Francesc Ramis Darder
bibliayoriente.blogspot.com
Como sugiere la Escritura, la capacidad de pensar
implica el esfuerzo por adoptar el estilo de vida propio del profeta y del
sabio. Veámoslo.
En el ámbito cultural mesopotámico, las leyes
asirias llamaban la atención por su crueldad, la aplicación feroz de la pena de
muerte y la presencia de los castigos vicarios; este último aspecto es curioso,
prevé que un inocente cumpla la pena del culpable. El pueblo hebreo inspiró su legislación
en las leyes mesopotámica, pero cambió la raíz del planteamiento. El AT reduce
la pena de muerte al mínimo, pues la pena capital, habitual en la antigüedad, está
muy mitigada. Además, dulcificó la dureza del castigo; impidió que el inocente
cumpliera la condena del culpable y prohibió los sacrificios humanos.
La dureza de
la legislación asiria parecía querer eliminar la vida. En cambio, las leyes israelitas
favorecía la vida en todos los aspectos; por eso los profetas exigían que la
ley fomentara el bienestar y la vida comunitaria. Amós advierte que la riqueza
de unos pocos arroja al pueblo en la miseria, por eso demanda la justicia para obtener
una existencia digna para todos (Am 8,4-14); de modo análogo, cuando Oseas
percibe la insolidaridad social, reclama la misericordia (Os 1-3). En
definitiva, los profetas exigen la promoción social y humana del pueblo; así siembran
la vida, pues promueven la justicia, la misericordia, el perdón y la esperanza.
En contraposición
a la cultura mesopotámica, el mundo de las leyes; Egipto aparece como el país de los sabios. Todo egipcio
quería poseer una elocuencia deslumbrante para convencer a hombres y dioses de
cualquier idea. La obra literaria más conocida es el “Libro de los Muertos”. Los
hebreos aprendieron la sabiduría egipcia, pero recalcaron un aspecto decisivo.
La sabiduría no solo consistía en la “elocuencia deslumbrante”, debía
desarrollar la “responsabilidad” ante la vida. La sabiduría bíblica implica el
esfuerzo del hombre por acrecer sus virtudes y atemperar sus defectos para
alcanzar la madurez personal y la armonía social; así la sabiduría se convierte
en el arte de ser profundamente humano (Ecl 3,1-8).
Saber
pensar implica adoptar el estilo de vida del sabio y del profeta. A la luz de
los sabios, significa actuar con responsabilidad ante la vida, desarrollando
las virtudes y corrigiendo las carencias personales y sociales. A tenor de los
profetas, requiere el compromiso en la promoción de la vida, sembrando la
justicia, la fe y la misericordia.
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