Francesc Ramis Darder
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El poema del Vástago de Jesé mencionaba el
“Espíritu de Yahvé” (Is 11,2), el Cántico del Siervo aludía a “mí Espíritu (de
Yahvé)” (Is 42,1), mientras los versos del Ungido refieren el “Espíritu del
Señor Yahvé (rwh. ‘dny yhwh ´ly)” (Is 61,1). El contenido de Is 61,1-9 aparece
en la sección que destaca la figura de Jerusalén como espejo de la intervención
salvadora de Dios (60,1-62,12); así, culminado el proceso de conversión
(56,9-59,21), la profecía delinea el esplendor de Sión reedificada tras la
alianza con Yahvé (60,1-62,12). La temática de 60,1-62,12 ofrece tres apartados
que exponen la magnificencia de la Ciudad Santa. El primero muestra cómo la
gloria de la urbe atrae las naciones a Sión (60,1-22). El segundo presenta la
figura del Ungido del Señor (61,1-9; 10-11: acción de gracias); la entrega y el
testimonio del personaje, investido del Espíritu de Señor Yahvé, refleja la
presencia Dios en el seno de la Ciudad Santa a la vez que la capacita para
atraer las naciones a la cima del Monte Santo. El último apartado vuelve a
acentuar la grandeza de Jerusalén transformada por la intervención redentora de
Yahvé (62,1-9); concluye con el poema que invita al pueblo y a la humanidad a
gozar plenamente de presencia de Yahvé (62,10-12). De ese modo, la figura del
Ungido del Señor despunta entre los versos que describen la redención de
Jerusalén hasta convertirla en la urbe capaz de atraer a las naciones hacia los
atrios del Monte Santo (cf. Is 66,5-23).[1]
A
nuestro entender, Is 61,1-9 presenta una estructura sencilla. Comienza
certificando como el Ungido de Yahvé posee el Espíritu del Señor Yahvé (Is
61,1ª). A continuación, pone en labios del Ungido la tarea que Yahvé le señala
a favor de los oprimidos y contra quienes les afrentan (Is 61,1b-3ª).
Seguidamente, subraya el triunfo de los débiles (Is 61,3b). Después especifica
las consecuencias del triunfo de los míseros; pues, por una parte,
reconstruirán las heredades devastadas (Is 61,4), y por otra, recibirán el
reconocimiento de las naciones (Is 61,5-6). Finalmente, el poema subraya de
nuevo la victoria de los débiles desde dos perspectivas concomitantes; por un
lado, sentencia que el Señor trenzará una alianza eterna con ellos (bryt
`wlm), y, por otro, enfatiza como las naciones reconocerán en el rostro de
los redimidos el aspecto de la raza bendita de Yahvé (Is 61,7-9).
El poema especifica la identidad de los
destinatarios de la misión del Ungido del Señor: los pobres, quienes tienen el
corazón roto, los cautivos, los presos, los que lloran, quienes llevan luto, y
los abatidos; a modo de contrapunto, el Ungido pregonará el año de venganza
contra los causantes del dolor que aflige la asamblea (Is 61,1-3). ¿Quiénes son
los oprimidos y quiénes son los opresores? A tenor de la intertextualidad y el
planteamiento metafórico del conjunto isaiano (Is 1-66), la mención de los
débiles alude, entre otros temas teológicos, a la comunidad hebrea diezmada por
la idolatría, trampa de los paganos hacia el pueblo de Dios (Is 61,1b.2b-3ª;
cf. 41,17-20; 42,18-25), mientras los opresores ocultan el rostro de las
grandes potencias o los pequeños tiranos que, bajo el aspecto de pomposos
ídolos o imágenes ridículas, apartan a la comunidad de los caminos del Señor
(Is 37; 41,21-29; 42,18-25; 47).[2]
El texto también especifica las
peculiaridades de la actuación del Ungido: anunciará la buena nueva, vendará
los corazones rotos, pregonará la libertad a los cautivos, proclamará el año de
gracia, consolará a los tristes, confortará a quienes están de luto y devolverá
al ánimo a los abatidos; a modo de contraluz, pregonará la venganza de Dios
contra los opresores. Con la excepción de la derrota de los adversarios,[3] la
tarea del Ungido, valiéndose de otro vocabulario y adoptando el lenguaje
metafórico, corre pareja a la misión del Siervo; pues, el Siervo no quebrará la
caña cascada ni apagará el pabilo humeante, símbolo de quines sufren la
opresión o están atrapados por los ídolos (Is 42,1-8).
Entre las tareas a las que el Espíritu
empuja al Ungido, perfilaremos las dos, a nuestro entender, más esenciales: “buena
nueva” y “año de gracia” (Is 61,1.2). La raíz “buena nueva (bsr)” aparece
en labios del mensajero que anuncia la salvación de Sión (Is 40,9), refleja la
salvación que Ciro lleva a Jerusalén (Is 41,27), caracteriza al mensajero de
Sión (Is 52,7), y confirma la alabanza de las naciones, atónitas ante la
grandeza de Yahvé que ha salvado Jerusalén (Is 60,6); en definitiva, la raíz
subraya la irrupción de la salvación entre los muros de Sión, metáfora del
pueblo redimido. En labios del Ungido, la “buena nueva” significa la llegada de
la salvación con que Dios redime a su pueblo de la opresión y de la idolatría
que le apartan del regazo divino. Sin embargo, el contenido de Is 61,1-3 no se
limita al aspecto descriptivo, también abraza, en nuestra opinión, el sentido
performativo; es decir, realiza lo que proclama, pues al mismo tiempo en que el
Ungido anuncia la buena nueva, venda los corazones, pregona la libertad […] y
consuela a los que lloran.[4] La
locución “año de gracia de Yahvé (s.nt-rtswn lyhwh)” alude a la
actuación decisiva de Dios, en este caso por medio del Ungido, para salvar a su
pueblo y abatir a los malvados. Conviene notar que tanto el aura del Ungido
como del Siervo de Yahvé aparecen bajo el aura de la raíz “complacer (rtsh)”:
Dios se complace (rtsh) en el Siervo (Is 42,1), mientras el Ungido
proclama el “año de gracia (rtswn, raíz: rtsh)”; de ese modo, la
poesía isaiana relaciona, desde el vértice teológico, la naturaleza de ambos
personajes.
Anudando la información. Entendemos que el Ungido de Yahvé, poseedor del
Espíritu de Adonai Yahvé, constituye la mediación de Dios para regenerar a su
pueblo y propiciar que las naciones reconozcan a la comunidad renacida como la
raza bendita de Yahvé. La misión mediadora del Ungido de Yahvé corre pareja, en
cierta medida, a la del Siervo de Yahvé y, desde los matices que hemos
constatado (1.1), también a la del Vástago de Jesé. Así pues, el Ungido,
poseedor del Espíritu del Señor Yahvé, constituye el mediador divino que emprende
dos tareas imbricadas entre sí; por una parte, el empeño del Ungido media en la
salvación que Dios concede a su pueblo, a la vez que propicia la admiración de
las naciones ante el triunfo de la raza bendita (duplex ordo).[5]
¿Cuál
es la peculiaridad del Ungido de Yahvé en el libro de Isaías? Como sabemos, la
unción expresa propiamente la consagración del rey (1Sam 9,16) o del sacerdote
(Lv 4,3). Al decir de la Escritura, la expresión “Ungido de Yahvé” señala la
estrecha relación entre Yahvé y el monarca (2Sm 1,14.14; 19,22), a la vez que
remarca la familiaridad del soberano con el Espíritu de Yahvé (1Sm 16,13). El
libro de Isaías subraya la solvencia de dos personajes distintos mediante el
uso específico de la raíz “ungir (ms.h.)”: Ciro (Is 45,1-7; cf.
41,1-5.25; 44,28) y el Ungido de Yahvé (Is 61,1).[6]
Cuando
ahondamos en la identidad teológica de Ciro, tal como la presenta el texto
isaiano, apreciamos tres cuestiones principales. Primera: Ciro es el personaje ‘suscitado
(`wr)’ por Dios para someter las naciones con la intención de que
reconozcan el exclusivo señorío de Yahvé sobre la Historia (Is 41,1-5.25;
48,12-15) Segunda: bajo el título de ‘pastor (r`y)’, Ciro, atento al
deseo divino, ordenará la reconstrucción de Jerusalén y rehará la dignidad del
Templo (Is 44,28).[7] Tercera: Yahvé confiará a
Ciro, su ‘Ungido (ms.yh.)’, dos cuestiones concomitantes. Por una parte,
será el instrumento divino para someter las naciones para que tanto él como las
paganos reconozcan en la identidad de Yahvé, el Dios de Israel, al único Dios;
por otra parte y a modo de correlato, Dios toma de la mano a Ciro, su Ungido,
para bien de su pueblo, Jacob e Israel (Is 45,1-7).[8] Así
pues, la tarea de Ciro (suscitado, pastor y Ungido) corre pareja, en cierta
medida, a la del Vástago de Jesé, el Siervo de Yahvé y el Ungido de Yahvé; pues
su intervención en el ahistoria, alentada por Dios, también actúa a favor del
pueblo y de las naciones. No obstante, cuando comparamos la naturaleza del
Vástago, el Siervo y el Ungido con la identidad de Ciro, apreciamos una
diferencia capital: mientras los tres personajes están investidos del Espíritu
de Yahvé, Ciro no lo posee. Así pues, el “Espíritu de Yahvé” constituye el don
que Dios regala solo a su pueblo; en nuestro estudio a los tres personajes
eminentes que lo han recibido; es el Espíritu del Señor Yahvé, derramado sobre
el Ungido, quien le capacita para mediar en la salvación del pueblo y propiciar
la admiración de las naciones.
En definitiva, el Ungido del Señor
constituye un personaje relevante, investido del Espíritu de Yahvé, como
también lo son el Vástago y el Siervo, destinado por Dios a propiciar el
retorno de la comunidad, alejada del Señor por el peso de la idolatría, al
regazo divino.
Como expusimos en las primeras líneas del
estudio, esbozaremos ahora brevemente la figura del personaje Incógnito,
poseedor también del Espíritu de Yahvé. Aunque la presencia de Is 48,16b haya suscitado
dificultades textuales, nos atenemos al Texto Masorético.[9]
Señala la profecía: “Ahora, Adonai Yahvé me envía con su espíritu (‘dny yhwh
shlh.ny wrwh.)” (Is 48,16b). ¿A quién envía Adonai Yahvé? A lo largo de Is
40-66, el binomio “Adonai Yahvé” adquiere dos matices relevantes. Por un lado, la
locución “Adonai-Yahvé” despunta en los oráculos que enfatizan la intervención
de Dios en bien de su pueblo y que suscita, a modo de correlato, la admiración
de las naciones (Is 56,8; 40,10; 49,22; 52,4; 61,11; 65,13.15).[10] Por
otro, Is 40-66 utiliza la locución “Adonai-Yahvé” en los textos que aluden a
personajes relevantes: el Siervo de Yahvé (Is 50,4.5.7.9) y el Ungido de Yahvé
(Is 61,1). Así pues, el personaje incógnito alude a una figura eminente que, de
alguna manera, actúa de mediador en la intervención de Dios en la Historia en
bien de su pueblo.[11] A
nuestro entender, el personaje Incógnito alude a la identidad del Siervo de
Yahvé y a la naturaleza del Ungido del Señor.
El primer Cántico especifica la elección y
la misión del Siervo: “Mi siervo […] mi elegido […] he puesto en él mi espíritu
[…] para ser alianza del pueblo y luz de las naciones” (Is 42,1-8). El Cántico alude
al espíritu en primera persona, “mi espíritu”; sin duda, el pronombre “mi”
oculta la identidad de Yahvé. El contenido de Is 48,16b apela a la tercera
persona: “su espíritu”; el pronombre “su” también alude a la identidad de
divina. De ese modo, tanto el Siervo como en el personaje Incógnito están
investidos por el mismo Espíritu de Yahvé. Un a vez que el primer Cántico ha
definido la identidad y la misión del Siervo, los otros tres concretan los
diferentes aspectos de la misión del Siervo (Is 49,1-7; 50,4-11; 52,13-53,12).
El Segundo Cántico, literariamente distante del primero, comienza a delinear
los trazos de la misión del Siervo (Is 49,1-7); quizá por eso, el autor haya
colocado en Is 48,16b la locución “su espíritu”, en alusión al Siervo (Is 42,1),
seguida de un oráculo profético (Is 48,17-19), para recoger el contenido del
primer Cántico y preparar al lector para la comprensión de su misión a partir
del segundo.
No obstante, el binomio “Adonai Yahvé”,
presente en Is 48,16b, asocia el personaje Incógnito con el Ungido del Señor,
poseedor también del espíritu de “Adonai Yahvé” (Is 61,1; cf. 61,11). Como
hemos expuesto en párrafos anteriores, la misión del Ungido insinúa también la
misión del Siervo. Desde esta perspectiva, podríamos entender que el personaje
Incógnito no solo prepara al lector para la comprensión de la misión del
Siervo, sino que también le predispone para comprender la tarea del Ungido,
poseedor del Espíritu de Adonai Yahvé, asociada, como hemos visto, al empeño
del Siervo.[12]
[1] . B.
S. Childs, Isaiah, Louisville: KY 2001, 526-547.
[2] . E. Farfán, El Desierto Transformado,
Roma 1992, 49-63; F. Ramis Darder, El
Triunfo de Yahvé sobre los Ídolos (Is 40,12-44,23), Barcelona 2002, 120-130.
R. Rendtorff, The Book of
Isaiah: A Complex Unity. Synchronic and Diachronic Reading, en E. F. Melugin & M. A. Sweeney (eds.), New Visions of Isaiah,
Sheffield 1996, 32-49.
[3] . F.
Ramis Darder, Els vertaders i els falsos profetes, ScriptaB 10
(2010) 83-106.
[4] . O.
Schilling, bsr, ThWAT I, 861-865.
[5] . M.
Howell, A Light to the Nations, TBT 40 (2002) 205-210.
[6]. D. Scaiola, Creazione e alleanza, PdV
52 (2, 2007) 16-21; H. Spieckermann, God’s
Steadfast Love. Towards a New Conception
of Old Testament Theology, Bib 81 (2000) 305-327.
[7] . 2Cr
36,22-23; Esd 1,1-6; 6,3-5; mencionan la reconstrucción del Templo sin citar la
reconstrucción de Jerusalén
[8] . F. Ramis Darder, Is 41,1-5: el Primer
Oracle de Cir. Model de l’actuació divina a traves dels signes dels temps, ScriptaB
4 (2002) 145-173;
[9] . AC:
dl cf. GK. Apelando a manuscritos griegos relevantes y al copto, el Aparato
Crítico propone prescindir del binomio “Adonai Yahvé”; por nuestra parte no
percibimos ninguna razón para eliminarlo. Algunos autores consideran Is 48,16b
como una interpolación o una glosa y prescinden del texto, por nuestra parte no
vemos motivo para obviar el texto: cf. B.
S. Childs, Isaiah, Louisville: KY, 377-278.
[10] . Is
56,1-8: Dios reúne a los dispersos de Israel y suscita la adhesión de los
paganos (Is 56,8). Is 40,10: alusión al pueblo redimido, admiración de las
naciones (Is 40,8.10). Is 49,22: exige de los paganos la devolución de los
israelitas dispersos. Is 52,4: Dios reivindica la liberación de su pueblo,
oprimido antaño por Egipto y Asiria.
[11] . F. Ramis darder, Yahvé: el Déu que actua
dins la Història, Comun 98 (2000) 19-32.
[12] . R.
J. Clifford, Prophetic Leader, TBT 39 (2001) 69-74; G. J. Polan, Portraits of Second
Isaiah’s Servant, TBT 39 (2001) 88-93; C.
Story, Another Look at the Fourth Servant Song of Second Isaiah, HBT (2009)
100-110