Francesc Ramis Darder
Constituye la sexta entrega de la seria "La Comunidad Judía de Alejendría".
4.3.Elogio de la Sabiduría: Sab
6,22-9,18.
Asentada la importancia de la Sabiduría, el
autor del libro pone en labios de Salomón tanto su encomio (Sab 6,22-8,21) como la
oración para impetrarla, pues constituye el don más valioso que Dios concede al
ser humano (Sab 9,1-18).
Salomón encomia la Sabiduría, el más
preciado de los bienes y forja segura de la amistad con Dios. La Sabiduría,
prosigue el monarca, le ha conferido la capacidad de hablar con cordura; sólo
ella destila un “espíritu inteligente, único múltiple, sutil, ágil, perspicaz,
inmaculado, claro, impasible, benefactor, filántropo […] que […] penetra en
todos los espíritus, los puros, los más sutiles” (Sab 7,22-24). El autor
delinea la Sabiduría con su mejor caligrafía: “Es un soplo del poder de Dios
[…] un espejo inmaculado de la actividad de Dios […] una imagen de su bondad”
(Sab 7,25-27b). Define su función con la mejor teología: “hace amigos de Dios y
profetas” (Sab 7,27c); y establece su naturaleza con la mayor precisión: “es el
artífice de cuanto existe” (Sab 8,6). La Sabiduría, continúa Salomón, voz oculta
del autor, lega la inmortalidad y la autoridad para regir pueblos y naciones
(Sab 8,13-14). La conclusión no puede ser más certera: “la inmortalidad reside
en emparentar con la Sabiduría” (Sab 8,17).
Como expusimos en otro ámbito,[1] la
misión que Dios confía al ser humano (cf. Gn 1,28), metáfora del pueblo hebreo
fiel a la Ley, consiste en “someter y cuidar” el Cosmos para que sea la
realidad “muy buena” (cf. Gn 1,31), deseada por Dios. ¿Acaso la Sabiduría no
ejerce el mismo papel, cuando se revela como “artífice de cuanto existe”? El
ansia de Salomón para “gobernar pueblos y naciones, ¿no oculta la intención de
la comunidad hebrea, fiel a la Ley, que atrae las naciones a la cima del Monte
Santo para adorar a Yahvé? La Sabiduría es prenda de inmortalidad (Sab 8,13). Desde
esta perspectiva, la aseveración de Salomón: “la inmortalidad reside en
emparentar con la Sabiduría” (Sab 8,17), ¿acaso no revela la invitación que la
comunidad hebrea, fiel a la Ley, dirige a la asamblea judeoalejandrina para que
se integre plenamente en la comunidad observante, la comunidad llamada a la
inmortalidad? Así el fulgor de la Sabiduría ilumina el rostro de la comunidad
hebrea, fiel a la Ley, para que desempeñe el encargo divino de guiar a los
judíos apegados a la idolatría helenista hacia la puerta de la alianza.
Salomón, eco de la comunidad hebrea
observante en Alejandría, implora de la bondad de Dios, creador de todas las
cosas y señor de la Historia (Sab 9,1-3; cf. Gn 1,28; Eclo 42,15), el don de la
Sabiduría. Aunque débil e incapaz para conocer el calado de las leyes y el
valor de la justicia, reconoce la prodigalidad con que Dios le ha bendecido,
pues le ha elegido rey y le ha mandado edificar un templo y levantar un altar.
Como proclama el rey, la Sabiduría está junto a Dios y estaba junto al Altísimo
cuando creaba el Mundo. El soberano suplica la dádiva divina: “Envíala […] para
que me acompañe en mis tareas […] así mis obras serán aceptadas, juzgaré a tu
pueblo con justicia […] ¿Quién puede conocer tu voluntad, si tú no le das
Sabiduría?” (Sab 9,10-17).
Como hemos reseñado, bajo la voz de Salomón
palpita la comunidad judeoalejendrina fiel a la Ley. La comunidad entiende que
el encargo divino no puede llevarse a cabo sólo con las fuerzas humanas. Sólo
el auxilio divino, representado por el don de la Sabiduría, concederá a la
comunidad la entereza para llevar a término la obra de Dios. Así como la
Sabiduría estaba junto a Dios “cuando el Señor hacía el Mundo” (Sab 9,9), también
estará “junto a la comunidad leal” cuando emprenda la tarea de trasformar a los
judíos, atenazados por la idolatría, en la asamblea que refleja la gloria de
Dios y atrae a las naciones a Sión para postrarse ante el Dios de Israel. Del
mismo modo que la Sabiduría es la mediación de Dios para crear el Mundo, la
comunidad fiel es la mediación de la que Dios se vale para conformar al pueblo
hebreo en el molde de la alianza y para llevar a las naciones hasta la cima del
Monte Santo.