Cuando abrimos los periódicos y constatamos el dolor que asola algunas naciones de África quedamos sobrecogidos. El sufrimiento que las destruye no se produce por azar ni porque Dios lo envíe. Nace de la injusticia, del afán de poder de unos pueblos sobre otros. Nos sorprenden las noticias de accidentes y enfermedades. Tampoco se producen por casualidad, ni porque Dios lo envíe; son la consecuencia de la propia limitación de la naturaleza humana. El cristiano tiene la obligación de combatir las causas del sufrimiento que nace de la injusticia y debe aceptar el que procede de la limitación de la naturaleza. Respecto de este último, tiene el deber de mitigarlo con la participación en el desarrollo científico-técnico y con la práctica de la solidaridad. Externamente las cosas son así, pero, espiritualmente ¿podemos encontrar algún sentido al sufrimiento?
Los cristianos creemos en la encarnación del Hijo de Dios (Ju 1,14). El evangelio enseña que Jesús ha sido más humano en aquellos momentos en que más ha sufrido. Durante la pasión, el evangelio lo presenta en su rostro más humano. Pilato, ante Jesús azotado y coronado de espinas, dice: “Aquí tenéis al hombre” (Ju 19,5). Jesús sufre injustamente, pero transforma este dolor en amor en favor de todos. Utilizando una metáfora, diríamos que el sufrimiento concede a Dios la “oportunidad” de hacerse plenamente humano; la “ocasión” de convertir su amor divino en humano.
S. Pablo dice: “Ahora me alegro de sufrir por vosotros, y por mi parte completo en mi carne lo que le falta a la pasión de Cristo” (Col 1,24). ¿Qué quiere decir? El apóstol sufre injustamente, pero afirma que este dolor es precisamente aquello que le hace “sentir como” Jesús. El sufrimiento representa para Pablo la “ocasión” de sentirse como Jesús en la pasión, cuando el Señor manifestó con mayor intensidad su amor por el ser humano. El penar dio a Pablo la oportunidad de convertir su amor humano en divino.
El sufrimiento es un misterio, pero no porque sea algo inexplicable; sino porque en él se encuentran las dos “ocasiones”: La “ocasión” de Dios para sentirse plenamente humano, y la “ocasión” del hombre para sentirse como Jesús, cuando en la cruz murió por amor al Mundo. En el sufrimiento, el hombre puede experimentar como padeció Jesús por nosotros; y Jesús, sufriendo, pudo experimentar como padece el hombre que necesita ser amado. El sufrimiento es duro, pero es misterio; es un momento privilegiado para el encuentro personal entre Dios y el hombre.
Francesc Ramis Darder
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