Francesc Ramis Darder
Jesús de Nazaret indica las tres actitudes que debemos transformar en nuestra vida. En lugar de pretender el poder, dedicar nuestro tiempo al servicio del prójimo; en vez de desear poseer cada vez más cosas, esforzarnos en compartir lo nuestro con los demás; y, en lugar de aparentar lo que no somos, intentar vivir humildemente.
Durante la época de Cristo, las condiciones económicas y sociales eran penosas. Los judíos ansiaban la llegada del Mesías que pusiera fin a la opresión. La gente deseaba un Mesías con tres características: “poder”, “tener” y “aparentar”. Un Mesías poderoso para desbancar el poder de los romanos, rico para eliminar de un plumazo la pobreza, y de una espectacularidad deslumbrante.
Jesús es el Mesías, pero en su predicación evita presentarse como un Mesías ávido de “poder”, “tener” y “aparentar”. Jesús matiza cuidadosamente su manera de actuar como Mesías.
Cristo nos salva, pero no desde el “poder” sino desde el “servicio”: “El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por todos” (Mt 20, 28).
Jesús nos libera, pero no desde el “tener” sino desde el “compartir”: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres ... luego ven, y sígueme” (Mt 19, 21).
El Señor no nos salva mediante la “apariencia deslumbrante” sino desde la “humildad” y el dolor de la cruz: “... y se humilló a si mismo, obedeciendo hasta la muerte y una muerte de cruz” (Flp 2, 8).
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