viernes, 26 de junio de 2015

ENCÍCLICA SOBRE ECOLOGÍA, LAUDATO SÍ


Inspirada en el Cántico de las criaturas de san Francisco de Asís, el papa Francisco ha hecho pública su encíclica Laudato si. Un texto en el que, criticando la "cultura del descarte", Bergoglio invita a dejar "un planeta habitable para la humanidad que nos sucederá".

Introducción: el cuidado de la casa común
  • 1. “Laudato si’, mi’ Signore – Alabado seas, mi Señor, cantaba san Francisco de Asís, es el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad. Es el santo patrono de todos los que estudian y trabajan en torno a la ecología.
  • 2. “El Creador no nos abandona, nunca dio marcha atrás en su proyecto de amor, no se arrepiente de habernos creado”.
  • 3. “Los jóvenes nos reclaman un cambio. Ellos se preguntan cómo es posible que se pretenda construir un futuro mejor sin pensar en la crisis del ambiente y en el sufrimientos de los excluidos”.
Capítulo I: Lo que le está pasando a nuestra casa
  • 4. “Se producen cientos de millones de toneladas de residuos por año. La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería”.
  • 5. “La mayor parte del calentamiento global de las últimas décadas se debe a la gran concentración de gases de efecto invernadero (anhídrido carbónico, metano, óxidos de nitrógeno y otros) emitidos a causa de la actividad humana”.
  • 6. “Cada año desaparecen miles de especies vegetales y animales. Por nuestra causa, miles de especies ya no darán gloria a Dios con su existencia ni podrán comunicarnos su propio mensaje. No tenemos derecho”.
  • 7. “La exclusión social, la violencia, el narcotráfico y el consumo creciente de drogas entre los más jóvenes son signos que muestran que el crecimiento de los últimos dos siglos no ha significado un verdadero progreso”.
  • 8. “El ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos, y no podremos afrontar adecuadamente la degradación ambiental si no prestamos atención a causas que tienen que ver con la degradación humana y social”.
  • 9. “Muchos profesionales de los medios de comunicación están ubicados en áreas urbanas aisladas, sin tomar contacto directo con sus problemas. Viven y reflexionan desde la comodidad de un desarrollo y de una calidad de vida que no están al alcance de la mayoría”.
  • 10. “En lugar de resolver los problemas de los pobres y de pensar en un mundo diferente, algunos atinan sólo a proponer una reducción de la natalidad”.
  • 11. “La tierra del Sur es rica y poco contaminada, pero el acceso a la propiedad de los bienes y recursos les está vedado por un sistema de relaciones comerciales y de propiedad estructuralmente perverso”.
  • 12. “El sometimiento de la política ante la tecnología y las finanzas se muestra en el fracaso de las Cumbres mundiales sobre medio ambiente”.
  • 13. “Ante el agotamiento de algunos recursos, se vaya creando un escenario favorable para nuevas guerras, disfrazadas detrás de nobles reivindicaciones”.

Capítulo II: El Evangelio de la creación
  • 14. “Quienes se empeñan en la defensa de la dignidad de las personas, pueden encontrar en la fe cristiana los argumentos más profundos para ese compromiso”.
  • 15. “No somos Dios. La tierra nos precede y nos ha sido dada”.
  • 16. “Debemos preocuparnos de que otros seres vivos no sean tratados irresponsablemente, pero especialmente debemos preocuparnos de las enormes inequidades que existen entre nosotros, pues seguimos tolerando que unos se consideren más dignos que otros”.
  • 17. “Es evidente la incoherencia de quien lucha contra el tráfico de animales en riesgo de extinción, pero permanece completamente indiferente ante la trata de personas”.
  • 18. “Jesús trabajaba con sus manos, tomando contacto cotidiano con la materia creada por Dios para darle forma con su habilidad de artesano. Llama la atención que la mayor parte de su vida fue consagrada a esa tarea. Así santificó el trabajo y le otorgó un peculiar valor para nuestra maduración”.

Capítulo III: Raíz humana de la crisis ecológica
  • 19. “La tecnociencia bien orientada no sólo puede producir cosas realmente valiosas para mejorar la calidad de vida, también es capaz de producir lo bello ¿se puede negar la belleza de un avión?”.
  • 20. “Las iniciativas ecologistas pueden terminar encerradas en la misma lógica de la globalización: buscar sólo un remedio técnico a cada problema ambiental que surja es aislar cosas que en la realidad están entrelazadas, y esconder los verdaderos y más profundos problemas del sistema mundial”.
  • 21. “La gente ya no parece creer en un futuro feliz”.
  • 22. “Una presentación inadecuada de la antropología cristiana pudo llegar a respaldar una concepción equivocada sobre la relación del ser humano con el mundo: se transmitió muchas veces un dominio sobre el mundo que provocó la impresión de que el cuidado de la naturaleza es cosa de débiles”.
  • 23. “Cuando no se reconoce el valor de un pobre, de un embrión humano, de una persona con discapacitad; difícilmente podremos escuchar los gritos de la naturaleza”.
  • 24. “No es compatible la defensa de la naturaleza con la justificación del aborto”.
  • 25. “La lógica del «usar y tirar», genera tantos residuos por el deseo desordenado de consumir más de lo que realmente se necesita”.
  • 26. “Estamos llamados al trabajo desde nuestra creación. El trabajo es una necesidad, parte del sentido de la vida en esta tierra, camino de maduración, de desarrollo humano y de realización personal”.
  • 27. “Dejar de invertir en las personas para obtener un mayor rédito inmediato es muy mal negocio para la sociedad”.
  • 28. “La actividad empresarial, que es una noble vocación orientada a producir riqueza y a mejorar el mundo para todos, puede ser una manera muy fecunda de promover la región donde se instala, si crea puestos de trabajo”.
  • 29. “No es posible frenar la creatividad humana”.

Capítulo IV: Una ecología integral
  • 30. “Junto con el patrimonio natural, hay un patrimonio histórico, artístico y cultural, igualmente amenazado. Es parte de la identidad común”.
  • 31. “Hace falta cuidar los lugares comunes, los hitos urbanos que acrecientan nuestro sentido de pertenencia, nuestra sensación de arraigo, nuestro sentimiento de «estar en casa» dentro de la ciudad que nos contiene y nos une”.
  • 32. “La posesión de una vivienda implica la dignidad de las personas y el desarrollo de las familias”.
  • 33. “Si la tierra nos es donada, ya no podemos pensar sólo desde un criterio utilitarista de eficiencia y productividad para el beneficio individual. La tierra que recibimos pertenece también a los que vendrán”.
  • 34. “¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan? Lo que está en juego es nuestra propia dignidad. Somos nosotros los primeros interesados en dejar un planeta habitable para la humanidad que nos sucederá”.
  • 35. “El hombre y la mujer del mundo postmoderno corren el riesgo permanente de volverse profundamente individualistas”.

Capítulo V: Algunas líneas de orientación y acción
  • 36. “La política y la empresa reaccionan con lentitud, lejos de estar a la altura de los desafíos mundiales”.
  • 37. “La reducción de gases de efecto invernadero requiere honestidad, valentía y responsabilidad, sobre todo de los países más poderosos y más contaminantes”.
  • 38. “Los países pobres necesitan tener como prioridad la erradicación de la miseria y el desarrollo social de sus habitantes, pero también deben analizar el nivel escandaloso de consumo de algunos sectores privilegiados de su población y controlar mejor la corrupción”.
  • 39. “La grandeza política se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo. Al poder político le cuesta mucho asumir este deber en un proyecto de nación”.
  • 40. “La política no debe someterse a la economía y ésta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia”.
  • 41. “La salvación de los bancos a toda costa, haciendo pagar el precio a la población, sin la firme decisión de revisar y reformar el entero sistema, reafirma un dominio absoluto de las finanzas que no tiene futuro”.
  • 42. “La crisis financiera de 2007-2008 era la ocasión para el desarrollo de una nueva economía más atenta a los principios éticos. Pero no hubo una reacción que llevara a repensar los criterios obsoletos”.
  • 43. “La política es responsable de su propio descrédito, por la corrupción y por la falta de buenas políticas públicas”.
  • 44. “La mayor parte de los habitantes del planeta se declaran creyentes, y esto debería provocar a las religiones a entrar en un diálogo entre ellas orientado al cuidado de la naturaleza, a la defensa de los pobres, a la construcción de redes de respeto y de fraternidad”.

Capítulo VI: Educación y espiritualidad ecológica
  • 45. “Mientras más vacío está el corazón de la persona, más necesita objetos para comprar, poseer y consumir”.
  • 46. “Un cambio en los estilos de vida podría llegar a ejercer una sana presión sobre los que tienen poder político, económico y social. Es lo que ocurre cuando los movimientos de consumidores logran que dejen de adquirirse ciertos productos y así se vuelven efectivos para modificar el comportamiento de las empresas”.
  • 47. “Si una persona, aunque la propia economía le permita consumir y gastar más, habitualmente se abriga un poco en lugar de encender la calefacción, se supone que ha incorporado convicciones y sentimientos favorables al cuidado del ambiente”.
  • 48. “La sobriedad que se vive con libertad y conciencia es liberadora”.
  • 49. “Los sacramentos son un modo privilegiado de cómo la naturaleza es asumida por Dios y se convierte en mediación de la vida sobrenatural: el agua, el aceite, el fuego y los colores son asumidos con toda su fuerza simbólica y se incorporan en la alabanza”.
  • 50. “María, la madre que cuidó a Jesús, ahora cuida con afecto y dolor materno este mundo herido”.
María Pérez, 18 Junio 2015, Vida Nueva
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lunes, 22 de junio de 2015

¿QUÉ ES LA SUPERFICIALIDAD?

                                                                  Francesc Ramis Darder


El verano es para muchos un tiempo de ocio, descanso y vacaciones; y conviene que también sea un período donde podamos acrecentar la calidad de nuestra vida en todos los aspectos humanos y cristianos.

    Por un instante, dirijamos la atención a uno de los “típicos” turistas que visitan nuestras tierras. Llegan hasta nosotros con la intención de ver muchas cosas, cuantas más mejor, pero sin profundizar en ellas. Visitan los lugares emblemáticos, rápidamente, sin detenerse a palpar el latido de la historia que palpita en cada rincón. Obtienen de cada lugar numerosas fotografías y, sin embargo, carecen de tiempo para inhalar el espíritu de cada recodo. Ciertamente, esa es la caricatura de un turista “típico”, pero en lugar de despreciarla extraigamos una lección útil para nuestra vida cristiana.

    ¿Acaso no somos demasiadas veces turistas de la Palabra de Dios? A menudo, no prestamos atención al Evangelio que se lee en la Eucaristía, conocemos sólo algunos pasajes aislados de la Biblia; quizá nos hemos detenido en algunas páginas realizando, como los turistas, “numerosas fotografías”, sin detenernos a saborear la Palabra de Dios para que cale en el hondón de nuestra alma y la transforme de raíz.

    Los católicos no podemos permitirnos el lujo de ser turistas del Evangelio, sino que debemos leerlo, orarlo y vivirlo con profundidad. Sólo así experimentaremos lo que anuncia la Sagrada Escrituara: “tu palabra Señor mantiene a los que creen en ti” (Sb 16,26); y viviendo de esa manera plantaremos la semilla de Reino de Dios en el corazón de cada persona.


                                                                                


domingo, 14 de junio de 2015

¿QUÉ ES LA AUTOESTIMA PERSONAL?

                                                       Francesc Ramis Darder


Jesús se define a sí mismo, en el evangelio de Juan, con la expresión peculiar “Yo Soy”. Tras el encuentro con la samaritana dice Jesús a la mujer: “Yo soy, el que está hablando contigo” (Ju 4,26). Las palabras de Jesús están calcadas de las locuciones de Yahvé que entretejen el Antiguo Testamento. Citemos un ejemplo; mediante la voz cálida y apasionada de Isaías el Señor comunica a su pueblo la pronta liberación del destierro de Babilonia, y tras anunciarle esta certeza, afirma: “Yo; yo soy el Señor” (Is 43,11).

    Jesús en el Nuevo Testamento, igual que Yahvé en la Antigua Alianza, cuando se define a sí mismo no se contenta con describir lo que tiene, ni apela a aquello que representa; si no que habla desde lo que “es”, desde su Yo más íntimo: “Yo soy”.

    A. Schopenhauer (1788-1860), parafraseando la “Ética a Nicómaco” de Aristóteles, sostenía que podemos contemplar nuestra vida desde una triple perspectiva: desde lo que “somos”, a partir de lo que “tenemos” y desde aquello que “representamos” en el escalafón social. Ciertamente lo más importante radica en aquello que “somos”, pues lo que “tenemos” suele ceñirse a bienes efímeros y fugaces, y lo que “representamos” depende del incesante vaivén de la opinión social. 

    Para los cristianos aquello que “somos” radica en la convicción de ser Hijos de Dios. ¡Ese es nuestro tesoro! Pero necesitamos cuidar nuestra vida interior para no olvidar nunca nuestra certeza más íntima. Tanto la plegaria como la vivencia de la misericordia constituyen las mediaciones privilegiadas para penetrar hasta el fondo de nuestra alma y gozar de la dicha de sentirnos Hijos de Dios Padre.


lunes, 8 de junio de 2015

¿QUÉ SIGNIFICA HABLAR EN POSITIVO?


                                                                                      Francesc Ramis Darder



La realidad social no está teñida de color de rosa, sino todo lo contrario. Los medios de comunicación muestran cómo los acontecimientos están cargados de dureza: guerras, terremotos, altercados, y un sinfín de sucesos trágicos. A veces los medios de comunicación se ceban en la morbosidad de la noticia.

    Comenzó a publicarse en Estados Unidos un periódico que sólo daba buenas noticias, y al poco tiempo la empresa quebró. Hablar en positivo no consiste en dar sólo buenas noticias. Consiste en describir la realidad a veces cruel de nuestro mundo, pero sin detenerse sólo en ella; hay también en nuestro mundo acontecimientos que generan esperanza, y que carecen de la debida consideración y padecen el olvido de los medios de comunicación.

    Jesús envió a sus discípulos a proclamar la Buena Nueva. Sabía que el Evangelio, la Buena Noticia por excelencia, no sería recibido con gozo en todas partes, y lo advirtió a los apóstoles: “si entráis en un pueblo y no os reciben bien, salid a la plaza y decid: Hasta el polvo de vuestro pueblo que se nos ha pegado a los pies nos lo sacudimos” (Lc 10,10-11).

    Ahora bien, el consejo de Jesús no se detenía aquí, exigía a sus discípulos que añadiesen otra cosa: “Sabed, de todas formas, que está cerca el Reino de Dios” (Lc 10,11). Eso es hablar en positivo: que quien se acerca a nosotros, aunque esté desalentado e incluso nos rechace, pueda separarse de nosotros oyendo una palabra de esperanza, y perciba en nuestro comportamiento la llegada del Reino de Dios.


                                                                                                                                                    

martes, 2 de junio de 2015

¿QUÉ SIGNIFICA LA PALABRA "ÁNIMO"?


                                                                              Francesc Ramis Darder

S.Pablo experimentó la confrontación con sus hermanos judíos. La agresividad alcanzó tal nivel que el tribuno romano tuvo que proteger al apóstol de las insidias de los perseguidores. El militar condujo a Pablo al cuartel para darle cobijo. Durante la noche, el Señor se apareció al apóstol y le dijo: “¡Ánimo!; pues tienes que dar testimonio de mí en Roma igual que lo has dado en Jerusalén” (Ac 23,11).

La exclamación “¡ánimo!” también aparece en el evangelio de Marcos. Cuando el ciego Bartimeo oyó que pasaba Jesús, imploró su misericordia. Entonces los discípulos, en nombre de Jesús, le dijeron: “¡Ánimo!, levántate que te llama (el Maestro)” (Mc 10,49).

La situación de Pablo y Bartimeo estaba teñida por las tinieblas: el apóstol permanecía en la oscuridad del calabozo y el ciego no podía ver la luz. Sin embargo, ambos oyeron, en las tinieblas de su vida, la voz que les decía “¡Ánimo!”.

Desde la óptica evangélica la voz “ánimo” no significa simplemente “valor”, “coraje” o “arrojo”. Significa mucho más. Indica que la luz de Jesús es más fuerte que las tinieblas que a menudo ensombrecen nuestra vida. El ánimo que Cristo nos da hace que nuestros labios puedan exclamar con el salmista: “Señor, tu eres la luz que alumbra las tinieblas de mi noche” (Sal 18,29). Cuando nuestra vida cruza la oscuridad, recordemos que, a pesar de las tinieblas, sigue brillando la luz del Resucitado que guía nuestra vida por la senda del Evangelio.


lunes, 25 de mayo de 2015

MARÍA, MADRE DE JESÚS

                                                           Francesc Ramis Darder



     La figura de María siempre dirige nuestra vida hacia el seguimiento del evangelio. Recordemos, en este sentido, las palabras de María durante el banquete de las bodas de Caná (Ju 2,1-12). Cuando el vino se había terminado; María dice a quienes servían las mesas: “Haced lo que Él os diga” (Ju 2,5). El pronombre “Él” refiere la persona de Jesús; por eso María dice propiamente: ¡Hacedlo que Jesús os diga!

     Pero, ¿que significa en la vida de María llevar a término lo que Jesús dice? La vida de María es el mejor ejemplo de fidelidad a Jesús. Veámoslo en algunos retazos del evangelio

     El anuncio del nacimiento de Jesús muestra la disponibilidad de María para realizar la voluntad de Dios: “Aquí está la sierva del Señor, hágase en mi según tu palabra” (Lc 1,38). La visita de María a Isabel denota su sevicialidad ante la necesidad del prójimo: “María estuvo con Isabel unos tres meses” (Lc 1,56). La oración del Magnificat, excelente resumen del AT, muestra como palpita en el corazón de María la certeza de que Dios salva a al género humano: “Tomó de la mano a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia ... en favor de Abrahán y su descendencia por siempre” (Lc 1,54). La narración del nacimiento de Jesús realza la humildad de María y su ternura con el hijo recién nacido: “lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre” (Lc 2,7).

     La presentación de Jesús en el Templo y las palabras de Simeón y Ana permiten a María descubrir la dureza y la victoria de la futura misión de Jesús. Dice Simeón: “mis ojos han visto al Salvador ... como luz para iluminar a las naciones” (Lc 2,29-32); y, refiriéndose a María, especifica: “pero a ti una espada te atravesará el alma” (Lc 2,35).

    María no se arredra ante las dificultades que puedan sobrevenirle a causa del seguimiento del Jesús, sino que guarda “todas las cosas en su corazón” (Lc 2,51). Ateniéndonos al lenguaje del AT, “guardar las cosas en el corazón” indica la fidelidad a los compromisos contraídos. Y María dará ejemplo de fidelidad. Acompañará a Jesús durante la predicación (Lc 8,19-21); permanecerá, junto al apóstol Juan, al pie de la cruz donde muere Jesús (Ju 19,25-27); y junto a los apóstoles esperará en el Cenáculo el envío del Espíritu Santo: “Todos perseveraban unánimes en la oración con algunas mujeres, con María la madre de Jesús” (Hch 1,14).

    Continuando la senda abierta por la Sagrada Escritura, la Tradición de la Iglesia se ha referido a María para destacar aspectos cruciales de Jesús. El Concilio de Nicea (325) insistió en la naturaleza divina de Jesús (Ju 1,1); y con toda razón el Concilio de Constantinopla (381) recalcó la naturaleza humana de Jesús (Ju 1,14).

    Sin embargo parecía difícil conjugar ambas posiciones afirmando que Jesús era, a la vez, Dios y hombre verdadero. Entonces surgió un obispo, Nestorio, que afirmó que en la persona de Jesús había dos sujetos distintos. Por una parte estaba el hombre Jesús que padeció el dolor de la flagelación y murió crucificado. Por otra parte, inserto en el cuerpo de Jesús, decía Nestorio, estaba Dios, camuflado bajo el aspecto de la carne corporal; por eso cuando Jesús era azotado o crucificado, quien padecía era sólo su naturaleza humana, el cuerpo de Jesús, mientras su naturaleza divina, protegida por el cuerpo, no sufría dolor alguno.

    Por eso Nestorio sostuvo que María había dado a luz únicamente el cuerpo de Jesús; y que más tarde, quizá durante el bautismo en el Jordán, el Espíritu de Dios se había introducido en el cuerpo de Jesús.

    El Concilio de Éfeso (430) rebatió el error de Nestorio apelando a las palabras de Cirilo de Alejandría: “Jesucristo es una sola persona, un solo sujeto. Todo lo que se dice de Jesucristo se dice del Verbo, porque hay una identidad personal. Jesús y el Verbo no están unidos, sino que son uno y el mismo. Cierto que de esta persona se pueden decir propiedades humanas y divinas. Pero hay que afirmar que María es Madre de Dios, Madre del Verbo; y que el Verbo (Ju 1,1) se encarnó (Ju 1,14) se hizo pasible y murió por nosotros.

    La vida de María remite el horizonte de la vida cristiana al cumplimiento fiel del evangelio, y alienta a los cristianos a reconocer en Jesús la presencia encarnada de Dios entre nosotros. El ejemplo de María orienta nuestra vida hacia el pleno seguimiento de Jesús, el salvador de la humanidad entera.

miércoles, 20 de mayo de 2015

¿QUIÉN ES EL ESPÍRITU SANTO?

                                                                      Francesc Ramis Darder

La Escritura recuerda que Dios es un “misterio”. El significado que damos a la palabra misterio no es el mismo que tenía en los inicios de la era cristiana. Actualmente, un “misterio” refiere algo difícil de entender, pero antiguamente la palabra “misterio” significaba el ámbito donde la persona encuentra la salvación. Por este motivo, los primeros cristianos decían que Dios era un “misterio”; Dios era el ámbito donde el ser humano encontraba la salvación.

    ¿Cómo se manifiesta la salvación de Dios? La Biblia revela que Dios se muestra como Padre, cuando crea el universo y da vida al hombre (Gn 1,1-24). Dios también se revela como Hijo, cuando, encarnado en la persona de Cristo, sufrió la pasión por redimirnos y abrirnos las puertas del Reino de Dios (Mt 26,1-28,20). Finalmente, Dios se manifiesta como Espíritu Santo, cuando impulsa a los apóstoles a predicar con valentía el evangelio el día de Pentecostés (Ac 2,1-41). Notemos que el único Dios se revela de tres maneras; como Padre que da la vida, como Hijo que sufre por nosotros, y como Espíritu Santo nos impulsa a proclamar el evangelio. Cuando san Juan contempla que Dios da la vida, sufre por nosotros y nos empuja a vivir la fe, proclama que “Dios es amor”.

    ¿Quién es el Espíritu Santo? El Espíritu Santo es la presencia del Dios del amor en nosotros que nos impulsa a vivir el evangelio en la sociedad que habitamos. El evangelio se vive cuando damos, con nuestra forma de vivir, testimonio del amor de Dios por la humanidad; y también cuando proclamamos de palabra nuestras convicciones cristianas. Pidamos al Espíritu Santo que nos infunda la valentía para ser testigos de la misericordia de Dios entre la humanidad tan necesitada de consuelo y esperanza.


jueves, 14 de mayo de 2015

DIOS ES AMOR

                                         
                                                                              Francesc Ramis Darder

Nos encontramos en el sexto domingo del tiempo pascual; el tiempo solemne en que celebramos la resurrección de Jesús. Durante el tiempo de Pascua, la Escritura presenta la naturaleza de Dios en su máxima profundidad. La primera carta de Juan, que hoy hemos leído, ha revelado que “Dios es amor”; y, además, ha manifestado que el Dios del amor, nuestro Dios, nos ha amado antes de que nosotros lo conociéramos; como dice Juan: “Dios nos ha amado primero”.

 ¿Qué quiere decir Juan cuando afirma que Dios es amor? Con frecuencia pensamos que el amor se reduce a un sentimiento; el amor no se agota en el sentimentalismo, a menudo tan voluble. Amar no es solo el sentimiento que una persona tiene hacia otra; amar es la actuación que una persona realiza en bien de otra persona. Una persona que ama a otra se esfuerza para que la persona amada pueda desarrollar sus cualidades humanas y sus virtudes cristianas. Cuando Juan dice que “Dios es amor”, no se limita a declarar que Dios tiene un sentimiento favorable hacia la humanidad. Cuando Juan dice que “Dios es amor” afirma que Dios actúa a favor nuestro para que lleguemos a ser personas en plenitud y, por tanto, cristianos que demos testimonio de la bondad divina en nuestro mundo.

 Como señala el prólogo del evangelio de Juan, Jesús es la presencia de Dios hecho hombre entre nosotros. Cuando recorremos las páginas del evangelio descubrimos cómo amaba Jesús. El amor de Jesús no se limitaba a un sentimiento romántico hacia la gente de su tiempo. Jesús amaba a toda persona liberándola de la enfermedad; así liberó de la lepra a muchos enfermos, y liberó de la oscuridad al ciego de nacimiento. Jesús amaba a los suyos acompañándolos en las dificultades que comporta la vida; por ello aconsejó a los apóstoles e instruyó a las multitudes. Jesús amaba ofreciendo el perdón, una de las formas más preciadas del amor; perdonó a la mujer adultera, y perdonó al apóstol Pedro, que lo había negado en la pasión. Jesús amó a los suyos ofreciéndoles la vida; así retornó a la vida a su amigo Lázaro. Como vemos, el amor de Jesús no era un simple sentimiento; cuando Jesús amaba, liberaba, acompañaba, perdonaba, abría las puertas de la vida; sin duda, la existencia de Jesús es la manifestación del amor de Dios hacia la humanidad entera.

 Aún tenemos otro hecho capital. En las religiones antiguas, el hombre sentía pánico ante la divinidad; sentía tan lejos la presencia de Dios que, para obtener alguna gracia, ofrecía complicados sacrificios de animales para obtener el favor divino. A modo de contrapunto, nos dice Juan: “El amor es esto: no somos nosotros quienes hemos amado a Dios primero; él ha sido el primero en amarnos”. La grandeza del cristianismo radica en que Dios se ha adelantado a amar al hombre, antes de que el mismo hombre implorase el amor de Dios, Dios nos ha amado el primero. En las religiones antiguas, Dios era algo distante del hombre, pero Jesús recuerda que Dios no es un ser distante, es el Padre que nos ama.

 Dios es amor porque se ha adelantado a amarnos con amor paternal; el amor que busca el bien de sus hijos; el amor que libera, acompaña, perdona y lleva a la vida. El cristiano es aquel que sintiéndose amado por el Padre, llega a ser testigo del amor de Dios en la historia humana. En esta Eucaristía, celebración de la presencia del Resucitado, pidamos a Dios que el amor que ha derramado en nuestro corazón nos convierta en sembradores fieles del Evangelio en el corazón de la humanidad, tan sedienta de ternura y misericordia.

domingo, 10 de mayo de 2015

MARÍA, MADRE DE DIOS

                                                                   Francesc Ramis Darder



     La figura de María siempre dirige nuestra vida hacia el seguimiento del evangelio. Recordemos, en este sentido, las palabras de María durante el banquete de las bodas de Caná (Ju 2,1-12). Cuando el vino se había terminado; María dice a quienes servían las mesas: “Haced lo que Él os diga” (Ju 2,5). El pronombre “Él” refiere la persona de Jesús; por eso María dice propiamente: ¡Hacedlo que Jesús os diga!

     Pero, ¿que significa en la vida de María llevar a término lo que Jesús dice? La vida de María es el mejor ejemplo de fidelidad a Jesús. Veámoslo en algunos retazos del evangelio

     El anuncio del nacimiento de Jesús muestra la disponibilidad de María para realizar la voluntad de Dios: “Aquí está la sierva del Señor, hágase en mi según tu palabra” (Lc 1,38). La visita de María a Isabel denota su sevicialidad ante la necesidad del prójimo: “María estuvo con Isabel unos tres meses” (Lc 1,56). La oración del Magnificat, excelente resumen del AT, muestra como palpita en el corazón de María la certeza de que Dios salva a al género humano: “Tomó de la mano a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia ... en favor de Abrahán y su descendencia por siempre” (Lc 1,54). La narración del nacimiento de Jesús realza la humildad de María y su ternura con el hijo recién nacido: “lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre” (Lc 2,7).

     La presentación de Jesús en el Templo y las palabras de Simeón y Ana permiten a María descubrir la dureza y la victoria de la futura misión de Jesús. Dice Simeón: “mis ojos han visto al Salvador ... como luz para iluminar a las naciones” (Lc 2,29-32); y, refiriéndose a María, especifica: “pero a ti una espada te atravesará el alma” (Lc 2,35).

    María no se arredra ante las dificultades que puedan sobrevenirle a causa del seguimiento del Jesús, sino que guarda “todas las cosas en su corazón” (Lc 2,51). Ateniéndonos al lenguaje del AT, “guardar las cosas en el corazón” indica la fidelidad a los compromisos contraídos. Y María dará ejemplo de fidelidad. Acompañará a Jesús durante la predicación (Lc 8,19-21); permanecerá, junto al apóstol Juan, al pie de la cruz donde muere Jesús (Ju 19,25-27); y junto a los apóstoles esperará en el Cenáculo el envío del Espíritu Santo: “Todos perseveraban unánimes en la oración con algunas mujeres, con María la madre de Jesús” (Hch 1,14).

    Continuando la senda abierta por la Sagrada Escriturala Tradición de la Iglesia se ha referido a María para destacar aspectos cruciales de Jesús. El Concilio de Nicea (325) insistió en la naturaleza divina de Jesús (Ju 1,1); y con toda razón el Concilio de Constantinopla (381) recalcó la naturaleza humana de Jesús (Ju 1,14).

    Sin embargo parecía difícil conjugar ambas posiciones afirmando que Jesús era, a la vez, Dios y hombre verdadero. Entonces surgió un obispo, Nestorio, que afirmó que en la persona de Jesús había dos sujetos distintos. Por una parte estaba el hombre Jesús que padeció el dolor de la flagelación y murió crucificado. Por otra parte, inserto en el cuerpo de Jesús, decía Nestorio, estaba Dios, camuflado bajo el aspecto de la carne corporal; por eso cuando Jesús era azotado o crucificado, quien padecía era sólo su naturaleza humana, el cuerpo de Jesús, mientras su naturaleza divina, protegida por el cuerpo, no sufría dolor alguno.

    Por eso Nestorio sostuvo que María había dado a luz únicamente el cuerpo de Jesús; y que más tarde, quizá durante el bautismo en el Jordán, el Espíritu de Dios se había introducido en el cuerpo de Jesús.

    El Concilio de Éfeso (430) rebatió el error de Nestorio apelando a las palabras de Cirilo de Alejandría: “Jesucristo es una sola persona, un solo sujeto. Todo lo que se dice de Jesucristo se dice del Verbo, porque hay una identidad personal. Jesús y el Verbo no están unidos, sino que son uno y el mismo. Cierto que de esta persona se pueden decir propiedades humanas y divinas. Pero hay que afirmar que María es Madre de Dios, Madre del Verbo; y que el Verbo (Ju 1,1) se encarnó (Ju 1,14) se hizo pasible y murió por nosotros.

    La vida de María remite el horizonte de la vida cristiana al cumplimiento fiel del evangelio, y alienta a los cristianos a reconocer en Jesús la presencia encarnada de Dios entre nosotros. El ejemplo de María orienta nuestra vida hacia el pleno seguimiento de Jesús, el salvador de la humanidad entera.

martes, 28 de abril de 2015

DIÁLOGO ENTRE FE Y CULTURA

                                                                        Francesc Ramis Darder


En palabras de Pablo VI uno de los dramas de nuestro tiempo es la ruptura de relaciones entre la fe y la cultura. Un ejemplo luminoso de la integración de la fe en el ámbito cultural lo hallamos en el proceso de traducción de la Biblia hebrea a la lengua griega.

    Por un cúmulo de razones, parte de la comunidad israelita emigró a Egipto estableciéndose en la ciudad de Alejandría. Los judíos continuaban con sus tradiciones, y alababan al Señor proclamando la Sagrada Escritura. Rápidamente, percibieron la situación: Alejandría era el foco de la cultura helenista donde la lengua y el pensamiento eran griegos.

    Los judíos con la intención de divulgar su fe y ofrecer el Antiguo Testamento a la cultura universal, tradujeron la Biblia hebrea al griego. No fue tarea fácil sino el resultado de un proceso que abarcó tres siglos (III-I aC). Dicha traducción se denomina de “los Setenta”, porque según cuenta la tradición referida en la “Carta de Aristeas” (I aC)  fue realizada por 70 traductores.


    Cuando nació la Iglesia, los cristianos se preguntaron qué edición del AT escoger: ¿la hebrea o la griega? Los misioneros adoptaron el AT griego, no con la intención de despreciar el hebreo, sino percibiendo un detalle básico: la Iglesia es misionera por naturaleza, y como la cultura imperante era el helenismo, la mejor manera de sembrar el cristianismo era transmitirlo con la mentalidad griega. Y así se hizo.

    El diálogo entre la fe y la cultura es clave en nuestro época, pero dicho diálogo fructifica cuando en el corazón de los cristianos late el deseo de anunciar sin miedo a Jesucristo resucitado, escuchando los desafíos de nuestro mundo y ofreciéndole la radicalidad evangélica a toda persona de buena voluntad.

domingo, 19 de abril de 2015

LA VIOLENCIA DOMÉSTICA

                                                                                     Francesc Ramis Darder


El quinto mandamiento “No matarás” (Ex 20,13) prohíbe todo asesinato, pero va mucho más lejos al proscribir cualquier violencia. Una forma de violencia que conmueve a la sociedad es la violencia doméstica que padecen mujeres y niños. En España muere una mujer cada semana como consecuencia de la agresión de un hombre que convive o ha convivido con ella, y son bastantes las que sufren en silencio la crueldad psicológica y la agresión física. Durísima es la violencia contra los niños sometidos a la pederastia o a cualquier abuso.

La violencia contra mujeres y niños no es nueva. Los raros relatos que nos permiten entrar en la intimidad de la familia israelita presentan a la mujer amada y escuchada por su marido, y tratada por él como igual (1Sam 1,4-23). Sin embargo desde el aspecto social y jurídico, la situación de la mujer en el Israel más antiguo era, al parecer, inferior a la que disfrutaba en los países vecinos como Egipto o Babilonia. De todos modos en la colonia judía de Elefantina, en el Alto Egipto, la mujer adquirió ciertos derechos civiles: podía ser propietaria y por eso estaba sujeta al pago de impuestos.

Ante los padecimientos de mujeres y niños por el simple hecho de serlo, no es extraño que los profetas levantaran la voz en su defensa: “... socorred a los huérfanos, defended a la viuda” (Is 1,17). Y Jesús tuvo a los niños por privilegiados en su Reino (Mt 18,2-5), e hizo de las mujeres los primeros testigos de la resurrección (Mt 28,1-10). La militancia cristiana no debe circunscribirse a las necesidades estructurales, sino comenzar por hacer de nuestros hogares ámbitos donde se respire amor y respeto.


viernes, 10 de abril de 2015

ISAÍAS Y LA JUSTICIA SOCIAL


                                                                                    Francesc Ramis Darder

Mark Gray, Rhetoric and Social Justice in Isaiah (Library of Hebrew/Old Testament Studies 432). New York-London, T&T Clark, 2006. x-306 p. 15,5 x 23,5. L70.00

    El ensayo analiza, mediante la utilización del método retórico, el tema de la justicia social en el libro de Isaías. El autor sostiene que el decurso literario del texto isaiano radicaliza y universaliza progresivamente la exigencia de la justicia social (Is 1,16-17; 58,6-10), a la vez que muestra cómo la ambigüedad de la imagen divina, latente en el texto isaiano, constituye el acicate que impulsa al ser humano a perseguir la instauración plena y universal de la justicia social.

    A lo largo de la Introducción (The Book of Isaiah: A text-Based Method for a Literary Reading, 1-18), Gray señala el contenido, el enfoque y la metodología del estudio sobre la justicia social en el libro de Isaías. Focaliza el texto isainano desde la perspectiva canónica. Adopta el método retórico cómo premisa del enfoque teológico de los textos y, anclado en el postestucturalismo, recoge el planteamiento deconstructivista (Derrida) para perfilar la perspectiva retórica. El autor señala también la decisión de recoger el sentido irónico de los textos, enfatiza la contingencia de toda interpretación, y sitúa las conclusiones de su estudio en el marco de la teología de la liberación desde la óptica misionológica.

    En capítulo primero (From Failed Rhetoric to the Hope of Justice: Isaiah 1:16-17 to Isaiah 58-A trajectory, 19-71) Gray, tras confrontar la noción de justicia con otros autores (Knieren, Heschel, Frey, Duchrow, Nürnberger), expone que sólo puede hablarse de justicia social cuando quedan satisfechas las condiciones de subsistencia de todo ser humano, y cuando se alcanza la participación de todos los estamentos en el desarrollo de la realidad social; de ahí deduce que el papel de los pobres en el establecimiento de la justicia social no se reduce a la recepción de las dádivas de los ricos, sino en su participación en la constitución de una sociedad justa.

    Desde ésta perspectiva hermenéutica, el autor aborda el libro de Isaías desde la perspectiva global: contempla Is 1 cómo prólogo y percibe en Is 65-66 el epílogo. El examen de Is 1,16-17 impele al autor a discernir tras la cuestión de la justicia social el nervio ético del libro de Isaías. Gray analiza el concepto de justicia social que aparece en Is 1,16-17 para confrontarlo después con el planteamiento ofrecido por Is 58,6-10. El contenido de Is 1,16-17 concibe la implantación de la justicia social cuando los pudientes practican la caridad con los oprimidos, huérfanos y viudas; como destaca el autor, la noción de justicia social que se deriva de Is 1,16-17 se orienta hacia la celebración del culto digno. Según Gray, la insuficiencia de la noción de justicia, tal como figura en Is 1,16-17, nace de la percepción sapiencial de la justicia que adopta en este punto el texto isaiano. Isaías, cómo señala Gray, sitúa la injusticia en la opción de los pudientes que, alejados de la pobreza, viven anclados en los consejos sapienciales, dichos consejos les impiden abordar la reforma profunda que implica la implantación de la justicia social. Atento a la noción de la justicia expresada en Is 1,16-17 el autor aborda el análisis de Is 58, donde percibe en la solidaridad con el oprimido, y no en la caridad mal entendida, la senda que conduce a la vivencia de la justicia. El comentarista discierne en Is 58 una radicalización y una proyección escatológica y universalista de la noción de justicia social que aparece en Is 1,16-17.

    Desde la perspectiva que acabamos de mentar, Grey ahonda a lo largo del segundo capítulo (The Depth and Dimensions of Social Justice in Isaiah 58:6-10: Solidarity, Self-Giving, and the Embrace of Pain, 72-117), en el contenido de Is 58,6-10. Según el autor, Is 58 constituye un texto dirigido a una comunidad transida por la discordia pero que, a pesar de las adversidades, persigue la implantación de la justicia social para todos. La situación comunitaria nace del divorcio que existe entre la práctica religiosa y la vivencia de la justicia; por eso el contenido de Is 58,6-10 se dirige, según el autor, a quienes buscan la instauración de la justicia y desean la reconciliación comunitaria. El centro del poema se halla en Is 58,9ª sobre el que pivota toda la perícopa (Is 58,6-10); la presencia de Dios en el seno comunitario (Aquí estoy: Is 58,9ª) procederá sólo de la vivencia de la justicia entendida bajo la categoría de liberación y no desde el cariz caritativo que suponía Is 1,16-17. Según Gray Is 58:6-10, aunque pertenezca a una corriente teológica minoritaria, ocupa un puesto crucial en el libro de Isaías por lo que concierne a la temática de la justicia social. Mientras Is 1,16-17 insistía, desde la corriente sapiencial, en el desprendimiento de los ricos a favor de los pobres, Is 58,6-10 enfatiza la exigencia de la solidaridad y subraya la necesaria lucha por la justicia no sólo a favor de Israel sino en beneficio de de la humanidad entera.

    El análisis de Is 58,6-10 ha radicalizado el concepto de justicia social presente en Is 1,16-17 a la vez que ha universalizado el compromiso humano a favor de la justicia. Ahora el tercer capítulo (The Rethoric of Punishement as Questioning Voice, 118-178) aborda el tema de la justicia dirigida específicamente a los pobres, viudas, y huérfanos, con la intención de mostrar al lector, mediante la aplicación del método retórico, la ambigüedad con que el texto presenta la figura de Dios. Mientras Is 9,16 afirma: “El Señor no se apiada de los jóvenes, ni se compadece de los huérfanos y las viudas, porque todos son malvados y perversos y de sus labios sólo salen infamias”, el mensaje de Is 1,16-17 enfatiza el mandato divino: “buscad el derecho, proteged al oprimido, socorred al huérfano, defended a la viuda”. El autor distingue una contradicción entre el contenido de Is 1,16-17 e Is 9,16 respecto de las viudas y los huérfanos. Gray muestra, de modo puntilloso, el modo en que los comentaristas han abordado la contradicción, y después se adentra, mediante un detallado análisis del contenido teológico y sintáctico, en mostrar cómo puede resolverse la cuestión de la contradicción entre Is 1,16-17 e Is 9,16. El autor se centra en el método retórico para mostrar, desde la ironía, el rostro diverso de la naturaleza de Dios que aparece entre Is 1,16-17 e Is 9,16. Concluye afirmando que la ambigüedad del rostro de Dios en cuanto a la exigencia de la justicia no persigue la confusión del lector, sino que subraya la ambigüedad de la naturaleza divina para enfatizar la radical trascendencia de la divinidad respecto a la intelección humana.

    Con la intención de perfilar la noción de la ambigüedad divina, el autor analiza a lo largo del cuarto capítulo el tema de la confianza (The Matter of Trust: “On Waht are You Basing this Trust of Yours?, 179-234). La profecía isaiana, cómo recalca Gray, recalca la desconfianza intrínseca que inspira el ser humano: “No confiéis más en el hombre, cuya vida es apenas un soplo sin valor” (Is 2,22). El autor ahonda en el significado de Is 2,22 analizando los discursos de los amigos de Job y el diálogo entre la corte de Ezequías y los enviados de Senaquerib; del análisis retórico el autor deduce que no sólo el hombre es indigno de confianza (Is 2,22) sino que también se pone en duda, desde la perspectiva retórica, la decisión divina de intervenir a favor del ser humano. El tema de la desconfianza, referido a la naturaleza divina, figura, entre otros lugares, en la diversa perspectiva que ofrece Is 40-55 e Is 56-66: mientras Is 40-55 conmina al pueblo a confiar en las promesas divinas, el contenido de Is 56-66 explica al lector la razón por la que no se han cumplido las promesas divinas expuestas en Is 40-55. Gray enumera también algunos pasajes que reflejan “el rostro oscuro de Dios”: la creación de la tiniebla (Is 45,7), la excesiva dureza de la sanción divina (Is 40,2), la ocasión en que Dios abandonó a su pueblo (Is 54,7). Mediante la aplicación del método retórico, Gray analiza la cuestión de la desconfianza que se deriva del comportamiento divino y el desconcierto que provoca el “rostro oculto de Dios”; según el autor ambas cuestiones no persiguen abocar al lector a la sima del desconcierto, sino que constituyen el acicate que impulsa a los israelitas a buscar por sí mismos la implantación de la justicia social, no sólo en Israel sino en el seno de la humanidad entera.

    En el seno de la conclusión final (The Primacy of Justice, 235-265) Gray recalca la primacía del tema de la justicia en la obra isaiana, recuerda la progresiva radicalización del asunto de la justicia social (Is 1,16-17; 58,6-10), e insiste en la fuerza de los textos que, como hemos expuesto, impelen al ser humano a implantar la justicia social en el seno de todos los pueblos. La obra concluye con elenco bibliográfico extenso, el índice de referencias bíblicas y el índice de autores citados.

    El libro constituye un estudio erudito y sugerente del tema de la justicia social en el libro de Isaías; aun así debemos hacer algunas observaciones. Gray contrasta ampliamente sus opiniones con el criterio de otros comentaristas (Calvin, Croatto, Childs, Duhm, Watts, Brueggemann, Hanson, Goldingay, Otto, Oswald, Whybray, Polan, Westerman, Blenkisopp, Alxander, Beuken, entre los más relevantes), sin embargo no sitúa del todo el planteamiento global de cada comentarista; por ejemplo el comentario de Watts contempla el texto isainao desde la perspectiva sincrónica, pero lo entiende como una representación teatral, de ese modo la opiniones de Watts sacadas del contexto teatral pueden adoptar, tal vez, un sentido distinto del que Gray ofrece.

     El estudio de Gray, como el autor afirma, se ciñe a la sincronía del texto; sin embargo en alguna ocasión Gray remite al lector al período persa en que nació el embrión del libro de Isaías (Berquiss, Bastard, Garbini, Moor); quizá, desde esta perspectiva, el autor podría haber ofrecido, aunque fuera a pie de página, la opinión de algún comentarista que hubiera analizado la diacronía del texto (Vermeylen), esa decisión podría aportar, aunque fuera marginalmente, una visión complementaria del tema de la justicia social.

     M. Gray aporta una perspectiva interesante al canalizar los resultados de su estudio a través de los parámetros de la teología de la liberación (Gutiérrez, Boff, Baslasuriya, Davidson, George, Mesters, Romero), las situaciones históricas que han transido de llanto la historia (Black, Bonhoeffer, Solulen) y el interés por la misionología (Bosch, Dikson); aún así, a nuestro entender, la aproximación del comentarista sólo roza estos aspectos, pues su desarrollo precisaría de una obra teológica que los abordara de modo expreso y amplio. Gray recalca con acierto que el tema de la justicia social constituye, en su opinión, el nervio ético del texto isaiano; podría haber aducido también otros temas (la satisfacción vicaria) relacionados con la justicia que ayudaran a perfilar la noción de justicia que late en el texto isaiano.

     La bibliografía que aporta el autor pertenece abrumadoramente al área anglófona; incluso para los estudios literarios que conforman el método que adopta (Derrida, Ricoeur, Eco) el autor se vale de traducciones inglesas, lo mismo cabe decir de las referencias a los teólogos de la liberación. La observaciones que acabamos de presentar constituyen matices al estudio de Gray que, como hemos afirmado, constituye una aportación, desde el método retórico, interesante y bien documentada al estudio del libro de Isaías por lo que concierne a la temática de la justicia social.


sábado, 4 de abril de 2015

DOMINGO DE PASCUA. ¡JESÚS HA RESUCITADO!

                                                     Francesc Ramis Darder


Las narraciones de la resurrección de Jesús presentan una frase fundamental “Buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado. Ha resucitado, no está aquí...” (Mc 16, 6). Esta expresión es el centro del NuevoTestamento y de toda la Biblia. No es una simple frase, constituye nuestra confesión de fe. ¡Cristo ha resucitado! es el núcleo del gozo cristiano y del evangelio. Si elimináramos del NT la proclamación de la resurrección de Jesús nuestra fe se desvanecería y el NT perdería su profundo valor. Dice S. Pablo “Si Cristo no ha resucitado, entonces nuestra predicación no tiene contenido ni vuestra fe tampoco” (1 Cor 15, 14).

    La certeza de que Cristo Vive es el centro de nuestra fe. Sucede que el lenguaje humano es insuficiente para expresar el significado preciso de la resurrección de Jesús. Por eso el NT utiliza dos tipos de vocabulario, entre otros, para describir la vida nueva del Señor: el lenguaje de resurrección y el de exaltación.

    El lenguaje de resurrección figura en las narraciones de la tumba vacía (Mt 28, 1-10 y par.); “Porqué buscáis entre los muertos al que vive. No está aquí, ha resucitado” (Lc 24, 5-6). Se basa en un esquema temporal; Jesús “antes” estaba muerto y “ahora” ha resucitado. Tiene la ventaja de destacar la continuidad en la persona de Jesús. El mismo Jesús que predicaba en Palestina y murió en Jerusalén es el  que ha resucitado; pero, muestra la desventaja de no explicar la nueva vida que alcanza Cristo después de la resurrección.

     De ahí que la Iglesia introdujera el lenguaje de exaltación que aparece en algunas Cartas (Flp 2, 1-11) discursos (Act 3, 13) y en las narraciones de la Ascensión del Señor (Lc 24, 50-53; Act 1, 3-11). Este lenguaje utiliza palabras como “exaltación , subida”: “Por lo cual Dios lo exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre” (Flp 2, 9). Se basa en un esquema espacial, existe un “abajo”, la tierra, donde acaece la muerte de Cristo y un “arriba”, el cielo, que es la nueva forma de vida de Cristo resucitado. La combinación de los dos lenguajes (Act 2, 23-24.32-33) perfila mejor el sentido de la resurrección pero no llega a agotarlo.

     La resurrección de Jesús es un hecho de revelación que se percibe desde la fe; el lenguaje bíblico la explica mediante el vocabulario de resurrección y exaltación; y la vivencia de la comunidad cristiana la experimenta de forma privilegiada en la celebración de la Eucaristía y en la práctica de la caridad. Especialmente duramnte el tiempo pascual demos testimonio vivo de Jesús; pues como repite el papa Francisco la vida cristiana atractiva contagia la ilusión por vivir el evangelio a quenes aún deconocen a Jesús. El amor de Dios, sembrado en la humanidad por el testimonio cristiano, planta en el corazón del ser humano la esperanza en un mundo nuevo, metáfora del Reino de Dios..

jueves, 2 de abril de 2015

VIERNES SANTO. ¿PUEDE TENER ALGÚN SENTIDO EL SUFRIMIENTO HUMANO?

                                                                                     Francesc Ramis Darder



Cuando abrimos los periódicos y constatamos el dolor que asola algunas naciones de África quedamos sobrecogidos. El sufrimiento que las destruye no se produce por azar ni porque Dios lo envíe. Nace de la injusticia, del afán de poder de unos pueblos sobre otros. Nos sorprenden las noticias de accidentes y enfermedades. Tampoco se producen por casualidad, ni porque Dios lo envíe; son la consecuencia de la propia limitación de la naturaleza humana. El cristiano tiene la obligación de combatir las causas del sufrimiento que nace de la injusticia y debe aceptar el que procede de la limitación de la naturaleza. Respecto de este último, tiene el deber de mitigarlo con la participación en el desarrollo científico-técnico y con la práctica de la solidaridad. Externamente las cosas son así, pero, espiritualmente ¿podemos encontrar algún sentido al sufrimiento? Ahora bien, debe quedar claro que lo que llena la vida de sentido no es el dolor o el sufrimiento, sino el amor y la ternura.

    Los cristianos creemos en la encarnación del Hijo de Dios (Ju 1,14). El evangelio enseña que Jesús ha sido más humano en aquellos momentos en que más ha sufrido. Durante la pasión, el evangelio lo presenta en su rostro más humano. Pilato, ante Jesús azotado y coronado de espinas, dice: “Aquí tenéis al hombre” (Ju 19,5). Jesús sufre injustamente, pero transforma este dolor en amor en favor de todos; es decir, lo que llena de sentido la vida de Jesús es el amor, aunque para poder amar haya tenido que sufrir. Utilizando una metáfora, diríamos que el sufrimiento, consecuencia del empeño del Señor por amar al ser humano sin medida, concede a Dios la “oportunidad” de hacerse plenamente humano; la “ocasión” de convertir su amor divino en amor humano. 

    S. Pablo dice: “Ahora me alegro de sufrir por vosotros, y por mi parte completo en mi carne lo que le falta a la pasión de Cristo” (Col 1,24). ¿Qué quiere decir? El apóstol sufre injustamente, pero afirma que este dolor, nacido del amor por la comunidad cristiana, es precisamente aquello que le hace “sentir como” Jesús. El sufrimiento, nacido del amor y la ternura por la Iglesia y la humanidad entera, representa para Pablo la “ocasión” de sentirse como Jesús en la pasión,  cuando el Señor manifestó con mayor intensidad su amor por el ser humano. El penar, surgido del amor, dio a Pablo la oportunidad de convertir su amor humano en divino.

    El sufrimiento es un misterio, pero no porque sea algo inexplicable; sino porque en él se encuentran las dos “ocasiones”: La “ocasión” de Dios  para sentirse plenamente humano, y la “ocasión” del hombre para sentirse como Jesús, cuando en la cruz murió por amor al Mundo. En el sufrimiento, el hombre puede experimentar como padeció Jesús por nosotros para amarnos; y Jesús, sufriendo por amor, pudo experimentar como padece el hombre que necesita ser amado. El sufrimiento es duro, pero es misterio; es un momento privilegiado para el encuentro personal entre Dios y el hombre.

                                                        

sábado, 28 de marzo de 2015

REFLEXIÓN SOBRE LA SEMANA SANTA

                                                                                 Francesc Ramis Darder
                                                                                 bibliayoriente.blogspot.com


Como certifica la historia de la cultura, el número siete simboliza la totalidad y la perfección tanto de la persona como de los acontecimientos. Perfección y totalidad que no son estáticos, se proyectan hacia el infinito. Atento al entorno cultural del mundo oriental, el Antiguo Testamento recoge la riqueza metafórica del número siete. Habla del candelabro de los siete brazos o de los siete días de la creación. El día séptimo, el sábado, se consagra al Señor; mientras el séptimo año, el año sabático, se convierte en el tiempo especialmente dedicado a contemplar la bondad de Dios, a cultivar la amistad y a desarrollar en el mundo el trabajo por la justicia.

 El Nuevo Testamento, heredero del valor metafórico del Antiguo Testamento, sigue sumergiéndose en el valor simbólico del número siete. Tal vez sean los escritos de san Juan donde el siete alcanza su mayor profundidad. El Apocalipsis habla de siete estrellas, siete sellos o de los siete espíritus de Dios, entre otros temas. Valiéndose de siete imágenes, el evangelio de san Juan expresa la intimidad más preciada de Cristo. Así dijo Jesús a sus discípulos: Yo soy el pan de vida; la luz del mundo; la puerta; el buen pastor; la resurrección y la vida; el camino y la verdad y la vida; la vid verdadera. Desde la mística del número siete, los escritos de san Juan contemplan la plenitud de Cristo, la presencia entre nosotros del Dios hecho hombre, el Salvador del Mundo (Jn 1,1.14).

 Anclada en el cañamazo de la Biblia, la tradición cristiana ha recogido el valor espiritual del número siete para alabar al Señor y meditar el Evangelio. De esta tradición nace el sermón de las “Siete Palabras”, dedicado, como sabemos, a contemplar la Pasión durante la Semana Santa. El comentario de las Siete Palabras ayuda a los cristianos, y a toda persona de buena voluntad, a sembrar en el mundo el amor entrañable de Dios hacia la humanidad entera.

 En la cruz, Jesús rogó: “Padre, perdónales, que no saben lo que hacen” (Lc 23,34). Los soldados se repartieron sus vestidos y los presentes le escarnecían; pero Jesús perdona, sin condiciones. Así se hace cierta una frase que más adelante dirá san Pablo: “No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence al mal con el bien” (Rm 12,21).

 Al lado del Señor, crucificaron a dos ladrones. Cuando uno de ellos imploró ayuda, Jesús le respondió: “Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23,43). Mientras la multitud maldecía al ladrón, Jesús derramó en su corazón la misericordia revestida de esperanza. Ser misericordioso radica en darse a sí mismo para aminorar la pobreza del prójimo. Lo enseña Jesús: “No amontonéis tesoros aquí en la tierra [...], reunid tesoros en el cielo” (Mt 6,19-21).

 Junto a la cruz, estaban María, la madre de Jesús, y Juan, el discípulo amado. Jesús dijo a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Después dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu madre” (Jn 19,26-27). María, madre de Jesús, también es metáfora de la Iglesia, el ámbito privilegiado de la presencia de Jesús resucitado; la comunidad cristiana es un refugio donde late la presencia del Señor. Desde el corazón, Jesús oró: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mc 15,34). A primera vista, parece una frase desesperada; conviene notar, sin embargo, que es el título del Salmo 22. Cuando los escritores antiguos indicaban que alguien rezaba un salmo entero, se limitaban a reseñar su título; de ahí hay que concluir que Jesús no se limitó a la primera frase, sino que, como hacían los hebreos a la hora de la muerte, rezó entero el Salmo 22, una plegaria en que el orante pone su confianza en Dios en los últimos instantes de su vida.

 Jesús exclamó: “Tengo sed” (Jo 19,28). Al punto un soldado le dio una esponja empapada en vinagre. La sed expresa la angustia; pero, desde el ángulo bíblico, denota la “sed de Dios” que envolvía la vida de los profetas (Is 41). Jesús es el profeta “más grande” anunciado por Moisés, durante el camino del Éxodo (Dt 18). Probado el vinagre, Jesús dijo: “Todo se ha cumplido” (Jn 19,30); bajo la palabra “todo” late la entrega de Jesús por la humanidad para enseñar que el único camino que lleva a la victoria es la ruta del amor y la ternura. Acabando su vida, Jesús gritó con todas sus fuerzas: “Padre, a tus manos confío mi espíritu” (Lc 23,46). La frase forma parte del Salmo 31; el salmo recuerda que Dios ampara siempre a los que se refugian en Él, especialmente a los débiles y oprimidos. Cristo, que ha enseñado el amor, muere en las buenas manos del Padre.


 Las palabras de Jesús en la pasión sintetizan su mensaje. La confianza en Dios Padre y la certeza de que solo el amor es capaz de dar sentido a la vida. Dios no es algo abstracto o lejano, es el buen padre que nos acompaña y acaricia con sus manos. El amor cristiano no es un sentimiento pasajero, es el compromiso con la vida para que en el mundo broten la hermandad y la justicia. Quien lucha por la justicia sufre persecución, pero es en el luto de la cruz donde nace la luz resucitada del domingo de Pascua.