martes, 7 de agosto de 2012

PABLO DE TARSO: LA PROCLAMACIÓN DE LA BUENA NUEVA

                                                                                                                    Francesc Ramis Darder

Cuando Pablo y Bernabé llegaron a Antioquía de Pisidia, entraron el sábado en la sinagoga y se sentaron. Concluida la lectura de la Ley, los dirigentes de la sinagoga les invitaron a comentar la Palabra. Pablo se levantó y anunció la Buena Nueva a los presentes, les dijo: “Hermanos […] los habitantes de Jerusalén y sus jefes no reconocieron a Jesús, y al condenarlo cumplieron las palabras de los profetas que se leen todos los sábados. Sin haber hallado ningún delito que mereciera la muerte, pidieron a Pilato que lo matase. Y después de cumplir todo lo que acerca de él estaba escrito, lo bajaron de la cruz y lo sepultaron. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos. Durante muchos días se apareció a los que habían subido con él desde Galilea a Jerusalén, los cuales son ahora testigos ante el pueblo. Y nosotros os anunciamos la Buena Noticia: que la promesa hecha a nuestros antepasados, Dios nos la ha cumplido a nosotros resucitando a Jesús de entre los muertos” (Hch 13,26-33).

    El fragmento que acabamos de citar constituye lo que ha venido a llamase el “kerigma” cristiano. La palabra “kerigma” tiene su origen en el verbo griego “kerusso”, que significa, literalmente: “proclamar en voz alta”. De ahí podemos deducir que el kerigma cristiano constituye: “un breve discurso que anuncia en voz alta el contenido esencial de la fe cristiana”. Proclama que Cristo con su vida, muerte y resurrección nos ha salvado, es decir anuncia que Cristo Resucitado confiere el más pleno sentido a la vida de quines creen en él, tanto ahora como para toda la eternidad.

     Cuando Pablo acabó su discurso, muchos judíos y paganos admiradores del judaísmo siguieron al apóstol, quien en compañía de Bernabé les a permanecer fieles a la gracia de Dios.

Ejercicio: lee la Segunda Carta a los Corintios.

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