Francesc Ramis Darder
Cuando Jesús predicaba por las comarcas de Palestina, la situación social
era difícil. El despotismo de Poncio Pilato oprimía a la población sin medida. Los
descendientes del rey Herodes vivían en la opulencia mientras los habitantes
del país sufrían la pobreza. Las malas cosechas y algún terremoto sumían la
región en la miseria. La situación era tan adversa que los israelitas imploraban
de Dios la llegada del Mesías. Según la tradición del Antiguo Testamento, el
Mesías era el personaje enviado por Dios que pondría remedio a las penurias que
entenebrecían el país.
Ahora bien, el Mesías que suspiraba
la gente no era el Mesías prometido en la Antigua Alianza. El Mesías que deseaba
el pueblo tenía tres características claras. La gente quería un Mesías poderoso
que, encabezando un ejército, expulsase a los romanos de Palestina. El pueblo
deseaba un Mesías poseedor de una gran riqueza, capaz de resolver con la fuerza
del dinero todos los problemas. Los israelitas esperaban un Mesías de apariencia
deslumbrante; un Mesías orgulloso que dejase a la gente aturdida de espanto.
Cuando el apóstol Pedro empezó a seguir a Jesús,
tenía la misma idea del Mesías que el resto del pueblo. Embebido en la
religiosidad popular, querría un Mesías poderoso, opulento y de aspecto deslumbrante.
Un Mesías que, llegado del cielo, resolvería los males del mundo, sin que el ser
humano tuviera que esforzarse lo más mínimo para edificar un mundo mejor. Como
señalaba la carta de Santiago, Pedro “tenía una fe sin obras”; tan solo tenía
una creencia en un falso Mesías que le permitía dar la espalda a la miseria del
prójimo; desentendiéndose del compromiso que implica la fe, tenía, como dice Santiago,
una fe muerta.
Cuando Jesús percibe la ignorancia
de Pedro, se acerca para explicarle de qué manera Él es el Mesías esperado.
Como insinúa el evangelio que hemos leído, Jesús diría a Pedro: “Mira, yo soy
el Mesías; pero no soy un Mesías como tú deseas: poderoso, opulento y deslumbrante.”
Afinando lo que explica el Antiguo Testamento, Jesús dice a Pedro: “Yo soy el
Mesías, pero lo soy con las características del Hijo del Hombre.” Notemos la
importancia de la expresión: Jesús es el Mesías, pero lo es a la manera del Hijo
del Hombre. ¿Qué quiere decir la locución Hijo del Hombre?
Jesús no es un Mesías que se
caracterice por el poder, sino por la actitud de servicio; dirá en el evangelio:
“Yo no he venido a ser servido, sino a servir a los demás y entregar la vida por
todos.” Jesús no es un Mesías que destaque por la riqueza, sino por la capacidad
de compartir; el apóstol Pablo citaba un dicho de Jesús que recalcaba la
decisión de compartir, decía: “Hay más alegría en dar que en recibir.” Jesús no
es un Mesías de apariencia deslumbrante; nace en la humildad de la cueva de Belén
y muere en el oprobio de la cruz. He aquí lo que es el Hijo del Hombre: el Hijo
del Hombre es el Mesías que edifica un mundo nuevo; pero no lo hace con los
criterios que el mundo descreído espera, sino con los criterios de la Biblia:
la capacidad de servir, el ansia por compartir y la práctica de la humildad.
Cuando el apóstol Pedro entienda
que seguir el Evangelio no quiere decir solo creer en la existencia de una mano
poderosa, sino que implica servir, compartir y ser humilde, comenzará a tener,
como dice la carta de Santiago, una fe viva; una fe que siembra en el mundo la
buena semilla del Reino de Dios que el Espíritu hace fructificar en el quehacer
diario.
Como todos sabemos, la fuerza
humana no basta para vivir el Evangelio; para vivir el Evangelio necesitamos la
fuerza que Dios nos da. En la Eucaristía, presencia de Dios entre nosotros, pidamos
al Señor la gracia de una fe viva, una fe que transforme nuestra vida en presencia
salvadora de Cristo entre la humanidad sedienta de paz y de concordia.
1 comentario:
Estimado Francesc, Con su permiso. Me he encontrado con su blog y me ha gustado mucho su publicación: "¿Que dice el segundo Isaías? la leí de corrido, y le agradezco sinceramente, pues ha inspirado mi fe.
Por lo cual, leí otro blog suyo "¿Que significa tener Fe?" y me encantó la presentación, que usted hace, del Señor Jesús como Hijo del Hombre, llamado a servir, compartir y ha practicar la humildad, lo cual constituye una Fe viva.
Solo permítame una pregunta:¿Que significa ser y vivir humildemente, según La Palabra?
Muy agradecido.
Eduardo
Santiago, Chile
Publicar un comentario