el de exaltación.
El lenguaje de resurrección figura en las narraciones de la tumba vacía (Mt 28, 1-10 y par.); “Porqué buscáis entre los muertos al que vive. No está aquí, ha resucitado” (Lc 24, 5-6).
Se basa en un esquema temporal; Jesús “antes” estaba muerto y “ahora” ha resucitado. Tiene la ventaja de destacar la continuidad de la identidad personal de Jesús; el mismo Jesús que predicaba en Palestina y murió en Jerusalén es el mismo que ha resucitado. Ahora bien, muestra la desventaja de no explicar del todo la nueva vida que alcanza Cristo después de la resurrección.
De ahí que los autores del Nuevo Testamento introdujeran el lenguaje de exaltación que aparece en algunas Cartas (Flp 2, 1-11) discursos (Act 3, 13) y en las narraciones de la Ascensión del Señor (Lc 24, 50-53; Act 1, 3-11).
Este lenguaje utiliza palabras como “exaltación, subida”; así dice: “Por lo cual Dios lo exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre” (Flp 2, 9). Se basa en un esquema espacial, existe un “abajo”, la tierra, donde acaece la muerte de Cristo y un “arriba”, el cielo, que es la nueva forma de vida de Cristo resucitado. Así aparece con la mayor claridad la nueva vida de Jesús; el Hijo de Dios vuelve al seno del Padre.
Aunque la combinación de los dos lenguajes (Act 2, 23-24.32-33) perfila mejor el sentido de la resurrección, no llega a agotarlo. La resurrección de Jesús es un acontecimiento de revelación que se percibe desde la fe. Un acontecimiento capaz de llenar nuestra vida de sentido para empujarnos a sembrar la semilla de la misericordia entre los resquicios del Mundo, hasta que la sociedad vea la luz de los cielos nuevos y la tierra nueva, inscritos por Dios en el corazón de cada persona.
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