martes, 15 de enero de 2013

¿CUÁL ES EL NUCLEO DEL ANTIGUO TESTAMENTO?


                                                                             Francesc Ramis Darder


El AT relata la larga experiencia que tuvo Israel de la proximidad de Dios. El AT es muy largo y habla de muchas cosas, pero todas ellas se entretejen alrededor de una experiencia fundamental, a saber: la gesta mediante la cual Yahvé liberó a Israel de la esclavitud de Egipto.

    Oigamos la voz de la Palabra: “Mi padre era un arameo errante ... que bajó a Egipto ... los egipcios nos maltrataron ... nosotros clamamos a Yahvé, Dios de nuestros padres, ... y Yahvé nos sacó de Egipto con mano fuete y brazo extendido (Dt 26, 5b-9). En otros pasajes del AT aparecen párrafos semejantes (Dt 6, 20-24; Jos 24, 2b-13). Estas palabras se han venido llamar el “Pequeño Credo Histórico” de Israel. Cuando a un israelita le preguntaban “¿en qué Dios crees?”; respondía: “En el Dios que librera: Yahvé”.

    El núcleo del AT radica en la certeza de que Dios es liberador; el pueblo de Israel nace a partir de la liberación otorgada por el Señor. Notemos bien este detalle: Nuestra vivencia de Dios, nuestra práctica cristiana, es auténtica cuando origina en nuestra vida la experiencia de liberación, es decir, solidaridad, militancia, entrega, constancia, gratuidad. Las situaciones que provocan en nuestra vida escrúpulos, pasotismo, pereza, búsqueda de la comodidad; no provienen del Dios verdadero porque no engendran en nuestro entorno el gozo de la liberación.

    La liberación de la esclavitud de Egipto culminará en la Alianza del Sinaí (Ex 19-31) y en el don de la Tierra Prometida (Josué). Aunque los profetas recordarán constantemente a los israelitas la necesaria fidelidad al Dios que libera, el pueblo se apartará fácilmente da la ley del Señor. Los profetas anunciarán la llegada del Mesías. Será el Mesías quien portará la auténtica liberación e instaurará la alianza definitiva. Estas promesas se cumplirán en Jesús de Nazaret. El es el Mesías esperado que  presenta el auténtico rostro de Dios (Dios es un padre que nos quiere) e instaura el Reino de Dios (la realidad sostenida en el amor). ¡Sólo el amor hace las cosas nuevas!

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