sábado, 29 de marzo de 2014

LA MONARQUÍA HASTA 722 a.C. DAVID Y SALOMÓN.

                                                               Francesc Ramis Darder


    Samuel era juez en Israel (1 Sam 7). Cuando el pueblo pidió un rey (8), Samuel ungió a Saúl (9) y abdicó (12). David, a las órdenes de Saúl (16, 14-23), triunfó contra los filisteos y mató a Goliat (17). Saúl envidió a David que huyó con sus hombres (18-19). Al morir Saúl luchando contra los filisteos (31), David reinó en Hebrón (2 Sam 2) y más tarde en todo Israel (5). David conquistó Jerusalén donde trasladó el Arca  (5, 6 - 8, 18). Disfrutó de la amistad de Jonatán (1 Sam 20), padeció la traición de Absalón (2 Sam 15) y la sedición de Sibá (20). Cometió el pecado de hacer morir a Urías para quitarle a su mujer Betsabé (2 Sam 11), pero también perdonó en dos ocasiones la vida de Saúl (1 Sam 24.26). David estableció la capital en Jerusalén.

    David tuvo varias esposas, de Haggit engendró a Adonías y de Betsabé a Salomón. Adonías, por ser el mayor, debía reinar pero fue ungido Salomón (1 Re 1, 38-53). Al principio de su reinado, Salomón destacó por su sabiduría, la organización del reino y la edificación del Templo (3-10), en cambio sus últimos años aparecen teñidos por la corrupción y el mal gobierno (11).

    A la muerte de Salomón estalló la guerra civil, y el pujante reino de David se fragmentó en dos países, Israel y Judá, que coexistían  en permanente beligerancia.

    a. Israel. El primer rey fue Jeroboam, su territorio ocupaba el centro y norte de Palestina, la capital se ubicó definitivamente en Samaría; y, en comparación a Judá, era un país rico.

    b. Judá. Gobernado por Adonías, hijo de Salomón, ocupaba el sur de Palestina y tenía su capital en Jerusalén. Debido a los desiertos, la presencia del mar Muerto y la lejanía de las rutas comerciales, era un reino pobre.

    Los reyes de Israel oyeron la predicación de Elías y Eliseo (1 Re 17-19; 2 Re 2-8), la exigencia de justicia proclamada por Amós y de misericordia anunciada por Oseas, pero no hicieron caso. El rey asirio Sargón II destruyó Samaría e incorporó a Israel a su imperio; deportó a la población dispersándola en Asiria, y repobló Israel con habitantes de regiones lejanas y ajenos a la cultura y religión hebrea (722 aC.).

     La presencia de la religión y cultura hebrea en Israel desapareció. Sólo algunos habitantes del reino del Norte se trasladaron a Jerusalén, legando a Judá los restos de su cultura y su fe. Desde entonces habría un solo reino hebreo: Judá cuya capital será Jerusalén (2 Re 9-17).

No hay comentarios: