Francesc Ramis Darder
bibliayoriente.blogspot.com
El profeta Jeremías había alentado el ánimo de los judaítas deportados
para que procuraran asentarse en Babilonia, mientras Ezequiel, después de la
caída de Sión (587 a.C.), quiso avivar el corazón abatido de los desterrados.
No obstante, el encarcelamiento del rey judaíta Jeconías (594 a.C.) y el control babilónico
anublaron la esperanza en la inmediata redención del exilio.
No obstante, brilló una luz entre las tinieblas del exilio: Ciro II, rey de medos y persas, inició con la mayor
ventura la conquista del Próximo Oriente. Entonces, el emperador babilónico, Amel-Marduk
tembló ante el auge de Ciro. Aterido de miedo, liberó de la
mazmorra a Jeconías para asegurarse la lealtad de los judaítas desterrados (ca.
561 a.C.); un hálito de vida comenzó a soplar sobre la comunidad judaíta exiliada.
Ahora bien, mientras la mayoría de exiliados interpretaba el ascenso de Ciro y el
declive babilónico como dos acontecimientos más entre los azares que entretejen
la Historia, surgió un profeta que emprendió la lectura teológica de los
sucesos: el Profeta del Consuelo. Intuyó que, bajo los estertores de Babilonia y
el renacimiento Persa, palpitaba la actuación de Dios en la Historia humana.
Desde esta perspectiva, comprendió que era Dios quien aniquilaba la prepotencia
babilónica y alumbraba la gloria de los persas. Ahondó todavía más en la
cuestión, llegó a discernir, con los ojos de la fe, que la derrota de Babilonia y
la victoria de Ciro era la fragua donde Dios forjaba la llave con que iba a
liberar al pueblo de la cárcel del exilio.
¿Quién era el Profeta del Consuelo? Dos observaciones pueden insinuar la
respuesta.
Por una parte, la Escritura señala los estamentos a los que
pertenecían los deportados: el clero, la nobleza y los artesanos. Por otra y a
nuestro entender, el texto del Segundo Isaías (Is 40-55), redactado en
Jerusalén, todavía recoge, entre otros temas, el eco
lejano de la predicación del Profeta del Consuelo en tierras babilónicas. Así
podemos perfilar la pregunta: ¿en cuál de los tres estamentos (clero, nobleza,
artesanos) encajaría mejor la predicación del Profeta del Consuelo?
El texto del Segundo Isaías omite, casi por
completo (Is 43,22-28), las referencias cultuales, propias del estamento
clerical. Tampoco aplica el título de rey a ningún personaje humano, ni alude a los tejemanejes
de la nobleza. El Segundo Isaías sólo reconoce a Yahvé como rey de Israel (Is
43,15); incluso Ciro, tan relevante en el poema isaiano, no recibe el título de
rey, sino de Mesías (Is 44,28; 45,1). De ese modo, cabe pensar que si la voz del Profeta del Consuelo no recoge el talante de la
clerecía ni respira el aire de la nobleza, pudiera ser un miembro de la comunidad artesana, distante de la corte de Jeconías y distinta del sentir
del clero.
Además, el texto del Segundo Isaías, eco
de la predicación del Profeta del Consuelo en Babilonia, presenta notables diferencias con los últimos
profetas anteriores al fin del exilio (Jeremías y Ezequiel) y con los que
predicaron en los primeros años del regreso a Jerusalén (Ageo y Zacarías). Jeremías
y Ezequiel muestran gran preocupación por el
templo y por la monarquía judaíta; también Ageo y Zacarías mencionan las cuestiones inherentes al
Templo y constatan la relevancia de la realeza. En cambio, el Segundo Isaías no menciona la situación
cultual del Templo, ni comenta la política de los reyes de Judá. Desde esta
perspectiva, se distancia del interés político y de la preocupación cultual que
pudieran abrigar la nobleza o el sacerdocio del exilio, una razón más para encuadrarlo en el estamento de los artesanos
Por si fuera poco, al adentrarnos en los
pasajes del Segundo Isaías que ridiculizan la idolatría, apreciamos la
descripción del proceso de fabricación de los fetiches. El texto especifica las
herramientas (martillo, yunque, lápiz, compás, fragua, gubia, balanza), el
proceso técnico (talar, forjar, diseñar, fundir, recubrir, pulir, batir,
soldar, clavar, modelar, medir, pesar), los materiales (oro, plata, cedro,
roble, encina, madera incorruptible, metal), la función de los artesanos
(escultor, forjador, tallista, fundidor, orfebre, artista), y el tipo de imagen
(estatua, ofrenda de pobre, ídolo estable, dios, figura varonil, figura humana)
(Is 40,19-20; 41,6-7; 44,9-20; 45,6-7).
Ningún otro pasaje de la Escritura
describe el ambiente artesanal con tanta precisión. Aunque nacidos en Jerusalén
a finales de la etapa persa, los pasajes citados encajan muy bien en el
ambiente artesano. No cabe duda de que estos textos, ajenos al horizonte de la
corte y al interés de la clerecía, sugieren que la
predicación del Profeta del Consuelo, respira el aire del medio artesano. Dicho de
otro modo; así como Is 1-39 reflejan, en cierta medida, el ambiente del palacio
y el templo, el contenido de Is 40-55 evoca, en cierta manera, el medio
artesano, ajeno a la nobleza y al sacerdocio.
Así pues, el Profeta del Consuelo sería un varón vinculado al gremio de los artesanos que predicó entre los judaítas exiliados. Comprendió que bajo la caída de Babilonia y el triunfo de Persia palpitaba la intervención de Yahvé en la historia para liberar a la comunidad judaíta exiliada en Babilonia. A través del Profeta del Consuelo, Yahvé, el Dios liberador, anunció la liberación de su pueblo, Israel. Sin duda, el amor del Señor engendra siempre la vida y acrece la esperanza.
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