jueves, 7 de enero de 2016

¿POR QUÉ JESÚS ES EL SEÑOR?



                                    Francesc Ramis Darder
                                    bibliayoriente.blogspot.com


Los habitantes de la provincia de Acaya buscaban la salvación en el servilismo dirigido a los pequeños "señores" que gobernaban aquel pobre y perdido territorio del sur de Grecia. Cada vez aumentaba su desesperanza y su certeza en la imposibilidad de salir del creciente desaliento. Lucas les dirá que Cristo es el verdadero "Señor". El único en quien vale la pena creer, el único que salva; el único que en la situación desesperada de sus vidas puede dotar de sentido a su existencia.


   Jesús es el Señor que salva y libera. Aparece aquí un segundo aspecto de Jesús: El es el Salvador. En todo el evangelio se observa la salvación que Jesús ha venido a otorgarnos. Jesús es el Señor que salva. Pero su salvación no se realiza desde el poder ni desde el tener, ni tampoco desde la apariencia deslumbrante. Jesús es el Señor que salva actuando desde la misericordia y la ternura con los pobres y los débiles.


   El tema del Cristo misericordioso ha sido considerado como el tema fundamental en este tercer evangelio. Basta echar una rápida ojeada a las parábolas de la misericordia (Lc 15) y a todas las escenas de perdón. Pero nuestro vocabulario cotidiano confunde, habitualmente, el significado de dos palabras: Misericordia y lástima. Ambas voces adquieren un significado muy distinto. Convendría distinguirlas antes de proseguir nuestro estudio.


    La palabra "misericordia" se origina en la lengua latina y es el resultado de la suma de dos términos distintos: "Miser" que significa "pobre", y "corda" que traducimos por "corazón". La "misericordia" es la capacidad de entregar algo de mí mismo a la pobreza del corazón de mi hermano. Así actúa siempre Jesús: Al corazón pobre de la pecadora Jesús le entrega el perdón; a la mirada deshecha de Pedro en las negaciones Jesús la llena con el consuelo; el sufrimiento desesperado del buen ladrón en la cruz lo colma el Señor con la certeza de Reino. La misericordia pasa siempre por el esfuerzo de arrancar algo de mi, para que sirva al crecimiento humano del otro.


    ¡ Que distintas son la lástima y la misericordia ! La lástima implica darse cuenta de la pobreza del otro y sentir; por qué no, remordimiento ante el dolor del hermano. Pero la lástima acaba siempre por pasar de largo ante el sufrimiento del prójimo y tolerar que el estado de opresión se mantenga de manera permanente. La "misericordia", recordémoslo, es algo muy distinto: Entregar algo de mi mismo a la pobreza del corazón de mi hermano para que este crezca en humanidad. La  misericordia es una gran virtud, la lástima no pasa de ser un triste defecto.


    Cristo, el Señor que libera desde la misericordia, se caracteriza -especialmente en este evangelio-, por una actitud constante de plegaria: El contacto permanente y fiel con el Padre. En los momentos cruciales de su vida el texto nuestra a Jesús en actitud de profunda oración: (3, 21) en el bautismo; (5, 16) durante la predicación; (6, 12) al elegir a los Doce; (9, 18) antes de exigir a los discípulos una opción radical; (9, 28-29) durante la transfiguración; (11, 1) la relación filial de Jesús; (22, 39-46) Getsemaní; etc. A la vez que es ejemplo de actitud orante, Jesús recomienda la oración a todos sus seguidores (11, 5-8; 18, 1-8).



   Así como Jesús es el gran protagonista del Evangelio, el Espíritu Santo lo es del libro de los Hechos. Pero también en el evangelio se halla presente la acción del Espíritu. Destaca la relación del Espíritu  con la persona de Jesús (4, 1.14.18; 10, 21); y también con la comunidad creyente  (1, 15.41.67; 2, 25 - 27; 3, 16; 11, 13).

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