jueves, 25 de febrero de 2016

PARÁBOLA DE LA HIGUERA ESTÉRIL


                                                             Francesc Ramis Darder
                                                            bibliayoriente.blogspot.com


La Cuaresma es el tiempo litúrgico en que recorremos la senda de la conversión para poder celebrar con hondura la resurrección del Señor, la Pascua. Por eso la celebración eucarística recoge los dos aspectos de la liturgia cuaresmal; por una parte, insiste en la importancia de la conversión, y, por otra, dirige nuestra mirada hacia la gloria del domingo de Pascua. El domingo pasado leíamos el evangelio de la transfiguración del Señor que orientaba nuestros ojos hacia la gloria de la resurrección; a modo de contraluz, el evangelio de hoy, la ‘parábola de la higuera estéril’, devuelve nuestra atención hacia el compromiso de la conversión; hacia el compromiso de la vivencia de la misericordia.

Cuando Jesús predicaba, algunos le contaron la crueldad de Pilato contra los galileos. Al decir de la historia, Poncio Pilato fue un gobernador romano muy cruel. Cuando los habitantes de Galilea, situada al norte de Israel, protestaron contra la arbitrariedad romana, Pilato los reprimió con dureza. Como insinúa el Evangelio, Pilato se presentó en Galilea mientras los judíos estaban ofreciendo sacrificios; entonces detuvo a varios, los hizo ejecutar, y mezcló su sangre con la de los sacrificios que estaban ofreciendo.

    Quienes relataron el suceso a Jesús, pensaban que la muerte de los galileos constituía, en último término, el castigo divino contra la maldad de aquellos hombres; interiormente pensarían que si aquellos galileos se hubieran convertido, no les habría alcanzado el castigo divino que los arrojó a la muerte. Quienes dialogan con Jesús suponen que la propuesta de conversión no va con ellos, que quizá se consideran buenos, va para los otros, los galileos, que deberían ser malvados, por eso murieron. Conviene precisar que los judíos ortodoxos despreciaban a los judíos galileos, pues, según decían, practicaban la religión con cierta ligereza. Indignado de la actitud soberbia, Jesús dice a sus interlocutores: “si no os convertís, todos pereceréis igual”; es decir, Jesús declara que propuesta de conversión se dirige a todos por igual.

    Ahondando en la cuestión, Jesús expone el luctuoso suceso de la torre de Siloé; cuando su derrumbe acabó con dieciocho personas. Al decir de Jesús, la muerte no procede del castigo divino contra la supuesta maldad de aquellos hombres; como si los difuntos hubieren purgado sus pecados con la muerte, mientras los supervivientes debieran la vida a su buena conducta. Valiéndose del ejemplo, Jesús reitera que la propuesta de conversión se dirige a todos sin distinción; sentencia: “Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera”.      

   La palabra “conversión” significa literalmente “girar la dirección de nuestra mirada”; es decir, señala la decisión de abandonar la seducción del pecado para recorrer la senda de los mandamientos. Ahora bien, la conversión no es solo un ejercicio psicológico, ni las fuerzas humanas bastan para alcanzarla; pues la conversión, el empeño por vivir según el Evangelio, solo se consigue con la fuerza que Dios mismo nos ofrece. La conversión consiste en permitir que la misericordia de Dios empape nuestra vida hasta trasformarnos en testigos veraces del Evangelio; ahí entra en juego el significado de la parábola que hemos leído, ‘la higuera estéril’.

    La higuera sin fruto constituye una metáfora de nuestra vida; a menudo cargada de hojas, alegoría de falsas apariencias, pero carente de frutos, símbolo de la práctica de la misericordia. Así como la higuera sin frutos destruye el terreno, como señala el Evangelio, la aparente vida cristiana sin frutos, metáfora de una vida sin misericordia, constituye un escándalo para la sociedad humana. La imagen del viñador simboliza la identidad de Jesús; mientras la disposición del viñador para entrecavar y abonar la higuera refleja la actitud misericordiosa de Jesús hacia nosotros, representados por la higuera sin frutos. Aún sabiendo que somos un árbol sin frutos, Jesús vierte sobre nosotros su misericordia, oculta tras la decisión de cavar y abonar la higuera, con la confianza en que lleguemos a dar frutos de misericordia.

    Surge ahora una pregunta: ¿cómo podemos abrir el corazón al Señor para que vierta su misericordia en nuestra vida y nos abra la puerta de la conversión? El Evangelio de Lucas, llamado ‘Evangelio de la misericordia de Dios’, propone dos actitudes que deben darse conjuntamente. La primera es la oración confiada. Como decía Teresa de Jesús, “orar es hablar de amor con quien sabemos que nos ama”; parafraseando la frase, podríamos decir: “orar es implorar la misericordia de manos del Dios de la misericordia”. La segunda es la opción por los pobres. No en vano, el Evangelio de Lucas sitúa el Padrenuestro (Lc 11,1-4), la oración por excelencia, después de subrayar la actitud servicial de María, la hermana de Lázaro (Lc 10,38-42); pues la actitud servicial hacia el prójimo, eco de la vivencia de la misericordia, confiere autenticidad a nuestra plegaria.

    La conversión no se reduce a un ejercicio ascético; consiste en dejar que la misericordia de Jesús empape nuestra vida hasta trasformarnos en testigos de la misericordia de Dios en la sociedad humana. Seguramente, los fariseos que hablaban con Jesús hacían un esfuerzo notable para alcanzar la perfección, pero les faltaba lo esencia: dejarse abrazar por la misericordia de Dios. En esta Eucaristía pidamos al Señor que nos convierta en testigos de su misericordia para que el mundo descubra, a través de nuestra conducta, el rostro misericordioso de Dios.



martes, 16 de febrero de 2016

¿QUÉ SIGNIFICA LA TRASFIGURACIÓN DE JESÚS?


                                                      Francesc Ramis Darder
                                                     bibliayoriente.blogspot,com


La Cuaresma es el tiempo litúrgico en que disponemos nuestra vida para celebrar la Pascua, la presencia resucitada del Señor entre nosotros, por eso asume dos aspectos complementarios. Por una parte, la Cuaresma adquiere el tono de la conversión; el empeño por trasformar nuestra vida, con la ayuda de Dios, en testimonio veraz del Evangelio. Por otra, la Cuaresma acrece en nosotros el anhelo por contemplar a Cristo resucitado, el día de Pascua. La liturgia cuaresmal aúna ambos aspectos. El domingo pasado, leyendo las tentaciones de Jesús, ahondamos en el aspecto de la conversión; y este domingo, proclamando la transfiguración del Señor, intuimos, bajo el aspecto resplandeciente del Señor, el rostro del Resucitado el día de Pascua.

Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, los amigos más allegados, y subió a lo alto de un monte. Al decir de la Escritura, la amistad no se reduce a la mera relación circunstancial, es una de las formas más valiosas de la vivencia de la misericordia. Como hemos reiterado, la misericordia estriba en entregar algo nuestro, o aún mejor, entregarnos a nosotros mismos para enriquecer la vida de nuestro prójimo. Sin duda, la amistad es una forma privilegiada de la misericordia, pues siembra en nuestra vida la semilla de las mejores actitudes y nos alienta a cuidar al amigo para que construya su vida con los sillares de los grandes valores: la justicia, la bondad, la madurez, etc. No en vano, dice Jesús a los apóstoles: “A vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer” (Jn 15,15); la amistad de Jesús con sus discípulos es la manifestación de su misericordia, pues les ofrece lo mejor que tiene, su propia vida y el don del Evangelio.

    Acompañado de tres discípulos, Jesús subió a lo alto del monte para orar. La tradición ha identificado este monte con el monte Tabor, al sudeste del lago de Galilea, un lugar donde los maestros judíos acudían para tener un día de reflexión con sus discípulos. Los antiguos opinaban que la cima de un monte era el lugar más idóneo para encontrarse con Dios. En primer lugar, la cima se encuentra simbólicamente más cerca del cielo, la casa de Dios; y, en segundo término, es un ámbito silencioso, el medio idóneo para dialogar con Dios en la plegaria. Por eso Jesús sube al monte con tres discípulos para orar.

    Mientras Jesús oraba, le sucedió algo importante: “el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor”. ¿Qué significa? Entre otros matices, la oración constituye el tiempo que ofrecemos a Dios para que penetre en nuestra vida y la transforme. Desde esta perspectiva, el Evangelio describe la irrupción de la presencia de Dios en la vida de Jesús mediante la metáfora del rostro y los vestidos que refulgen. Como dice la Escritura, Dios es rico en misericordia (Ef 2,4), es decir, Dios quiere entregarse por amor para colmar de sentido la vida del hombre; así pues, cuando oramos abrimos la puerta del alma para que Dios vierta su misericordia sobre nosotros y nos transforme en testigos veraces del Evangelio.

    Mientras Jesús oraba, Moisés y Elías comienzan a conversar con él: hablaban del éxodo que Jesús iba a consumar en Jerusalén. Bajo la mención del “éxodo que Jesús iba a consumar en Jerusalén” palpita la alusión a la muerte y resurrección de Jesús. Ahora bien, ¿por qué habla Jesús con Moisés y Elías? Como expone la Escritura, Dios eligió a Moisés para liberar al pueblo esclavizado en Egipto (Ex 1-12), y anunció el envío del profeta Elías para propiciar la concordia entre la humanidad entera (Mal 3,24). En tiempos de Jesús, los judíos pensaban que Moisés y Elías habían sido los mediadores más importantes que Dios había elegido para salvar a su pueblo; pues, como hemos dicho, Moisés lo había liberado de Egipto y Elías le había anunciado la concordia. Sin embargo, la muerte y la resurrección de Jesús superan la tarea de Moisés y Elías, pues bajo el rostro de Jesús papita la entrega del mismo Dios en bien de la humanidad entera. Jesús, rostro de la misericordia de Dios, entregará su vida por amor para enseñarnos que la práctica de la misericordia llena de sentido la existencia humana.

    El ámbito de la plegaria colma de dicha el corazón humano, por eso exclama Pedro: “¡Que bien se está aquí!”. No obstante, la oración no puede ser la excusa que nos aleje de la vivencia de la misericordia en la vida cotidiana; por eso, señala el Evangelio: “llegó una nube que los cubrió con su sombra”. Como subraya la Escritura, la nube evoca la presencia exigente de Dios, mientras la sombra simboliza la protección que Dios dispensa a sus fieles. Entonces, la voz de Dios que exige fidelidad y augura protección, dice a los apóstoles: “Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadle”. Dicho de otro modo, la voz divina señala que el camino cristiano radica en el seguimiento de Jesús, presencia de la misericordia de Dios entre nosotros.

    En esta Eucaristía, pidamos al Señor que nos concede una vida de plegaria que desemboque en la vivencia de la misericordia entre nuestros hermanos.


domingo, 14 de febrero de 2016

DECLARACIÓN CONJUNTA DEL PAPA FRANCISCO Y DEL PATRIARCA KIRIL DE MOSCÚ Y TODA RUSIA


                                                                    Francesc Ramis Darder
                                                                    bibliayoriente.blogspot.com






“Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la participación del Espíritu Santo estén con todos vosotros” (2 Corintios 13,13).
1. Por la voluntad de Dios Padre, de quien procede todo don, en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, con la ayuda del Espíritu Santo Consolador, nosotros, Francisco, Papa y Obispo de Roma, y Kiril, Patriarca de Moscú y Toda Rusia, reunimos hoy en La Habana. Damos gracias a Dios, glorificado en la Santísima Trinidad, por este encuentro, el primero en la historia.
Con alegría, nos reunimos como hermanos en la fe cristiana que se encontraron para “hablar… personalmente” (2 Juan, 12), de corazón a corazón, y discutir las relaciones mutuas entre las Iglesias, los problemas palpitantes de nuestro rebaño y las perspectivas del desarrollo de la civilización humana.
2. Nuestro encuentro fraterno se llevó a cabo en Cuba, en la encrucijada entre el Norte y el Sur, el Este y el Oeste. Desde esta isla, un símbolo de esperanza del Nuevo Mundo y de los dramáticos acontecimientos de la historia del siglo XX, dirigimos nuestras palabras a todas las naciones de América Latina y de otros continentes.
Nos alegra el hecho de que hoy en día aquí la fe cristiana evoluciona dinámicamente. El potencial religioso de gran alcance en América Latina, sus tradiciones cristianas multiseculares, manifestadas en la experiencia personal de millones de personas, son clave para un gran futuro de esta región.
3. Al reunirnos a distancia de las antiguas disputas del Viejo Mundo, sentimos muy fuertemente la necesidad de colaboración entre los católicos y los ortodoxos, que deben estar siempre preparados para responder a cualquiera que les pida razón de la esperanza (1 Pedro 3, 15).
4. Damos gracias a Dios por los dones que hemos recibido a través de la venida al mundo de su Hijo Unigénito. Compartimos la Tradición espiritual común del primer milenio del cristianismo. Los testigos de esta Tradición son la Santísima Madre de Dios, la Virgen María, y los santos a quienes veneramos. Entre ellos están innumerables mártires que mostraron su fidelidad a Cristo y se convirtieron en “la semilla de cristianos”.
5. A pesar de tener la Tradición común de diez primeros siglos, los católicos y los ortodoxos, durante casi mil años, están privados de comunicación en la Eucaristía. Permanecimos divididos dado a las heridas causadas por los conflictos del pasado lejano y reciente, por las diferencias heredadas de nuestros antepasados, en la comprensión y la explicación de nuestra fe en Dios, un ser único que existe como tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Lamentamos la pérdida de la unidad, que era una consecuencia de la debilidad y la pecaminosidad humana, que se produjo a despecho de la oración del Primer Sacerdote, Cristo Salvador: “Te pido que todos ellos estén unidos; que como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17, 21).
6. Conscientes de muchos obstáculos que hay que superar, esperamos que nuestro encuentro contribuya a la obtención de la unidad mandada por Dios, por la que Cristo había rezado. Que nuestro encuentro inspire a los cristianos de todo el mundo para invocar con el nuevo fervor al Señor, orando sobre la plena unidad de todos sus discípulos. Que ésta, en el mundo que espera de nosotros no sólo palabras, sino acciones, sea un signo de esperanza para todas las personas de buena voluntad.
7. Teniendo firmeza en hacer todo lo necesario para superar las diferencias históricas heredadas por nosotros, queremos reunir nuestros esfuerzos a fin de dar testimonio del Evangelio de Cristo y del patrimonio común de la Iglesia del primer milenio, respondiendo conjuntamente a los desafíos del mundo moderno. Los ortodoxos y los católicos deben aprender a llevar el testimonio común de la verdad en aquellas áreas, en las que es posible y necesario. La civilización humana ha entrado en un período de cambios epocales. La conciencia cristiana y la responsabilidad pastoral no nos permiten que permanezcamos indiferentes ante los desafíos que requieren una respuesta conjunta.
8. Nuestra atención está dirigida principalmente hacia aquellas regiones del mundo donde los cristianos están sometidos a persecución. En muchos países de Oriente Medio y África del Norte, se exterminan familias completas de nuestros hermanos y hermanas en Cristo, pueblos y ciudades enteros habitados por ellos. Sus templos están sometidos a la destrucción bárbara y a los saqueos, los santuarios – a la profanación, los monumentos – a la demolición. En Siria, Irak y otros países de Oriente Medio observamos con dolor el éxodo masivo de cristianos de la tierra donde nuestra fe comenzó a extenderse, y donde ellos vivían a partir de los tiempos apostólicos, junto con otras comunidades religiosas.
9. Hacemos un llamamiento a la comunidad internacional a tomar medidas inmediatas para evitar un mayor desplazamiento de los cristianos de Oriente Medio. Levantando nuestras voces en defensa de los cristianos perseguidos, también solidarizamos con sufrimientos de seguidores de otras tradiciones religiosas, que se han convertido en víctimas de la guerra civil, el caos y la violencia terrorista.
10. En Siria e Irak esta violencia ha cobrado miles de vidas, dejando sin hogares y medios de vida a unos millones de personas. Hacemos un llamamiento a la comunidad internacional a unirse para poner fin a la violencia y al terrorismo y al mismo tiempo, a través del diálogo, a contribuir a la pronta obtención de la paz civil. Se requiere una ayuda humanitaria de gran escala para el pueblo que sufre, y para muchos refugiados en los países vecinos.
Solicitamos a todos los que pueden, influir en el destino de todos los secuestrados, incluyendo a los Metropolitas de Alepo, Pablo y Juan Ibrahim, capturados en abril de 2013, para hacer todo lo necesario a fin de su pronta liberación.
11. Enviamos oraciones a Cristo, Salvador del mundo, sobre el establecimiento en suelo de Oriente Medio de la paz, que es producto de la justicia (Isaías 32, 17), sobre el fortalecimiento de la convivencia fraterna entre diversos pueblos, Iglesias y religiones situados en esta tierra, sobre el regreso de los refugiados a sus casas, sobre la curación de los heridos y el reposo de almas de las víctimas inocentes.
Dirigimos a todas las partes que puedan estar involucradas en los conflictos, un ferviente llamamiento para manifestar buena voluntad y llegar a la mesa de negociación. Al mismo tiempo, es necesario que la comunidad internacional haga todos los esfuerzos posibles para poner fin al terrorismo mediante acciones comunes, conjuntas y sincronizadas. Hacemos un llamamiento a todos los países involucrados en la lucha contra el terrorismo, a las acciones responsables y prudentes. Hacemos un llamado a todos los cristianos y a todos los creyentes en Dios para rezar al Señor Creador y Providente que cuida el mundo, que guarde su creación de la destrucción y no permita una nueva guerra mundial. Para que la paz sea duradera y fiable, se requieren esfuerzos especiales destinadas al regreso a los valores comunes, que nos unen, basados en el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo.
12. Admiramos la valentía de aquellos que entregan sus vidas por haber dado testimonio de la verdad del Evangelio, prefiriendo la muerte ante la abjuración de Cristo. Creemos que los mártires de nuestros tiempos, procedentes de diferentes Iglesias, pero unidos por un sufrimiento común, son la clave para la unidad de los cristianos. A vosotros, los que sufren por Cristo, dirige su palabra el Apóstol del Señor: “Queridos hermanos,… alegraos de tener parte en los sufrimientos de Cristo, para que también os llenéis de alegría cuando su gloria se manifieste” (1 Pedro 4, 12-13).
13. En esta época turbadora se necesita el diálogo interreligioso. Las diferencias en comprensión de las verdades religiosas no deben impedir que las personas de diversas religiones vivan en paz y armonía. En las circunstancias actuales, los líderes religiosos tienen una responsabilidad especial por la educación de su rebaño en el espíritu de respeto por las creencias de aquellos que pertenecen a otras tradiciones religiosas. Los intentos de justificar actos criminales por consignas religiosas son absolutamente inaceptables. Ningún crimen puede ser cometido en el nombre de Dios, “porque Dios es Dios de paz y no de confusión” (1 Corintios 14, 33).
14. Atestiguando el alto valor de la libertad religiosa, damos gracias a Dios por el renacimiento sin precedentes de la fe cristiana que ahora se lleva a cabo en Rusia y muchos países de Europa del Este, donde por décadas han gobernado regímenes ateos. Hoy en día, las cadenas del ateísmo militante cayeron, y en muchos lugares los cristianos son libres de profesar su fe. Durante un cuarto de siglo, aquí se erigieron decenas de miles de nuevos templos, se abrieron cientos de monasterios y escuelas teológicas. Las comunidades cristianas realizan amplias actividades caritativas y sociales, prestando diversa asistencia a los necesitados. Los ortodoxos y los católicos a menudo trabajan hombro con hombro. Ellos defienden la base espiritual común de la sociedad humana, dando testimonio de los valores evangélicos.
15. Al mismo tiempo, nos preocupa la situación que tiene lugar en tantos países, donde los cristianos enfrentan cada vez más la restricción de la libertad religiosa y del derecho a dar testimonio sobre sus creencias y a vivir de acuerdo con ellas. En particular, vemos que la transformación de algunos países en las sociedades secularizadas, ajenas de cualquier memoria de Dios y su verdad, implica una grave amenaza para la libertad religiosa. Estamos preocupados por la limitación de los derechos de los cristianos, por no hablar de la discriminación contra ellos, cuando algunas fuerzas políticas, guiadas por la ideología del secularismo que en numerosos casos se vuelve agresivo, tienden a empujarles a los márgenes de la vida pública.
16. El proceso de la integración europea, que comenzó después de siglos de conflictos sangrientos, fue acogido por muchas personas con esperanza, como prenda de paz y seguridad. Al mismo tiempo, advertimos en contra de aquella clase de integración que no respeta la identidad religiosa. Respetamos la contribución de otras religiones a nuestra civilización, pero estamos convencidos de que Europa debe mantener la fidelidad a sus raíces cristianos. Hacemos un llamamiento a los cristianos en Europa Occidental y Europa Oriental a unirse a fin de dar testimonio conjunto sobre Cristo y el Evangelio, para que Europa mantenga su alma formada por dos mil años de la tradición cristiana.
17. Nuestra atención está destinada a las personas que se encuentran en una situación desesperada, viven en la pobreza extrema en el momento en que la riqueza de la humanidad está creciendo. No podemos permanecer indiferentes al destino de millones de migrantes y refugiados que tocan a las puertas de los países ricos. El consumo incontrolado, típico para algunos estados más desarrollados, agota rápidamente los recursos de nuestro planeta. La creciente desigualdad en la distribución de bienes terrenales, aumenta el sentido de la injusticia del sistema de las relaciones internacionales que se está implantando.
18. Las Iglesias cristianas están llamadas a defender exigencias de la justicia, del respeto a las tradiciones nacionales y de la solidaridad efectiva con todos los que sufren. Nosotros, los cristianos, no debemos olvidar que “para avergonzar a los sabios, Dios ha escogido a los que el mundo tiene por tontos; y para avergonzar a los fuertes ha escogido a los que el mundo tiene por débiles. Dios ha escogido a la gente despreciada y sin importancia de este mundo, es decir, a los que no son nada, para anular a los que son algo. Así nadie podrá presumir delante de Dios” (1 Corintios 1, 27-29).
19. La familia es el centro natural de la vida de un ser humano y de la sociedad. Estamos preocupados por la crisis de la familia en muchos países. Los ortodoxos y los católicos, compartiendo la misma visión de la familia, están llamados a testificar acerca de la familia como de un camino hacia la santidad, que se manifiesta en la fidelidad mutua de los cónyuges, su disponibilidad para dar a luz a los niños y formarles, en la solidaridad entre las generaciones y el respeto hacia los enfermizos.
20. La familia es fundada sobre el matrimonio que es un acto libre y fiel de amor entre un hombre y una mujer. El amor fortalece su unión, les enseña a aceptar uno a otros como a un don. El matrimonio es la escuela del amor y de la fidelidad. Lamentamos que otras formas de convivencia se equiparan ahora con esta unión, y la visión de la paternidad y la maternidad como de especial vocación del hombre y de la mujer en el matrimonio, santificada por la tradición bíblica, se expulsa de la conciencia pública.
21. Hacemos un llamamiento a todos para respetar el derecho inalienable a la vida. Unos millones de bebés están privados de la propia posibilidad de aparecer a la luz. La sangre de los niños no nacidos pide a gritos a Dios que haga justicia. (Génesis 4, 10).
La divulgación de la así llamada eutanasia conduce al hecho de que los ancianos y enfermos comienzan a sentirse carga excesiva para su familia y la sociedad en conjunto.
Expresamos nuestra preocupación por el uso cada vez más extendido de las tecnologías biomédicas de reproducción, porque la manipulación de la vida humana es un ataque contra los fundamentos del ser de la persona creada a imagen de Dios. Consideramos que nuestro deber es hacer acordarse sobre la inmutabilidad de los principios morales cristianos, basados en el respeto por la dignidad de la persona que está destinada a la vida de acuerdo con el plan de su Creador.
22. Queremos hoy dirigir unas palabras especiales a la juventud cristiana. Vosotros, los jóvenes, no debéis esconder dinero en la tierra (Mateo 25, 25), sino usar todas las dotes dadas por Dios, para afirmar la verdad de Cristo en el mundo, realizar los mandamientos evangélicos del amor a Dios y al prójimo. No tengáis miedo de ir contra la corriente, defendiendo la verdad de Dios, con la que no siempre se ajustan las normas seculares modernas.
23. Dios os ama y espera de cada uno de vosotros que seáis sus discípulos y apóstoles. Sed la luz de este mundo, para que otros, viendo el bien que hacéis, alaben todos a vuestro Padre que está en el cielo (Mateo 5, 14-16). Educad a los niños en la fe cristiana para entregarles la perla preciosa de la fe (Mateo 13, 46) que recibisteis de vuestros padres y antepasados. No olvidéis que “Dios os ha comprado por un precio” (1 Corintios 6, 20), el precio de la muerte en la cruz de Dios Hombre, Jesucristo.
24. Los ortodoxos y los católicos están unidos no sólo por la Tradición común de la Iglesia del primer milenio, sino también por la misión de predicar el Evangelio de Cristo en el mundo contemporáneo. Esta misión requiere respeto mutuo entre los miembros de las comunidades cristianas, excluye cualquier forma del proselitismo.
No somos competidores, sino hermanos: debemos arrancar de este concepto ejecutando todas actividades relacionadas con nuestros lazos y contactos con el mundo exterior. Instamos a los católicos y a los ortodoxos de todo el mundo para aprender a vivir juntos en paz, amor y armonía unos con otros (Romanos 15, 5). Es inaceptable el uso de medios incorrectos para obligar a los fieles a pasar de una Iglesia a otra, dejando de lado su libertad religiosa y sus propias tradiciones. Estamos llamados a poner en práctica el mandamiento de San Pablo Apóstol y “anunciar el evangelio donde nunca antes se había oído hablar de Cristo, para no construir sobre cimientos puestos por otros” (Romanos 15, 20).
25. Esperamos que nuestro encuentro contribuya a la reconciliación donde hay tensiones entre los greco-católicos y los ortodoxos. Hoy en día es obvio que el método de “la unión” de los siglos pasados que implica la unidad de una comunidad con la otra a costa de la separación de su Iglesia, no es la manera de restaurar la unidad. Al mismo tiempo, las comunidades eclesiásticas que han aparecido como resultado de circunstancias históricas tienen derecho a existir y hacer todo lo necesario para satisfacer menesteres espirituales de sus fieles, buscando la paz con sus vecinos. Los ortodoxos y los greco-católicos necesitan la reconciliación y la búsqueda de formas de convivencia mutuamente aceptables.
26. Lamentamos el enfrentamiento en Ucrania que ya cobró muchas vidas, causó sufrimientos innumerables a los civiles, hundió la sociedad en una profunda crisis económica y humanitaria. Hacemos un llamamiento a todas las partes del conflicto a tener prudencia, mostrar la solidaridad social y trabajar activamente para el establecimiento de la paz. Instamos a nuestras Iglesias en Ucrania a trabajar para lograr la armonía social, abstenerse de participar en la confrontación y de apoyar el desarrollo del conflicto.
27. Esperamos que la división entre los creyentes ortodoxos en Ucrania sea vencida sobre la base de las normas canónicas existentes, que todos los cristianos ortodoxos de Ucrania vivan en paz y armonía, y que las comunidades católicas del país contribuyan a ello, para que nuestra hermandad cristiana sea aún más evidente.
28. En el mundo de hoy, multifacético y al mismo tiempo unido por el destino común, los católicos y los ortodoxos están llamados a colaborar fraternamente para anunciar el Evangelio de la salvación, dar testimonio común de la dignidad moral y la auténtica libertad humana, “para que el mundo crea” (Juan 17, 21). Este mundo, en el que se están socavando rápidamente los fundamentos morales de la existencia humana, espera de nosotros el fuerte testimonio cristiano en todos los ámbitos de la vida personal y social. ¿Podremos en la época crucial dar testimonio conjunto del Espíritu de la verdad? De esto depende, en gran medida, el futuro de la humanidad.
29. Que Jesucristo, Dios Hombre, Nuestro Señor y Salvador, nos ayude en el anuncio valiente de la verdad de Dios y de la Buena Noticia de salvación. El Señor nos fortalece espiritualmente con su promesa infalible: “No tengáis miedo, pequeño rebaño, que el Padre, en su bondad, ha decidido daros el reino” (Lucas 12, 32).
Cristo es una fuente de alegría y de esperanza. La fe en él transfigura la vida del ser humano, la llena de significado. Lo han vivido por su propia experiencia todos aquellos de los que se puede decir con las palabras de San Pedro Apóstol: “Antes, ni siquiera erais pueblo, pero ahora sois pueblo de Dios; antes Dios no os tenía compasión, pero ahora tiene compasión de vosotros” (1 Pedro 2, 10).
30. Llenos de gratitud por el don de comprensión mutua que se manifestó en nuestra reunión, nos dirigimos con esperanza a la Santísima Madre de Dios, haciendo solicitud con las palabras de la antigua oración: “Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios”. Que la Santísima Virgen María con su amparo fortalezca la hermandad de todos que la veneran, para que ellos, en un momento determinado por Dios, se junten, en paz y concordia, en el único pueblo de Dios, ¡sea glorificado el nombre de la Trinidad Consustancial e Inseparable!
Francisco
Obispo de Roma,
Papa de la Iglesia Católica
Kiril
Patriarca de Moscú
y Toda Rusia
12 de febrero de 2016, La Habana (Cuba)
[00259-ES.01] [Texto original: Italiano - Ruso]

martes, 9 de febrero de 2016

¿QUÉ ES LA CUARESMA?

                                                           Francesc Ramis Darder
                                                           bibliayoriente.blogspot.com

La Cuaresma es el tiempo litúrgico en que preparamos nuestra vida para poder celebrar con gozo la Pascua del Señor. Desde la perspectiva cristiana, la palabra “preparación” debe entenderse como “conversión”; por eso, cuando decimos que la Cuaresma es “el tiempo de preparación para la Pascua”, debemos entender que la Cuaresma es “el tiempo de conversión para poder celebrar la Pascua”; así la Cuaresma es el tiempo de conversión que nos dispone a celebrar con alegría el tiempo pascual.

    Ahora bien, ¿qué significa la palabra “conversión”? El término “conversión” significa, literalmente, “volver la mirada”; es decir, convertirse implica “dejar de mirar en dirección al pecado” para “volver la mirada hacia el Señor” que guía nuestra vida. Convertirse significa empeñarse, con la ayuda de Dios, en “dejar de confiar en la falsedad de los ídolos” para “volver la mirada hacia los mandamientos de Dios”. Como señala la Escritura, los ídolos que nos alejan de Dios son tres: el afán de poder, el ansía de poseer bienes sin medida, y la astucia por aparentar lo que no somos, es decir, la vanidad. El Evangelio que hemos proclamando constituye la mejor catequesis para adentrarnos en la senda de conversión cuaresmal; pues muestra como Jesús, nuestro Maestro, venció la embestida de los tres ídolos para depositar su confianza en las manos del Padre.

    El diablo dijo a Jesús: “di a esta piedra que se convierta en pan”. Durante la época de Jesús, si alguien amasaba una fortuna ilegítima en muy poco tiempo, le gente decía “este es capaz de convertir las piedras en pan”. Cuando el diablo le dice “di a estas piedras que se conviertan en pan”, está tentado a Jesús con el ansia de acaparar bienes sin medida; le está diciendo: “aprovecha tu autoridad para amasar un tesoro”. Jesús no cae en la tentación del dinero, responde: “no solo de pan vive el hombre”, es decir, “no solo de dinero vive el hombre”. A continuación, el diablo le tienta con el afán de poder: “Te daré el poder […] si te arrodillas delante de mí”; dicho de otro modo, “serás un hombre poderosos si halagas a los poderosos de la tierra”. Jesús rechaza la propuesta: “Solo al Señor, tu Dios, adorarás”; expresado de otra manera, Jesús diría: “dedicar la vida al capricho de los poderosos la vacía de sentido, pero entregarla al servicio del Evangelio la llena de gozo”. Finalmente, le increpa el diablo: “Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí  abajo”; o sea, “utiliza tu poder como Hijo de Dios para hacer gestos tan espectaculares como inútiles que solo sirven para acrecer la vanidad”. Jesús no sucumbe a la vanidad, responde: “No tentarás al Señor, tu Dios”; dicho de otro modo, “el sentido de la vida no se basa en la opinión que los otros tengan de mí, sino en la hondura de mi vivencia del Evangelio”.

    Cuando a ejemplo de Jesús ahondamos en la senda de la conversión, brota en nuestra vida la virtud de la misericordia. Recordemos que la palabra “misericordia” procede de la lengua latina, y proviene de la adición de dos palabras: “miser” que significa “pobre”, y “corda” que significa “corazón”. Aunando ambas palabras y adoptando un tono poético, es misericordioso quien entrega alguna de sus cosas, o aún mejor, se entrega a sí mismo, para calmar la pobreza del corazón de su hermano. Si abandonamos el afán de poder, nacerá en nosotros la misericordia convertida en actitud servicial hacia nuestro prójimo. Cuando desdeñamos al ansia de poseer sin media, aflorará en nosotros la decisión de compartir la vida con los hermanos. Si renunciamos a la vanidad, brotará nuestra fidelidad al Evangelio. Sin duda, la vivencia de la misericordia es el arma con que vencemos la tentación de los ídolos, como decía san Pablo: “No te dejes vencer por el mal, antes bien vence al mal a fuerza del bien”.

    Lentamente, se introduce en nuestra vida un cuarto ídolo que en tiempos de Jesús era extraño: “la falta de tiempo para lo verdaderamente importante”, actitud que desemboca en la superficialidad. A menudo, tenemos tiempo para todo menos para lo esencial: tiempo para estar con Dios, tiempo para convivir con los hermanos, tiempo para nosotros mismos. La vivencia de la misericordia comienza aplicándose cada uno a sí mismo las pautas de la misericordia. Durante la Cuaresma seamos misericordiosos con nosotros mismos, busquemos la profundidad de vida; solo así podremos ser testigos de la misericordia de Dios en la sociedad humana.


miércoles, 3 de febrero de 2016

ORACIÓN CUARESMA Y SEMANA SANTA 2016.



                                                    Francesc Ramis Darder
                                                                 bibliayoriente.blogspot.com


La oración es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de El (S. Agustín).

Metodología para la oración:

1.Comencemos haciendo unos momentos de silencio; Sintámonos bien con nosotros mismos, en paz.

2.Observemos nuestra vida. Aquellas situaciones que nos alegran, y también aquellas que nos provocan angustia y dolor.

3.Leamos algún texto de la Sagrada Escritura (en estas hojas tenemos un conjunto de citas tomadas de la Biblia). Elijamos una cada día de la Cuaresma y de la Semana Santa. Leámoslo despacio. Fijémonos en alguna palabra o en alguna frase que pueda iluminar nuestra vida.

4.En nuestro interior vayamos repitiendo lentamente esta palabra o esta frase.

5.Apliquemos esta palabra o esta frase a la situación de nuestra vida que antes hemos contemplado. Pidamos a Dios que nuestro actuar vaya en consonancia con estas palabrasra que hemos repetido en nuestro interior.


 



FEBRERO

Día 10. “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que brota de la boca
              de Dios” (Mt 4, 4).

11. “El Reino de Dios no tiene que ver con lo que uno come o bebe; camina en la
       justicia, la paz y el gozo del Espíritu Santo” (Rm 14, 17).

12. “Hermanos: Habéis sido llamados a la libertad, pero no os aprovechéis con
        egoísmo, sino al contrario: por el amor servios unos a otros” (Gal 5, 13).

13. “Aspirad a las cosas grandes ... sintonizad con las cosas de más arriba,
        no con las  de la tierra” (Col 3, 1-2).

14. “En verdad os digo: el comportamiento que habéis tenido con cualquiera de mis
      hermanos más pequeños, lo habéis tenido conmigo” (Mt 25, 40).

15. “No te avergüences nunca de dar testimonio de nuestro Señor Jesucristo”
      (2 Tm 1, 8).

16. “Dios es Espíritu, por eso aquellos que le adoran deben hacerlo en espíritu y en
      verdad” (Jn 4, 24).

17. “El Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad: en la oración, nosotros no
      sabemos a ciencia cierta lo que debemos pedir, pero el Espíritu en persona
      intercede por nosotros con gemidos”  (Rm 8, 26).

18. “Si alguno de vosotros quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, que tome su
      cruz y que me siga” (Lc 9, 23).

19. “Vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes que se lo pidáis” (Mt 6, 8).

20. “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por
      añadidura” (Mt 6, 33).

21. “Si os mantenéis en mi palabra, seréis en verdad discípulos míos, tendréis
      experiencia de la verdad y la verdad os hará libres” (Jn 8, 31-32).

22. “¡ Cuántas gracias le doy a Dios por Jesús, Mesías, Señor nuestro !” (Rm 7, 25).

23. “El amor que Dios nos tiene inunda nuestros corazones por el Espíritu Santo
       que  nos ha dado”  (Rm 5, 5).

24. “Seguidme y os haré pescadores de hombres”  (Mc 1, 17).

25. “No habéis recibido espíritu de esclavos para tener miedo, sino un espíritu de
        hijos, que nos hace clamar con fuerza: Abba, Padre” (Rm 8, 15).

26. “Dejad de amontonar riquezas en la tierra, donde la polilla y la carcoma las
        echan a perder y donde los ladrones abren boquetes y roban”  (Mt 6, 20).

27. “Cuando hagas limosna, que tu mano izquierda no se de cuenta de que lo hace
        tu derecha” (Mt 6, 3).

28.“Los frutos del Espíritu son: amor, alegría, paz, paciencia, humanidad,
        bondad,   fidelidad, mansedumbre, control de uno mismo” (Gal 5, 22).

29. “Pues si perdonáis las culpas a los demás, también vuestro Padre del Cielo os
        perdonará a vosotros” (Mt 6, 14).


MARZO.

1. “Pienso que todos los sufrimientos de este mundo no tienen comparación con
        la felicidad que se ha de revelar en nosotros” (Rm 8, 18).

2. “Aquel que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos
       nosotros,  ¿ cómo es posible que con El no los lo regale todo ?” (Rm 32).

3. “El ayuno que yo quiero es éste: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los
        cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, partir tu pan con el
        hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo ...”
        (Is 58, 6-7).

4. “El Señor es Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor hay libertad”
        (2 Cor 3, 17).

5. “Bienaventurados los pobres porque de ellos es el Reino de los Cielos”
       (Mt 5, 3).

6. “Amad a vuestros enemigos y rezad por aquellos que os persiguen; así os
        asemejaréis a vuestro Padre del Cielo, que hace salir el Sol sobre buenos y
        malos y envía la lluvia a justos e injustos” (Mt 5, 44-45).

7. “Aquello que viene de fuera no puede ensuciar al hombre ... lo que le ensucia
        es   aquello que le sale de dentro” (Mc 7, 18.21).

8. “Igual que mi Padre me amó os he amado yo. Manteneos en ese amor que os
        tengo, y para manteneros en mi amor cumplid mis mandamientos” (Jn 15, 9).

9. “A los ricos de este mundo insísteles en que no sean soberbios ni pongan su
        confianza en riqueza tan incierta, sino en Dios que nos procura todo en
        abundancia para que lo disfrutemos” (1 Tm 6, 17).

10. “Estad siempre alegres, orad constantemente, dad gracias en toda circunstancia
        porque esto quiere Dios de vosotros como cristianos” (1 Tes 5, 17).

11. “Si yendo a presentar tu ofrenda ante el altar, te acuerdas allí que tu hermano
        tiene algo contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, y ve primero a reconciliarte
        con tu hermano; vuelve entonces y presenta tu ofrenda” (Mt 5, 23).

12. “Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la
        viga que tienes en el tuyo” (Mt 7, 3).

13. “No basta decir  <Señor, Señor> para entrar en el Reino de los Cielos; no, hay
        que poner por obra el designio de mi Padre del Cielo” (Mt 7, 21).

14. “Acercaos a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os daré
        respiro” (Mt 11, 28).

15. “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; igual que yo os he
        amado, amaos también entre vosotros. En eso conocerán que sois discípulos
        míos: en que os amáis unos a otros” (Jn 13, 34-35).

16. No estéis agitados; fiaos de Dios y fiaos de Mí” (Jn 14, 1).

17. “No me elegisteis vosotros a mí, fui yo quien os eleg a vosotros y os destiné a
      que os pongáis en camino y deis fruto” (Jn 15, 16).

18. “Os he dicho estas cosas para que gracias a Mí tengáis paz. En el mundo
      tendréis  apreturas, pero, ánimo, que yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33).

19.  “Por consiguiente acogeos mutuamente como el Mesías os acogió para honra
       de Dios” (Rm 15, 7).

20. “A nadie le quedéis debiendo nada más que el amor mutuo, pues el que ama a
      otro tiene cumplida la Ley” (Rm 13, 8).

21. “Esmerémonos en lo que favorece la paz y construye la vida común”
     (Rm 14, 19).

22. “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”
        (Mt 5,7).  

23. “Así que esto queda: fe, esperanza, amor; estas tres, y de ellas la más valiosa
      es el amor” (1 Cor 13, 13).

24. “Por consiguiente, queridos hermanos, estad firmes e inconmovibles, trabajando
      cada vez más por el Señor, sabiendo que vuestras fatigas como cristianos no
      son inútiles” (1 Cor 15, 58).

25. “El favor del Señor Jesús Mesías y el amor de Dios y la solidaridad del Espíritu
      Santo, estén con todos vosotros” (2 Cor 13, 13).

26. José de Arimatea descolgó el cuerpo de Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso
     en un sepulcro que estaba excavado en la roca; luego, hizo rodar una piedra
     sobre la entrada del sepulcro. María Magdalena y María la de Joset se fijaban
    donde era puesto (Mc 15,46-47).

27. Jesús de Nazaret, el Crucificado, ¡HA RESUCITADO!  (Mc 16,6).


lunes, 1 de febrero de 2016

CATEDRAL DE MALLORCA: ANTONI GAUDÍ

                                                                   Francesc Ramis Darder
                                                                   bibliayoriente.blogspot.com
                                                           


La nave central desemboca en el ábside mayor, la Capilla Real, también llamada Mayor, elevada cuatro peldaños sobre el piso del templo del que la separa una baranda barroca, obra de Gaudí. La reforma arquitectónica emprendida por el obispo Pere J. Campins, pilotada por Antoni Gaudí, devolvió la Capilla Real al marco más pleno de la celebración eucarística, ápice de la liturgia (1903-1915). Como acontece con tantas catedrales, la presencia del coro en el centro de la nave principal dificultaba la participación de los fieles en la celebración. Gaudí, atento al designio de Campins, desmontó la sillería del coro, culminada en los albores del Renacimiento por el cincel de Joan de Salas (1526-1529), y la depositó en los espacios laterales de la Capilla Real. Igualmente trasladó los dos púlpitos renacentistas que guarnecían el coro, también obra de Joan de Salas, y los colocó a ambos lados de la Capilla Real.

    Durante la Edad media, el altar mayor estaba situado bajo la última bóveda de la Capilla. Con intención de acercarlo al pueblo, Gaudí la trasladó bajo la primera y lo emplazó entre cuatro columnas tetralobuladas, de jaspe, coronadas por cuatro ángeles músicos. La metáfora de los ángeles expresa el gozo del cielo, cuando la presencia divina, mediada por el pan y el vino, se hace presente entre los fieles sobre el altar. Dedicado a la Virgen Madre de Dios, el altar constituye una pieza de alabastro sostenido por ocho columnas talladas de estilo cisterciense (siglo XIII), y una columna, seguramente, de origen bizantino (siglo VI). La presencia de la columna bizantina rememora la antigüedad del cristianismo en Mallorca, a la vez que establece, desde la perspectiva simbólica, el vínculo entre los antiguos cristianos y los del tiempo presente; vínculo trenzado sobre el telar de la Eucaristía, celebrada en el altar. De ese modo, la centralidad del altar, consagrado al menos cuatro veces (1269; 1346; 1746; 1905), atestigua la centralidad de la Eucaristía en la liturgia cristiana y en la celebración catedralicia.

    Sobre el altar, pende el baldaquín, obra de Gaudí (1912). Aunque la función del baldaquín sirviera para facilitar la iluminación del altar, su esencia resalta el aspecto más sagrado de la liturgia. Como dice la Escritura, cuando el pueblo hebreo, liberado de la esclavitud de Egipto, atravesaba el desierto, “Moisés levantó la tienda […] y la llamó Tienda del Encuentro” (Ex 33,7-9); y, como reitera la Escritura, el Arca del Señor estaba custodiada en una tienda (2Sm 7,2). Como es obvio, un baldaquín no es una tienda, pero emula su sentido. Así como bajo una tienda el Señor hablaba con Moisés, y el pueblo hebreo guardaba el Arca, el más preciado de sus tesoros; bajo una tienda, eco del baldaquín, el Señor se hace presente entre nosotros a través del pan y del vino, y bajo la misma tienda, alegoría del baldaquín, los cristianos compartimos el hondón de nuestra fe, la muerte y resurrección del Señor, celebrada en la Eucaristía.

    El primer cuerpo del baldaquín, la cobertura, está formado por un repostero de brocado antiguo, de tema eucarístico; así el brocado refleja, por arriba y a modo de espejo, la hondura de la celebración que acontece abajo en el altar. Sin duda, la liturgia del altar es la metáfora de la liturgia del cielo, pues el Señor se manifiesta ante los cristianos sobre el altar, velado bajo el pan y el vino, con la misma entereza que se desvela en toda su gloria en el cielo acompañado de los santos, hermanos nuestros.

    El segundo cuerpo está conformado por la corona, que recuerda, en cierta medida, la corona de la catedral de Hildesheim. La corona constituye un heptámero. Como sabemos, la Escritura confiere al número siete el sentido metafórico de totalidad y plenitud; a modo de ejemplo, los siete días de la Creación (Gn 1,1-2,4ª), o la institución de los siete diáconos (Hch 6,1-7). Los siete lados de la corona aluden a los siete dones del Espíritu Santo (Is 11,1-2); y, desde esta vertiente, constituyen la metáfora de las dádivas con que la Eucaristía esculpe con el cincel del Espíritu la vida del cristiano. No en vano, la corona está adornada con una profusión de espigas, pámpanos y racimos, alegoría del pan y del vino de la Eucaristía. La corona está rematada por un Calvario. Al pie del Crucificado, clavado sobre una cruz abizantinada, destaca la presencia de María y del apóstol Juan, en el momento supremo en que Jesús les dijo: “Mujer, ahí tienes a tu hijo […] (y al discípulo) ahí tienes a tu madre” (Jn 19,26-27). La presencia del Calvario remite a un aspecto teológico de la Eucaristía, especialmente considerado en la época de Gaudí. La Eucaristía entendida como la reiteración sobre el altar del sacrificio de Cristo sobre la cruz en el Calvario; sacrificio que, como presagia la profecía de Isaías, derrama el perdón de los pecados sobre la humanidad entera (Is 53,5).

    El tercer cuerpo del baldaquín está constituido por el lampadario. Del heptámero de la corona penden treinta y cinco lámparas que la tradición popular acota en treinta y tres, alegoría de los años de vida mortal de Jesús.

    Aunando el sentido metafórico de los tres cuerpos, apreciamos el calado teológico del baldaquín. El lampadario evoca la luz con que la Eucaristía ilumina la vida cristiana; pero, aludiendo al número de lámparas (35, eco de 33), certifica que la vida solo es cristiana cuando intenta amoldarse al estilo de vida de Jesús. Atento al simbolismo modernista, quizá Gaudí dispuso treinta y cinco lámparas y no treinta y tres para señalar que la vida cristiana constituye un intento imperfecto de asemejarse a Jesús, eco de las treinta y cinco, que solo alcanzará su plenitud en el cielo, las treinta y tres, alegoría de la vida del Señor. La corona certifica la centralidad de la Eucaristía, a la vez que invita al cristiano a recorrer el camino de Jesús que desemboca en el  Calvario; sin embargo, como señala el brocado, la meta del cristiano no es el Calvario, sino el cielo, representado por el tapiz, eco de la Eucaristía celestial, la gloria del los santos.

    Aunque Gaudí proyectó un baldaquín magnificente, se construyó en plan experimental para apreciar las posibilidades de la obra definitiva; por eso, se elaboró con materiales de escaso valor: papel de colores, cartón, purpurina, corcho, etc. Quizá sea casual, pero la pobreza material certifica que lo esencial en la Iglesia no son los adornos, sino la fidelidad a Jesús, vivida en la celebración de la Eucaristía; toda catedral, por bella que sea, solo es la metáfora de la catedral definitiva, el cielo, alegoría de la plenitud del Reino de Dios.