Francersc Ramis Darder
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Jesús de
Nazaret, la Palabra hecha carne (Ju 1, 14), nació en Belén de Judea durante el
reinado de Herodes (37-4 aC.) (Mt 2, 1), aunque se crió en Nazaret (Galilea)
(Lc 4, 16), donde trabajaba de carpintero (Mc 6, 3). Jesús fue cuidado por
María, su madre y, más tarde José le enseñaría el oficio familiar.
Probablemente recibió la educación religiosa de los jóvenes de su época
consistente en el conocimiento de la Ley y los Profetas. Al habitar en Galilea
conoció los grupos judíos radicales y la mentalidad abierta del mundo griego.
Convivió con los pescadores y los canteros, vio trabajar a los campesinos y
percibió la situación marginal de la mujer. Sintió la opresión romana, padeció
la soberbia de fariseos y saduceos, sintió el sufrimiento del pueblo de la
tierra y comprendió la esperanza de Israel referida a la llegada del Mesías y
la instauración del Reino de Dios.
Jesús
conoció a Juan Bautista, predicador del Reino de los Cielos que exhortaba al
bautismo para el perdón de los pecados, y se hizo bautizar en el Jordán (Mt 3).
Juan encendía el entusiasmo popular y se enfrentaba a la autoridad corrupta,
por eso Herodes Antipas (4 aC-39 dC.) mandó decapitarle (Mt 14, 1-12).
Jesús,
después del bautismo, se retiró al desierto donde fue tentado por el diablo (Mt
4, 1-11), y comenzó su ministerio al enterarse del encarcelamiento de Juan (Mt
4, 12-17). La Buena Nueva anunciada por Jesús se concentra en dos puntos: la
certeza de que Dios es el buen Padre que nos quiere y en la irrupción del Reino
de Dios.
a. Dios es el Padre Bueno que nos guía.
Los
evangelios se redactaron en griego pero algunas palabras de Jesús permanecieron
en arameo, así el término “Abba” (Mc 14, 36). La palabra “abba” fue,
originariamente, una voz del lenguaje infantil: significaba “papá”. En el siglo
I dC. el uso no se limitaba a los niños, también la utilizaban los jóvenes y
adultos para dirigirse a su padre, cuando la relación era muy entrañable. La
mejor traducción es “padre mío querido”. La voz “abba” denota que la relación
padre-hijo reposa en la confianza, el respeto, el cuidado, la responsabilidad,
el cariño y el conocimiento: el hijo está sostenido en la buenas manos del
padre que le cuidará con ternura.
La religión
judía del siglo I raramente se dirigía a Dios como Padre, y sólo el sumo
sacerdote, una vez al año, pronunciaba con voz temblorosa el nombre de Dios:
Yahvé. En cambio, Jesús se comunica familiarmente con Dios llamándole Padre (Lc
10, 21), y matiza el significado de “Padre” con la denominación “abba, padre
mío querido” (Mc 14, 36): el Padre no es alguien distante, sino Quien sostiene
con ternura la vida de Jesús y la alienta con su misericordia.
Jesús
proclama que Dios es nuestro Padre (Mt 5, 45): el “abba” que cuida de nosotros.
¡Qué diferencia entre “Dios Padre” y el “Dios Rigorista” de los fariseos, o el
“Dios Cultual” de los saduceos”!
b. El Reino de Dios.
Jesús topa
con un endemoniado en Cafarnaún y dice al demonio: “¡Calla y sal de ese
hombre!” y la persona queda liberada del dolor (Mc 1, 21-18). Otro sábado
entra en la sinagoga, ve a un hombre con la mano atrofiada y le dice: “¡Extiende
la mano!”, la extendió y quedó curada (Mc 3, 1-6). La ley prohibía curar en
sábado, pero para Jesús lo crucial es la persona y no la observancia de normas
puramente humanas. Una tarde navegando por el lago con los discípulos las aguas
se encresparon, Jesús increpa al viento y al mar y sobreviene una gran bonanza
(Mc 4, 35-41).
El Reino de
Dios irrumpe con Jesús. La Humanidad, representada por el endemoniado de
Cafarnaún, queda curada del mal. La Sociedad enferma, significada en el hombre
que no podía ser curado en sábado, deviene sana por la Palabra de Jesús. El
Mundo violento, representado por el mar agitado, halla la calma al escuchar la
voz de Jesús. El Reino de Dios llega cuando la Humanidad, la Sociedad, y el
Mundo se encuentran con Jesús y recuperan el amor como eje de la vida.
¡Que
distinto es el Reino de Dios centrado en el amor, del Reino de los fariseos
construido sobre leyes complejas, o el de los saduceos edificado en la riqueza
terrenal!
La
seguridad de sentirse en las manos del Padre y la radicalidad del Reino hacen
atrayente el mensaje de Jesús. Las muchedumbres le admiran pero Jesús les exige
la conversión: el Evangelio no es una teoría sino un estilo de vida.
Convertirse significa esforzarse para amar a Dios como Padre e implantar su
Reino, para lo que Jesús establece dos mediaciones principales: la opción por
los pobres y la plegaria.
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