Francesc Ramis Darder
Aquello que denominamos “pecado original” no se encuentra propiamente en el Génesis, sino en la Carta de S. Pablo a los Romanos (Rom 5, 12-21). Lo más importante de este texto no es lo que se dice sobre el pecado, sino lo que se afirma acerca de Jesucristo. Pablo dice “la gracia de un solo hombre Jesucristo, se ha desbordado sobre todos “; es decir, todos estamos salvados gracias a Jesucristo. La resurrección de Jesús nos ha salvado; o como dice Pablo, “la obra de uno, (Jesucristo), procura toda la justificación que da la vida.
Lo más importante de nuestra fe es la certeza de que todos nosotros estamos salvados en Jesucristo. Recordemos que la Biblia nos comunica verdades de fe, pero envueltas en el lenguaje propio del tiempo en que se escribieron los libros bíblicos. Si decimos que todos nosotros hemos sido salvados por Jesucristo; estamos afirmando, a la vez, que en nuestra vida hay situaciones que necesitan ser salvadas. Imaginémonos una moneda. En la cara está inscrito el acontecimiento central de nuestra fe “Jesús nos ha salvado” y en la cruz figura la realidad humana “somos pecadores”. En esta moneda lo realmente importante sería la cara, “la salvación que Jesús nos otorga gratuitamente”.
La doctrina del pecado original es, por así decirlo, “el reverso” de la Buena Nueva por la que Jesús es el Salvador de todos: todos necesitamos la salvación y la salvación es ofrecida a todos gracias a Cristo. La doctrina del pecado original es otra forma de expresar la gran certeza de que Jesús nos ha salvado; lo que en lugar de decirlo según afirma la cara de la moneda “Cristo nos ha salvado”, lo enunciamos según la cruz de la moneda “todos somos pecadores”. El dogma del pecado original debería animarnos a contemplar nuestra vida desde la gracia de Dios. Así recuerda que Dios nos salva en Jesucristo, pues “todo lo superamos de sobra gracias al que nos amó” (Rom 8, 37).