Francesc Ramis Darder
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1.EL COMBATE ENTRE BA’LU Y YAMMU.
1.1.Síntesis.
Mientras Ilu, el dios supremo, vive acomodado en su palacio, Yammnu, la divinidad del mar, debe contentarse con desperdicios fangosos, símbolo de su desgracia; el texto interpreta la desgracia como la oposición de Ilu contra su hijo Yammu. Conmovido del lamento, Ilu, el Bondadoso, proclama a su hijo, Yammu, señor de lo dioses, llamándole “Amado de Ilu”. Sin embargo, la decisión Ilu no gratuita. Por una parte, Ba’lu, el actual rey de los dioses, ofendió con su altivez la grandeza de Ilu, su padre; por eso Ilu, dolido de la afrenta, entrega el cetro a Yammu. Por otra, Yammu debe enfrentarse con Ba’lu, el Victorioso, y derrotarlo para tomar posesión de la realeza, no basta con la simple concesión de Ilu.
Ilu convoca a los demás dioses a un banquete en su palacio para comunicarles su decisión. Seguramente hubo un diálogo entre los dioses, pero el texto recoge la conversación con Kôtaru, el dios artesano, y con Anatu, hija de Ilu, la Pretendida de los pueblos. Cuando Kôtaru llegó a la asamblea, se postró a los pies de Ilu, Padre de años; entonces el Rey de los dioses le ordenó construir deprisa el palacio de Yammu, pues la edificación de un palacio era prenda de realeza. Sin embargo, Attaru, el dios del desierto, conoció la decisión de Ilu, y también quiso pujar por convertirse en rey de los dioses; pero Sapsu, la Lámpara de los dioses, apelando a la autoridad de Ilu, le disuadió de tal pretensión.
Calmada la furia de Attaru por las palabras de Sapsu, Ilu, apelando a la conducta altiva de Ba’lu, le destituyó como rey de los dioses. No obstante, Ba’lu no se resigna a perder el trono, arremete contra la autoridad de Ilu y Ba’lu. Entonces Yammu, recordando la decisión de Ilu, envía mensajeros a los demás dioses para que le sea entregado Ba’lu. Cuando los mensajeros entran en la asamblea, los dioses inclinan sus cabezas sobre sus rodillas, desconcertados ante la exigencia de sumisión de Ba’lu a Yammu; pues Ilu sentencia: “Siervo tuyo es Ba’lu, ¡Oh Yammu!; el te aportará un tributo como los demás dioses”. Ba’lu no se dejó amedrentar ni por el pánico de los dioses, ni por la insistencia de los mensajeros de Yammu, ni por la autoridad de Ilu; tomó un cuchillo y un machete, y dijo entre la asamblea divina: “Yo voy a contestar a Yammu, vuestro señor”.
La animadversión entre Yammu y Ba’lu desemboca en un combate singular entre ambas divinidades. El combate favorece a Yammu, pero cuando Ba’lu está a punto de sucumbir aparece Kôtaru, el dios artesano, que le proporciona armas para batir a su adversario y poseer el reino para siempre. Armado con la maza doble, fabricada por Kôtaru, Ba’lu golpeó los hombros y la cabeza del príncipe Yammu que cayó desplomado. Aún así, cuando Ba’lu hubo acabado con Yammu, Attaru, el que fuera pretendiente al trono, se enzarzó con Ba’lu quizá por la ayuda recibida con traición por parte de Kôtaru: “Avergüénzate, ¡oh Ba’lu, el Victorioso!”. Al oír el improperio, Ba’lu se avergonzó, pero aseveró sin titubeo su victoria: “Yammu está sin duda muerto, Ba’lu se convirtió en rey”.
1.2.Comentario.
Asentado en la perspectiva mítica, el relato otorga el protagonismo a los dioses, excluyendo cualquier intervención humana. Desde la perspectiva de la mitología oriental, el mito expresa el conflicto entre el cosmos organizado y fértil, representado por Ba’lu, y caos acuoso y estéril, simbolizado por Yammu. Los habitantes de Ugarit centraban su futuro en la fertilidad de la tierra e intuían la desgracia en la esterilidad del terreno, de ahí el empeño por subrayar la victoria de Ba’lu sobre Yammu. Ahora bien, no es un mito de fertilidad; sino que, apoyándose en la terminología de la fertilidad, representada por Ba’lu, y el vocabulario de la esterilidad, simbolizado por Yammu, establece que el orden del cosmos radica en la soberanía de Ba’lu, sometido a la autoridad de Ilu, el dios supremo.
Desde esta perspectiva, conforma un mito “primordial” y de “separación”. Constituye un mito “primordial” porque fundamenta el orden cósmico en el triunfo definitivo de Ba’lu, a la vez que sentencia la derrota concluyente del caos mediante el ocaso de la pretensión de Yammu. Conforma un mito de “separación” porque establece una “distinción/separación” entre la esfera del orden, aludida bajo el manto de Ba’lu, y el ámbito del desorden, mencionado tras la máscara de Yammu. En síntesis; la victoria de Ba’lu adscribe el orden cósmico a la victoria de Ba’lu, y establece la incapacidad del desorden, representado por Yammu, para hacerse con el control del universo.
Entre otros aspectos decisivos, la teología del Antiguo Testamento crece confrontándose con motivos de la mitología cananea. Así, el relato de la Creación asume y rechaza matices del “Combate entre Ba’lu y Yammu” (Gn 1,1-2,4ª). Como señala el Génesis, “la tierra era una soledad caótica y las tinieblas cubrían el abismo” (Gn 1,2). Bajo la locución “soledad caótica” y los términos “tinieblas” y “abismo” asoma el rostro de Yammu, la divinidad marina, dueño del caos; y tras la decisión de Dios para crear “el cielo y la tierra”, símbolo del orden cósmico, resuena la voz de Ba’lu, sometido a la autoridad suprema de Ilu. Aunque el trasfondo del relato de la Creación trasluzca aspectos mitológicos del combate entre Ba’lu y Yammu, desvela aspectos propios del Antiguo Testamento.
Primero: El poema de la Creación constituye, como el mito cananeo, un texto “primordial”, establece la victoria del orden, representada por la creación, sobre la furia del desorden, aludida bajo la mención del caos, las tinieblas y el abismo. No obstante, el advenimiento del orden no procede del combate victorioso de Dios sobre el abismo, sino que brota de la iniciativa de Dios, el único de Dios, que con su palabra crea el Cosmos ordenado y armónico.
Segundo: El relato de la Creación también constituye un texto de “separación”, pues dijo Dios: “Que haya una bóveda entre las aguas para separar unas aguas de otras” (Gn 1,6); sin embargo, la “separación” no nace del conflicto entre los dioses, sino de la autoridad de Dios, el único Dios, que “separa” las aguas para conferir armonía al cosmos que habitará el ser humano.
Tercero: Como hemos señalado, la locución “soledad caótica” y las voces “tinieblas” y “abismo” sugieren el rostro de Yammu, pero en el AT también definen la naturaleza de la idolatría (Is 41,29). La idolatría no se reduce a la adoración de ídolos, implica servir lo que presentan, a saber, el afán de poder, el ansia de poseer y el deseo de aparentar con falsía; la idolatría es el disfraz de la injusticia (Jr 7-9). Aunque el relato de la Creación tome prestados elementos cananeos, no se limita a describir el estado armónico del cosmos. Ofrece también un mensaje ético; declara que ante la irrupción de Dios, mediada por su palabra, eco de la ley divina, fenece el poder de la idolatría, oculta tras la mención de las tinieblas, el abismo y la soledad caótica.