viernes, 27 de abril de 2012

¿COMO PODEMOS ENTENDER EL PECADO ORIGINAL ?

                                                                                      Francesc Ramis Darder



    Aquello que denominamos “pecado original” no se encuentra propiamente en el Génesis, sino en la Carta de S. Pablo a los Romanos (Rom 5, 12-21). Lo más importante de este texto no es lo que se dice sobre el pecado, sino lo que se afirma acerca de Jesucristo. Pablo dice “la gracia de un solo hombre Jesucristo, se ha desbordado sobre todos “; es decir, todos estamos salvados gracias a Jesucristo. La resurrección de Jesús nos ha salvado; o como dice Pablo, “la obra de uno, (Jesucristo), procura toda la justificación que da la vida.

    Lo más importante de nuestra fe es la certeza de que todos nosotros estamos salvados en Jesucristo. Recordemos que la Biblia nos comunica verdades de fe, pero envueltas en el lenguaje propio del tiempo en que se escribieron los libros bíblicos.  Si decimos que todos nosotros hemos sido salvados por Jesucristo; estamos afirmando, a la vez, que en nuestra vida hay situaciones que necesitan ser salvadas. Imaginémonos una moneda. En la cara está inscrito el acontecimiento central de nuestra fe “Jesús nos ha salvado” y en la cruz figura la realidad humana “somos pecadores”. En esta moneda lo realmente importante sería la cara, “la salvación que Jesús nos otorga gratuitamente”.

    La doctrina del pecado original es, por así decirlo, “el reverso” de la Buena Nueva por la que Jesús es el Salvador de todos: todos necesitamos la salvación y la salvación es ofrecida a todos gracias a Cristo. La doctrina del pecado original es otra forma de expresar la gran certeza de que Jesús nos ha salvado; lo que en lugar de decirlo según afirma la cara de la moneda “Cristo nos ha salvado”, lo enunciamos según la cruz de la moneda “todos somos pecadores”.  El dogma del pecado original debería animarnos a contemplar nuestra vida desde la gracia de Dios. Así recuerda que Dios nos salva en Jesucristo, pues “todo lo superamos de sobra gracias al que nos amó” (Rom 8, 37).

lunes, 23 de abril de 2012

¿QUÉ SIGNIFICA LA COSTILLA DE ADÁN? LA COSTILLA DE ADAN: EL NACIMIENTO DE UN PREJUICIO

                                                                                   Francesc Ramis Darder




    El Génesis describe la formación de la mujer a partir de una costilla de Adán: “Entonces Yahvé Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió. Y le quitó una de las costillas, rellenando el vació con carne. De la costilla que Yahvé había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre” (Gn 2, 21-22). ¿A qué costilla se refiere el texto bíblico?

    Los guerreros antiguos consideraban el abdomen como uno de los puntos más débiles del hombre. Cuando la espada del adversario se hundía en el abdomen de un soldado, los intestinos salían fuera del cuerpo, y el guerrero moría entre grandes dolores. Para proteger el abdomen, los soldados se colocaban una coraza. Pero entre ellos surgía esta pregunta: ¿porqué si el abdomen es tan vulnerable no hay ningún hueso que lo proteja?

    La mitología babilónica daba a esta pregunta una curiosa respuesta. Los primeros hombres tenían el abdomen protegido por una gran costilla, un hueso plano que protegía los intestinos. Así cuando la espada de un adversario les hería, la costilla, el hueso plano, evitaba que los intestinos saliesen del cuerpo y el hombre muriera.

    Ahora bien, decían los babilonios, cuando Dios decidió crear a la mujer, quitó al hombre precisamente la costilla que protegía el abdomen. Por tanto a causa de la  mujer, según la mitología antigua, el hombre se había convertido en un ser vulnerable; por eso la mujer debía considerarse un peligro para el hombre y la mayor culpable de su decadencia. A partir pensamientos como éste nació el injusto menosprecio por la mujer.

    La fe cristiana confiesa la igualdad del hombre y la mujer ante Dios, pues el Señor “macho y hembra los creó” (Gn 1, 27). No obstante, cuando la Biblia relata la cuestión lo hace valiéndose del lenguaje de su tiempo; y, por eso, también recoge los prejuicios de su época, como puede ser el prejuicio de la costilla de Adán..

   Debemos aprender a discernir lo que son cuestiones de fe, en este caso la igualdad del hombre y la mujer, separándolo de aquello que corresponde a prejuicios históricos, como es la cuestión de la costilla de Adán. Sólo así entenderemos la Biblia y se convertirá para nosotros en el fundamento de nuestra fe y de nuestro testimonio cristiano.

sábado, 21 de abril de 2012

¿QUÉ ES LA TRADUCCIÓN DE LOS SETENTA, O SEPTUAGINTA (LXX)?

                                                                                  Francesc Ramis Darder

    Una porción del pueblo hebreo emigró a Egipto estableciéndose en la ciudad de Alejandría. La metrópoli disponía en la embocadura de su puerto de un faro considerado una de las maravillas del mundo; y también contaba con una biblioteca que era, a su modo, otro faro que irradiaba en Oriente la sabiduría de la antigüedad clásica. Los hebreos vivían en un ambiente cosmopolita donde se hablaba el griego, y a través del puerto y de la biblioteca abrieron su corazón a la cultura universal.

    Los judíos se reunían cada sábado para meditar la Sagrada Escritura redactada en hebreo. Pero muy pronto se percataron de un detalle: si querían anunciar su fe a los ciudadanos de Alejandría y deseaban, a la vez, que el AT fuera patrimonio cultural de la humanidad, no les quedaba más alternativa que traducir la Palabra escrita en hebreo al idioma griego; pues el hebreo solo lo comprendía la pequeña comunidad israelita.

    Notemos como los motivos que impulsaron al pueblo elegido a traducir el AT fueron dos: el deseo de compartir su cultura con el resto del Mundo, y, sobre todo, y eso es lo crucial, la pasión por anunciar la fe contenida en el AT. Esta traducción del AT del hebreo al griego, realizada en la ciudad de Alejandría durante los siglos III-I aC, se denomina “Traducción de los Setenta” o “Septuaginta” (LXX).

    Cuando nació la Iglesia cristiana surgió una pregunta: ¿Qué Antiguo Testamento debemos tomar, el original escrito en hebreo, o la traducción griega de los Setenta? Y la comunidad cristiana eligió, sobre todo, la traducción griega.

    La Iglesia no sentía aversión alguna por la lengua hebrea, pues los judíos son nuestros hermanos mayores en la fe; sino porque la Iglesia es misionera en su misma naturaleza. Si la Iglesia hubiera adoptado sólo el AT hebreo, quizá hubiera quedado reducida a un grupúsculo en el seno del judaísmo. Pero al adoptar la Septuaginta y escribir el NT en griego, adquirió la posibilidad de difundir el cristianismo con gran rapidez en el mundo antiguo para sembrar la semilla del Reino de Dios.

    La motivación de cualquier tarea de la Iglesia debe sustentarse siempre en el deseo de anunciar a Cristo resucitado, iluminando con la luz del evangelio en las estructuras del Mundo y el corazón de la Humanidad.

martes, 17 de abril de 2012

MARÍA. LA MAGDALENA: TESTIGO PRIVILEGIADO DEL AMOR APASIONADO POR JESÚS

                                                                                                             Francesc Ramis Darder

    A doce kilómetros de Cafarnaún y bañada por las aguas del mar de Galilea emergía la ciudad de Magdala. Hacia el año 67 dC la ciudad contaba con 40.000 habitantes dedicados, en su mayor parte, a la pesca y a tareas relacionadas con ella como son la industria de salazón y la fabricación de anclas.

    La tradición cristiana sitúa el nacimiento de María Magdalena en la ciudad de Magdala; por ese motivo el apelativo “Magdalena” indicaría el lugar de origen de María; es decir, la ciudad de Magdala. Pero no es ese el único significado del término “Magdalena”. La palabra “Magdalena” procede de la voz hebrea “Magdal” que significa “fortaleza, castillo”; y, no en vano, en la ciudad de Magdala se erigía una plaza fuerte que albergaba una guarnición militar.

    Este segundo significado del término “Magdalena” define perfectamente a María. Ella no es únicamente la mujer originaria de Magdala; sino, principalmente, la mujer fuerte, la mujer que, a modo de fortaleza inexpugnable, custodia entre los muros de su alma el amor apasionado por Jesús, el Señor.

    María, la Magdalena; es el prototipo del amor apasionado por Jesús. Ella amó a Jesús, cuando predicaba el evangelio en las aldeas de Galilea (Lc 8,1-3); sólo ella expresó con sus lágrimas el amor por Cristo cuando su cuerpo yacía muerto en las tinieblas del sepulcro (Ju 20,11); y fue ella la primera en amar a Jesús resucitado al rayar el alba del día de Pascua (Lc 20,12-18).

     La fortaleza de María Magdalena radica en que amó a Jesús cuando estaba vivo y recorría las tierras israelitas predicando la Buena Nueva; pero, y eso es lo más difícil, amó a Jesús cuando había muerto, y también gozó de la presencia del Señor resucitado. Por eso ella es la “mujer fuerte”, el paradigma de la vivencia confiada y radical del Evangelio tanto en los tiempos de gloria como en los altibajos del dolor y el desencanto. Sólo ella amó a Jesús cuando vivía, cuando estaba muerto y cuando resucitó el domingo de Pascua. El amor apasionado por Jesús convirtió a María en la Magdalena, el baluarte de la comunidad cristiana que emprendía la senda del Reino de Dios.


sábado, 14 de abril de 2012

LAS EDADES DE LOS PATRIARCAS: METAFORA DE LAS CONSECUENCIAS DEL PECADO

                  
                                                                                                               Francesc Ramis Darder

     Cuando el libro del Génesis refiere las edades de los primeros patriarcas suministra datos, a primera vista, desconcertantes: Adán vivió 930 años; Set 912 ... Quenan 910 ... Lamek 777 ... Najor 148 (cf. Gn 5. 11, 10-32). La Biblia presenta verdades de fe, pero envueltas en el lenguaje propio del tiempo en que se redactaron los libros bíblicos. Lo que debemos creer por la fe son las verdades reveladas, pero no los ropajes culturales en que estas verdades se presentan. Notemos que las edades de los patriarcas son muy elevadas; pero, salvo algunas oscilaciones, van disminuyendo continuamente.

    Estos textos presentan una verdad: a causa del pecado el hombre se alejó de Dios; y el distanciarse de Dios supone una disminución en la intensidad de nuestra vida. La metáfora de Adán y Eva (Gn 2-3), nos describe la escena en la que el hombre rompió su relación con Dios.

    Únicamente junto a Dios se encuentra la verdadera vida. Cuando el hombre se aparta de Dios, también va perdiendo la intensidad de la vida que, tan sólo, otorga la proximidad al Señor. El Génesis nos presenta esta certeza, pero revestida con la narración de la edad de los patriarcas. Al comienzo les otorga una edad muy alta, próxima al número mil. Este número indica la plenitud y la proximidad a Dios. Después del pecado, el hombre se aparta de Dios, y su vida comienza a disminuir, separándose de la plenitud indicada  por el número mil.

    El texto bíblico no quiere relatarnos la edad cronológica de los patriarcas; sino enseñarnos que el pecado humano, al distanciarnos de Dios, disminuye la profundidad de nuestra existencia. 

                                                                

martes, 10 de abril de 2012

¿QUÉ SIGNIFICA LA RESURRECCIÓN DE JESÚS?

                                                                  Francesc Ramis Darder



    Las narraciones de la resurrección de Jesús presentan una frase fundamental “Buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado. Ha resucitado, no está aquí...” (Mc 16, 6).

   Esta expresión es el centro del Nuevo Testamento y de toda la Biblia. No es una simple frase sino que constituye el corazón nuestra fe.

   ¡Cristo ha resucitado! es el núcleo del gozo cristiano y del evangelio. Si elimináramos del NT la proclamación de la resurrección de Jesús nuestra fe se desvanecería, y el NT perdería su profundo valor. Dice S. Pablo “Si Cristo no ha resucitado, entonces nuestra predicación no tiene contenido ni vuestra fe tampoco” (1 Cor 15, 14).

    La certeza de que Cristo Vive es el centro de nuestra fe. Sucede que el lenguaje humano es insuficiente para expresar el significado preciso de la resurrección de Jesús. Por eso el NT utiliza dos tipos principales de vocabulario para describir la vida nueva del Señor: el lenguaje de resurrección y el de exaltación.

    El lenguaje de resurrección figura en las narraciones de la tumba vacía (Mt 28, 1-10 y par.); “Porqué buscáis entre los muertos al que vive. No está aquí, ha resucitado” (Lc 24, 5-6).

    Se basa en un esquema temporal; Jesús “antes” estaba muerto y “ahora” ha resucitado. Tiene la ventaja de destacar la continuidad de la identidad personal de Jesús; el mismo Jesús que predicaba en Palestina y murió en Jerusalén es el mismo  que ha resucitado. Ahora bien, muestra la desventaja de no explicar del todo la nueva vida que alcanza Cristo después de la resurrección.

     De ahí que los autores del Nuevo Testamento introdujeran el lenguaje de exaltación que aparece en algunas Cartas (Flp 2, 1-11) discursos (Act 3, 13) y en las narraciones de la Ascensión del Señor (Lc 24, 50-53; Act 1, 3-11).

    Este lenguaje utiliza palabras como “exaltación, subida”; así dice: “Por lo cual Dios lo exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre” (Flp 2, 9). Se basa en un esquema espacial, existe un “abajo”, la tierra, donde acaece la muerte de Cristo y un “arriba”, el cielo, que es la nueva forma de vida de Cristo resucitado. Así aparece con la mayor claridad la nueva vida de Jesús; el Hijo de Dios vuelve al seno del Padre.

    Aunque la combinación de los dos lenguajes (Act 2, 23-24.32-33) perfila mejor el sentido de la resurrección, no llega a agotarlo. La resurrección de Jesús es un acontecimiento de revelación que se percibe desde la fe. Un acontecimiento capaz de llenar nuestra vida de sentido para empujarnos a sembrar la semilla de la misericordia entre los resquicios del Mundo, hasta que la sociedad vea la luz de los cielos nuevos y la tierra nueva, inscritos por Dios en el corazón de cada persona.