El Nuevo Testamento está escrito en griego; pero no con los parámetros de la lengua clásica de Platón y Aristóteles (siglo V a.C.), sino en la forma popular del griego hablado en el siglo I. Esta modalidad del griego se denomina koiné, o lengua habitual. Éste detalle es muy importante. El NT no se redactó en un estilo que sólo pudieran comprender los intelectuales, se escribió elegantemente en el habla normal del pueblo para que pudiera entenderlo cualquier persona.
El Antiguo Testamento está escrito en tres lenguas: Hebreo, Arameo y Griego. El texto arameo se reduce a unos pocos pasajes (Dn 2,4 - 7,28; Esd 4,8-6,18; 7,12-26), y varias palabras desperdigadas entre los diversos libros. Algunos libros aparecen en griego: Judit, Tobías, Macabeos I-II, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc, Carta de Jeremías, y algunos fragmentos de Daniel y Ester. El resto de los libros está redactado en hebreo.
Las conquistas de Alejandro Magno (336-323 a.C.) extendieron por Oriente el uso del griego. En la ciudad de Alejandría (Egipto), entre los siglos III-I a.C., el texto hebreo del AT fue traducido por los judíos a la lengua griega. Esta traducción se denomina ‘Traducción de los Setenta’ o Septuaginta. Las primeras comunidades cristianas, cuando leían el AT, no leían habitualmente el texto hebreo, leían la Traducción de los Setenta. El Imperio Romano difundió en Occidente la lengua latina. Los cristianos se apresuraron a traducir la Biblia griega al latín; la traducción del griego al latín, se conoce como Vetus Latina, fue utilizada por los padres latinos, entre ellos s. Agustín (354-430).
Por encargo del Papa Dámaso, S. Jerónimo (342-420) emprendió la traducción de la Biblia al latín partiendo de las lenguas originales. Esta traducción a la lengua latina desde el hebreo, arameo y griego se denomina Vulgata. El Concilio de Trento adoptó oficialmente el texto de la Vulgata, y los Papas Sixto V y Clemente VIII la editaron con esmero (1592).
Hasta la celebración del Concilio Vaticano II, el texto de la Vulgata se utilizaba oficialmente en la liturgia. Como sabemos, el Concilio promovió la celebración de la liturgia en lengua vernácula y alentó la traducción de la Biblia desde las lenguas originales (hebreo, arameo, griego); por esa razón, las ediciones bíblicas que leemos son traducciones de los textos originales. Estamos, pues, en la mejor situación para leer la Escritura y meditar la Palabra de Dios.
Francesc Ramis Darder
No hay comentarios:
Publicar un comentario