Francesc Ramis Darder
Los descendientes
de Jacob se multiplicaron en Egipto (Ex 1, 7). El faraón temiendo su pujanza, ordenó
ahogar a los niños recién nacidos y sometió al pueblo a esclavitud (1, 1-22).
Amrán y su esposa Yocabeb engendraron a Moisés (6, 20). La astucia de la madre,
logró que Moisés fuera adoptado por la hija del faraón, pero al ver Moisés la
opresión de los israelitas huyó a Madián donde se casó con Séfora (2-3).
Dios
escuchó el clamor de su pueblo en Egipto. Habló a Moisés desde el fuego de la
zarza que ardía sin consumirse, y le envió junto a su hermano Aarón a liberar a
Israel (3-4). El faraón no escuchó a Moisés, y Dios le humilló con diez plagas
(5-12). La noche de la décima plaga el ángel exterminador mató a los
primogénitos de Egipto, mientras los israelitas comían la cena pascual (11-12).
El faraón,
desolado, permitió a Israel dirigirse a la Tierra Prometida. Después, arrepentido, el
rey de Egipto persiguió a Israel dándole alcance junto al mar. Moisés empuñó su
cayado y golpeó las aguas que se dividieron para que Israel cruzara a pie
enjuto. Los egipcios persiguieron a Israel por el mar entreabierto, pero las
aguas se cerraron ahogando a las tropas (13-15).
Cruzado el
mar, Israel emprendió la ruta del desierto alimentado, sobre todo, por el maná
que Dios le proporcionaba. El pueblo llegó al Sinaí donde concluyó la alianza
con Dios especificada en los Mandamientos (20, 1-17), concretada en el Código
de la Alianza (20, 22 - 23, 19) y en las normas cultuales (25-31). A pesar de
la bondad de Dios, Israel se rebeló construyendo el becerro de oro (32). Dios,
irritado, aniquiló a los rebeldes (32, 27-29), mientras el pueblo fiel renovó la
alianza (34), concretada en numerosas normas legales, sacrificiales y morales
(Ex 35, 1 - Lv 27).
Censadas las tribus (Num 1-8) y celebrada la
Pascua (9), el pueblo reemprendió la marcha (10, 11). Al llegar a la Tierra
Prometida, Israel temió conquistarla y Dios mantuvo al pueblo errante cuarenta
años por el desierto (13-14). Pasados los años, Israel recomenzó el camino, pero
el rey de Edom le impidió el paso. Israel tuvo que combatir a los cananeos,
derrotar al ejército de Og y Sijón, y con ayuda de Balaán vencer al rey de Moab
(20-24).
A punto de
penetrar en la Tierra Prometida, Moisés recuerda al pueblo el Decálogo (Dt 5,
1-22), el don de la tierra (8), las exigencias de la alianza (10), y multitud
de leyes cultuales y morales (12-28). Finalmente, Moisés muere sobre el monte
Nebó habiendo designado sucesor a Josué (31, 7).
Josué cruza
el Jordán (Jos 3-4), celebra la Pascua (5, 10-12) y toma Jericó (6). Conquista
la mayor parte de Palestina (7-12) y la reparte entre las tribus (13-22). Una
vez pacificado Israel, Josué convoca las tribus en la ciudad de Siquem donde
todos se comprometen a servir al Señor, el único Dios (24).
A la
muerte de Josué, las regiones del país son gobernadas por jueces: Otoniel, Eud,
Samgar, Débora y Barac, Gedeón, Tola, Yair, Jefté, Ibsan, Elón, Abdón, Sansón.
La valoración bíblica de los jueces es negativa: “En aquel tiempo no había
rey en Israel, y cada uno hacía lo que le parecía” (Jue 21, 25).
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