Francesc Ramis Darder
No conocemos casi ningún dato concreto respecto de los cambios que supuso en Palestina la transición desde el dominio babilónico al señorío persa. La conquista de Babilonia por parte de Ciro implica el paso casi automático del Imperio babilónico al dominio persa; los territorios pertenecientes a Babilonia se constituyeron en una especie de reino asociado, dirigido por el gobernador Gobrias. Durante el reinado de Darío I, Ushtanu/Hystanes (516 a.C.), auxiliado por Tattenay en el gobierno de Transeufratina, y Hutanna (486 a.C.), aparecen como gobernadores de Babilonia y Ebîr Nari. Seguramente durante el reinado de Jerjes, tras el fracaso de la rebelión babilónica dirigida por Bêlshîmanni y Shamasherîba (482 a.C.), la región de Transeufratina fue separada de la administración babilónica.
Herodoto relata, a mediados del siglo V a.C., que el quinto “nomos”, la quinta satrapía incluía las regiones de Fenicia, Siria (llamada Palestina), y Chipre. El sátrapa de Transeufratina era Megabyzus, quien aplastó las rebeliones de Egipto y Chipre; entre los años 407-401 a.C. el sátrapa gobernante era Belshunu/Bélésys.
El siglo V a.C. constituyó una época de paz en Palestina, mientras el siglo IV a.C. se reveló conflictivo debido a la revuelta egipcia (404/398-343 a.C.); pues tuvieron lugar diversas campañas militares en Palestina además de estallar la rebelión de Sidón. La agitación social dio lugar, a lo largo de la primera mitad del siglo IV a.C., a una reorganización administrativa del sur de Palestina. En esa época aparecen diversas monedas locales palestinas, mientras el Pseudo-Scylax, a mediados del siglo IV a.C. refleja la situación de la costa siro-palestina.
Durante el invierno del 350-351 a.C., Artajerjes III Ocos fracasa en el intento de conquistar Egipto. Las ciudades fenicias, guiadas por Tennes rey de Sidón, se sublevan; las revueltas concluyen con la destrucción de Sidón (345 a.C.), la sustitución del rey de Tiro, y el nombramiento de Mazdaï/Mazaios como sátrapa de Transufratina y Cilicia.
En el año 343 a.C. las tropas de Artajerjes III Ocos, dirigidas por el general Bagoas, reconquistan Egipto, pero el territorio egipcio se mantuvo pocos años bajo la soberanía persa.
Súbitamente, aparece en Oriente Alejandro Magno que conquista Tiro y Gaza (332 a.C.). La conquista de Alejandro mantuvo la organización administrativa de Palestina implantada por el Imperio persa heredero, en ese sentido del Imperio babilónico, heredero, a su vez, de la administración asiria.
Durante el imperio persa, Palestina estaba divida en provincias dirigidas por un gobernador nombrado por los persas; existían, también, reinos vasallos regidos por monarquías propias dotadas de notable autonomía, aunque sometidas al control persa.
La provincia de Judea (Yehud) existía desde el inicio del Imperio persa. La combinación de los datos bíblicos, junto la información de los sellos de Yehud, los papiros de Elefantina y la información numismática, permiten establecer una lista aproximada de los gobernadores: Sesbassar (ca 538 a.C.), Zorobabel (ca 515 a.C.), Anaya; Enlatan, esposo de Shelomit (ca 500 a.C.), Ouryaw, Yehoezer, Ahzay, Nehemías (ca 445-407 a.C.), Yehezqiyah (ca 350-332 a.C.).
La apreciación de los textos bíblicos, y el contenido de los papiros de Elefantina y de Wadi Dâliyeh, junto a la información de Flavio Josefo y la información propiciada por las monedas permiten establecer, con cierta probabilidad, la sucesión de quienes ocuparon el cargo de Sumo Sacerdote: Josadaq (ca. 550), Josué (ca. 520-515), Joaquín (comienzos de siglo V), Elyiasib I (ca 445), Yoyadá (ca 430), Yehohanán I (ca. 410-408), Yadua I (inicios del siglo IV), Yehohanán II (ca 350), Yadua II (ca 332).
La extensión de la provincia de Yehud resta imprecisa: abarcaría un radio de treinta kilómetros alrededor de Jerusalén, con exclusión del sur de Judea (Lakis y Hebrón) y el Negueb (Arad, Beershebá). En dirección este abarcaba hasta Jericó, al sur hasta Belén y Neftoah, hacia el norte comprendía Ay y Betel, y al oeste alcanzaba, seguramente, hasta Lodd, Hadid y Ono. La lista de judíos que tomaron parte en la reconstrucción de las murallas podría indicar una extensión más limitada representada por la ausencia de Ay y Betel al norte, y Kiriat-Yearim, Kephirah, Béerot, Lod, Hadid y Ono al oeste; dichas ausencias estarían compensadas por la inclusión de algunos pueblos del sur: Zanoah, Teqoa, Queilat, Bath-Zour. Seguramente Mizpá constituía una residencia del sátrapa que se remontaba al gobierno de Godolías, a comienzos del dominio babilónico.
En definitiva la provincia de Yehud era más pequeña que el antiguo reino de Judá. El territorio compredía un área alrededor de Jerusalén. Hacia el sur incluía Tecoa y Betsur y seguramente En-Gadi; pero quedaban excluidas Hebrón, Mareas y Lakís.. Hacia el este alcanzaba el Jordán y el mar Muerto incluyendo Jericó. Al norte abarcaba Mizpa y Betel; hacia el oeste, Zanoah representaba el último pueblo antes de penetrar en territorio asdodita.
La provincia era relativamente accidentada y en parte desértica. Contaba con la agricultura que era posible establecer en las colinas (viña, olivar), y con la presencia de ganado menor. Pero la economía giraba en torno del Templo de Jerusalén. Acudían a Jerusalén mercaderes tirios (Neh 13,16).
La población de Yehud comprendía dos grupos. En primer lugar la “gente del país”, los descendientes de los judíos que permanecieron en Jerusalén tras la toma de la ciudad por parte de Nabucodonosor; se dedicaban a la agricultura y al pastoreo de ganado menor (2Re 25,12). En segundo lugar estaban los repatriados, habían vuelto del exilio babilónico en varias oleadas; eran los descendientes de los deportados, dotados, generalmente, de una buena formación intelectual, comercial y técnica (2Re 24,12-16); en el exilio habían aprendido el arameo imperial y estaban cualificados para la función dirigente. Las tensiones entre ambos grupos estallaron rápidamente (Esd 4,4; 10,2.11; Neh 10,31.32).
Los árabes contaban con centros comerciales en la costa y fueron aliados de los persas; ayudaron a Cambisses en la conquista de Egipto y entregaban cada año a los persas un tributo de mil talentos de incienso. La ventana de los árabes sobre el Mediterráneo se extendía a lo largo de veinte kilómetros entre Gaza a Ienysos (identificada quizás con Tell er-Ruqueish). Controlaban casi la totalidad de la península del Sinaí, el Negeb, la Arabá, y parte de Transjordania incluyendo el golfo de Aqaba. Gracias a la posesión de parte de la costa comerciaban con fenicios y griegos. Uno de sus reyes, Gesem rey de Quedar, fue adversario de Nehemías (Neh 2,29; 6,1.2,6). A tenor de la información arqueológica podemos proponer una lista de reyes quedaritas coetáneos al período persa: Mahlai (finales de VI); Iyas (comienzos de V); Sahru (segunda parte de V); Gesem (ca. 445-433); Qaïnu, hijo de Gesem (finales del siglo V o comienzos del IV). La presencia de los árabes parece excluir, durante la época persa, la existencia de una provincia Idumea.
El período comprendido entre el final del siglo V y el final del IV contempló como los árabes se convertían en Nabateos; pierden Gaza y se contituye la provincia de Idumea. La razón de los cambios se debe, seguramente, a una reorganización del Imperio persa que tuvo lugar entre 405 a.C.-343 a.C. para hacer frente a la amenaza egipcia. Los árabes habían apoyado la revuelta egipcia en 387 a.C., tras la reconquista persa del territorio, Gaza devino la sede de una guarnición persa que se mantenía todavía en la época de Alejandro, y la creación de una provincia persa que comprendía el sur de Judea y el Negug: Idumea. La reorganización alcanzó la desaparición del reino de Quedar y el establecimiento del dominio nabateo.
La existencia de una provincia neoasiria de Asdod hace pausible la existencia de una provincia semejante durante el período neobabilónico y persa; la referencia a los cuatro enemigos de Nehemias confirma esa suposición (Neh 4,1). Estaba limitada al norte por la provincia de Dor, al este por la provincia de Yehud,, al sur y al sureste por el reino árabe de Quedar y, más tarde, por la provincia de Idumea. Según Neh 13,24 hablaban asdodita: un nuevo estado de la lengua cananea hablada en Filistea durante el Hierro-II, la modalidad lingüística era próxima al hebreo y al fenicio; pero, en cuanto el territorio formaba parte del Imperio persa, la lengua administrativa era el arameo imperial. La relación de la ciudad de Ascalón con la provincia de Asdod es difícil de precisar, pero los testimonios arqueológicos y literarios adscriben una cultura fenicia a los moradores de Ascalon durante el período persa y helenístico. La acuñación monetaria refleja, en el siglo IV, la independencia de Ascalon respecto de Asdod, la ciudad estaba teñida por el carácter fenicio y textura tiria durante la época persa, según revela el Pseudo-Scylax.
La existencia de la provincia neoasiria de Dor hace plausible la existencia de la misma provincia durante el período neobabilónico y persa. Sin embargo, la situación de la provincia durante la época persa sufrió una modificación según narra la inscripción funeraria de Esmunazor, rey de Sidón. La incripción relata que el rey de los persas entregó al rey de Sidón el territorio de Dor y Joppe y los trigales de la llanura de Sarón, en recompensa de los servicios prestados a los persas. Seguramente, la donación fue la recompensa otorgada por los persas al rey de Sidón en pago por su ayuda comtra los griegos o contra los egipcios, quizá a finales del siglo VI o a mediados del V. Es difícil creer que el dominio de Sidón sobre la llanura de Sarón se prolongara hasta el final del Imperio persa; pues los persas arremetieron contra Sarón para reprimir la revulta de los sidonios encabezada por su rey, Tennes, hacia 350 a.C.-345 a.C. Además cuando llegó Alejandro, Sidón sólo controlaba, prácticamente, el contorno de la ciudad. Aunque el trigo podía cultivarse en algunas zonas, el conjunto de la región era inhóspito para la actividad agropecuaria. La población era de carácter fenicio y abierta al comercio internacional (Neh 3,15: Joppe es el lugar donde llegó la madera del Líbano para la reconstrucción del templo de Jerusalén hacia los años 520-515).
Durante la primera mitad del primer milenio la costa septentrional de Palestina formó parte del reino de Tiro, y esa situación se mantuvo durante el Imperio persa. El reino de Tiro alcanzaba, por el sur, hasta el monte Carmelo. Hacia el norte limitaba con el de Sidón. El territorio preciso que pertenecía a ambas ciudades dependía del grado de opulencia que disfrutara cada una: a mediados del siglo IV, época de expansión sidonia, la frontera se situó en el Nahar el-Qasimiyeh (Litani); en los últimos años del Imperio persa, época de dominio tirio, la frontera se situó más al norte, junto al Nahar ez-Zahrani. La arqueología a sacado a la luz cinco sellos que confirman la pujanza económica del reino de Tiro durante la segunda mitad del siglo IV a.C. La población parece haber sido esencialmente fenicia, aunque aparecen también mercaderes de origen griego.
La creación de la provincia neoasiria de Meguido se remonta, seguramente, a Teglat-Phalasar III (734-732 a.C.). Seguramente la provincia se mantuvo durante el período neobabilónico y la época persa, pues en el período tolemáico aparece la mención, en los pap iros de Zenón, de una provincia de Galilea. Sin embargo carecemos de un testimonio directo que confirme la existencia de esa provincia, y recalque la capitalidad de Meguido. Los estudios arqueológicos revelan una cultura y un sustrato económico sometido a la influencia fenicia.
La existencia de la provincia de Samaría aparece confirmada durante la época neoasiria, a partir del año 722 aC. Durante el período persa se denominó Samarina (Esd 4,7-10). La capital era la ciudad fortificada de Samaría. La economía residía sobre la agricultura y , en especial, sobre la producción de aceite y vino. La población estimada era de cuarenta mil personas: más rica y poblada que Judea. La información bíblica, la documentación aportada por Flavio Josefo, el contenido de los papiros de Elefantina y de Wady Daliyeh, y la información numismática, permiten astablecer la lista de gobernadores: Sambalat (445-407 a. C.); Delayah (ca. 407 a. C.); Sinuballit; Yeshua o Yaddua; Anaya (ca 354 a. C.); Sinubalit III (ca 332 a. C.). Algunos gobernadores ejercieron también la función sacerdotal. Algunos nombres atestiguan la religión yahvista: nada señala la separación religiosa entre judíos y samaritanos. Los judíos de Elefantina recurren tanto a Jerusalén como a Samaría. El hecho de que la Torá, adscrita a la misión de Nehemías, haya sido aceptada por judíos y samaritanos confirma que el cisma samaritano es posterior a la época persa. Junto a los nombres de raíz yahvista aparecen nombres de etimológica acadia o pertenecientes al semitico occidental: Kamosh, Baal, Nabu, Sahar. Las diversas etimológias de los nombres delatan una población muy mezcalada. El origen diverso de la población aparece tras la diversificación de la acuñación monetaria.
La existencia de un reino vasallo de Moab hasta el 582 a. C. después la existencia de una heparquía moabita, moabitide, durante la época helenística, poblada por nabateos, hace que sea plausible suponer la existencia de una provincia de Moab durante el peíodo persa. En dicha provincia continuaba el culto a Kamosh. Las referencias del libro de Esdras junto a las aportaciones arqueológicas (mención de Moab en la lista de hieródulos de Ma’in, a mediados del siglo IV) ratifican la existencia de la provincia de Moab, cuya extensión sería pareja a la del reino de Moab durante el siglo VI a. C.
La existencia de la provincia de Amón puede deducirse de la existencia del reino vasallo de Amón hasta el 582 a.C.; y también de la mención de la Ammannitide durante el período helenista, y de la mención de Amón en la lista de hieródulos de Ma’in. Un alto funcionario llamado “Tobías” aparece en la obra de Nehemías, asociado a Sambalat y a Geshem, el árabe. La magnitud de la provincia correspondía a la extensión del reino amonita de los siglos VII a. C. y a comienzos del VI a. C.. Durante el período persa la población estaba constituida por una mezcla de población árabe y población amonita, junto a una minoría de israelitas en la región próxima al Jordán.
En la medida en que admitamos la existencia de una provincia neoasiria de Galaad podemos admitir la exitencia de la provincia homónima durante el período persa.