Francesc Ramis Darder
bibliayoriente.blogspot.com
El primer modelo
vivencial es el mismo Jesús. El
evangelio de Lucas se presenta como una catequesis para que el lector ahorme su
vida en el modelo de Cristo; así dice el evangelista en el Prólogo: “para que
conozcas las enseñanzas (kategein) que has recibido” (Lc 1,4).
María Magdalena
representaba en la Iglesia primigenia un modelo privilegiado del discípulo fiel. Al decir de los
estudiosos, el antropónimo “María”, procede del hebreo “Miriam”, enraizado con
el egipcio “Ma’ra”, que significa “la elegida de Dios”; mientras el apodo
“Magdalena” alude a la ciudad de Magdala, cerca del Mar de Galilea, pueblo
María. Sin embargo, cabe una interpretación complementaria. El término
“Magdalena” también engarza con el sustantivo hebreo “migdal” que significa
“castillo, torre de defensa”. Desde este horizonte, María Magdalena aparecería
como la “elegida de Dios” cuyo estilo de vida manifestaría, ante la comunidad
cristiana, atenazada tantas veces por la duda o la persecución, “la fortaleza
del castillo” capaz de sustentar el ánimo de la asamblea perseguida.
María Magdalena se convirtió en el
“castillo”, el modelo de vida cristiana, porque forjó su existencia en el amor
de Jesús. ¡Amó a Jesús en todo momento!; lo amó vivo, cuando predicaba en
Palestina (Lc 8,2); lo amó muerto, junto al sepulcro, cuando todos lo habían
abandonado (Jn 21,11); y lo amó resucitado, antes de que se manifestara a los
discípulos (Jn 21,16). María Magdalena es, sin duda, el modelo del amor
cristiano por Jesús, el Salvador que colma de sentido la existencia humana
(Rilke).
La vida de Esteban puede ser un modelo martirial para los conversos
procedentes del judaísmo, a la vez que un acicate para alentar la conversión de
los hebreos (Hch 6,1-7,60). Cornelio, el centurión de la cohorte Itálica
bautizado por Pedro, amanece como modelo
del pagano que busca el sentido profundo de la vida; pues es un pagano que,
después de hacerse temeroso de Dios, abraza el cristianismo a (Hch 10,1-2). El
centurión que contempla la muerte de Jesús en la cruz exclama: “Verdaderamente,
este hombre era hijo de Dios” (Mc 15,39); de ese modo, despunta como modelo del pagano que se asombra ante
el misterio de Cristo. El Buen Ladrón, a quien Jesús crucificado promete el
Paraíso, destaca como modelo del mundo
marginal, los rechazados por la sociedad que encuentran la razón de vivir
en el evangelio.
En definitiva, la catequesis no se limitaba
a suministrar información, sino que, enriquecida con la empatía entre el
catequista y el catecúmeno, hacía presente
al Resucitado y ofrecía modelos
vivenciales que enhebraban la fe cristiana con él ámbito de la existencia
cotidiana.
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