jueves, 27 de febrero de 2014

CUARESMA 2014. ORACIÓN BÍBLICA PARA LA CUARESMA Y LA SEMANA SANTA


                                                        Francesc Ramis Darder


La oración es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de El (S. Agustín).

Metodología para la oración:

1. Comencemos haciendo unos momentos de silencio. Pacifiquémonos. Sintámonos bien con nosotros mismos, en silencio, en paz.

2. Observemos nuestra vida. Aquellas situaciones que nos alegran, y también aquellas que nos provocan angustia y dolor.

3. Leamos algún texto de la Sagrada Escritura (en estas hojas tenemos un conjunto de citas tomadas de la Biblia). Elijamos una cada día de la Cuaresma y de la Semana Santa. Leámoslo despacio. Fijémonos en alguna palabra o en alguna frase que pueda iluminar nuestra vida.

4. En nuestro interior vayamos repitiendo lentamente esta palabra o esta frase.

5. Apliquemos esta palabra o esta frase a la situación de nuestra vida que antes hemos contemplado. Pidamos a Dios que nuestro actuar vaya en consonancia con estas palabras de la Escritura que hemos repetido en nuestro interior.


CITAS BÍBLICAS PARA LA ORACIÓN DURANTE LA CUARESMA Y LA SEMANA SANTA



MARZO

Día 5. “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que brota de la boca
              de Dios” (Mt 4, 4).

6. “El Reino de Dios no tiene que ver con lo que uno come o bebe; camina en la
       justicia, la paz y el gozo del Espíritu Santo” (Rm 14, 17).

7. “Hermanos: Habéis sido llamados a la libertad, pero no os aprovechéis con
        egoísmo, sino al contrario: por el amor servios unos a otros” (Gal 5, 13).

8. “Aspirad a las cosas grandes ... sintonizad con las cosas de más arriba,
        no con las  de la tierra” (Col 3, 1-2).

9. “En verdad os digo: el comportamiento que habéis tenido con cualquiera de mis
      hermanos más pequeños, lo habéis tenido conmigo” (Mt 25, 40).

10. “No te avergüences nunca de dar testimonio de nuestro Señor Jesucristo”
      (2 Tm 1, 8).

11. “Dios es Espíritu, por eso aquellos que le adoran deben hacerlo en espíritu y en
      verdad” (Jn 4, 24).

12. “El Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad: en la oración, nosotros no
      sabemos a ciencia cierta lo que debemos pedir, pero el Espíritu en persona
      intercede por nosotros con gemidos”  (Rm 8, 26).

13. “Si alguno de vosotros quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, que tome su
      cruz y que me siga” (Lc 9, 23).

14. “Vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes que se lo pidáis” (Mt 6, 8).

15. “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por
      añadidura” (Mt 6, 33).

16. “Si os mantenéis en mi palabra, seréis en verdad discípulos míos, tendréis
      experiencia de la verdad y la verdad os hará libres” (Jn 8, 31-32).

17. “¡ Cuántas gracias le doy a Dios por Jesús, Mesías, Señor nuestro !” (Rm 7, 25).

18. “El amor que Dios nos tiene inunda nuestros corazones por el Espíritu Santo
       que  nos ha dado”  (Rm 5, 5).

19. “Seguidme y os haré pescadores de hombres”  (Mc 1, 17).

20. “No habéis recibido espíritu de esclavos para tener miedo, sino un espíritu de
        hijos, que nos hace clamar con fuerza: Abba, Padre” (Rm 8, 15).

21. “Dejad de amontonar riquezas en la tierra, donde la polilla y la carcoma las
        echan a perder y donde los ladrones abren boquetes y roban”  (Mt 6, 20).

22. “Cuando hagas limosna, que tu mano izquierda no se de cuenta de que lo hace
        tu derecha” (Mt 6, 3).

23. “Los frutos del Espíritu son: amor, alegría, paz, paciencia, humanidad,
        bondad,   fidelidad, mansedumbre, control de uno mismo” (Gal 5, 22).

24. “Pues si perdonáis las culpas a los demás, también vuestro Padre del Cielo os
        perdonará a vosotros” (Mt 6, 14).

25. “Pienso que todos los sufrimientos de este mundo no tienen comparación con
        la felicidad que se ha de revelar en nosotros” (Rm 8, 18).

26. “Aquel que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos
       nosotros,  ¿ cómo es posible que con El no los lo regale todo ?” (Rm 32).


27. “El ayuno que yo quiero es éste: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los
        cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, partir tu pan con el
        hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo ...”
        (Is 58, 6-7).

28. “El Señor es Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor hay libertad”
        (2 Cor 3, 17).

29. “Bienaventurados los pobres porque de ellos es el Reino de los Cielos”
       (Mt 5, 3).

30. “Amad a vuestros enemigos y rezad por aquellos que os persiguen; así os
        asemejaréis a vuestro Padre del Cielo, que hace salir el Sol sobre buenos y
        malos y envía la lluvia a justos e injustos” (Mt 5, 44-45).

31. “Aquello que viene de fuera no puede ensuciar al hombre ... lo que le ensucia
        es   aquello que le sale de dentro” (Mc 7, 18.21).


ABRIL

1. “Igual que mi Padre me amó os he amado yo. Manteneos en ese amor que os
        tengo, y para manteneros en mi amor cumplid mis mandamientos” (Jn 15, 9).

2. “A los ricos de este mundo insísteles en que no sean soberbios ni pongan su
        confianza en riqueza tan incierta, sino en Dios que nos procura todo en
        abundancia para que lo disfrutemos” (1 Tm 6, 17).

3. “Estad siempre alegres, orad constantemente, dad gracias en toda circunstancia
        porque esto quiere Dios de vosotros como cristianos” (1 Tes 5, 17).

4. “Si yendo a presentar tu ofrenda ante el altar, te acuerdas allí que tu hermano
        tiene algo contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, y ve primero a reconciliarte
        con tu hermano; vuelve entonces y presenta tu ofrenda” (Mt 5, 23).

5. “Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la
        viga que tienes en el tuyo” (Mt 7, 3).

6. “No basta decir  <Señor, Señor> para entrar en el Reino de los Cielos; no, hay
        que poner por obra el designio de mi Padre del Cielo” (Mt 7, 21).

7. “Acercaos a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os daré
        respiro” (Mt 11, 28).

8. “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; igual que yo os he
        amado, amaos también entre vosotros. En eso conocerán que sois discípulos
        míos: en que os amáis unos a otros” (Jn 13, 34-35).

9.  “No estéis agitados; fiaos de Dios y fiaos de Mí” (Jn 14, 1).

10. “No me elegisteis vosotros a mí, fui yo quien os eleg a vosotros y os destiné a
      que os pongáis en camino y deis fruto” (Jn 15, 16).

11. “Os he dicho estas cosas para que gracias a Mí tengáis paz. En el mundo
      tendréis  apreturas, pero, ánimo, que yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33).

12.  “Por consiguiente acogeos mutuamente como el Mesías os acogió para honra
       de Dios” (Rm 15, 7).

13. “A nadie le quedéis debiendo nada más que el amor mutuo, pues el que ama a
      otro tiene cumplida la Ley(Rm 13, 8).

14. “Esmerémonos en lo que favorece la paz y construye la vida común”
     (Rm 14, 19).

15. “Así que esto queda: fe, esperanza, amor; estas tres, y de ellas la más valiosa
      es el amor” (1 Cor 13, 13).

16. “Por consiguiente, queridos hermanos, estad firmes e inconmovibles, trabajando
      cada vez más por el Señor, sabiendo que vuestras fatigas como cristianos no
      son inútiles” (1 Cor 15, 58).

17. “El favor del Señor Jesús Mesías y el amor de Dios y la solidaridad del Espíritu
      Santo, estén con todos vosotros” (2 Cor 13, 13).

18. Viernes Santo. José de Arimatea descolgó el cuerpo de Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro que estaba excavado en la roca; luego, hizo rodar una piedra sobre la entrada del sepulcro. María Magdalena y María la de Joset se fijaban  donde era puesto (Mc 15,46-47).

19. Sábado Santo: “Sé valiente … ten ánimo … confía en el Señor” (Sal 37,1-5).

20. Domingo de Pascua: Jesús de Nazaret, el Crucificado, ¡HA RESUCITADO!  (Mc 16,6).


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   http://bibliayoriente.blogspot.com.es/2014/02/la-espiritualidad-de-la-cuaresma.html

jueves, 20 de febrero de 2014

ESPIRITUALIDAD DE LA CUARESMA

                                                                  Francesc Ramis Darder


Cuando las mujeres entraron en el sepulcro vieron a un joven vestido de blanco que les dijo: “Buscáis a Jesús de Nazaret, el crucificado: ha resucitado, no está aquí” (Mc 16,6).

La resurrección del Señor es el hecho capital de la fe; como decía el apóstol Pablo, si Cristo no ha resucitado, nuestra fe es ilusoria (1Cor 15,17). La centralidad de la resurrección provoca que la Cuaresma sea tiempo de disponer la vida para celebrar con profundidad la Pascua.

 Los cuarenta días de la Cuaresma evocan los cuarenta años en que Israel peregrinó por el desierto hacia la tierra prometida o los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto antes de iniciar la predicación del Reino de Dios (Nm 14,34; Mt 4,1-11); desde este ángulo, la Cuaresma es tiempo de preparación para el suceso que transforma la vida: el encuentro personal con el Resucitado.

La preparación para el acontecimiento esencial requiere esfuerzo, y este esfuerzo se llama camino de conversión. Como hizo María Magdalena, convertirse significa volver la mirada hacia Jesús para descubrirle como el maestro amado que nos acompaña (Jn 20,16). La Escritura ofrece tres consejos para volver la vista hacia Jesús: la oración, la caridad y el ayuno (Mt 6,1-18).

A menudo pensamos que lo más importante es lo que nosotros hacemos, pero la oración desvela que lo más importante es lo que Dios hace por nosotros; orar es experimentar que el Señor nos ha amado antes de que le conociéramos. ¡Dios nos ha amado primero! (1Jo 4,10).

La caridad no se agota en la limosna ocasional. Implica ver en el corazón del prójimo el latido del Señor. Así lo enseña Jesús: “Venid a mí [...], porque tenía hambre, y me distéis de comer; tenía sed, y me distéis de beber (Mt 25,35-36). El ayuno es un signo para recordar que estamos en tiempo de conversión, pero, como proclama Isaías, también sacude nuestra vida; “el ayuno que yo quiero, dice el Señor, es este: libera a los que están presos, comparte tu pan con el hambriento, acoge en tu casa a los pobres” (Is 58,5-7).

A veces creemos que la vida cristiana se vive solo con las fuerzas humanas, cuando es el mismo Dios quien nos introduce por el camino de la conversión; de ahí la importancia del sacramento de la Reconciliación, tan oportuno en la Cuaresma. Cuando lo celebramos recibimos el perdón de Dios, pero también la gracia, la presencia de Dios en nuestra vida que nos hace testigos del amor por los senderos de la vida hasta el día bienaventurado en que irrumpa la Pascua eterna. 


    Continúa en:
http://bibliayoriente.blogspot.com.es/2014/02/oracion-biblica-para-la-cuaresma-y-la.html 

miércoles, 12 de febrero de 2014

LAS HISTORIAS PATRIARCALES Gn 12-50

                                                                      Francesc Ramis Darder


Dios llamó a Abrán y le encaminó hacia Canaán con la promesa de convertirle en un gran pueblo (Gen 12, 1-6). Abrán y Saray, su esposa, no tenían hijos; por eso, y siguiendo una costumbre antigua, Saray entregó a Abrán a su esclava Agar que concibió a Ismael (16). Más adelante el Señor estableció una alianza con Abrán, significada por la promesa de tierra y la descendencia. La alianza se exterioriza con la circuncisión y el cambio de nombre, Abrán y Saray se llamarán Abrahán y Sara.

Abrahán y Sara concibieron a Isaac. Entonces Sara sintió celos de Ismael. Abrahán, instigado por su esposa, expulsó a Agar y a su hijo, pero el Señor se apiadó y convirtió a Ismael en un gran pueblo (21). A la muerte de Sara, Abrahán compra la cueva de Macpelá para sepultarla (23), donde también él será enterrado (25, 9). La promesa divina comienza a cumplirse: Isaac inicia la descendencia y la adquisición de la sepultura inaugura la posesión de la tierra.

Isaac contrae matrimonio con Rebeca (24) que concibe a Esaú y Jacob. Esaú, el primogénito, era el heredero; pero vendió a Jacob su primogenitura por un plato de lentejas (25, 31-34); y más tarde, Rebeca, mediante la intriga, consiguió que Isaac bendijera a Jacob (27). Esaú enfurecido quiso matar a su hermano. Jacob huyó a casa de su tío Labán y se casó con sus hijas Lía y Raquel. Más tarde Jacob engendró con sus dos esposas y sus respectivas esclavas, Zilpá y Balá, doce hijos: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Dan, Neftalí, Gad, Aser, Isacar, Zabulón, José (29) y Benjamín (35, 18). Después Jacob escapó de Labán y volvió a Canaán. Durante el regreso luchó con Dios que le cambió el nombre llamándole Israel, se reconcilió con Esaú, y erigió un altar al Señor en Betel (32-35).

José era el preferido de Jacob. Sus hermanos le odiaban y lo vendieron a Putifar, ministro del faraón (37). José en Egipto explicó el sueño que había tenido el faraón; el faraón a modo de recompensa, lo nombró primer ministro (41). Cuando el hambre azotó Oriente, los hijos de Jacob bajaron a Egipto a comprar trigo (42). Tras muchas peripecias, José invitó a sus hermanos y a su padre a vivir en Egipto otorgándoles el territorio de Gosén (43-47). José, casado con Asenet engendró a Manasés y Efraín (41, 51-52); pero Jacob, antes de morir, los bendijo adoptándolos como hijos (48).


Las historias patriarcales nos recuerdan que Dios nos acompaña siempre en el camino de la vida; y subrayan que por duras que sean las adversidades,el Señor permanece a nuestro lado como el buen padre que nos quiere y el amigo que consuela.

miércoles, 5 de febrero de 2014

¿CUÁLES SON LAS SECCIONES DEL NUEVO TESTAMENTO?

                                                                Francesc Ramis Darder

    Desde la óptica catequética, dividimos el NT en cuatro secciones..

A. Evangelios.
    El término “Evangelio” procede del griego y significa “Buena Noticia”. Proclama la buena noticia de Jesús de Nazaret quien con su vida, muerte, y resurrección nos ha salvado. Jesús nos ha liberado, pero también nos exige actualizar la liberación en el  mundo de forma radical: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente ... y amarás al prójimo como a ti mismo” (Mt 22, 37.39).  Los evangelios son cuatro: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Los tres primeros se llaman sinópticos porque narran, más o menos en el mismo orden el ministerio de Jesús; mientras el evangelio de Juan introduce discursos del Señor que invitan a meditar y contemplar su Palabra.

B. Hechos de los Apóstoles.
    El libro de los Hechos describe los avatares de la primitiva comunidad cristiana. Comienza con la Ascensión del Señor (Ac 1,3-11), seguidamente narra la vida de la comunidad de Jerusalén (Ac 1,12 - 5,42), después explica la misión a los paganos (Ac 6,1 - 12, 25), a continuación describe el crecimiento de la comunidad desde Antioquía hasta Roma (Ac 13,1 - 28,10),  y culmina con la llegada de Pablo a Roma donde anuncia al Señor resucitado (Ac 28,30-31). El libro no se limita a proporcionar datos históricos de la primitiva Iglesia, sino que contempla la comunidad desde la perspectiva de Dios en dos aspectos. 1º Explica cómo la Palabra de Dios se expande de Jerusalén hasta Roma. 2º Analiza cómo las comunidades viven el precepto evangélico “Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo” (Mt 22, 37.39).

C. Las Cartas.
    El NT contiene numerosas cartas estructuradas en tres grupos. 1º Cartas de S.Pablo: Romanos, 1-2 Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, 1-2 Tesalonicenses, 1-2 Timoteo, Tito, y Filemón. 2º Epístola a los Hebreos. 3º Cartas Católicas: Santiago, 1-2 Pedro, 1-2-3 Juan, y Judas. Contienen exhortaciones, plegarias y discursos a las comunidades para seguir el mensaje de Jesús resucitado desde la vivencia cotidiana del amor a Dios y al prójimo (Mt 22,37.39).

D. El Apocalipsis.
    La palabra “Apocalipsis” procede del griego y significa “desvelar, revelar”. El Apocalipsis puede enfocarse desde múltiples perspectivas, pero la visión catequética inclina a considerarlo un su cariz profético. El Apocalipsis examina las siete Iglesias para exigirles la vivencia del Evangelio: a la comunidad de Éfeso le solicita el amor, a la de Esmirna y Filadelfia la fidelidad, el cambio de conducta a Pérgamo, a la de Tiátira le pide veracidad, vigilancia a la comunidad de Sardes y a la de Laodicea le reclama el abandono de la tibieza. El resto del libro constata la radicalidad del evangelio y exige de cada cristiano la fidelidad a la enseñanza de Jesús resucitado.