Francesc Ramis Darder
Toda sociedad necesita referentes
culturales y religiosos para mantener su identidad y acrecer su prestancia. La
figura de Judit constituye un referente paradigmático para la comunidad judía y
la Iglesia cristiana. A lo largo del artículo esbozaremos las cuestiones
generales propias del libro de Judit. La sinopsis argumental, el idioma del
relato, la estructura, el contenido teológica, el género literario y la
canonicidad. Una breve conclusión pondrá fin al estudio.
1.Sinópsis.
El rey Arfaxad, soberano de los medos,
amuralló la ciudad de Ecbátana. Nabucodonosor exigió el auxilio de otros monarcas
para doblegar a Arfaxad, pero los reyes de Occidente desdeñaron la llamada.
Después de conquistar Ecbátana, Nabucodonosor eligió a Holofernes para que
acabara con los occidentales rebeldes. Tras abatir numerosas naciones,
Holofernes oteó el país de los judíos. El sumo sacerdote Joaquín, asustado del envite,
ordenó a los habitantes de Betulia que frenaran el avance enemigo, pues de su
empeño dependía la subsistencia de Jerusalén.
Sorprendido por el arrojo, Holofernes
requirió informes sobre el pueblo judío. Ajior, jefe amonita enrolado con los
asirios, informó al general. Cuando concluyó el relato, Ajior advirtió a
Holofernes del riesgo del ataque, pues si los judíos no habían cometido pecado,
Dios lucharía a su lado y abatiría las huestes asirias. Dolido de la
advertencia, Holofernes entregó a Ajior a los habitantes de Betulia para que
pereciera con los judíos durante la
conquista de la ciudad. Recluido en la villa, Ajior desveló los planes de
Holofernes a los jefes de Betulia.
Los asirios ocuparon las fuentes para
rendir la ciudad por sed. Cuando el agua se acababa, los judíos se inquietaron.
Entonces Ozías, un jefe de la ciudad, conminó al pueblo a resistir cinco días;
si al cabo del tiempo Dios no salvaba Betulia, Ozías la entregaría a
Holofernes. Conocedora de la respuesta, Judit, una viuda judía, increpó a
Jarmís y Jabrís, jefes de la ciudad: “Saldré con mi sierva y antes de cinco
días vendrá el Señor en defensa de Israel a través de la empresa que voy a
realizar” (Jdt 8,33). Tras implorar el auxilio divino, se vistió de gala y junto
a su criada se dirigió al campamento asirio. Al verla, los soldados la
condujeron a presencia de Holofernes. Ante el general, la viuda auguró el
inminente pecado del pueblo, pues, como sentenciara Ajior, sería el pecado la
causa que precipitaría la caída de Betulia. Acogida en el campamento, Judit no
comía alimentos impuros, cada noche se retiraba al raso a orar y purificaba su
cuerpo con agua de la fuente.
Cuando al cuarto día Holofernes banqueteaba
con sus oficiales, hizo llamar a Judit. Los dignatarios dejaron solos en la
tienda a Judit y Holofernes. Cuando el asirio se durmió ahíto de vino, Judit,
implorando el auxilio divino, tomó su cimitarra y le cortó la cabeza. Después
huyó con su sierva hasta Betulia, llevando consigo la cabeza de Holofernes. Al
entrar en la ciudad, los judíos la agasajaron, contentos de ver como el Señor
había salvado la ciudad por mano de mujer. Judit mostró a Ajior la cabeza del
asirio; atónito ante el prodigio, Ajior se adhirió a la fe judía; después,
colocaron la cabeza en la muralla.
Al amanecer, los israelitas atacaron el
campamento enemigo. Cuando los asirios los vieron, corrieron a llamar a
Holofernes; pero al encontrarlo muerto fueron presa del pánico. Los israelitas
los batieron. El sumo sacerdote Joaquín, gozoso por la victoria y la salvación
de Jerusalén, acudió a Betulia para contemplar la gesta y bendecir a Judit. La
viuda se llenó de gozo y entonó un himno de alabanza; junto al pueblo acudió a
Jerusalén para agradecer al Señor la victoria. Tras volver de Sión, Judit
concedió la libertad a su sierva y distribuyó su hacienda entre los pobres;
vivió hasta los ciento cinco años, admirada por todos.
2.¿En qué lengua se escribió el
libro de Judit?
El libro de Judit ha llegado hasta nosotros
en lengua griega. Las diversas clases textuales, o recensiones, en
que ha llegado el relato griego pueden sistematizarse en cuatro: Hexaplar,
Luciánica, A, B. La recensión Hexaplar contiene el texto trasmitido por
Orígenes (ca 254). La llamada Luciánica está conforme con la Hexaplar, aun así
contiene variantes significativas. La conocida como A tiende a abreviar el
texto; mientras la B, con la intención de obtener una lectura más inteligible,
tiende a ampliarlo. Las diferencias entre las diversas recensiones manifiestan
la multitud de copias que los escribas hicieron del relato; el hecho insinúa el
gran uso del libro entre los antiguos, tanto judíos como cristianos.
Aunque solo dispongamos del texto griego, s.
Jerónimo (ca. 400) afirma en la introducción con que prologa el libro de Judit
que lo tradujo al latín valiéndose de un manuscrito arameo y de diversos
manuscritos latinos, ya existentes. Analizando el estilo literario y
considerando la opinión de s. Jerónimo, podemos afirmar que el libro fue
escrito en lengua hebrea o aramea y que después fue traducido al griego, lengua
en que ha llegado hasta nosotros.
3.La estructura del libro de
Judit.
La estructura de una obra literaria
constituye el pentagrama sobre el que el autor dispone la trama para que el
lector pueda interpretarla con los instrumentos de la razón, la sensibilidad,
la intuición y la creatividad. Cuando leemos el libro de Judit, apreciamos la
existencia de dos bloques literarios. El primero trata de las campañas de
Nabucodonosor y de los preparativos de bélicos de Holofernes para acabar con el
pueblo judío (Jdt 1-7). El segundo describe el empeño de Judit para liberar con
la ayuda de Dios a los judíos amenazados por Holfernes (Jdt 8-16). Ahondando en
el análisis, podemos perfilar la estructura precisa de cada sección.
Primera sección: Jdt 1-7.
a.La fiereza de Holofernes,
auspiciada por Nabucodonosor, conquista las naciones: Jdt 1,1-3,10.
b.Israel se dispone a defenderse del ataque de Holofernes: Jdt 4,1-15.
c.Holofernes habla con Ajior: Jdt
5,1-6,11.
c’.Ajior habla con los israelitas: Jdt
6,12-21.
b’.Holofernes se dispone a la guerra contra Israel: Jdt 7,1-5.
a’.Holofernes emprende el ataque
contra Betulia, mientras los israelitas piensan rendirse: Jdt 7,6-32.
Desde el aspecto literario, la estructura
que hemos perfilado se denomina ‘paralelismo inverso’. El primer apartado (a)
se corresponde inversamente con el último (a’): mientras Holofernes consigue la
rendición de las naciones (a) no acaba de conseguir la rendición de los judíos
(a’). El segundo apartado (b) se corresponde antitéticamente con el penúltimo
(b’): cuando Israel se dispone a defenderse de Holofernes (b), Holofernes se
prepara para la conquista de Betulia (b’). El tercer apartado (c) también se
corresponde inversamente con el antepenúltimo (c’): por una parte, cuando
Holofernes habla con Ajior, decide enviarlo a Betulia para que muera con los
judíos durante la conquista (c); por otra, los judíos de Betulia dialogan con
Ajior para acogerle en la ciudad (c’). En el centro del episodio, despunta la doble
actitud respecto de Ajior: mientras Holofernes lo rechaza, los israelitas lo
acogen.
Segunda sección: Jdt 8-16.
a.Descripción de la identidad de
Judit: Jdt 8,1-8.
b.Judit se propone salvar a su pueblo: Jdt 8,9-10,8.
c.Judit sale de Betulia: Jdt 10,9-10.
d.Judit vence a Holofernes: Jdt
10,11-13,10ª.
c’.Judit regresa a Betulia: Jdt 13,10b-11.
b’.El pueblo, atento a la proeza de Judit, vence a los enemigos: Jdt
13,12-16,20.
a’.Encomio de Judit: Jdt
16,21-25.
La segunda sección se entreteje en torno a
lo que llamamos ‘paralelismo análogo’. El primer apartado (a) señala la
personalidad de Judit, mientras el último (a’) la ensalza. El segundo (b)
anuncia el empeño de Judit por salvar a su pueblo, y el penúltimo (b’) recalca tesón
de Judit para impeler al pueblo a la destrucción de los enemigos. El tercero
(c) enfatiza el momento en que Judit abandona Betulia, mientras el
antepenúltimo (c’) certifica su regreso. El centro de la sección (d) subraya la
proeza de Judit que abate a Holofernes.
La estructura del relato invita al lector a
extraer dos conclusiones. Primera: El corazón de la primera parte (Jdt 1-7)
confronta, como hemos visto, la maldad de Holofornes hacia Ajior con la bondad
con que lo acoge la comunidad de Betulia (c-c’). A lo largo de la segunda
sección, la victoria de Judit propicia la conversión de Ajior, mientras la
malevolencia de Holofernes desemboca en la derrota de los asirios. Segunda: el
hondón de la segunda sección (Jdt 8-16) radica en la muerte de Holofernes por
el coraje de Judit, segura del auxilio divino. De ese modo, el lector percibe
las dos cuestiones decisivas que, a nuestro entender, conforman el relato. Por
una parte, el lector descubre que la bondad de Dios, oculta tras la identidad
de Judit, salva Israel del acoso extranjero; por otra, descubre que Ajior,
atónito ante la proeza de Judit, se adhiere al Dios de Israel.
De ese modo, constatamos como el contenido
del relato es tan importante como la forma en que la estructura lo dispone. A
tenor del contenido y la estructura, el lector puede comenzar su personal
proceso de conversión. Recordando la entereza con que Dios salva a su pueblo,
por mano de Judit, debe ahondar en su decisión de adherirse a la bondad de Dios
como hizo Ajior, atento a la actuación de Dios por medio de la heroína de
Betulia. Así percibimos que el texto bíblico nunca es neutro. Entendido desde
la fe, el libro de Judit renueva la convicción del corazón creyente en la
fidelidad de Dios hacia su pueblo, a la vez que le impulsa a depositar con
mayor ahínco su confianza en el Dios que libera.
4.Autor y lugar de composición
del libro de Judit.
El libro de Judit nace de la pluma de un
autor anónimo. Aún así, podemos intuir entre sus páginas alguna información
sobre su personalidad. Como decíamos antes, el libro constituye la traducción
al griego de un texto hebreo o arameo. Desde ese horizonte, el autor ha de ser
judío; y lo mismo el traductor que lo vierte al griego sin borrar el tono
hebreo del relato, tono que despunta en las referencias al Dios de Israel (Jdt
6,21) o la mención de los sacrificios del templo de Jerusalén (Jdt 4,14).
Ahora bien, el autor es un judío
de fe profunda y buen conocedor de su religión. Por eso pone en labios de Judit
la mención de la alianza (Jdt 9,13), realza la santidad del Templo de Sión (Jdt
4,2-3; 8,21.24; 9,8-13; 16,20), encomia la Ciudad Santa (Jdt 4,2; 10,8; 11,19;
15,9; 16,18.20), subraya la dignidad del sumo sacerdocio (Jdt 4,6.14-15:
Joaquín), valora el diezmo (Jdt 11,13), conoce la liturgia del santuario de Jerusalén
(Jdt 4,14; 9,1; 16,18) y alude a las disposiciones del Deuteronomio (Jdt
5,17-21; 11,10; cf. Dt 28-30). Como buen conocedor de la religión, pone en boca
de Judit los nombres que la Escritura vincula a la identidad de Dios: el Señor
(Jdt 4,2); el Dios de Israel (Jdt 6,21); nuestro Dios, Señor de nuestros padres
(Jdt 7,28); Señor, Dios de mi padre Simeón (Jdt 9,2); Dios de mi padre y Dios
de la herencia de Israel (Jdt 9,12); el Señor, Dios de Israel (Jdt 12,8).
En definitiva, el autor es un judío
palestino que escribió el relato en hebreo o arameo. La cultura religiosa del
autor, como desvela el libro, permite adscribirlo al grupo de los fariseos: judíos
especialmente fieles a la Ley de Dios, empeñados en mantener la identidad
religiosa y cultural de la comunidad judía. Si el autor es un judío palestino,
el libro ha nacido, sin duda en Jerusalén, corazón religioso de la comunidad y
ámbito principal de la actividad de los fariseos.
5. Cuándo y por qué se escribió y
se tradujo el libro de Judit.
5.1.La redacción.
Cuando el historiador lee al libro de
Judit, le vienen a la memoria los acontecimientos que trenzaron la etapa
Macabea. A partir del año 198 a.C., Palestina formó parte del Imperio Seléucida.
Un imperio que se extendía desde la frontera de Egipto hasta abarcar
Mesopotamia. Aunque agrupaba numerosos pueblos, la ideología helenista empapaba
las líneas de gobierno y el tejido social. El helenismo teñía con el
pensamiento griego las costumbres de los pueblos orientales; de ese modo, los
seléucidas iban imponiendo la moda y la religión griega en detrimento de la
lengua y la religión propia de los pueblos orientales.
El rey Antíoco IV Epífanes
(175-164 a.C.) decidió unificar la estructura del imperio seléucida. Por esa
razón estableció la unidad lingüística, cultural y religiosa de sus estados; es
decir, tendía a sustituir la religión y la cultura propia de cada pueblo por el
culto y el pensamiento helenístico. El pueblo judío sufrió el acoso de Antíoco.
El soberano entronizó la estatua de Zeus Olímpico en el Templo Jerusalén; así, reemplazaba
el culto hebreo por la religión de corte helenístico. Entre otras cuestiones,
prohibió la circuncisión, penalizó la observancia del sábado y dificultó la
práctica de las costumbres hebreas; de esa manera cercenaba la cultura y la
idiosincrasia judía (1Mac 1,29-40).
Los hebreos no permanecieron de brazos
cruzados ante el despotismo de Antíoco. Encabezados por los hermanos macabeos
(1Mac 2,1-14), muchos judíos se sublevaron contra las insidias de Antíoco. Lograron
vencer a Antíoco IV y a sus sucesores, hasta proclamar la independencia del
país del dominio seléucida. Gracias a la victoria macabea, el pueblo judío
conservó su religión y su cultura. Si la comunidad hubiera claudicado ante los
golpes de Antíoco, quizá hubiera sucumbido, como aconteció con otros pueblos orientales.
Los acontecimientos que acabamos de mentar,
sugieren el entramado del libro de Judit. El totalitarismo de Nabucodonosor y
Holofernes contra los judíos evoca el despotismo de Antíoco IV contra la
comunidad hebrea. El miedo de los dignatarios de Betulia (Ozías, Jabrís y
Jarmís) sugiere el pánico que embargó a los judíos, temerosos del ocaso de la
religión y la cultura judía bajo los puños de Antíoco IV. La valentía de Judit
alude al coraje de los hermanos macabeos que, enamorados de Dios y de su
pueblo, batieron a los seléucidas. La muerte de Holofernes por mano de Judit y
la derrota del ejército asirio denotan el fin del dominio seléucida sobre la
patria judía.
Así pues, el libro de Judit constituye,
entre otros temas, el reflejo teológico de los acontecimientos que trenzaron la
victoria judía sobre la tiranía seléucida. A nuestro entender, fue escrito en
hebreo o arameo a finales de la etapa macabea (150-140 a.C.), una vez asentada
la independencia judía, para ofrecer a la comunidad una pauta de reflexión
sobre los sucesos pasados. De esa manera, la comunidad ahondaba sobre dos
cuestiones principales: reconocía el auxilio permanente con que Dios protege a
su pueblo, a la vez que empeñaba la vida en defenderse, con el auxilio divino,
del envite de cualquier enemigo.
Vencida la opresión seléucida, los lectores
ahondaron en el calado espiritual del libro. La violencia de Antíoco IV, oculta
tras la furia de Nabucodonosor y Holofernes, había pasado; pero la comunidad
continuaba sufriendo el acoso de la idolatría, la mayor amenaza contra la fe
hebrea. No olvidemos que el Antiguo Testamento suele asociar la tiranía de las
grandes potencias sobre la tierra israelita con la seducción idolátrica que
cercena la fe judía (cf. Is 10,5-19; 47). Muchos hebreos, deslumbrados por la
parafernalia helenista, descuidaban su religión y se asimilaban a la moda
griega hasta abandonar la fe para adherirse a las creencias helenas. De ese
modo, la fidelidad de Judit instaba a la comunidad hebrea, acosada por la
idolatría, a luchar para defender la integridad de la fe, a pesar de las
insidias idolátricas, ocultas bajo el lienzo de la invasión asiria.
5.2.La traducción.
El libro tuvo repercusión entre la
comunidad hebrea de Palestina. El éxito determinó que los judíos jerosolimitanos
lo tradujeran al griego para los judíos de la diáspora, a inicios de la etapa
Hasmonea (135-104 a.C.). El término diáspora alude a las comunidades judías que
viven en el extranjero, entre paganos. Como sabemos, los seléucidas adoptaron
la lengua griega como vehículo de expresión. Así pues, los judíos tradujeron el
libro al griego no sólo para que pudieran leerlo los de la diáspora, sino para
que también pudieran leerlo los paganos y así conocieran el alma judía y la
grandeza del Dios de Israel.
Con la traducción griega, la figura Judit
acreció su prestancia, a la vez que adquirió realce la personalidad de Ajior.
El nombre “Judit” significa “la Judía”, y constituye la metáfora de la
identidad de todo judío fiel: testigo fehaciente de la grandeza del Dios de
Israel, el Dios liberador. Como señala el relato, Ajior era pagano, general
amonita enrolado en las tropas de Holofernes (Jdt 5,5). Cuando Ajior vio que el
Dios de Israel había salvado al pueblo hebreo por medio de Judit, creyó en Él,
se hizo circuncidar y quedó inscrito para siempre en la casa de Israel (Jdt
14,10). De ese modo y al decir del libro, la fidelidad de los judíos de la
diáspora, oculta tras el velo de Judit, debe manifestarse de tal modo en su
conducta ética que pueda propiciar la conversión de los paganos, representados
por Ajior, a la comunidad del Dios de Israel.
Como es obvio, los judíos de la diáspora
también sufrían la tenaza idolátrica, oculta, como hemos comentado, bajo la
fiereza de las grandes potencias. El embeleque pagano constituía un peligro
para los judíos de la diáspora. De ahí que, como Judit, debían acrisolar la fe
ante la amenaza helenística; por eso Judit constituía un buen ejemplo del judío
fiel a Dios y su pueblo, capaz de salvaguardar la fe en tierra pagana.
6.¿Cuál es el género literario
del libro de Judit?
La textura del libro insinúa la naturaleza
de un relato de cariz histórico, pero al ahondar en la cuestión apreciamos numerosas
incoherencias. A pesar del empeño de la arqueología, sigue sin conocerse la
localización de Betulia (Jdt 8,3-8). La historia no conoce ningún personaje
llamado Arfaxad que reinara en Ecbátana (Jdt 1,1), tampoco ningún Holofernes, general
de Nabucodonosor (Jdt 2,4). Aunque el texto afirme que Nabucodonosor reinó
sobre los asirios desde la ciudad de Nínive (Jdt 1,1), tanto los estudios
históricos como la Escritura certifican que gobernó sobre los babilonios desde
la capital de su imperio, Babilonia (605-562 aC.) (cf, 2Re 24,1). Si
siguiéramos ahondando, apreciaríamos otras dificultades: la incerteza sobre la
existencia de Betomestáin (Jdt 4,6), o la desmesurada rapidez con que se
desplaza el ejército asirio hacia el país de los judíos (Jdt 8,5).
A tenor de las apreciaciones anteriores, el
horizonte del relato no pivota sobre la solvencia de acontecimientos históricos
o lugares geográficos; sin duda, los judíos que leían el libro ya conocían la
inexactitud de algunas informaciones. Entonces, si el relato carece de fuste
histórico, ¿a qué género literario pertenece?
El libro constituye un relato
metafórico de cariz edificante que, entretejido con alusiones históricas y
menciones geográficas, acrece la piedad, la identidad y la fe del pueblo judío.
Por una parte, ensalza la entereza con que Dios concede la victoria a su pueblo
ante el envite enemigo. Por otra y a modo de correlato, subraya que los
paganos, representados por Ajior, atentos a las proezas de Dios a favor de su
pueblo, pueden encontrar el sentido de su vida adhiriéndose al Dios de Israel. Aún
así, conviene precisar otros tres aspectos teológicos del relato.
Primero: ¿Por qué el libro presenta errores
históricos y geográficos? A nuestro entender, el autor insertó los errores de
forma deliberada. El motivo político estriba en la necesidad del camuflar el
contenido del relato. Si en vez de mencionar a Holofernes aludiera a Antíoco IV
suscitaría la fiereza seléucida contra el autor y los lectores, si es que el
imperio recuperaba el control sobre Palestina.
No obstante, los errores deliberados apelan
también a motivos teológicos. La lectura espiritual del libro insta a la
comunidad a protegerse de la opresión idolátrica, entre otros temas. Como hemos
señalado, bajo la mención de Nabucodonosor y Holofernes palpita la saña
idolátrica de los paganos. Ahora bien, existen pasajes idolátricos
caracterizados por el estilo confuso con que el autor los redactó (cf. Is
40,19-20; 44,9-20); así el autor de los textos señala, incluso literariamente,
la confusión que la idolatría provoca en quienes adoran fetiches.
Si analizamos el relato,
observaremos que la primera parte (Jdt 1-7), dedicada a los preparativos
asirios, presenta gran confusión histórica y geográfica, eco de la idolatría
propia de la potencia despótica. Aunque la segunda parte presente menos
confusiones (Jdt 8-16), también las evidencia, de ahí la imposibilidad de
localizar Betulia. Los habitantes de Betulia tiemblan de miedo ante el invasor
(cf. Jdt 8,9-19); y como señala la Escritura, el miedo constituye la expresión
psicológica de la desconfianza en Dios, es decir, la expresión de la idolatría
(cf. Is 7.1-9). Así la confusión deliberada del relato sugiere, por un lado, la
entidad idolátrica del envite asirio; y, por otro, enfatiza el miedo de los
moradores de Betulia, eco de la desconfianza en Dios que embarga su alma ante
el ataque asirio.
Segundo: Cuando el texto confronta la
magnitud del ejército asirio con la reducida fuerza judía, sorprende al lector.
El coraje de una sola persona, Judit, provoca la derrota de un ejército de
ciento veinte mil infantes y una gran cantidad de caballos con doce mil jinetes
(Jdt 2,4). La desproporción evoca la naturaleza de los relatos apocalípticos
que tapizan la Escritura (cf. Ez 38-39). Entre otros temas, la apocalíptica
subraya como Dios otorgará la victoria a Israel sobre todos sus enemigos, al
final de los tiempos. Así pues, cuando el libro de Judit recalca la victoria
judía sobre el vasto ejército asirio, también enfatiza la solvencia de Dios que
otorgará a su pueblo la victoria definitiva sobre las potencias del mal, al
final de los tiempos. De ese modo, el relato insufla esperanza en la asamblea
judía; pues, a pesar de cualquier oprobio, Dios coronará a su pueblo con la
corona de la gloria, al final de la Historia.
Tercero. Aunque viuda, Judit no es en
absoluto modelo de debilidad. Su larga genealogía indica su raigambre social en
Betulia (Jdt 8,1-3), su piedad refleja la entereza de la fe (Jdt 8,4-6), su
riqueza encomia su solvencia social (Jdt 8,7b-8), su belleza desvela su
atractivo (Jdt 8,7ª). La astucia de Judit con Holofernes evoca, sin duda, la
pericia de David contra Goliat, la entereza de Yael contra Sísara o el coraje
de Débora contra las tropas de Yabín (cf. 1Sm 17,1-54; Jc 4,1-22).
Sin embargo, fijémonos en un
detalle: una sola persona, Judit, fiel al Señor, alienta la destrucción de los
enemigos y encauza a la comunidad por la senda dispuesta por Dios (Jdt
15,8-16,20). El suceso recuerda un verso relevante de la tradición judía: “el
Señor ha tomado la decisión de salvar a su pueblo; pero para eso no necesita un
grupo numeroso, sino aquellas personas que busquen la santidad (AntBi 27,14).
La figura de Judit forja la imagen del judío fiel que busca la santidad, el
halito de Dios que conduce la historia hacia el horizonte de los cielos nuevos
y la tierra nueva inscritos por Dios en el corazón de cada persona (Is 66,22;
Jr 31,31-34; Ap 21,1-8).
7.Canonicidad.
Conforman el Canon los libros que integran
la Sagrada Escritura. Aunque los judíos valoren el libro de Judit, no lo
consideran canónico; entre otras razones, porque solo se ha transmitido en
griego y no en hebreo. Sin embargo, durante la Edad Media algunos rabinos
intuyeron relaciones entre la fiesta de la Hanukká, memoria de la dedicación
del Templo de Jerusalén, y el libro de Judit (cf. Jdt 16,18-20); quizá los
judíos leyeran el libro en la sinagoga, durante la Hanukká.
Las Iglesia nacida en Oriente,
influida por la práctica judía, tendió a desdeñar la canonicidad del libro; sin
embargo, el Concilio de Nicea (325) afirmó su canonicidad. La Iglesia
Occidental reconoció la canonicidad del libro; así lo afirman, por ejemplo, s.
Hilario de Poitiers (315-367) o s. Agustín (354-430). Rabano Mauro (+ 856)
escribió el primer comentario cristiano al libro de Judit. El libro forma parte
del Canon de la Iglesia Católica, mientras nuestros hermanos protestantes no lo
consideran canónico.
Conclusión
El libro de Judit ofrece una pauta de
conducta a quien lo lee desde el horizonte de la fe. Recuerda que Dios protege
siempre a su pueblo, sea cual sea la adversidad, hasta otorgarle la victoria
definitiva, al final de los tiempos. De ese modo, propone al creyente una
vivencia intensa de la fe que provoque en el tejido social la pregunta por la
identidad de Dios, liberador de su pueblo y amigo del ser humano.
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