Francesc Ramis Darder
El Dios de
Israel no es una divinidad difusa y lejana. Yahvé se reveló a Moisés
mostrándole su identidad, y le confió la misión de liberar a Israel de Egipto.
Moisés
guardaba el rebaño de Jetró. Una oveja huyó y buscándola vio una zarza ardiendo
sin consumirse. Cuando se acercó al prodigio, Dios le habló desde el fuego: “Yo
soy el Dios de tu padre, el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob. He visto la
aflicción de mi pueblo en Egipto ... he bajado para librarle ... yo te envío para que saques a mi pueblo de
Egipto”. Moisés respondió al Señor: “Si voy a los israelitas y les digo
‘el Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros’, cuando me pregunten
‘¿cuál es su nombre?’, que voy a responderles. Dijo Dios a Moisés: Yo soy el
que soy. Así dirás a los israelitas: ‘Yo soy me ha enviado a vosotros’ (Ex
3, 1-15).
El relato
de la vocación de Moisés permite discernir el sentido del término “Yahvé”. Dios, cuando habla a Moisés se define como
“Yo soy” (Ex, 3, 14). No debe extrañarnos que la palabra “Yahvé” sea un verbo y
no un sustantivo. Todo pueblo elabora su lenguaje según la forma en que vive.
Los hebreos eran nómadas y su habla
estaba marcada por términos que indican movimiento: los verbos. La frase “Yo
soy” tiene dos matices de significado.
1º. En los
tiempos antiguos, cuando Israel era plenamente nómada, la expresión “Yo soy” se
entendía en sentido causativo; es decir, se comprendía como “el que hace ser”.
Yahvé no es un Dios que habita el cielo sin más, sino que se preocupa y auxilia
a su pueblo “haciéndole ser Israel”. Notemos la semejanza con el ejemplo del
alfarero. El artesano toma barro y modelándolo lo “hace ser” una vasija. Dios
actúa igual, toma un pueblo pequeño y esclavo en Egipto, y lo “hace ser”, lo
convierte en su pueblo, Israel.
Para
precisar el significado de los términos hebreos a menudo se comparan con el
árabe. El árabe dispone de un verbo cuya raíz es semejante a la del hebreo
“Yahvé”, y significa “amar apasionadamente”. Unamos la significación hebrea de
Yahvé “Yo soy” entendida como “el que hace ser”, con el matiz árabe “amar con
pasión”. Resulta una bella significación del nombre de Dios: Yahvé es quien
“hace ser”, quien modela, a su pueblo “amándolo apasionadamente”. La metáfora
del alfarero cada vez se hace más real: el AT narra la historia en que Yahvé
modela a su pueblo con amor apasionado.
2º. Con el
paso del tiempo Israel se asienta en Palestina: la condición nómada se pierde y
deviene sedentario. El cambio en el modo de vida implica una variación en el
lenguaje. La comprensión de Yahvé “Yo soy” con el matiz de significado “el que
hace ser” se va perdiendo, y se queda en el “Yo soy”.
Los
hebreos, en Palestina, tomaron contacto con los cananeos que poblaban el país.
La religión cananea contaba con muchos dioses. Los israelitas fueron atraídos
por la exuberancia del culto cananeo, olvidaron a Yahvé y dieron culto a los
ídolos.
Los
profetas recordaron al pueblo que sólo Yahvé es Dios y, por tanto, los ídolos
no tienen carácter divino. Isaías cuando se dirige a los ídolos les llama “los
que no son” (Is 41, 29), “nada” (41, 24), “nulidad” (45, 14). En contraposición
a los ídolos, Yahvé se presenta como el único Dios: “el que es” Yo soy (45, 5). Isaías enseña a su pueblo que
la salvación se halla en las manos de Yahvé, y no en el falso poder de los
ídolos. Yahvé es autor de la creación (40, 26), y dirige la historia (41, 1-5)
para propiciar la liberación de Israel (43, 1). Los ídolos son incapaces de
cualquier actuación (41, 23) porque “no son” dioses, y por tanto es absurdo
elegirlos (41, 24).
Las dos
acepciones de la palabra “Yahvé” (Yo soy) exponen claramente la intimidad de
Dios. Yahvé es el único Dios y no hay otro; por tanto Yahvé no es sólo Dios de
Israel sino de toda la Humanidad. Al ser el único Dios, Yahvé es el único capaz
de salvar; es decir, de modelar a Israel y todos los pueblos con amor
apasionado. El amor apasionado de Dios por la humanidad entera constituye el rosto del Dios cristiano, pues ¡Dios es amor! (1 Jn 4,8).
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