sábado, 10 de octubre de 2020

MODELOS CATEQUÉTICOS


                                                             Francesc Ramis Darder

                                                            bibliayoriente.blogspot.com

 

 

El primer modelo vivencial es el mismo Jesús. El evangelio de Lucas se presenta como una catequesis para que el lector ahorme su vida en el modelo de Cristo; así dice el evangelista en el Prólogo: “para que conozcas las enseñanzas (kategein) que has recibido” (Lc 1,4).  

    María Magdalena representaba en la Iglesia primigenia un modelo privilegiado del discípulo fiel. Al decir de los estudiosos, el antropónimo “María”, procede del hebreo “Miriam”, enraizado con el egipcio “Ma’ra”, que significa “la elegida de Dios”; mientras el apodo “Magdalena” alude a la ciudad de Magdala, cerca del Mar de Galilea, pueblo María. Sin embargo, cabe una interpretación complementaria. El término “Magdalena” también engarza con el sustantivo hebreo “migdal” que significa “castillo, torre de defensa”. Desde este horizonte, María Magdalena aparecería como la “elegida de Dios” cuyo estilo de vida manifestaría, ante la comunidad cristiana, atenazada tantas veces por la duda o la persecución, “la fortaleza del castillo” capaz de sustentar el ánimo de la asamblea perseguida.

   María Magdalena se convirtió en el “castillo”, el modelo de vida cristiana, porque forjó su existencia en el amor de Jesús. ¡Amó a Jesús en todo momento!; lo amó vivo, cuando predicaba en Palestina (Lc 8,2); lo amó muerto, junto al sepulcro, cuando todos lo habían abandonado (Jn 21,11); y lo amó resucitado, antes de que se manifestara a los discípulos (Jn 21,16). María Magdalena es, sin duda, el modelo del amor cristiano por Jesús, el Salvador que colma de sentido la existencia humana (Rilke).

     La vida de Esteban puede ser un modelo martirial para los conversos procedentes del judaísmo, a la vez que un acicate para alentar la conversión de los hebreos (Hch 6,1-7,60). Cornelio, el centurión de la cohorte Itálica bautizado por Pedro, amanece como modelo del pagano que busca el sentido profundo de la vida; pues es un pagano que, después de hacerse temeroso de Dios, abraza el cristianismo a (Hch 10,1-2). El centurión que contempla la muerte de Jesús en la cruz exclama: “Verdaderamente, este hombre era hijo de Dios” (Mc 15,39); de ese modo, despunta como modelo del pagano que se asombra ante el misterio de Cristo. El Buen Ladrón, a quien Jesús crucificado promete el Paraíso, destaca como modelo del mundo marginal, los rechazados por la sociedad que encuentran la razón de vivir en el evangelio.

    En definitiva, la catequesis no se limitaba a suministrar información, sino que, enriquecida con la empatía entre el catequista y el catecúmeno, hacía presente al Resucitado y ofrecía modelos vivenciales que enhebraban la fe cristiana con él ámbito de la existencia cotidiana.


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