miércoles, 7 de agosto de 2013

LA COMUNIDAD JUDÍA DE ALEJANDRÍA I

                                                                                        Francesc Ramis Darder


Constituye el primer artículo de una serie sobre la Comunidad Judía de Alejendría.


Desde antiguo existían colonias judías en Egipto, el mejor ejemplo lo constituye la comunidad de Elefantina, en el Alto Egipto, fundada durante el reinado de Psamético II (594-589 a.C.). Como destaca la Escritura, tras la conquista de Jerusalén por las huestes de Nabucodonosor II (587 a.C.), un grupo judaíta, capitaneado por Juan, hijo de Carea, huyó a Egipto; el profeta Jeremías lo acompañó (2Re 25,25-26; Jr 43,7; 52). Los fugitivos se establecieron varias ciudades: Migdol, Tafne, Menfis y en la tierra de Patrós (Jr 44,1); cabe pensar que encontraran cobijo entre las familias judaítas que, fruto de anteriores emigraciones, estuvieran establecidas en estas ciudades.

    No obstante, la emigración judía a la tierra del Nilo comenzó de forma significativa durante el reinado de Ptolomeo I (323-283 a.C.). Tras la conquista de Palestina, el monarca trasladó a Egipto un buen número de judíos; quienes eran útiles para la milicia fueron destinados a la custodia de las fortalezas, los demás fueron esclavizados. La entronización de Ptolomeo II Filadelfo (283-246 a.C.) significó la redención de los judíos, sometidos a servidumbre; con el tiempo, la solvencia de la comunidad judía fue consolidándose sobre todo en Alejandría.

    El reinado de Ptolomeo VI Filómetor (180-145 a.C.) determinó la ascendencia social de los judíos; pues la comunidad hebrea no dudó en manifestar su apoyo al monarca durante la guerra con el seléucida Antíoco IV (175-164 a.C.), y en mostrarle su lealtad en el conflicto que le enfrentó con su hermano, el futuro Ptolomeo VIII Fiscón (145-116 a.C.). Ptolomeo VI, agradecido por el auxilio judío, acogió al sumo sacerdote Onías IV, y le permitió edificar en Leontópolis, guarnición militar judía, un templo al Dios de Israel. Cuando murió Ptolomeo VI, su esposa y hermana, Cleopatra, se casó con Ptolomeo VIII; entonces acabó la guerra civil que diezmaba Egipto. El apoyo prestado por los judíos a Ptolomeo VI presagiaba la represión de Ptolomeo VIII; sin embargo, la amnistía general alcanzó a los judíos, pues habían sido files a Cleopatra, viuda de Ptolomeo VI y esposa de Ptolomeo VIII.   Muerto Ptolomeo VIII, los judíos apoyaron la causa de Cleopatra, mientas los griegos se inclinaron por su hijo, Ptolomeo Soter II Latiro (116-108.88-80 a.C.); conviene precisar que el ejército ptolomeo estuvo constituido, casi siempre, por tropas griegas y no por fuerzas nativas. La victoria de Ptolomeo Soter II supuso el oprobio de la comunidad judía, asentada en Egipto y de forma significativa en Alejandría.

    Cuando Pompeyo conquistó Jerusalén (63 a.C.), instaló a Hircano II en el sumo sacerdocio y confió el gobierno de Judea al legado romano en Siria; si bien, Antipatro, padre del futuro rey Herodes el Grande ejercía el control de Judea, en connivencia con la autoridad romana. Pompeyo, atento a las permanentes disputas entre los ptolomeos por el trono de Egipto, envió a Gabino (55 a.C.), procónsul en Siria, para sentar en el trono a Ptolomeo XII Auletes (80-51 a.C.).

     Entonces Antipatro, fiel a los intereses de Roma, incitó a los judíos de Alejandría para que apoyaran las pretensiones romanas; de ese modo, los romanos, con el auxilio judío, asumieron el control de Alejandría. Más tarde, cuando César batió a Pompeyo en Farsalia (48 a.C.), tanto Antipatro como los judíos de Alejandría tomaron partido a favor de César. Pompeyo huyó a Egipto donde fue asesinado por Ptolomeo XIII (51-48 a.C.), enfrentado en aquel momento con Cleopatra VII. Cuando César pisó Alejandría (48 a.C.), persiguiendo a Pompeyo, al que creía vivo, encontró la oposición de Ptolomeo XIII, topó con la animadversión de los secuaces de Pompeyo y la hostilidad de los paganos de Alejandría. Aún así, la inestimable ayuda de los judíos posibilitó que César se enseñoreara de la ciudad; Cleopatra asumió el trono y los judíos vieron recompensada su fidelidad.

    Tras el asesinato de César y la derrota de Marco Antonio, Augusto (30 a.C.-14 d.C.) convirtió Egipto en provincia imperial romana (30 a.C.). Conciliador con los pueblos conquistados, confirmó las prerrogativas de los judíos para que pudieron organizarse como una comunidad peculiar en Alejandría y gobernarse según las prescripciones de la Ley.

    Sin embargo, el curso de la historia dio un giro inesperado. Tiberio (14-37 d.C.) expulsó a los judíos de Roma y les privó de sus privilegios, sin embargo, a la muerte de Seyano, ministro de la corte, volvió a restituírselos. Cuando Calígula asumió la corona (37-41 d.C.), demandó que se le tributaran los honores que se deben sólo a los dioses. Los judíos fieles se negaron a acatar la orden, y el soberano desencadenó la persecución. La represión fue intensa en Alejandría durante la prefectura de Avilio Flaco y Vitrasio Polio. La comunidad alejandrina envió dos delegaciones a Roma para que el Emperador, enterado de la situación, pusiera fin a los desmanes: Filón encabezó la legación judía, Apión la de los paganos. El emperador Calígula desoyó la voz de las embajadas, pero su sucesor, Claudio (41-54 d.C.), calmó el tumulto y restituyó los privilegios de los judíos alejandrinos.

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