Corría el año 1978 cuando unos pastores encontraron un códice oculto en el interior de una cueva del desierto, cerca de la localidad egipcia de El-Minya. El códice conoció el destino de la mayor parte de las antigüedades descubiertas por casualidad en Egipto: fue vendido en el zoco. Tras muchas peripecias el manuscrito fue comprado por un anticuario de Zurich quien lo entregó a la Fundación Mecenas de Arte Antiguo de Basilea (Suiza) para su estudio. La edición crítica y el estudio del códice se ha realizado con rigor, y los resultados han sido divulgados para el gran público a través de los reportajes elaborados por el National Geographic.
El códice descubierto ha recibido el nombre de Evangelio de Judas. El nombre no significa que fuera Judas Iscariote quien escribió el texto. La denominación Evangelio de Judas es el nombre que los arqueólogos han puesto al texto encontrado en el desierto. El relato constituye una novela que alude a las relaciones entre Jesús y sus discípulos; y, comenta, especialmente, las relaciones entre Jesús y Judas. El manuscrito consta de veintiséis páginas escritas por ambas caras (verso y recto). Fue escrito en lengua copta en el siglo IV; y, seguramente, constituye la traducción al copto de un manuscrito redactado en griego a comienzos del siglo III. El Evangelio de Judas se ha conservado de manera muy precaria. El texto está constituido por ochocientos fragmentos; pero, aun así, los arqueólogos han conseguido recomponerlo y leerlo.
El Evangelio de Judas nació en el siglo III. Los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas pertenecen al siglo I, mientras el de Juan adquirió su aspecto definitivo en los albores del siglo II (110 dC). Al comparar la datación de los textos observamos que la redacción del Evangelio de Judas es muy posterior a la edición de los cuatro evangelios canónicos (Mateo, Marcos, Lucas y Juan).
El Nuevo Testamento presenta a Judas Iscariote como discípulo de Jesús (Mc 3,19). Los Evangelios narran cómo Judas pactó con el Sanedrín para entregar a Jesús (Mc 14,10), relatan la actitud del apóstol en la Última Cena (Mt 26,25), y muestran cómo, en el Huerto de Getsemaní, entregó al Maestro en manos de quienes iban a condenarlo (Mt 14,14). Judas traicionó a Jesús a cambio de treinta monedas (Mt 26,15), el precio fijado para un esclavo (Ex 21,32); y le entregó con un beso (Mt 26,48-50), el saludo tradicional y entrañable entre los amigos.
La traición de Judas golpeó el alma de los primeros cristianos. El impacto fue tan duro que dio lugar a que se contaran dos versiones de la muerte de Judas. Por una parte, el Evangelio relata que Judas, acosado por el remordimiento, devolvió las treinta monedas y después se retiró y se ahorcó (Mt 27,3-5). Por otra parte el libro de los Hechos de los Apóstoles señala que Judas con la paga de su crimen compró un campo, se tiró desde lo alto, reventó por medio, y se desparramaron sus entrañas (Ac 1,18).
La Iglesia antigua fue prolífica en su literatura. Además del Nuevo Testamento se redactaron numerosos libros acerca de Jesús y de los personajes que conocieron al Señor. Estos libros se denominan Evangelios Apócrifos. Constituyen, generalmente, novelas piadosas que enfatizan algún aspecto de la vida de Jesús, María, los Apóstoles, y otros personajes significativos del Nuevo Testamento.
El Evangelio de Judas es un Evangelio Apócrifo. El autor, en su imaginación, enfatizó las relaciones entre Jesús y Judas; por esa razón Judas, después de Jesús, es el personaje más relevante de la novela.
El Evangelio de Judas pertenece a la corriente filosófica llamada Gnosticismo. Los evangelios gnósticos presentan a Jesús de manera peculiar: el Hijo de Dios no se hace realmente hombre, sino que se cubre sólo con un disfraz humano. Según los gnósticos, Dios no podía contaminarse con nada que fuera humano; por eso negaban el sufrimiento de Jesús durante la pasión y, sobre todo, rechazaban el misterio de la Encarnación. En opinión de los gnósticos, cuando los romanos azotaron a Jesús, el Hijo de Dios no sufría, pues los golpes que recibía caían sobre el disfraz humano que portaba Jesús. En general, los textos gnósticos sorprenden por que eliminan del mensaje cristiano el compromiso en la transformación de la sociedad según el criterio de las Bienaventuranzas.
Los gnósticos formaban parte, generalmente, de la élite social y urbana; tendían a despreciar a los campesinos, pobres e iletrados. Componían excelentes discursos sobre Jesús y hablaban del advenimiento del mundo nuevo, pero su compromiso con la transformación de la realidad según los criterios de Cristo era escaso. El Evangelio según Judas es un testigo literario del cristianismo gnóstico. En lugar de hondar en el compromiso de Cristo para instaurar, con la entrega de su vida, el Reino de Dios; describe los avatares novelados de imaginarios diálogos entre Judas y Jesús.
El número de evangelios apócrifos descubiertos hasta hoy asciende a doscientos cincuenta y cuatro. La mayor parte goza de una edición crítica, y de los más importantes existen buenas traducciones en castellano y catalán. La lectura de los Evangelios Apócrifos es importante para conocer la teología, la problemática y la estructura de la Iglesia antigua. Pero lo que realmente transformará el mundo no es “el descubrimiento de datos apócrifos sobre Jesús” sino la vivencia comprometida del amor de Dios predicado y vivido por Jesús de Nazaret.
Francesc Ramis Darder.
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