jueves, 26 de julio de 2012

LOS CÓDIGOS ACADIOS Y LA BIBLIA

                                                                                           Francesc Ramis Darder

    Las Leyes de Esnunna regían el destino de la ciudad de Esnunna. Seguramente fue el rey Dadusa (1728-1686 a.C.) quien las publicó. Como sucede con la Escritura, distinguen entre la gravedad del robo cometido de día o de noche. Señala Esnunna: El que haya sido sorprendido en el domicilio de un campesino en pleno día, pagará diez siclos de plata; el que haya sido sorprendido de noche, tendrá que morir (Art. 13). Enfatiza la Escritura: Si un ladrón es sorprendido de noche robando y lo matan de un golpe, no se culpará a nadie de su muerte; pero si el sol había salido, se pedirán cuentas al responsable de su muerte (Ex 22,1-3). Ambos códigos recogen el mismo supuesto, pero mientras la legislación de Esnunna especifica el castigo del ladrón, la Escritura apela además a la responsabilidad del propietario. La noche dificulta la presencia de testigos, e impide al propietario encontrar ayuda contra el ladrón. Si es de día, puede haber testigos y puede encontrar auxilio. Si el ladrón muere de día, el tribunal puede indagar si había testigos y si el propietario, antes de matar al ladrón, solicitó ayuda; pues, si había testigos y posible socorro, quizá no tenía por qué acabar con el ladrón    

    Entre los textos legales más importantes, destaca el Código de Hammurabi; publicado por Hammurabi, rey de Babilonia (1792-1750 a.C.). Está grabado sobre una piedra de diorita negra de 2,25 metros de altura. De los doscientos ochenta y dos artículos que tendría se conservan doscientos sesenta, aproximadamente. El estilo jurídico adopta, en general, el aspecto casuístico. Observemos un ejemplo: Si un ciudadano rapta y vende como esclavo a un miembro de la familia de otro, será condenado a muerte” (Art.14). La ley sugiere un supuesto: Si un ciudadano rapta y vende […], y después establece la pena:[…] será condenado a muerte.

   La parte superior de la estela corona el Código con un motivo teológico para destacar como Hammurabi recibe la ley de manos del dios Shamas. Así los legistas señalaron el aura religiosa del conjunto legal. Entre las líneas del Prólogo, Hammurabi adscribe el poder sobre Babilonia al dios Marduk, y subraya que ha  recibido la realeza de manos de los dioses Anu y Enlil para propiciar el bienestar de su pueblo.

    La legislación de Hammurabi presenta analogías con la Escritura. Señala Hammurabi: Si uno ha robado un buey […] restituirá treinta veces; si es un hombre del pueblo, restituirá diez veces; si el ladrón no tiene con qué restituir, será condenado a muerte (Art. 8). Refiere la Escritura: Si un ladrón roba un buey o una oveja, y los mata o vende, restituirá cinco bueyes por el buey, y cuatro ovejas por la oveja (Ex 21,37). Ambos códigos contemplan un supuesto análogo. Sin embargo, Hammurabi es más severo, por cuanto concierne a la cuantía de la restitución y por cuanto compete a la sentencia de muerte.

  Otro ejemplo. Sentencia Hammurabi: Si uno oculta en su casa un esclavo fugitivo […] y no lo entrega […] será ejecutado (Art. 16). Afirma la Escritura: No entregarás a su amo al esclavo fugitivo […] se quedará contigo, entre los tuyos […] (Dt 23,16-17). El Código, atento al interés del dueño, persigue con la muerte a quien oculte un esclavo; mientas la Escritura, solícita con la necesidad del huido, requiere la defensa y cuidado del huido. La Escritura procura la defensa de los débiles.

    Muy significativa es la Ley del Talión. Dice el Código: Si un señor ha reventado el ojo de otro señor, se le reventará un ojo (Art. 195-196). Señala la Escritura: si alguien causa una lesión a su prójimo, se le hará lo mismo que hizo él: fractura por fractura, ojo por ojo, diente por diente (Lv 24,17-20; Ex 21,23-24; Dt 19,21). Hoy nos parece una costumbre bárbara; pero en el mundo antiguo servía para atemperar los excesos de la venganza. Cuando un miembro de un clan mataba a alguien de otro clan, el clan ofendido se vengaba matando a cuantos miembros del clan ofensor pudiera. La Ley del Talión acota la venganza, pues el clan ofendido solo podía matar a un miembro del clan ofensor. La dureza de la ley fue perdiendo fuerza con el tiempo; pues la Escritura contempla el perdón (Lv 19,17), y mitiga la Ley: la pena del ‘ojo por ojo’ no tiene por qué significar ‘un ojo a cambio de otro ojo’, sino la obligación de entregar una compensación al tuerto por el ojo perdido.    

    El Epílogo ensalza la grandeza del Código, y amenaza con las peores maldiciones a quien no respete la legislación o intente abolirla. La solera del Código determinó que otras culturas se inspiraran en sus leyes para componer sus sistemas legales. Los israelitas también contemplaron los supuestos de la legislación de Hammurabi, pero cuando establecieron las penas, salvaguardaron la equidad de la sentencia, evitaron el ensañamiento con el reo y propiciaron la defensa del acusado.

    Las Leyes Asirias fueron recopiladas durante el reinado de Teglatfalasar I (1114-1076 a.C.). El encabezado ensalza la pericia militar y política de Teglatfalasar; a continuación figura el cuerpo legal. El derecho penal asirio es el más cruel de cuantos han llegado hasta nosotros; parece como si la dureza hubiera sustituido la piedad y la misericordia.

   Como es obvio, presentan analogías con la Escritura. Dice la Ley: Si un ciudadano quiere divorciarse de su mujer, puede darle algo o puede no darle nada (Art. 37). Sentencia la Escritura: Si un hombre se casa […] y después descubre en la mujer algo que le desagrada […] le escribirá un acta de divorcio […] y la despedirá (Dt 24,1). La Escritura entiende que la mujer es sujeto de derecho, por eso recibe un acta de divorcio. A modo de contrapunto, la mujer asiria carecía de personalidad jurídica; ni siquiera era súbita de su marido, sino una porción del varón, por eso abandonaba la casa sin acta de divorcio, todo lo más con una limosna del esposo.

    De modo sorprendente, la Leyes Asirias contemplan el castigo vicario. Vemos un supuesto: Si un ciudadano maltrata físicamente a la esposa de otro hasta que tiene un aborto, entonces el marido de ésta maltratará físicamente a la esposa del acusado hasta que tenga un aborto. El acusado compensará a la víctima dando a la familia de ésta un hijo de su propia familia (Art. 50). La Escritura no contempla los castigos vicarios. Se atiene a la compensación: Si en el curso de una riña, alguien golpea a una mujer encinta, provocándole el aborto […] el culpable deberá indemnizar con lo que le pida el marido y determinen los jueces (Ex 21,22). La Escritura castiga al culpable, pero no a su esposa. Además valora la actuación de los jueces, sin dejar la compensación al arbitrio del marido. Como señala la Biblia, cada persona es responsable de sus acciones, sin poder descargar la culpa sobre sus parientes o antepasados (Ez 18).

   

sábado, 21 de julio de 2012

PABLO DE TARSO: FUNDACIÓN DE LAS IGLESIAS DE ASIA MENOR

                                                                                                                         Francesc Ramis Darder

    La comunidad de Antioquía de Siria llegó a ser importante. La Iglesia de Jerusalén envió al profeta Agabo en demanda de ayuda económica. La Iglesia de Antioquía realizó una colecta y encargó a Bernabé y a Saulo que llevaran el montante a Jerusalén. Cuando Benarbé y Saulo regresaron, llevaron consigo a Juan, llamado Marcos, un cristiano de la comunidad de Sión, regida entonces por el apóstol Santiago (Hch 12,12.17.25).

    Mientras Bernabé y Saulo estaban alabando al Señor con los hermanos de Antioquía de Siria, el Espíritu Santo se manifestó y dijo: “Separadme a Bernabé y a Saulo para la misión que les he encomendado”; la comunidad, después de ayunar y orar, les impuso las manos y les envió, en nombre de Dios, a la tarea evangelizadora (Hch 13,2-3).

    Bajaron a Seleucia, y de allí embarcaron rumbo a Chipre. Llegados a Salamina, anunciaban el Evangelio en las sinagogas de los judíos. Llevaban como compañero a Juan, llamado Marcos. Atravesaron toda la isla hasta llegar a Pafos. Conviene reseñar que en ese momento el libro de los Hechos comienza a llamar al apóstol con el nombre de “Pablo”. Zarparon de Pafos y llegaron a Derbe de Panfilia y desde allí alcanzaron la ciudad de Antiquía de Pisidia.

    Desde Antioquía partieron hacia Iconio para alcanzar después Listra y Derbe, ciudades de Licaonia. Después de anunciar la Buena Noticia en Derbe, volvieron a Listra, Iconio y Antioquía de Pisidia. Luego atravesaron Pisidia, predicaron en Pergue y llegaron a Atalía, desde donde zarparon hacia Antioquía de Siria (Hch 13,1-14,28).

Ejercicio: En las últimas páginas de la Biblia suele haber algunos mapas de Oriente, localiza las ciudades que visitaron Bernabé y Pablo.

martes, 17 de julio de 2012

QUÉ SE SABE DE... LOS PROFETAS

        

Qué se sabe de... Los profetas
Francesc Ramis

Editorial Verbo Divino, 2010


INDICE:
Prólogo
I. PREGUNTAS PRIMERAS
II. CONTEXTO
III. LA PREGUNTA NO ES NEUTRAL
IV. ¿POR QUÉ BUSCAR EL SENTIDO DE LA VIDA?
V. LA BÚSQUEDA DE IDENTIDAD PERSONAL Y LA CUESTIÓN RELIGIOSA
VI. OFERTAS DIVERSAS DE SABIDURÍA
VII. QUÉ OFRECE LA FE CRISTIANA
VIII. ¿ES POSIBLE CONOCER A DIOS?
IX. ¿ES QUE DIOS INTERVIENE?
X. DIOS, ¿PARA QUÉ?
XI. CUESTIONES QUE PLANTEA LA BIBLIA
XII. CREER EN JESÚS DE NAZARET
XIII. RAZONAR Y CREER
XIV. POR QUÉ SOY CRISTIANO
XV. EL MODELO CRISTIANO DE SER PERSONA
XVI. PRESUPUESTOS PARA SER CRISTIANOS
XVII. SOBRE LA ORACIÓN
XVIII. EL ESCÁNDALO DEL SUFRIMIENTO
XIX. SOBRE EL PECADO
XX. POR QUÉ Y PARA QUÉ LA IGLESIA
XXI. EL CRISTIANISMO Y LAS OTRAS RELIGIONES
XXII. ¿HAY UN “MÁS ALLÁ”?
Epílogo. ¿Cómo creer si no sabemos cómo?

viernes, 13 de julio de 2012

NAHUM. UN PROFETA DE LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN

                                                                                                                   Francesc Ramis Darder          

    El profeta Nahum nació en Elcós, una aldea situada, probablemente, en territorio de Judá, y desarrolló su ministerio durante el reinado de Manasés (698-643 a.C.). La Escritura describe, con amargura, el desastre que supuso para los habitantes de Judá y Jerusalén la tiranía de Manasés. El rey erigió altares a los falsos dioses, practicó la magia y la hechicería, profanó el Templo del Señor, y derramó ríos de sangre inocente en Jerusalén (2R 21,1-18).

    El despotismo ejercido por Manasés se sustentaba en la protección que recibía de Asiria, la potencia entonces imperante. El emperador que rigió el destino de Asiria, mientras Manasés reinaba en Jerusalén, fue Asurbanilpal III (669-630 aC.). La capital de Asiria se hallaba en Nínive, desde donde el emperador oprimía a los pequeños estados del Próximo Oriente, entre ellos el exiguo reino de Judá. Asurbanipal, con la intención de extender las fronteras del imperio, atacó Egipto y conquistó su capital Tebas (668 aC.). La violencia y crueldad con que Asurbanipal tomó Tebas impresionó profundamente el ánimo de los pueblos antiguos.

    A pesar de la tiranía de Manasés, continuaba viviendo en Jerusalén una comunidad judía que permanecía fiel a los preceptos del Señor. El grupo leal seguramente se preguntaría: ¿Qué puede hacer un creyente para combatir, en nombre de Dios, el totalitarismo asisrio?; y de manera más concreta inquiriría: ¿Qué podemos hacer, como judíos leales, para desbancar el despotismo de Manasés? Emprender una acción contra el imperialismo asirio o contra el despotismo de Manasés no era fácil; pues la policía abortaba cualquier intento de rebelión, y ejecutaba a quien se atrevía a criticar al rey de Judá.

    Sin embargo, la Sagrada Escritura reitera hasta la saciedad que Dios no abandona a su pueblo, ni se desentiende de quienes confían en Él. La comunidad fiel creía, firmemente, que así cómo Yahvé liberó al pueblo esclavizado en Egipto (cf. Ex 1-15), también salvaría a la comunidad que sufría la opresión asiria y soportaba el absolutismo de Manasés.

    El Señor suscitó en el seno de la comunidad leal un profeta: Nahum. La palabra “Nahum” significa “el que ha recibido el consuelo de Dios”; por eso Nahum, habiendo recibido el consuelo divino, dedicó su vida a consolar al pueblo abatido. La predicación de Nahum condenó la opresión de Asiria y la tiranía de Mansasés, a la vez que recordó que el Señor nunca abandona a su pueblo.

     Nahum, para evitar la represión gubernamental, ideó una forma sutil de predicar. El profeta describía los avatares de la conquista de Tebas; y, por eso, su predicación no era censurada por la policía pro-asiria de Manasés. Pero bajo la descripción de la caída de Tebas, el profeta aludía la destrucción de Nínive; y evocando la devastación de Nínive, Nahum sugería la necesidad de acabar con la tiranía de Manasés.

     La predicación inteligente de Nahum fue eficaz. La comunidad de israelitas fieles, gracias a la voz del profeta, se hizo fuerte. Cuando Mansasés murió le sucedió su hijo Amón (643-640 aC.); pero la comunidad leal se había consolidado y en el año 640 aC. propició un golpe de estado. Amón fue derrocado, y la comunidad entronizó al rey Josías. El nuevo rey, educado en la fidelidad al Señor, gobernó Judá con justicia; el reino prosperó y atravesó una etapa de prosperidad. Cómo decíamos antes, la predicación de Nahum, enfatizando la destrucción de Tebas, preludiaba la caída de Nínive; y, efectivamente, Nínive sucumbió el año 612 aC. ante el envite de medos y babilonios.

    La profecía de Nahum anunciaba el fracaso del mal, simbolizado en la opresión ejercida por Asurbanipal y Manasés. Pero, el profeta también supo consolar a su pueblo. Habló a la nación acerca de la bondad de Dios, recalcó la necesidad de buscar cobijo en el regazo divino (Nah 1,7), y no cesó de exigir al pueblo la obediencia a los mandamientos de Dios (Nah 2,1).

    Nahum fue un profeta sencillo, su libro tiene sólo tres capítulos. Pero, confiando en el auxilio divino, denunció el totalitarismo y combatió la tiranía. Nahum no fue un profeta complaciente con el poder, ni apocado ante la adversidad. En nombre de Dios afirmó algo que a menudo olvidamos: la historia humana esta entretejida, como el trigo y la cizaña, por las insidias del mal y la ternura del bien, pero al final de la historia sólo el proyecto de Dios alcanzará la victoria, mientras las fuerzas del mal sucumbirán ante el envite de los justos. ¡Luchar por un mundo mejor siempre tiene sentido!


domingo, 8 de julio de 2012

EL SENTIDO DE LA PAZ EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

                                                                                                               Francesc Ramis Darder

         El término “paz” (sh.lm) designa todo lo que forma parte de una vida sana, armónica, unida al pleno desarrollo de la vitalidad de un espíritu sano. La alusión a la paz define la prosperidad individual y comunitaria; en definitiva el vocablo “paz” refiere la totalidad plena del bienestar personal tanto en aspecto objetivo, cuando la situación en que la persona se desenvuelve va bien, como desde el aspecto subjetivo, cuando el ser humano se siente bien consigo mismo. Desde la perspectiva histórica y desde el ámbito social, la paz trae a la memoria las épocas caracterizadas por la ausencia de guerra (Jos 10,1.4; 1Sm 7,14; cf. Lc 14,32; Ap 6,4; Ecl 3,8), y evoca la tranquilidad que nace del cumplimiento de los acuerdos aceptados y trabados entre los miembros de una comunidad, o entre miembros de diversas comunidades, en definitiva la “paz” es un indicador de la prosperidad tanto personal como comunitaria (Sal 122,6-9).

     La teología del AT trasciende la noción sociológica de “paz” para abarcar también el aspecto religioso; de ahí la presentación de alianza vinculada a los sacerdotes (Nm 25,12-13; Ml 2,4-6). La reflexión del AT también asocia la paz, el bienestar y la armonía personal y comunitaria, con la bendición que Dios derrama sobre cada hombre y sobre el pueblo entero para que fructifique plenamente la vida personal y comunitaria en todos sus ámbitos. El hecho que unifica todos los aspectos que atañan  a la paz consiste en la comprensión de la paz como el don que Dios regala al ser humano y a la comunidad leal (Lv 26,6; 1Re 2,33; Sal 29,11; Is 26,12). El AT señala que el deseo de paz forma parte del contenido de las fórmulas de saludo o despedida que se manifiestan los israelitas entre sí (Ex 4,18; Jue 6,23; 2Sm 15,9; Esd 5,7). La mención de la paz en el contenido de las fórmulas de salutación adquiere un contenido teológico: el Señor vierte la paz sobre cada israelita y sobre la comunidad entera y, de modo análogo, cada israelita regala a su prójimo el don más importante que ha recibido de Dios: la paz, metáfora del bienestar y de la prosperidad.

    El concepto bíblico de “paz”, desde la perspectiva individual, además de la serenidad y la armonía, engloba también el ámbito de la salud corporal y de la felicidad familiar. Esa paz procede de la bendición divina (Sal 128,1-3); desde esa óptica la voz profética recalca el gozo de la paz que disfrutan los justos y subraya la desarmonía que agita a los malvados (Is 57,18-21).

   La noción de paz supera el recinto personal para adentrarse en el espacio social. El bienestar comunitario implica la ausencia de guerra y de todo peligro inminente (Is 54,17), condiciones que resultan selladas mediante la alianza (Is 55,3). Pero, desde la perspectiva profética, la paz y el bienestar (sh.lm) no nacen sólo de un pacto, proceden, esencialmente, de la vivencia de la justicia (tsdq) (Is 11,5-9). Precisamente es en el ámbito de la lucha por la justicia donde la profecía hace el mayor hincapié con la intención de que el pueblo alcance la paz. La vivencia de la justicia es la fuente de la que brota la paz (Is 32,17; Sal 72,4-5; 85,11; cf. Is 60,17).


domingo, 1 de julio de 2012

ESTUDIOS SOBRE EL PENTATEUCO

                                                                                     Francesc Ramis Darder

 Durante muchos años los estudios sobre el Pentateuco estuvieron dominados por la famosa “Hipótesis Documentaria” nacida de la intuición de J. Wellhausen (1898). Hay que mencionar que en la época había también otros autores que habían ofrecido varias propuestas sobre el origen del Pentateuco: Wetter, Astruc, Geddes, Vater, Kelle, Ewald, de Wette. La propuesta de Wellhausen se impuso, entre otras cosas, por su claridad expositiva y por la decisión de prescindir de los problemas que aquí y allá surgían cuando se aplicaba de forma cuidadosa el contenido de la hipótesis al texto bíblico.[1]

 Wellhausen sostenía que el Hexateuco (Gn-Jos) se había construido entretejiendo cuatro fuentes o documentos de distintas épocas: J (Jahvista) y E (Elohista), las más antiguas, que servirían de base para la redacción del documento JE (Jehovista), una composición literaria redaccional del siglo VIII aC. Otro documento, D (Deuteronomio), correspondería a la época de Josías (siglo VII aC). El autor habla de la llamada fuente P (Sacerdotal), que se escribió en la época postexilica; hay que recordar que Wellhausen también se refería a la fuente P llamándola Q en referencia a las cuatro alianzas que aparecen en el Pentateuco (Adán, Noé, Abraham y Moisés). Según sostenía el investigador, el documento JE se entrelazaría con D y P en la época postexílica. Concluía afirmando que la redacción del Pentateuco había tenido lugar en el contexto de la reforma de Esdras (finales del siglo V aC).

 Ni que decir tiene que la hipótesis de Wellhausen rápidamente entró en conflicto con las opiniones de numerosos comentaristas. La razón era clara: no había manera de saber con seguridad cuáles eran los textos que había que atribuir a las diferentes fuentes: J, E, JE, D, P. Cuando la teoría de Wellhausen se aplicaba a textos concretos, tan solo de una forma muy genérica se podía intuir a qué fuente pertenecían, y aun así con pocas garantías de seguridad. La confrontación en torno a la hipótesis documentaria fue tan encarnizada que incluso llegó a poner en cuestión la utilidad del método histórico-crítico por lo que respecta a la investigación bíblica.

 Los estudiosos actuales del Pentateuco no acaban de ponerse de acuerdo ni en la forma en que se redactó el Pentateuco ni en la hondura de las diversas teologías que contiene.[2] A pesar de todo podríamos fijarnos en la hipótesis de Blum, clara en la presentación y que suscitó, en sus inicios, un cierto consenso entre comentaristas.[3]

 Según sostiene Blum, el Pentateuco es el resultado de una larga elaboración literaria y teológica confeccionada a partir de tradiciones más antiguas. El comentarista empezó con el análisis cuidadoso de Gn 12-50. Concluyó que los capítulos mencionados constituyen una gran unidad conformada mediante un largo proceso de redacción que empezó con relatos independientes, después originó círculos narrativos para desembocar finalmente en dos grandes composiciones tardías: una de tipo deuteronómico (KD), fechada en torno al 530 aC, y el otro de tipo sacerdotal (KP), postexílica. Más adelante, el comentarista extendió la investigación a los textos narrativos de Éxodo-Números. En opinión del autor, el arco narrativo Éxodo-Números está constituido por dos composiciones tardías, que recogieron y elaboraron tradiciones más antiguas: una “composición deuteronómica” (KD), posterior al Deuteronomio, y una “composición sacerdotal” (KP).

 La datación de KD correspondería a la época de la primera generación del retorno de Babilonia. La temática de KP gira en torno a las cuestiones comunitarias, presupone también la presencia de tradiciones antiguas y data de la época persa. El Pentateuco es el resultado de un compromiso entre las dos tendencias reflejadas en KD y KP.[4]

 Evidentemente, la hipótesis de Blum no ha sido aceptada por todos, incluso el mismo autor ha manifestado posteriormente algunas reservas a su propia hipótesis. Como hemos podido captar, hay que recorrer aún mucho camino para establecer una hipótesis de consenso respecto de la teología y la composición del Pentateuco; hay que esperar la llegada de un nuevo paradigma que abra nuevas puertas a los estudios bíblicos sobre el Pentateuco.[5]



[1] Sobre el estado de la cuestión en torno de los estudios del Pentateuco: Association catholique française pour l’étude de la Bible, Le Pentateuc: Débats et Recherches (Paris 1992). R. Rendtorff, Introducción al Antiguo Testamento (Lima 1994). R. N. Whybray, El Pentateuco: Estudio metodológico (Bilbao 1995). A. A. García Santos, El Pentateuco: Historia y Sentido (Salamanca 1998). J. Blenkinsopp, El Pentateuco: Introducción a los cinco primeros libros de la Biblia (Estella 1999). H. D. Preuss, Teología del Antiguo Testamento (Bilbao 1999). J. L. Ska, Introducción a la lectura del Pentateuco: Claves para la interpretación de los cinco primeros libros de la Biblia (Estella 2001). Hay que citar también el complemento bibliográfico de los años 1977-2000 aportado por J. L. Sicre en: O. Eissfeldt, Introducción al Antiguo Testamento (Madrid 2000). T. B. Dozeman - K. Schmid (eds.), A Farewell o the Yhawist? The Composition of the Pentateuc in Recent European Interpretation (Atlanta 2006).
[2] Ofrecemos un elenco bibliográfico para que el lector pueda hacerse cargo de la complejidad y de los diversos caminos que atraviesan las investigacions sobre el Pentateuco. J. C. Gertz, Tradition und Redaktion in der Exoduserzählung. Untersuchungen zur Endredaktion des Pentateuch (Göttingen 2000). R. Achenbach, Die Vollendung der Tora. Studien zur Redaktionsgeschichte des Numeribuches im Kontex von Hexateuch und Pentateuch (Wiesbaden 2003). B. S. Childs, El Libro del Éxodo (Estella 2003). G..N. Knoppers - B. M. Levinson (eds.), The Pentateuch as Torah. New Models forUnderstanding Its Promulgation and Acceotance (Winona Lake 2007). T. Römer - K. Schmid (eds.), Les dernières rédactions du Pentateuque, de l’Hexateuque et de l’Enneateuque (Leuven 2007). T. Römer (ed.), The Books of Leviticus and Numbers (Leuven 2008).
[3] E. Blum, Die Komposition der Vätergeschichte (Neukirchen-Vluyn 1984). E. Blum, Studien zur Komposition des Pentateuch (Berlin 1990). Conviene precisar que en épocas posteriores el mismo Blue pusoi en cuestión la solidez de su propio planteamiento.
[4] La hipótesis de Blum está magníficamente explicada y sintetizada en: F. García López, El Pentateuco (Estella 2003), 50-52. No podemos dejar de mencionar los trabajos de J. R. Marín sobre el Pentateuco.
[5] La idea de “nuevo paradigma” remite a: T. S. Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas (Madrid 1981).