Francesc Ramis Darder
Corresponde al segundo artículo de la serie "La Comunidad judía de Alejendría"
1.Los judíos de Alejandría.
La ciudad de Alejandría, fundada por
Alejandro Magno, se levantaba sobre una franja costera entre el Mediterráneo y
el lago Mareotis. La isla de Faro, situada frente a la ciudad, estaba unida a
la costa mediante un dique (Eptastadio) que cobijaba dos puertos: el “Puerto
Grande”, hacia el este, y el “Eunosto”, hacia el oeste. La muralla tenía un
perímetro de 15Km y albergaba cinco barrios, conocidos por las primeras cinco
letras del alfabeto. El barrio cuarto, “Delta”, albergaba a los judíos; con el
tiempo, los judíos fueron estableciéndose en otros puntos de la ciudad, pero
conservaron siempre los lazos con su barrio original. El número de judíos que
había en Egipto era alto y su influencia relevante. Aunque estaban integrados
en la vida ciudadana, no participaban del culto pagano, pues se mantenían, en
general, fieles a su idiosincrasia religiosa.
La ciudad de Alejandría albergaba una
población abigarrada, conformaba por los nativos egipcios y una multitud
ingente de inmigrantes. Los griegos detentaban el mayor rango en la escala
social. El segundo estamento integraba un conjunto de comunidades con entidad
propia, entre ellas estaba el contingente judío. La tercera grada recogía la
gran masa de nativos egipcios. Los esclavos pertenecían a la última porción
social; sólo los griegos detentaban la ciudadanía, los demás, aunque hubieran
nacido en la urbe, no tenían el rango de ciudadanos.
Los inmigrantes de Alejandría se asociaron
en la unidad llamada politéuma: una corporación de extranjeros, reconocida
y formalmente constituida, que disfrutaba del derecho de domicilio en la ciudad
y formaba una corporación cívica separada, es decir, una ciudad dentro de la
ciudad. Tenía su propia constitución y administraba sus asuntos como una unidad
étnica mediante funcionarios independientes de la ciudad huésped. La
posibilidad de constituirse en politéumata sólo se daba en las ciudades;
en las zonas rurales no había diferencia jurídica entre griegos y no griegos. Como
hemos insinuado, el politéuma de mayor rango lo conformaban los griegos,
pues, sentados en la asamblea de la ciudad, decidían sobre los asuntos de la
urbe y, de modo especial, alentaban el culto a los dioses protectores. El
Gimnasio, ideado para formar deportistas, se convirtió con rapidez en la institución
que forjaba la identidad social, cultural y religiosa del politéuma griego;
regido por el gimnasiarca, se erigía bajo la advocación de una divinidad
tutelar (Hermes, Hércules, Apolo, etc.).
El politéuma judío de Alejandía
gozaba, como los demás, de caracteres propios; pero dos cuestiones impedían a
los judíos compartir la esencia del politéuma griego: el culto a los
dioses de la ciudad y la educación en el gimnasio, marcada, como hemos dicho, por
el culto a las falsas divinidades. La comunidad judía conformó un politéuma especial
por lo que concierne al aspecto religioso, pues el aspecto político estaba en
manos de las autoridades de la ciudad. Con el tiempo, los judíos requirieron
aún otros privilegios para poder practicar su fe y sus costumbres: la exención
del servicio militar, incompatible con el reposo sabático; la construcción de lugares
de culto; el envío de dinero a Jerusalén; la erección de tribunales para
dirimir según las cláusulas de la Ley judía los litigios comunitarios; la
educación de los jóvenes, acorde con la Ley; entre otros. El politéuma judío,
sometido al control de la gerusía, la asamblea de ancianos, fue regido
después por el etnarca, el juez elegido por la comunidad y reconocido
por el rey, que se ocupaba de las cuestiones administrativas.
Cuando Augusto convirtió Egipto en
provincia imperial romana, la estructura social de Alejandría sufrió un cambio
profundo. Augusto instituyó en Egipto un impuesto personal que gravaba sobre
los nativos y sobre los judíos. Cuando los judíos se vieron equiparados a los
nativos, la categoría social más baja, a excepción de los esclavos, comenzaron
a clamar por la recuperación de sus privilegios. La persecución desencadenada
contra los judíos adquirió tintes luctuosos en tiempo de Calígula (37-41 a.C.),
oprobio que acabará con las ordenanzas
de Claudio (41 a.Carta a los alejandrinos); las ordenanzas de Claudio
acabaron con la persecución de los judíos, pero también cercenaron la
pretensión judía de obtener la ciudadanía alejandrina.
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